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domingo, 12 de abril de 2015

25ª Jornada/VIII año: Miércoles, 8 de abril de 2015


un zumbido metálico emitido por un robot volandero nos sobresaltó...


Rocío subió a bordo acompañada de Alberto, antiguo corsario y narrador, que participó en la inauguración de nuestro buque insignia Rascamán, aventurándose en sus primeras travesías por los  mares del Nuevo Mundo. Y ante tamaña sorpresa, la marinería estrechó a Alberto en medio de un barullo monumental, interrumpido por tres ¡Hurras! que hicieron agitarse el velamen de sotavento, mientras este se resguardaba en un manto de timidez, que no le impidió comprometerse solemnemente ante los presentes a leernos diversas creaciones en próximas travesías al tiempo que tras lanzar con enorme habilidad a 10 metros de altura su sable persa, lo recogió en el aire con la destreza propia de los espadachines del Siglo de Oro, mientras Enrique recitaba del poemario  Miseria:

“Hay tanta miseria en los objetos
que tocan tantas manos…”

O estos otros:

De pie bajo el dintel
contemplo el río que nace
un poco más arriba
detrás de los ojos”

Contundentes.

De repente, el capitán mandó levar anclas, y con la prestancia que la caracteriza, Amelia tras lanzar al aire unas hojas de su poemario “Mi amante es una Araña”, lanzó su afilada daga y la clavó en uno de los palos del velamen a la altura de sus ojos pícaros que, tras iluminar sus labios, recitaron algunos poemas, de los que entresacamos los versos:

“El tiempo con sus espacios huecos-
………………………………………..
Sólo el vacío como el envés de la nada”.

O también:

“él, no escucha el lamento de la yerba.
Me derrota la pisada y su certeza
el crujir del silencio y su catástrofe”

Sin comentarios, siempre dueña de una poesía llena de fuerza y vitalidad.

Al tiempo que el barco aprovechaba el viento para sumergirse en las lejanas aguas del Océano, León nos trasladó con su novela a las legendarias tierras andalusíes, y de los descendientes de los antiguos moriscos, ubicados tanto en Andalucía como en Marruecos.. Nos lleva con voz suave y melancólica al pueblo marroquí XAUEN, donde nos describe con vigorosa pluma el lento discurrir del tiempo, cantando en una prosa suave la partitura invisible de la serenidad y la quietud, al tiempo que intercala párrafos impregnados de un humor, propio de este avezado bucanero, indicándonos con mucha gracia que hasta los gatos parecía que hacían de guías turísticos. Y dicho esto, cerró la  narración con el relato de una joven descendiente de aquellos moriscos expulsados hace 400 años, que viaja a Denia para llevar a su pueblo marroquí un puñado de la tierra de sus antepasados, reivindicando su derecho a la nacionalidad española. Viejos moriscos, expulsados en momentos de la intolerancia castellana y ahora apiñados en unas tierras marroquíes a las que no reconocéis como propias porque os consideráis descendientes de pobladores peninsulares.

Muy emotivo, León. Y no olvides las observaciones que te hizo la marinería sobre la necesidad de suprimir algunos párrafos innecesarios.

De repente, un brusco viraje del velero me hizo dar un traspiés y saltó el tintero cual bailarina, taconeando en los flecos del aire, vaciándose en el traje bien planchado de León, que le puso hecho un cristo, provocando la ira propia de un viejo lobo del mar, mientras Mª Antonia huía despavorida ante el tumulto originado por un barril que rodaba por cubierta estrellándose a estribor con formidable estrépito. Afortunadamente, nuestra marinera logró esquivar las dificultades propias del vaivén anómalo del barco y, tras dar dos tajos en un astil molesto, recitó el poema titulado Cruje la osamenta. Poema  enmarcado en la vejez  y que termina con los hermosos versos:

“ Yo la escuchaba
desde mi lecho verde”

Y no sé cómo ocurrió pero, de buenas a primeras, Rocío se  concentró en la tarea de poner dorsales a toda la piratería, con sus correspondientes números; no sin que la tropa opusiese resistencia; pero un campanillazo de Javier puso las cosas en su sitio, y cada cual tuvo que conformase con el nº que le había tocado, que lo que no podía ser es que discutiesen entre sí porque uno tenía menos cincos o seis que otros; ya que el personal consideraba que eso era una discriminación y una jerarquización innecesaria, amén de sentirse marcados como ganadería de tracción mecánica y, voto al diablo, que ellos se consideraban piratas con la dignidad propia del oleaje. Rocío, tras otro campanillazo, explicó la necesidad de pintar dichos números para conformar una visión plástica de su relato titulado buscando un número, en el que narra las vicisitudes de varios cincos y seis, enhebrando  una narrativa llena de ingenio que terminó con una discusión del matrimonio protagonista entre coger un 5 o un 6 en un décimo de lotería. 

Mientras, Cinta nos amenizaba la tertulia con el pequeño relato titulado El regalo, en el que se narra una hermosa historia a través de una botella encerrada en una caja; terminando Mª Juristo con un poema  muy rítmico, jugando con la magia del color.

“Paredes blanqueaban
encierros invernales”.

Para terminar con:

“de una roja amapola sarracena” 

Y se bordan las 8 de la tarde con el poema de Miguel, Nostalgia

“Ya, reptas
por el sepia de los días
paloma enferma”

De  pronto un campanillazo nos recordó la hora de tomar el aperitivo: una ración de anchoas electrónicas con un vaso de vino radiactivo. Una delicia. Asimismo, Leo  nos leyó el magnífico relato Ambrosía, en el que se narran las vicisitudes de Amida ante el frescor y el rojo carnoso de una apetitosa sandía. Deseo y sensualidad, que termina con la rotunda frase:

“Y la cima de sus senos se irguió en el aire”, 

para a continuación, Fenoy leernos unos versos en los que rebosaba el marxismo duro y puro, y el camino del proletariado a la victoria final. Los presentes le hicieron varias observaciones, ya que estaban impregnados de ideología, alejándose de la materia poética.

A continuación un zumbido metálico emitido por un robot volandero nos sobresaltó y el muy condenado, tras  describir numerosos círculos alrededor del barco, se dejó caer en la perpendicular en dirección a cubierta, cambiando de rumbo dos metros antes de llegar al suelo; momento que aprovechó para pasearse a ras de nuestras cabezas y dejar un mensaje encerrado en una botella, al viejo estilo de los náufragos; Javier se precipitó nervioso  hacia la botella y tras quitarle el corcho, leyó en voz alta el siguiente mensaje, ante una tripulación presa de la congoja y las garras de la incertidumbre:

“Sr. Capitán, si no entrega a la tripulación que desembarcó en Hispania para reclamar a voz en grito que le devolviesen el dinero de las preferentes, profiriendo insultos y demás improperios a los señores Rato y Blesa, violando, de esta suerte, las normas más elementales de urbanidad, le enviaremos no como en esta ocasión, un dron mensajero, sino un centenar de drones provistos de cerbatanas electrónicas, pues no es de recibo que personas hechas y derechas siembren las calles de las ciudades, de vocerío y blasfemias, contaminando de esta suerte la pureza de las almas infantiles.
Esperando de su sensatez y cordura, y estando seguro de su interés en no escandalizar a los escolares por los malos ejemplos de que son portadores dichos sujetos, le conmino, bajo pena de hundimiento de Rascamán, envíe con la mayor prontitud posible a dichos adanes u haraganes, como muy bien diría nuestro estimado Presidente Rajoy, rompeolas de todas las Españas.
Firmado:
 el Presidente de la Cofradía de la Santa Urbanidad y Buenas Maneras de la Gente de Bien”

-¡Y un garfio, gritó Javier!
-¡Hurra!¡Hurra!, y tres veces ¡Hurra!

A continuación y tras ligeros titubeos después de rellenar el tintero, leí el poema Antipaisaje, en el que entre otras cosas hablé de un ciempiés perseguido por calambres, y otras lindezas rememorando a los autómatas patizambos. En fin un poema sujeto a revisión y en plena construcción.

Finalizando la tertulia, Mª Jesús con el microrrelato OPERACIÓN. En el que se describe con gran ironía el implante de un teléfono móvil en un paciente.

Muy en tu línea, Mª Jesús.

Se cierra el telón.


Juan Manuel Criado Manzano
12 de abril de 2015

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