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domingo, 24 de abril de 2011

28ª Jornada/IV Año: Miércoles, 20 de abril de 2011

20 de abril de 2011: Los enemigos de la Tertulia


De un lado Mª Antonia, Javier, Rocío, Aure y Carmenfron.

De otro lado las vacaciones de Semana Santa, la ciudad deshabitada y el partido de final de la Copa del Rey entre el Barça y el Real Madrid que se juega a las 21.30 horas.

Aún así decidimos, los que estábamos, enfrentarnos a los elementos e iniciar Tertulia.
Dijimos que si había quorum suficiente, gente que no se fuera de vacaciones, que podíamos reunirnos hoy en el Ruiz y así ha sido.
Aquí estamos.

Cuando llego al Ruiz ya está sentada frente a su café Mª Antonia Copado.
Charlamos, pido yo otro café y llega Rocío y Aure casi en seguida.

Aure viene con muchas ideas en la cabeza. Dice que va a cumplir 75 y tiene que apurar el tiempo haciendo muchas cosas. Que uno ya es mayor y no se sabe...

Nos recomienda un película: "El águila de la novena legión", una de romanos recién estrenada.

Una opción para esta Semana Santa si lo que te gusta es "visitar iglesias pero sin curas".

"Gorriones, gorriones...", le decimos a Aure. Nosotros somos los gorriones de uno de los poemas de su último libro "Contra Domene" y viene a alimentarnos.

Más ideas... Dos homenajes y un libro. Este último, una antología de la Tertulia Rascamán en la que se se escojan bien los textos y estemos todos. ¿Publicado por Poeta de Vabra? Quizá.

Y hablamos (es un tema recurrente en la Tertulia) de los certámenes literarios y el gusto del jurado. No siempre lo que se premia es lo mejor.

Hablamos del premio "Raphael" que ganó en su modalidad de poesía en 2010 Jesús Jiménez Reinaldo con el poema "Venus en la chimenea" y que dice así:











VENUS EN LA CHIMENEA











Como los gatos, insomne por las noches,

mientras en las viejas canciones ajeno naufrago,

trepas por la espesura de la vieja morada

y te afincas como un meteorólogo loco

en el tejado de la casa, mirando al horizonte.


Y cuando madrugo, la luna ha derrotado al puente

y los pescadores han lanzado sus preces a la laguna,

bajo tu magnética vigía.


Ángel de la guarda,

ángel mío cubierto de la escarcha acristalada,

de las medusas de los mares impíos,

sonriendo, carámbanos y viento,

en el tejado. Venus en la chimenea.


Si supieras que he soñado con tu luz

en los recodos oscuros de Conney Island,

y con tu brillo espeso en los neones

de una noche porteña en Callao,

que va la singladura del lecho desde nuestro río

a la cubierta a dos aguas de la casa...


Un surco de veleros en las escaleras,

una estrella de plata en el azul de la pantera.


Has tejido una telaraña protectora

uniendo en un lienzo la marea de estrellas

y la lenta soledad de la vigilia,

y me acunado en tu melodía del punto,

durmiendo del derecho, durmiendo del revés,

bajo tus ojos.


Faro de los fados de Monsanto.

Tango de arrastre. Venus en la chimenea.

Dice Rocío que va a enviar este año un relato al premio. Ojalá veamos una foto suya con el cantante Raphael, eso será buena señal.

Nos dice Aure que el día 24 de mayo presenta su libro "Contra Domene" en la Asociación de Escritores, en la c/ Leganitos de Madrid. Yo seré quien le presente en esta ocasión.

Y otra idea más que tiene in mente es hace una antología de todos sus libros publicados con ocasión de sus próximos 75 años.













Hablamos del número de libros publicados por algunos poetas. Algunos con 15, 20 títulos publicados (y más). ¿A más libros, mejor? Creemos que no. Todos no pueden ser buenos.

Nos acordamos de Claudio Rodríguez o Jaime Gil de Biedma, con obra corta pero intensa y de calidad.

Lee Mª Antonia un poema que escribió hace 32 años: "Deseo urgente". Aure le aconseja que suprima el inicio de las dos estrofas, ese verbo "Quiero" y vemos que es mucho más sugerente el poema.
Poema actual. Vivo, después de 32 años. El paso del tiempo es sin duda el mejor juez.

Leo yo un poema recién escrito: "El equilibrio de las líneas paralelas" y que comienza así:

Romperás el equilibrio
de las líneas paralelas.
Sólo tien












es que esperar la lluvia.

Un poema que he dedicado a Paloma Sánchez y que contiene un par de imágenes que me "prestó" y para las que prometí escribir este poema.

Rocío nos lee un relato antiguo que ha corregido: "De la vida y sus puntos y aparte".
Un relato con los niños de la Guerra Civil de fondo.

Nos emociona.

Se marcha Aure y entra Carmenfron como para cubrir los puestos alrededor de la mesa que la Semana Santa y el fútbol nos roban.

Y nos lee un relato largo (hoy somos pocos y podemos permitírnoslo) titulado "El bar de Asunción".
Toca un tema tan actual como el del robo de bebés en las clínicas de maternidad y las adopciones ilegales enla España tardofranquista.

Muy bien escrito y ese juego de mezclar las recetas que cocina Asunción con el drama que se vive de fondo muy bien conseguido. Nos chupamos los dedos mientras ella lee.

Las ocho y media pasadas. Recogemos nuestros cuadernos, nuestros libros e intentamos salir a la calle.

La Semana Santa y el fútbol se han buscado un aliado que nos retiene casi quince minutos en el Ruiz, una tormenta con gran "aparato eléctrico", que diría el "hombre del tiempo".

Esta Semana Santa amenaza con estar pasada por agua.

Nos separamos en la puerta del Ruiz, bajo una leve llovizna de abril que es tan sólo tregua. Nos despedimos hasta el miércoles próximo.













Javier Díaz Gil
24 de abril de 2011

domingo, 17 de abril de 2011

27ª Jornada/IV Año: Miércoles, 13 de abril de 2011


Quería llevarme un recuerdo e hice una foto


Quería llevarme un recuerdo e hice una foto. Pero como siempre ocurre con las fotos, la mía no destilaba del todo la esencia de aquella tarde de abril. Faltaba la música, esas melodías que, cosa rara, sonaban en voz baja, de fondo, casi como queriendo acariciar nuestras palabras. Tampoco salieron éstas últimas en mi foto, las palabras no se dejaron clavar con alfileres en la imagen, y se fueron hacia arriba como globos que escapaban de nuestras bocas, hacia el cielo del Ruiz. En la foto todo salió desenfocado, lo único que se acertaba a ver, si ponías mucho interés, eran nuestras caras: La de Javier Díaz que se había cortado el pelo, la de David Lerma que dejó su cartera para que no molestara en la otra punta de una mesa que nunca se llenó de tertulianos, la de Ana Gonz que llegó asténica primaveral y la mía, la de una Rocío Díaz, que siempre se alegra de verles. Solo salieron nuestras cuatro caras en aquella foto, desenfocadas y sonrientes, sin parar de hablar.

Pero como la foto no era suficiente, quise hacer un vídeo. Y primero nos grabé a Javier y a mí, corrigiendo un pequeño texto mío. Pensando, tachando, recolocando y leyéndolo en voz alta una y otra vez para ver si así nos sonaba mejor. Hasta que lo dejamos reposar. Después el vídeo grabó a David llegando con aquella cartera prófuga, y a Ana saludando a aquel miércoles de tertulia, con muchísima sed. Y le hablamos a la cámara. Le contamos nuestras opiniones sobre aquello de “Vivir de lo que te gusta, dejándolo todo atrás”. ¿Y las responsabilidades? ¿Hay que resignarse? ¿Hay que renunciar? ¿Los que se salen de la norma al final lo pagan? ¿Es muy fuerte la presión social? Cuántos interrogantes para un vídeo, quizás alguna pregunta se escondió detrás de una voz más alta, se empapó tras caer dentro de una cerveza, se acurrucó asustada entre un diálogo a cuatro opiniones...

Tenía una foto, tenía un vídeo, pero ninguno de los dos mostraba aquello que nos unía. Y entonces saqué mi cuaderno. Y les leí a todos mi texto. Y pude atrapar lo que de taller literario hubo en aquella tarde, y lo sumé a la corrección que de él ya habíamos hecho a primera hora Javier y yo. Y las opiniones también las guardé entre los renglones, entre las palabras que leí en voz alta, entre los silencios de las comas y los puntos, para pensarlas después.

Tenía una foto con nuestras caras en aquel momento. Tenía un vídeo con nuestras conversaciones, nuestra tertulia. Tenía un cuaderno con los tachones del taller de creación literaria que trabajamos. Pero me faltaba algo. Me faltaba lo que hubo en aquella tarde de descubrimiento, de alimento, de enriquecimiento de los demás. Y leímos a José Cereijo, respiramos de su libro “Música para sueños” del año 2007, y él nos prestó la calma, el sosiego, nos ensambló entre los versos de aquellos poemas suyos:


Esta es mi habitación...

Ésta es mi habitación, ésta es mi casa. Mira

los árboles, ya viejos, pero que todavía

saludan tiernamente la nueva primavera.

Mira el lugar en el que vivo. Nunca

has estado tú aquí,

pero yo lo he vivido mil veces con tus ojos.

Y todas estas cosas que ignoras, te conocen.


Al caer la tarde, hice un pequeño hato con todos mi tesoros: aquella foto, aquel vídeo, aquel pedazo de taller de creación literaria y aquel poema de Cereijo. Los apretujé y me los guardé a todos juntos dentro de mí. Hice una bitácora en pleno centro de abril, a mediados de un café Ruiz, de una tertulia tranquila y rica. Y la fui saboreando poquito a poco, tanto como cuando de niña saboreaba una golosina, poquito a poco, que me durara más, lo máximo posible, que no se me gastara...


Rocío Díaz Gómez
17 de abril de 2011


miércoles, 13 de abril de 2011

26ª Jornada/IV Año: Miércoles, 6 de abril de 2011

"La noche del fin del mundo", de Ray Bradbury

MIERCOLES, 6 DE ABRIL DE 2011:
BITÁCORA DEL BITACORERO QUE NUNCA ESTUVO ALLÍ
(AUNQUE SU VOLUNTAD FUERA OTRA)


Salgo de trabajar. Esquivo a los transeúntes. Vuelo hacia el colegio. Es miércoles por tarde y en el Ruiz me espera la tertulia. Recojo al niño. Le doy un beso. Se lo entrego a su madre. Como rápido para ganarle tiempo al tiempo. La vida es una estrella fugaz que en su estela deja pocas oportunidades para el descanso. Y veo el sofá, al fondo: cinco minutos, me propone con sus labios hechos cojines, sólo cinco minutos para una reparación imposible. Y allí que voy. Y me siento. Y me quedo dormido. Entonces, en mi cabeza comienzan a desbrozarse los capítulos de un sueño que se inicia en un Café de nombre Ruiz. ¡Me suena!, me digo con esa seguridad incontrovertible que proporcionan los dejà vu. Y entro por la puerta. Atrás quedan los coches que pasan urgentes a la búsqueda del fuego que apagar. Dentro, sentados en torno a una mesa, encuentro a Javier, Rocío, Mª Antonia Copado y María Juristo en mitad de un tiempo que se ha detenido. ¿Cómo se habrán metido en mi sueño?, me pregunto. O, ¿acaso he sido yo -me corrijo- el que se ha metido en los suyos? Los cuatro se disponen a comentar el relato "La noche del fin del mundo", de Ray Bradbury, en el que la pareja protagonista afronta con indolencia insólita el cercano final del mundo, que se producirá durante la madrugada siguiente, y del que han tenido noticia gracias a un extraño sueño colectivo.

Vaya, sueños dentro de un sueño, medito, como hilera de muñecas rusas. Rápidamente renuncio a seguir pensando, y me pellizco. Y me uno a ellos. Empezamos hablando del final del relato: es lo que tienen los sueños, justifico, que desbaratan la lógica de los relojes hasta hacerlos girar en sentido contrario. En la sala los hay que defienden que el cuento de Bradbury no tiene final, otros que defienden que sí lo tiene, otros que creen que su final forma parte de un todo unitario, rompiendo con la linealidad temporal a que nos han acostumbrado las historias. En lo que sí coincidimos es en señalar que los hábitos y las rutinas, tan denostados normalmente, se erigen para estos personajes en tablas de salvación con las que aferrarse a la vida, boyas luminosas en medio del océano que les procuran una impresión de perdurabilidad y supervivencia: fregar los platos, cerrar los grifos... Sólo la cotidianeidad les permite continuar viviendo con algo de cordura frente al abismo que se abre a su lado; nada de desidia, nada de gritos en plena calle o de escándalos públicos. Sobre la mesa de Ruiz se discute acerca de la actitud de los protagonistas: miedo, incredulidad, pasividad, resignación... En el breve relato de Bradbury tiene cabida también el planteamiento de la culpa: ¿merecen (merecemos) lo que se les (nos) viene encima? ¿Qué han (hemos) hecho, o que no han (hemos) hecho, por evitarlo?. Sólo las hijas de los personajes principales, en su dulce ingnorancia infantil, en ese candor inmune a las tragedias, parecen desconocer el final que les espera (que nos espera...).

Lee ahora Mª Antonia Copado. Su relato se titula "Aberración" y narra el asesinato de una paloma ("allí estaba ella, oronda, gris, emitiendo un sonido aberrante...") con estas palabras textuales: "Levanté el bastón, lo acerqué a su cabeza enhiesta y presioné su cuello con deleite, diríase que con placer". ¡Casi puedo escuchar el chasquido! Mi duermevela se puebla de terribles palomas voladoras, ratas con alas, implacables depredadoras de gorriones. A continuación toma la palabra María Juristo para leernos un relato que tiene por título "El recuerdo", y en el que se describe la peripecia de un pequeño hombre transformado ya en asesino. No sé si es la voz cadenciosa de María o mis desvaríos de soñador o que he vuelto a quedarme profundamente dormido, pero su cuento me parece una hermosa nana cruel susurrada a mis oídos que se resisten y quieren seguir despiertos.

Tres nuevos personajes irrumpen en mi sueño: en el Ruiz me parece ver a Ana González, a Laura Nuño, a Carmen Fron. Como en una delirante fase REM, creo confundir realidad con inconsciencia. Pero las matrioskas recién llegadas se sientan junto a mí, y como personajes reales, piden sus consumiciones y se las beben. Los protagnistas de mi sueño se refieren a otro sueño verosímil con visos de poder cumplirse: un viaje de fin de semana a la onírica ciudad de Granada, allá por el mes de junio, donde otro personaje tantas veces soñado, de nombre Fernando, nos aguarda con los brazos abiertos. Otra vez, me repito, sueños dentro de un sueño, la eternidad de los espejos que se miran frente a frente pero no se rompen, pese a que la pulsera de Ana González los golpea con energía tras salir disparada de su muñeca, mientras ella explicaba gesticulante la majadería de aquel profesor que lanzaba tizas contra los alumnos que hablaban en clase. Pulsera y tizas se quedan cerca de escapar a los límites de mi sueño, pero por suerte, al final permanecen dentro.

Llega Vicente. Javier, Rocío, David y Ana González, por este orden, pasan-poema porque esta semana no han escrito. Hasta que le llega el turno a Carmen Fron. Carmen lee su relato titulado "Un final feliz para Gonzalo González", que cuenta la historia de un joven que abandona su vocación religiosa para entregarse al único placer solitario que conoce, al que se llega por la vía de la manipulación manual y unilateral. En su texto abundan las mujeres que temen quedarse embarazadas si se sumergen en el agua de una bañera en la que antes se ha desahogado un hombre, o si duermen la siesta a la sombra de un árbol bajo el cual algún hombre "se ha hecho una pera". ¿¡Una peeeraaaaa!?, corean al unísono los contertulios. Sí, una pera, explica Carmen, es el término que se utiliza en Orense para denominar al supremo acto del alivio individual, al agítese antes de usar de toda la vida. Al margen de especies de fruta autóctonas, replicamos los demás, ¿no habíamos quedado en que el fruto del pecado original era la manzana? Y, ¿qué decir entonces del plátano y sus fuertes connotaciones, esa necesidad que hay de pelarlo antes de degustar? El Ruiz, por momentos, se transfigura en frutería de mercadillo, y yo me quedo al borde de la polución nocturna.

Despierto, cuando el sueño estaba en lo mejor, como suele ocurrir en estos casos. Miro el reloj: las nueve en punto. ¡Dios mío, me he quedado dormido! Me deshago del sofá y de su beso mortal de cojines mullidos. Vuelo hasta el Metro, con la esperanza de que aún me quede tiempo. El vagón circula abarrotado de matrioskas orondas, onanistas, frutales, asesinas, sentadas en fila india. Entro al Ruiz. "Se acaban de ir", anuncia la camarera. Y me cuenta que allí se ha hablado del relato de Ray Bradbury, que han leido Mª Antonia, María Juristo y Carmen Fron, que los contertulios se han marchado acalorados, locuaces, sonrientes. Me falta poco para confesarle a la chica que me he enamorado perdidamente de ella. Sueño que todo es verdad. Y que aquel sueño real es un sueño colectivo. Muñecas dentro de otras muñecas que están dentro de otras muñecas, que están dentro de otras muñecas, como miércoles que están dentro de otros miércoles, que están dentro de otros miércoles, que están dentro de otros miércoles... Así, hasta el infinito. Y me despido hasta el próximo día. Y entonces empiezo a creer que ha llegado la hora de dormir.

David Lerma
10 de abril de 2011

jueves, 7 de abril de 2011

25ª Jornada/IV Año: Miércoles, 30 de marzo de 2011


¡¡Se me hace tarde, se me hace tarde...!!


¡¡Se me hace tarde, se me hace tarde...!! Igual que al conejo blanco de la chistera, en el cuento de Alicia, a mí también se me hacía tarde. Por fin llegué a mi rincón, al Cafetín de Escritores, la luz tenue, demasiado, me pareció a mi. Ya habían llegado algunos de los tertulianos. Estaban Rocío, María, Javier y Juan Antonio. El martes fue mi cumpleaños dije yo en un pequeño impass, no es que me importara, porque no sentía nada, ni pena ni gloria, ni dolor ni placer, tristemente nada. María comentó que se había caído, fue un golpe nocturno y sin luz en la sala, fue un tropiezo nefasto, parecía simple... pero de los que te despellejan.

Leyó María, sus poemas son especiales, de los que dejan huella. Leyó el Aure, me produjo un cierto escalofrío, el "áspid" de su poema se me quedó enganchado en la lengua, y empezaba a hablar con dificultad.

Por otra parte, sentía el suelo pegajoso bajo mis pies, un líquido extraño y oscuro inundaba el suelo.

Leyó Rocío, como siempre no me dejo impasible su relato. Produjo una reacción temblorosa en mi piel caliente. Si supiera llorar, a raudales me habría desahogado, pero como estoy seca...

Yo seguía con los zapatos pegados a "aquello", como tampoco me podía descalzar, seguí espectante.

Después le tocó el turno a Juan Antonio, su relato era de amor de pantalla, muy ocurrente y quizá fuera posible. Javier inició un poema que todos debíamos llegar a su conclusión, añadiendo dos versos cada uno de nuestra propia inspiración, hasta completar el poema.

Me encontraba mal, la lengua casi inmovilizada, y aquel líquido subiéndome lento por los muslos.

David no leyó, no había traído nada, me quedé con las ganas de escucharle. Llego José, esperaba de él algo procaz, un poema de amor para vibrar, pero no ocurrió así y nos brindó con algo lejano, que yo no puse apenas atención, quizá fuera porque me estaba diluyendo, haciéndome masa con... la sangre de la pierna de María. ¡¡¡¡Qué horror !!!!

Me fui, atravesé el parque del deseo y me adentré en la nebulosa de tu cuerpo joven, y gocé de ti hasta el anochecer.

No me busques, cuando me acucie la necesidad de tu boca, iré a buscarte, como sabes que suelo hacer cuando se llena mi cuerpo de soledad.

Buenas noches a todos..


Mª Antonia Copado
31 de marzo de 2011