¡¡Se me hace tarde, se me hace tarde...!!
¡¡Se me hace tarde, se me hace tarde...!! Igual que al conejo blanco de la chistera, en el cuento de Alicia, a mí también se me hacía tarde. Por fin llegué a mi rincón, al Cafetín de Escritores, la luz tenue, demasiado, me pareció a mi. Ya habían llegado algunos de los tertulianos. Estaban Rocío, María, Javier y Juan Antonio. El martes fue mi cumpleaños dije yo en un pequeño impass, no es que me importara, porque no sentía nada, ni pena ni gloria, ni dolor ni placer, tristemente nada. María comentó que se había caído, fue un golpe nocturno y sin luz en la sala, fue un tropiezo nefasto, parecía simple... pero de los que te despellejan.
Leyó María, sus poemas son especiales, de los que dejan huella. Leyó el Aure, me produjo un cierto escalofrío, el "áspid" de su poema se me quedó enganchado en la lengua, y empezaba a hablar con dificultad.
Por otra parte, sentía el suelo pegajoso bajo mis pies, un líquido extraño y oscuro inundaba el suelo.
Leyó Rocío, como siempre no me dejo impasible su relato. Produjo una reacción temblorosa en mi piel caliente. Si supiera llorar, a raudales me habría desahogado, pero como estoy seca...
Yo seguía con los zapatos pegados a "aquello", como tampoco me podía descalzar, seguí espectante.
Después le tocó el turno a Juan Antonio, su relato era de amor de pantalla, muy ocurrente y quizá fuera posible. Javier inició un poema que todos debíamos llegar a su conclusión, añadiendo dos versos cada uno de nuestra propia inspiración, hasta completar el poema.
Leyó María, sus poemas son especiales, de los que dejan huella. Leyó el Aure, me produjo un cierto escalofrío, el "áspid" de su poema se me quedó enganchado en la lengua, y empezaba a hablar con dificultad.
Por otra parte, sentía el suelo pegajoso bajo mis pies, un líquido extraño y oscuro inundaba el suelo.
Leyó Rocío, como siempre no me dejo impasible su relato. Produjo una reacción temblorosa en mi piel caliente. Si supiera llorar, a raudales me habría desahogado, pero como estoy seca...
Yo seguía con los zapatos pegados a "aquello", como tampoco me podía descalzar, seguí espectante.
Después le tocó el turno a Juan Antonio, su relato era de amor de pantalla, muy ocurrente y quizá fuera posible. Javier inició un poema que todos debíamos llegar a su conclusión, añadiendo dos versos cada uno de nuestra propia inspiración, hasta completar el poema.
Me encontraba mal, la lengua casi inmovilizada, y aquel líquido subiéndome lento por los muslos.
David no leyó, no había traído nada, me quedé con las ganas de escucharle. Llego José, esperaba de él algo procaz, un poema de amor para vibrar, pero no ocurrió así y nos brindó con algo lejano, que yo no puse apenas atención, quizá fuera porque me estaba diluyendo, haciéndome masa con... la sangre de la pierna de María. ¡¡¡¡Qué horror !!!!
Me fui, atravesé el parque del deseo y me adentré en la nebulosa de tu cuerpo joven, y gocé de ti hasta el anochecer.
Me fui, atravesé el parque del deseo y me adentré en la nebulosa de tu cuerpo joven, y gocé de ti hasta el anochecer.
No me busques, cuando me acucie la necesidad de tu boca, iré a buscarte, como sabes que suelo hacer cuando se llena mi cuerpo de soledad.
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