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viernes, 18 de diciembre de 2015

10ª Jornada/IX año: Miércoles, 16 de diciembre de 2015


El gran Maestre pacta un refugio...

Un viento, nos desaloja de nuestro hábitat. El gran Maestre pacta un refugio. Tras de una cortina a media luz, sombras decimonónicas: Candelabros, relojes parados y maletas que no van a ninguna parte.

Cuando más o menos se cubre la logia ruinosa, el gran Maestre da principio a que los rascamanes, a través de su liberalismo espiritual, monten el Taller de su Templo para que ahuyenten del lugar la falta de oxígeno, los efluvios que emanan de aromas mezclados con sudores y de ruidos, de malditos ruidos tras de la cortina. Una vez sentada la asamblea del Taller del Templo, El gran Maestre da paso a la directora de un corto. Y nos enseña una imagen bellísima dando luz al entorno. Y a continuación, nos habla de un oráculo, de una madre y de un niño de pies hinchados. Y se vuelve la logia a media luz. Y prosigue el gran Maestre dando el turno a cada Rascamán.

Y entra un compañero con su poema posesión, poseído a su vez en el aprendizaje de su tiempo. Después recita un maestro, con nostalgia romántica sus notas caminando tiempos. A continuación se dirige a la asamblea un aprendiz de la conjura y la burla. Entre pausa y pausa vienen los efluvios, que los ahuyenta con su varita de maga subiendo a Universo su nebulosa ola vaporosa. Del fondo de la logia sale una voz dominadora de tenue toque costumbrista, donde entrecruza a los vecinos de una comunidad en sus obsesiones sexuales. Entra el recitado de un maestro que con su música de rosas, de labios, de vinos los eleva a símbolos de belleza y, por unos instantes, queda en silencio la cripta. Y rompe el silencio el gran Maestre dando paso a un compañero. Y nos habla de la venganza turca, con sus vicios envenenados de la intolerancia a la manzana. A continuación, nos ahuyenta el mal ruinoso una maestra con su poema romántico, morir el alma. El Taller del Templo en su conjuro contra el ruido de los malditos  se organiza en coro. Pero a pesar de una prosa rica, a la manera romántica de un Max Estrella, ese coro o diálogo insignificante no consigue ahuyentar el ruido de los malditos. Y el gran Maestre da paso a un compañero con la mayor nota a ser candidato a maestro. Y ahuyentó el mal de la cripta con su profunda emotividad, en lenguaje lleno de luz: donde vuela el cóndor. Y ante la imposibilidad de que otros asamblearios pudieran ahuyentar el mal de los efluvios y de los ruidos se levanta la sesión, con la orden del día para la próxima reunión.

Francisco Fenoy
18 de diciembre de 2015

domingo, 13 de diciembre de 2015

9ª Jornada/IX año: Miércoles, 9 de diciembre de 2015

Mis queridos Reyes Magos...

Mis queridos Reyes Magos,

Ya se va aproximando la Navidad, y cada vez está más cerca el día 5 de enero, la noche mágica del año en que ustedes tienen a bien venir con su cargamento de ilusión y regalos. 

Este año no ha sido bueno para mí, pero yo he intentado portarme bien en casa con los míos, en el trabajo con los que me han tocado en suerte, y en la calle con los amigos que me eligieron un buen día, qué suerte tuve, para acompañar mi vida. 

Este año también, y por otra parte, he intentando combatir la pereza, la desidia y la tristeza. Me he obligado a hacer siempre los deberes, todos los deberes señores Magos ¿para qué voy a entrar en detalles? Y he visto poca tele, he escuchado mucha radio y he leído todo lo que he podido y aún más. 

Por todo eso y porque va a llegar la Navidad, les escribo esta carta para que ustedes me recompensen por tanto esfuerzo y dedicación durante el año, con los siguientes regalos que les paso a enumerar. 

1.       Majestades me gustaría que me trajeran un señor Criado. Uno con “C” mayúscula, un Juan Manuel Criado que sea de Colmenar de pura cepa y que escriba un poemario sobre autómatas, donde haya un romance que comience por “Les voy a contar un caso / que en estas tierras se dio…” Gracias a él, no solo las bitácoras se vuelven marineras, sino que la poesía adquiere tintes de ciencia ficción donde se habla de semillitas que lleva un dron, de “ton ton” e “iphon”.
2.       También estaría muy bien que me dejaran sobre mis zapatos a un señor Fenoy, al que cada vez, según sus propias palabras, le quedan más cortos, no solo los pantalones, sino también los objetivos. Un Paco Fenoy que sea de Almería y la Penibética. Porque con sus seguidillas nos regala versos donde son protagonistas “Colás el Pípolo” o “Demetrio Cascojales”, personajes del terruño que vuelven al verso rural e ilustre, descriptivo y juguetón.
3.       Cómo no hay dos, sin tres, me gustaría también pedirles a un compañero que se llame Ignacio Tamés. Uno que bajo el brazo nos traiga otra de sus aportaciones siempre interesantes e instructivas. En ésta ocasión me lo pido con un texto titulado “Diálogo de la Insignificancia” que oscila entre la prosa satírica y la poesía. Tiene que ser con ese texto para que Juan Manuel, León, él mismo y yo le podamos prestar nuestras voces para disfrutarlo en lo que vale junto al resto de nuestros compañeros.
4.       Tal y como ya les he comentado Majestades, me gustaría mucho que también me dejaran a un señor de Albacete. Pero cuidado, no uno cualquiera, sino a un señor de Albacete que responda al nombre de José León y que escriba tan bien que le de lo mismo hacer sonetos, que cuadernos de viaje por Al Andalus, que relatos con un mono llamado Tomás que le increpe un día de este modo: “Será posible –masculló el mono- que con esa miseria puedas llegar a fin de mes…”.
5.       Por supuesto queridos Magos, tráiganme a un Alberto Ramos. Un señor Ramos que escriba relatos redondos donde no quepan aristas que cobijen críticas, relatos que luego nos quiera leer enteros por muy largos que sean, cómo con el que nos hipnotizó el último miércoles. Relatos leídos con esa voz suya clara y profunda de autor y protagonista de obras de teatro. Cuánto gana la prosa con los relatos de Alberto Ramos. Cuánto se puede hablar de creación de relatos con Alberto.
6.       Me gustaría que también me trajeran sus Majestades a un Juan Antonio Arroyo. Un poeta madrileño forastero en Colmenar, que nos regala una poesía siempre con aires sociales. Esta vez vendría con un poema sobre la violencia de género, escrito en segunda persona del singular “Te quiere”, lo que le hace mejor, sin duda.
7.       Y si ya me han traído los Reyes unos poquitos poetas y otros tantos narradores yo querría que me dejaran con ellos a una artista. Una artista llamado Leonor Varela con una serie fotográfica hecha con maniquíes. Entre las fotografías de dicha serie sobresaldría “La maja castratta” con cara virginal y pubis “acerrojado”. Gracias a ella recordaríamos a Farinelli y a todos aquellos niños castrados de voces prodigiosas y tristes existencias.
8.       Mis queridos Magos y además de esos poetas y narradores y artistas, por favor no dejen de traerme reseñas de otros autores que no conozca. Como por ejemplo los poemas de Antonio Ferres (“París y otras ciudades encontradas”) que tanto me van a gustar desde los más bucólicos (“El hombre verdadero” y “Poema a Judit”) hasta los más sociales como aquel titulado “Los campos de exterminio” que dolía, pasando por el de “La casa”, tan concreto y tan universal. Pero por favor que a este autor me lo traiga Alma Pagés. No dejen de traerme sus Majestades a Alma, poeta en catalán y relatista de textos elegantes y cuidados, que además de vez en cuando nos trae a otros autores para hacernos más sabios.
9.        Y no quiero olvidarme de pedirles a una Ana Gonz, de apellido alemán y voz gallega que nos trae microrrelatos escritos de vagón en vagón por el subsuelo de Madrid. Ana trae risas casi siempre, y algunas, solo algunas, relatitos tristes sobre enfermedades de nombre impronunciable de colores naranjas y verdes.
10.   Y ya, ya acabo pero no puedo despedirme sin pedir un David Lerma. No me puede faltar mi David tan leído que a falta de una narración, porque son tan largas y bien escritas que necesitan su tiempo de reposo, nos trae siempre instructivos comentarios sobre libros. Quiero pedirme un David Lerma que me hable de Los cachorros de Vargas Llosa. Pero también de Zarraluqui y de Hernán Rivera Letelier de quien estará leyendo “El arte de la resurrección”.
11.   Y por último porque una lista acabada en 10 sería muy vulgar para una carta mágica, me gustaría que por favor sus Majestades me trajeran una María Jesus que se prodiga poco pero cuando llega deja huella con sus microrrelatos. Historias tan cortas y certeras como la que te pido que le dejéis llevar, la titulada “Prisión”, que tanto nos gustó con sus paseos al sol, sus rejas y esos pasos que se alejan.
Mis queridos Reyes Magos cada una de mis once peticiones es tan importante como las demás. Les pido por favor que no dejen de traerme a ninguno de sus protagonistas. A mí me gustaría con todos ellos hacer un encuentro literario en los bajos de la Gran Cafetería Santander. Grande, sobre todo, porque nos presta un rincón muy acogedor cada miércoles al abrigo de las voces y el frío para disfrutar de la literatura.
A la vuelta de la esquina hay un nuevo año y tienen que estar para una de esas tertulias nuestras con mucho de taller de creación literaria, algunas recomendaciones de libros y para hacer honor a su nombre varios ratitos de conversación en torno a los más variopintos temas que para todo tiene que haber lugar y espacio en nuestros encuentros. Una tertulia con espacio para la poesía de todo tipo: más de corte clásico, o más de romance y seguidilla, pasando por la social o la comprometida. Una tertulia con todo tipo de narraciones, cuentos más largos y microrrelatos, prosa poética o hasta cartas de amor, de esas Majestades, ya me ocuparía yo. Una tertulia en cuyos textos se utilizara tan pronto la primera persona como la tercera y hasta la segunda. Una tertulia donde tan pronto se cante, como se recite a viva voz en coro, como se prueben unos dulces traídos del más allá o se debata de cuestiones del más acá. Una tertulia como la del último miércoles, el 9 de diciembre del 2015, que fue plácida y plena en literatura y compañía.
Majestades, no me falléis, que por mi parte yo prometo seguir portándome bien en casa con los míos, en el trabajo con los que me han tocado en suerte y en la calle con los amigos que me eligieron un buen día. Prometo seguir combatiendo la pereza, la desidia y la tristeza. Prometo seguir haciendo los deberes y ver poca tele, escuchar mucha radio y leer aún más, mucho más de lo que cabría esperar de las mil y una tertulias que aún nos faltan por disfrutar.
Hasta la noche del cinco de enero, se despide ésta oriunda de Rascamán que aún cree en ustedes.

Rocío Diaz Gómez
12 de diciembre de 2015

martes, 1 de diciembre de 2015

8ª Jornada/IX año: Miércoles, 2 de diciembre de 2015


Rascamán es un imán


Rascamán es un imán. Y que me perdonen la rima en consonante. Pero es un imán. Lo es. Y no precisamente al modo como lo era la novela de Ramón J. Sender. Sino un imán de los que atrae seres especiales, diría uno; espaciales, diría otro; locos, digo yo. Porque, ¿se puede saber qué empuja a este grupo, sino el desvarío, a encerrarse en el sótano de mina de una cafetería? Javier, Rocío Díaz, Juan Carlos, Fenoy, Ignacio, Cinta, David, Andrés, Rocío Acebal, Alberto, Amelia, Iñaki, Ana Gonz., Mª Jesús, Leo, León, Horacio… ¡Vaya tropa!, que dijo un presidenciable. El último de la lista, además, ha cruzado un océano para llegar hasta aquí. No a nado. Aunque sospecho que hubiese sido capaz de hacerlo a los lomos de un delfín, brincando entre las olas.
Es como si a estos rascamantes les gustase ir a contracorriente. Son incorregibles. Están completamente chiflados. Escuchan al primero que lee, hoy es Fenoy, el miércoles que viene será cualquiera. El vate poetiza en fenoyés (una suerte de dialecto nacido del cruce entre la Alta Andalucía y el talento poético) las andanzas de un Feliciano feliz y la sensualidad de una Marcela a la que describe en sus versos: la viuda de alegre vida / la preferida / en las calurosas noches / de los días de la bruma / la preferida / por sus claros horizontes. Juan Carlos apunta que Fenoy bien pudo conocer al anónimo de El Lazarillo de Tormes. No me extrañaría. Lo suyo es puro delirio.
Puro delirio, pero del argentino, es el de Horacio, que nos trae desde el otro hemisferio el borrador de su próxima novela. La espuma oceánica no ha mojado sus páginas. Horacio cuenta que la obra está dividida en cuatro partes, una por cada elemento, y que todos sus protagonistas están muertos: un soldado abatido en la Gran Guerra, la hermana de Gregorio Samsa... En este momento la novela busca título (pudiera ser "Nueve Noches") y quien la escuche. La magnífica frase con la que abre el capítulo inicial, dedicado al elemento aire (“Llamé a los espectros y ellos vinieron”) da paso a una prosa de engranajes perfectos en la que se citan el artesano y el genio, al modo incontestable como lo hace en un stradivarius. Cuatro folios bastan para confirmar la mítica teoría que asegura que el extravío alimenta al genio. Porque, ¡hay que estar muy loco para conseguir una excelencia semejante! Aún no se ha ido y yo ya le estoy echando de menos. ¡Volvé pronto, pibe!
Es el turno de Andrés París, que acaba de publicar su segundo poemario, “Entre el infinito y el cero“, en la editorial Poeta de Cabra. Andrés es joven. Y brillante. Y en el mundo de cuerdos que bulle allá arriba, sobre la superficie, eso es pecado. Menos mal que a este otro, al mundo distópico y subterráneo, lo gobiernan las palabras. Las suyas se juntan para componer un poema que lleva por título “Último hombre”. Los versos que lo cierran convencen al manicomio entero y -ya es difícil- lo ponen de acuerdo: La muerte del último hombre / jamás será confirmada.
La siguiente intervención corre a cargo de Rocío Acebal. Rocío es ovetense y bella, como la Regenta, viene a la tertulia por primera vez y no parece que esté muy loca. Aunque, a poco que repita, lo estará. Nos habla de la revista que dirige, “Maremagnum”, y lee, como debe ser, por duplicado, un poema del cual rescato dos versos que podrían funcionar como axioma: Si nadie pudo ver la maravilla / nadie puedo sentir…
Toma la palabra Juan Carlos, que de locos sabe un rato gracias a su condición de lunindio. En su semanal revisión de los cuentos clásicos hoy le toca el turno a La Cenicienta, una Cenicienta desencadenada que, antes de que den las doce, se transfigura en Ceniciencia. El cuentoponcelamínico, jardieliano y descacharrante de Juan Carlos transforma esta galería de psiquiátrico en un festival de carcajadas. Nos hacen cosquillas sus neologismos. Al genio de Juan Carlos se le ha cosido la in- inicial y ya no hay quien se la desabroche. ¡Qué ingenio, amigo! A continuación, lee Rocío Díaz su relato titulado “La famosa teoría de los tres segundos”, protagonizado por una pareja que anda a la gresca sólo porque a uno de sus integrantes le da por ayudar al que tropieza para premiarle con dos besos. ¡El mundo está loco pero nosotros más…! Decidida a hacernos enloquecer del todo, Rocío nos emplaza a una futura sesión de terapia de grupo para conocer el final. Trance interruptus. Lo sentimos.
Suenan matasuegras, trasunto de trompetas en el mundo de gloria de unos pirados. ¿Quién ha sido…? Ha sido Alberto, que ruega silencio para proceder a la lectura de su relato “La inestabilidad bioquímica del amor”. ¿Más inestabilidad para esta leva de inestables? ¿Qué si no quieres arroz pues toma dos tazas? ¡Que así sea! La historia que lee Alberto es la de Nati y Gregorio, una pareja que se ha conocido por internet y cuya relación no perdura pese a los intentos de una parte por contar anécdotas de El Greco a la otra. Amar, y hacerlo de continuo, es cosa de zumbados.
Ahora es el momento de Ignacio, o mejor, de su carta parlanchina que, según ella misma confiesa, “como muchas cartas fui escrita por amor”. Ser escrita para servir de presentación al posible poemario de una poetisa en el fondo constituye toda una declaración de amor. Declaración, pero de intenciones, es una de las soberbias máximas que contiene: “no hay nadie que no sea peligroso para alguien…” Ciertísimo. Por suerte, no estamos ante un auditorio de locos demasiado peligrosos, así que nadie parece darse por aludido.
De pronto, oigo voces, ¿quién me llama…? Ah, sí, es Ratilio, protagonista del relato de Cinta, titulado “Ratilio y las letras voladoras“. ¡Uf, por un segundo pensé que me hablaban los animales! Pero no. En su aventura por aprender el arte de la escritura, a Ratilio le acompaña Francisco el Fraile, y en ese viaje levitarán. Hay mucho de clarividencia de chalados en su levitación, en todas las levitaciones. Como en los versos de Amelia Peco quien, antes de leer, muestra el hermoso y sugerente cartel de su cortometraje “El poema”, que estrenará próximamente. De su cine comprometido pasa a su poesía honda y concupiscente sin pagar demenciales ivas culturales. He aquí unos versos. Y gratis: Hojas que se dejan pisar por la herrumbre / permanecen inertes cuando caen al suelo / el óxido se queda para seguir mordiendo / vendrá el invierno. Poco a poco, se origina en el auditorio un debate en torno al verbo descoyuntar, y en un momento dado, alguien lanza una lúcida definición de la poesía: la poesía, dice, es hacer matrimonios nuevos con las palabras.
Los últimos rascamantes, Ana Gonz, Leo, Maria Jesús, David no han traído nada para leer. Los últimos, argumentan ellos, serán los primeros. Leo cuenta el chiste que ha escuchado en el autobús número 21 (¿Sabéis cuál es el colmo de un abogado? ¡Perder el juicio!), y David se ríe. Créanme: este David es el peor de todos. De los que sería capaz de ponerse a gritar en un vagón de metro que él es el mismísimo Napoleón Bonaparte. A no mucho tardar, habrá que ponerle capirote de papel y camisa de fuerza. Pero claro, es lo que tienen los imanes que riman en consonante. Que atraen. Seres especiales, diría uno. Espaciales, diría otro. Locos de atar, digo yo.
La sesión termina y los rascamantes regresan al mundo de la superficie por las escaleras. No lo hacen ejecutando una sinuosa y longilínea conga como sería de esperar, ni perdiendo más tornillos de los necesarios. Pero dejen ustedes a estos rascamantes, déjenles y verán. Pero sobre todo: déjenles tranquilos, por favor. Y en paz. Se lo suplico.

Amo a estos Rascamantes. Con locura. Dios, cómo les amo.

David Lerma Martínez
19 de diciembre de 2015