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jueves, 17 de julio de 2008

39ª Jornada: Miércoles, 9 de julio de 2008

La Tertulia del Galdós


Hoy finaliza la Tertulia, las reuniones de este curso 2007-2008 llegan hoy a puerto.

La bitácora de hoy es múltiple. Cada uno de los asistentes recoge en unas diez líneas lo que en este último día aconteció.

Aquí quedan los testimonios:



1.


TERTULIA LITERARIA DE LOS MIERCOLES POR LA TARDE
EN EL CAFÉ GALDOS
por David Lerma





El pasado día 8 de julio de 2008, a las 18:00 horas, en el Café Galdós, sito en la calle Los Madrazo número 10, de Madrid, se oficiaron los funerales por el alma de la Tertulia Literaria de los Miércoles por la Tarde. Durante el acto, se recitaron versos y cuentos, inspirados en la inteligencia, el ingenio y los sentimientos. Se escucharon risas, carcajadas, chistes varios. Se bebió alcohol. Se habló de la muerte y del sexo. Se dijeron palabrotas. Se criticó la vanidad de algún escritor famoso. Se comentaron con seriedad temas intrascendentes. Se comentaron con trascendencia temas banales. Se intercambiaron sueños, opiniones, experiencias. Se recordó a los ausentes. Se cultivó la amistad y se cuidó la palabra, lo que devolvió al autor de la presente la fe perdida en la Humanidad. Se acompañó, en la medida de lo posible, a los compungidos familiares y amigos del difunto, de quien no se duda reposará en el Cielo, entre los ángeles José Hierro y Ángel González. Todos los participantes en el acto, Rascamaneros de pro con el corazón construido de metáforas, ruegan un poema o un relato por el eterno descanso de su alma.



D. E. P.

Madrid, a 12 de julio de 2008


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2.



MEMORIAS DEL MIÉRCOLES (PUEBLO A 6 KM. DE SACEDÓN)
por Vicente González




Y dentro de la cafetera Magefesa, mi supervisor, con cara como fundida y verdeazulada, sí, aquel que me mandó con un pantalón de pana, un estúpido corte de pelo que me he ido arrancando, y un bolígrafo parker que, eso sí, pinta del copón, me sienta desplazado en un sillón cubierto con una alfombrilla de esas de bolas a lo taxista ebrio, y me arranca del omóplato el informe mensual sobre el extraño grupo con el que, desde hace un año, me reúno. No tarda en atizarse tal lingotazo de anís que le tiemblan las antenas, se ajusta el inhibidor de casualidades y lee en alto.

-Así que esa gente, a 10 años luz de aquí, pueden acceder a empleos de 26.000 euros, a ver, -tira again de La Castellana- se… ¿chinan?, hablan de gentes modernistas en curvas, pero qué es eso, y leen cosas, a veces, sobre disfrutar al revés, o de hombres que desean y mujeres que quieren…el qué, y de una mujer que puede romper una mampara con sólo una octava. ¿Transformar el acero en gas? Pero si eso sólo lo hacemos nosotros. ¿Volver? Le contesto que sí, y si es posible que me cambien el lóbulo derecho por el de un agente llamado Esteso que, me parece, está de misión en Tomelloso, provincia de Alfa Centauro.


(Bitácora en Homenaje a Eduardo Mendoza)

13 de julio de 2008



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3.




SE BUSCA TERTULIA
por Rocío Díaz Gómez









Se busca tertulia. La última vez que la vieron, la tarde se quitaba los zapatos y aullaba el yambé. Era miércoles y contaban 8 en julio. La tertulia vestía el uniforme de la revolución, nerviosos sus miembros reían a carcajadas, se quitaban el turno, mientras sus propias palabras se volvían contra ellos y les miraban indefensas e inquietas. Quizás porque les daban las notas. Quizás porque querían atrapar el resbaladizo pez del presente que era pasado ya. Quizás porque, caníbales, se comían a sí mismos como si de una última vez se tratara. Recitaban y hablaban, leían y escuchaban, reían y bebían, se movían y recolocaban una y otra vez, nerviosos en sus sillas, ansiosos por hacer oír. Se busca tertulia. Pasodobles en los teléfonos. Gambas desfilando en la misma dirección. Y Javier y Sagrario. Y Elena y Carmenfron. Y Ana y Vicente. Y David y María Guijarro. Y Lady Noise y Galdós. Y yo, que no tendré su presencia, su compañía, sus risas. Yo, que recompensaré con un millón de relatos a quién me de razón de aquella sinrazón que me mecía, que latía miércoles sí, miércoles también, cuando aullaba el yambé, y la tarde se quitaba los zapatos. Se busca tertulia.


14 de julio de 2008


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4.



ME HE QUEDADO CON UN NIÑO DE VICENTE
por Carmen Frontera






Me he quedado con Un Niño de Vicente. No te preocupes que te lo cuido este verano y cuando empiece el curso te lo devuelvo. Pues el Niño, éste que tengo de Vicente me cuenta que su abuelo decía que todo lo que se escribe es una insensatez y yo creo que sería una auténtica insensatez, aprisionar entre líneas cada uno de los segundos de letras y palabras, de sonidos y silencios (aunque haya que suplicarlos con un “coño”) , de risas y ¿por qué no alguna tristeza, David?, del café y el bollo de Rocío, tarta de chocolate para Sagra, cervecitas y Riojita para Ana y yo misma, Angel González para Javier, una tarde con el Aure y mucho más. Me viene la idea de que el verano es como una Estación de la que parte un tren y se espera la llegada de otro cargado de ilusiones como los Reyes Magos.


15 de julio de 2008


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5.



BITÁCORA 09/07/2008
por Javier Díaz Gil








Porque fue un miércoles de julio
cuando alguien nombró la palabra último.
Hemos alimentado el miedo y hemos sobrevivido.
Hemos reunido el amor y la pobreza, el deseo y la memoria.
Las palabras escritas se vuelven contra mí y me descubren.
Reconozco vuestras miradas, vuestra emoción temblando y vuestras voces:
en las manos llevamos guardadas demasiadas lágrimas.
Alrededor de esta mesa hemos visto atardecer,
hemos poblado de risas el fondo de las tazas
(las tristezas esperan en la puerta el amparo de la noche).
Los poemas que llegaron mordidos vencieron al ruido,
somos personajes que buscan su pequeña muerte...
Alguien repite la palabra último.
La nostalgia nos espera cuando salgamos a la calle
y un beso de miércoles que nunca nos dimos.



16 de julio de 2008



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6.


EN LA COPA DEL SOMBRERO
por Elena Gutiérrez




Si a la velocidad de la luz, se permitiese hacer un viaje y conocer un lugar, propondría como destino la mesa redonda del café que se transfigura en pozo los miércoles. Allí reunidos, vamos sacando las multiplicadas dosis de maná-milpa mientras aúlla el yambé de nuestras risas y se chamusca la tarde. En nuestro laboratorio exploramos, nos sumergimos en el agua que resulta estar poblada de miedos, impaciencias, complicidad... todo para acabar reparando poemas y relatos, especialidad del chamán. Allí se reconocen las huellas, sobre arena, deshaciendo la isla que traemos. Cómodos en esta obra de crearnos como sortilegio, encantamos al náufrago que llevamos dentro, aislado, anulando su cobardía. Y así ya estamos listos para volver a nuestra cruzada, tras pasar, aún vuelta y vuelta, por la chistera que produce la magia. Hasta pronto, hechiceros.


17 de julio de 2008




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7.


MIÉRCOLES DE DESPEDIDA
por Sagrario del Peral





Un miércoles de adiós en nuestra mesa desconchada. Caracolas en mis manos que no se plasmaron en papel revelado. Músicas que enamoraron a Ana. Mientras la tarde se quitaba los zapatos y tocaba la seda en la las huellas de Elena.
Sauce ciego, mujer dormi da acompañando a Javier a la espera de José Hierro. Pasearon y pasaron flotando sobre nuestras cabezas: Nicolás Guillén, Haruki Hurakami y Juan Carlos Mestre bailando un tórrido tango.

Aúllaban móviles en nuestra mesa con tarta de coco y dulce de leche con sabor a despedida.


18 de julio de 2008


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8.


LAS AGUAS DEL ATLÁNTICO ME ABSORBIERON
por Ana González



Llevaría unos cuentos días inmiscuida en sus cosas, viviendo con incertidumbre y casi lo desconocido cuando por fín llegó el miércoles por la tarde, y empezó a sentir, asombrada, la felicidad y el placer de las palabras, o sea, aquel estado anímico extraordinario que suele considerarse la única recompensa por los contratiempos terrenales. Lo que más le satisfacía era la intensidad de tal sentimiento: resultaba gratificante, como si se tuviera que poner tacones y traje de lentejuelas entre semana, a esas horas de siesta de verano, a las seis de la tarde, que podría derivarse más bien de un sueño entre sudores estivales que una realidad de un miércoles, cualquiera, pero siempre especial, ese donde la cita seguía siendo en el Galdós. Y allí estaban los compañeros de sueños, vagando entre fragancias de poemas y relatos, inmiscuidos en una aureola de tristeza porque quizás pensaban que era la última cita, a media luz, abrazados por palabras y conversaciones, en ocasiones bajitas, en ocasiones con carcajadas, pero llenas de sabor y valor.

Entre sueños aparecen esas palabras sueltas: “Venía mordido”, “todo se volvió al revés”, “le huelen los pies a esta tarde en que te quitas los zapatos”, la luz pierde velocidad”, “el yembé y la alambrada”. Y comprendió que la felicidad no podía considerarse una propiedad privada que una adquiere un día, como una herencia, y luego sólo tiene que cuidarla. La felicidad había que descubrirla en ese lugar, cada media hora, cada minuto, cada segundo, detrás de cada café, cada agua y cada caña; detrás de cada uno de sus compañeros de sueños, de cada palabra y comentario, de cada poema y pequeño o gran relato. Se manifestaba de forma impredecible, agradable y tranquilizadora. Se decía: esto sí que hay que cuidarlo y evitar que te lo roben. La herencia era demasiado tentadora como para no dejar de ponerse tacones y lentejuelas cada miércoles, y celebrar que las citas continuarían. No quiso despertarse, por eso cada miércoles a eso de las 6 de la tarde, como si fuera un turno de guardia extraordinario, sonríe, vuelve a soñar y a ver en todos los rincones de sus sueños la cara y la voz de ese racimo de personas que hacen la añada especial, buena, excelente, con cartel de oro, acompañada de palabras con premio, de tartas de poemas, de delicatessem rellenos de relatos; y todo eso en la esquina, abrazados y a media luz: en resumen, un estado excepcional en el que hay que ponerse de etiqueta.


23 de julio de 2008

sábado, 5 de julio de 2008

38ª Jornada: Miércoles, 2 de julio de 2008

Juan Rulfo (México, 1918-1986).
"Diles que no me maten. El llano en llamas"



El sol concede una tregua a los mortales derretidos bajo el azote del verano. Llego al Café Galdós una tarde de miércoles más con la congoja de saber que restan sólo dos, dos bitácoras de las que tengo la suerte de hacer una, que será la penúltima. Enseguida compruebo que Liber no está y esa ausencia no hace sino crecer en mí la nostalgia; de repente, la vida se me parece demasiado a una de esas canciones tristes, cargadas de ironía y belleza, de Leonard Cohen. Pero en la mesa de las letras esperan ya Elena y Vicente, y sus saludos producen en mí el mismo efecto sanador de dos copas de champán. A continuación llegan Sagrario, Javier y Rocío. Entonces, noto que la felicidad se me sube a la cabeza como la espuma, y por unos minutos, me olvido de que son sólo dos las tardes de miércoles que quedan por saborearse. Gracias a todos por la embriaguez, me digo. Y por el olvido.

Nos ponemos manos a la obra. Pasamos a comentar el relato de Juan Rulfo “¡Diles que no me maten!”, contenido en su libro de relatos “El llano en llamas”. En él, Rulfo narra las angustiosas últimas horas de Juvencio Nava, antes de ser ajusticiado por orden de uno de los h
ijos de su víctima, convertido en coronel y adulto, en pago al crimen que cometió treinta y cinco años atrás. En la mesa se discute si la ejecución esconde un acto de venganza o de justicia. Se destaca el carácter simbólico de la Milpa, ese trozo fértil que se habilita en mitad de un entorno salvaje como es la selva, todo un ejemplo de metáfora de situación. Se señala la coincidencia de las muertes y los períodos de sequía, el recurso a la Providencia del personaje principal, la caída de la noche en la parte final del relato, como circunstancias que subrayan el carácter ancestral y atávico del argumento, la comunión no casual entre sus personajes, la tierra y el agua, el día y la noche, y la vida y la muerte. Se coincide en el acierto del autor al reconstruir personajes cuyos actos de maldad y piedad suscitan en el lector odio y compasión a partes iguales. Se detectan a lo largo del texto alusiones constantes a la caridad, la resignación, la culpa, el castigo, el pecado, lo que quizás entronque la historia con una base de principios cristianos. Se analiza el uso del recurso llamado analepsis concéntricas, mediante el cual Rulfo introduce, dentro del tiempo presente, pequeños espacios narrativos en los que refiere acontecimientos ocurridos en el pasado. Se pregunta qué fue lo que conmovería tanto a José Hierro cuando leyó “¡Diles que no me maten!”, y se coincide en responder que bien pudo ser que el poeta viera en la peripecia de Juvencio un reflejo de su propia experiencia personal y familiar. De pronto, vuelan hasta mi mente unas simples pero inteligentes palabras dictadas por aquel canalla que engrosó la historia universal de la infamia, llamado Lucky Luciano. Dijo: “En este mundo lo único importante es no ser jamás el muerto”. Desde luego, reflexiono, visto lo visto, no le faltaba razón al mafioso.

Una tormenta de melodías procedentes de varios teléfonos móviles nos devuelve a la Tierra. Cerramos capítulo. El siguiente anuncia un nuevo poema de Javier a resultas de una nueva foto de Azucena, en la que se la puede ver de espaldas, con su cabellera rizada y sus hombros desnudos. De este matrimonio cultural sólo podían salir vástagos tan hermosos como el siguiente: “Hubo un tiempo de cielos azules \ de flores amarillas y hambre \ en la yema de los dedos”. Los versos de Javier me hacen pensar que hubo ese tiempo. Lo hubo, es cierto, y la esperanza que ha de guiarnos, me digo a mí mismo, es la de creer que volverá. Aunque soplen vientos que anuncien malos presagios. Gracias a Javier por el poema, susurro en silencio, y a Azucena por la foto. Pero gracias, sobre todo, por la esperanza.

Observo que en la mesa vecina una pareja se devuelve docenas de besos entre mojito y mojito, ajenos a todo. A
l lado, un tipo teclea un ordenador portátil mientras la claridad antracita de la pantalla le baña la cara con la luz del deber laboral. Me llama poderosamente la atención esa yuxtaposición de obligación y de devoción. En el Galdós irrumpe una manada de individuos vestidos con traje y corbata, que exigen ginebra, emiten risotadas y dialogan a voces. Ni siquiera los sordos hablan tan alto, rezongo. Yo rememoro de súbito, no sé por qué, un artículo leído días antes, escrito por Laura Restrepo, en el que, en estos tiempos de confusión caníbal en los que nos dedicamos a comernos los unos a los otros, la autora colombiana afirma su simpatía hacia las personas que, inspirados por el respeto al prójimo, calman su tendencia antropófaga devorando las uñas de sus propios dedos. En ese momento, resuelvo renunciar al objetivo eternamente perseguido de dejar de morderme las uñas, que sería, como asegura la psiquiatría, la vía más rápida de abandonar la infancia, y me entrego a un banquete sin tregua y a mi infantilismo crónico sin resto alguno de mala conciencia. Me conjuro para no acabar como esos sujetos que entienden todo, nunca escriben y no tienen miedo a nada. Contengo mi grito de guerra: ¡Viva Peter Pan!

Entre aullido y aullido Rocío lee su relato. Se titula “Se llamó su nombre Babel” y se inicia con una cita extraída de la Biblia. En él, Rocío nos cuenta la curiosa reunión de vecinos celebrada entre los tres propietarios de una finca urbana, el poeta, el cuentista y el novelista, cuyo único punto en el orden del día consistirá en ponerse de acuerdo. Javier apunta la posibilidad de añadir un cuarto personaje, un dramaturgo con ínfulas de administrador de fincas, quien oficiaría de autor del acta levantada. De este modo, los tres vecinos pasarían a ser los tres personajes principales de su obra. A todos nos parece una idea brillante. No es la primera de Javier. Ni será la última. En la mesa se abre un debate en torno a los corsés perdidos por la poesía contemporánea. La conversación me recuerda la queja del protagonista de “Luces de Bohemia”, de Valle-Inclán: “Soy poeta y al menos tengo derecho al alfabeto”. Tampoco son escasos los corsés perdidos por la novela decimonónica, convenimos. Alguien se cuestiona con desánimo cuántos sms serán precisos en el futuro para elaborar una novela. Lee Elena su poema, que se abre con una cita del Libro de Job, y el desánimo general mengua como un bloque de hielo bajo el sol de justicia de agosto. Después de cambiar algún epíteto de sitio, queda aquí constancia parcial de la maravilla que, para ser el penúltimo día de taller, parece sonar premonitoria: “Queda la piel de septiembre / con sus diferentes venas / sobresaliendo como los juncos del agua. / Quedan nuestras risas / sea cual sea el fruto efímero.” Antes del fin se dejan puestos los deberes del próximo día. Para los poetas, una creación que contenga referencias a la música brasileña o la música árabe. Para los narradores, la fuente de inspiraci
ón en dos frases: Los miércoles no nos besábamos, y Me como las uñas por no comerte a ti.

La tarde de miércoles se acaba. Como Juvencio Nava, el protagonista de “¡Diles que no me maten!”, a quien la cercanía de la muerte la hacía aferrarse a la vida, la cercanía del último miércoles en el Café Galdós hace que aprecie todavía más sus tertulias. ¿Quién llenará nuestra mesa cuando nosotros no estemos?, me pregunto. ¿Quién pedirá por favor a Lady Noise cervezas, cafés, poleos y donuts con agujero? Seguramente otros, me contesto, pero no nosotros. De camino al hogar en mi cabeza sólo resuenan palabras de agradecimiento dirigidas a mis compañeros por los buenos ratos que me han hecho pasar durante el invierno, y que resumo ahora en los únicos versos que pronunció con sinceridad el falsario personaje de Zorrila, don Juan Tenorio: “porque me siento a vuestros pies \ capaz aún de la virtud”

Cuando mi hijo sea mayor y yo un viejo con reuma, le hablaré de aquellas maravillosas tardes de los miércoles en el Café Galdós.

Gracias y hasta siempre.

David Lerma Martínez
5 de julio de 2008

viernes, 4 de julio de 2008

37ª Jornada: Miércoles, 25 de junio de 2008

La Bitácora de “la Tertu” ¿Qué no? La del 25 de junio

Ayer quedé con los coleguitas de la Tertu. Lo pasamos mazo de bien, chaval, que vimos casi amanecer… Nos dio tiempo a todo. Empezamos, mojando el material que teníamos en unas birritas y unos zumos, y para la mari de la Roci su meriendita con donuts. Después nos pusimos hasta arriba de todo, porque antes de llegar al garito habíamos pillado algo… ¿Cómo que qué garito? El Galdós, tío… ¿Cuál va a ser? Tú lo flipas… Y acabamos echándonos unas risas, pillando unas pizzas bufalitas y unas hamburguesas de pato, y papeándolas en una especie de parque, chaval, como debe ser, como toda la vida... De botellón con las palabras.

¡Pedazo homenaje que nos dimos! El Javier llegó con unos coleguitas de curro: el Rulfo y el Hierro. No, qué va, no vienen mucho, pero para no conocernos de nada, tope enrollados los dos... Y eso que estaban de bajón que allí que estuvieron llorándonos, chaval, emparanoiados con que les iban a matar… ¡Diles que no me maten! ¡Diles que no me maten! Decían. Un pasote. Hasta que se fueron y entonces el Javier se lío unos papelillos de periódico para todos. Allí, sentados en corro, empezamos a pasárnoslos y tío, ya sabes cómo es esto, nos rallamos, y nos dio por filosofar. La culpa la tuvo una pibita que se nos unió, una tal Chantal Maillard, que empezó que si la poesía, que si el pensamiento… y macho como el Javier es un pedazo de poeta, en cuánto alguien le da pie, pues ahí pin, pin, pin, pin y ya todos enviciados, que si la poesía, que si el pensamiento… Que tenías que haber visto qué nivel de flipe gastábamos.

La Lena que si “la poesía es como la esencia…”. El David, macho, que ya sabes como le curran las neuronas, saltó rápido, “que si la poesía es más que métrica, musicalidad, belleza… la poesía tiene un pensamiento”. El Vicente, con el cuelgue que tiene con los relatos, pues ahí a lo suyo: “Que si la poesía es como el relato donde cada palabra es determinante y está muy pensada”. Entonces va el David y suelta: “Que ahora con la falta de tiempo se debería leer más poesía que parece que se tarda menos…” y todos a una: “Ya, ya, eso debería pasar, pero no pasa” y la Ana que “… la poesía es un pensamiento adornado, pero toda literatura es pensamiento…” y el Javier “Sí, pero el poeta es más independiente…” y el David: “El poema y el relato salen del mismo motor creador: una sensación, pero hay diferencia en la forma de contarlo…” y el Javier otra vez: “Nada es narrativa absoluta o poema absoluto al final se mezcla un poco todo…” …

Nosotros sí que a esas alturas ya estábamos pero bien de mezclados chaval, flipa con el nivel de mi tertu. Que tenías que habernos visto. A todo esto, el garito no veas si se iba llenando de peña, pero a nuestro rollito, nuestro corro, nuestros papelillos, y ahí a voces, que si la poesía, la poesía… y lo que no es la poesía. Que ya te enseñaré las fotos, chaval, que la champi de la Roci se trajo la cámara… Y la Sagrario también segregó sus buenas fotos entre palabra y palabra… y que cogía su cámara del suelo. Que se la debió bajar el zumo a los pies a la pobre cuando vio como caía. Pero se vino arriba y ahí que nos retrató varias veces más. Pero ya cuando el Javier dijo aquello de: “A veces me doy miedo, escribo y no sé lo que va a salir. Un poema es como una ouija…” Tío que el miedo es libre. Y el acojone que nos entró a todos de oírle ya ni te cuento, que estaba el pobre chaval ya entrando en barrena, y le perdíamos, macho, le perdíamos, por momentos, así que nos pasamos a otras sustancias. Que uno se puede dar un homenaje en un momento dado, pero al final controla… nosotros controlamos.

Y fue entonces cuando el Vicentrillo sacó lo suyo, que el chaval traía ración doble de la buena: “Ray Bradbury y Ángel Zapata”. Y a Ray le dejamos para otro día, pero de Zapata nos pusimos hasta arriba. De Zapata y dos coleguitas más, uno que le dicen “el Shepard”, que nos contó una de metralla y aviones, y una pibita “Ana Mª Matute”, que nos contó allí mismo una historia de “Un niño al que se le murió el amigo”. Ya, ya sé lo que me vas a decir, que los de fuera venían todos finos de penas… pues sí chaval, será el calor que les da mal rollo, o que se nos ve, que somos bien de legales y les damos confianza y ya está. ¿Qué no…? Pero aunque venían en plan moña, no veas que flipante era lo que contaban, que el Vicentrillo no hacía más que decir: “Pero vosotros atentos a cada palabra” y mientras ahí el chaval, bien de círculos que hacía a lo que le parecía de nota… Que estaba entregado al arte del círculo, emulando a aquella que no hace más que rectángulos y cuadrados y círculos y más círculos cuando le pega el subidón… Si hombre, la de los colores, la que se llama como el primer garito donde parábamos… ¡Eso! Menos mal que te has acordado si es que la falta de sueño es muy mala… Pero justo ahí fue cuando la Carmen sin Fronteras que había vuelto del moro sacó lo suyo. Bien de generosa que fue. Que se acordó de nosotros y trajo para todos, para que nos hiciéramos unas líneas, a su salud…


Y ya que estábamos, pues se las hicieron la Ana, la Lena
y la Rocí… Las líneas chaval ¿Qué va a ser? Es que no veas que noche tío, ¿no te he dicho que hicimos a todo? y no es por nada, pero bien niqueladas que les salieron. ¿Qué no? La Ana se ralló con una historia “barata” de hoteles y hombres que no son tan hombres… Tío ya me entiendes, que yo no quiero señalar a nadie… pero dejó “huella”. A la Roci, en cambio, le dio por la física y flipas, que nos colocó una historia de Newton y pibitas de esas que tampoco quiero señalar… Y la Lena se dio un rulito en tren de lujo macho… El tren no… el rulito. Que tenías que haber oído cómo lo flipó que decía cosas como que “de lejos te acerco” o “cómo patalea el humo de la chimenea, se acerca el temor de las cenizas…” Y allí todos con alucinaciones, viajando también: “Macho que es verdad que yo veo el humo pataleando…” “Pues yo veo los días impares” “¿Y que son días impares?”…

Que se nos va la pinza… ¿Pero cómo no se nos va a ir, si hay mucho que colgar…? Porque mientras las chicas nos hacíamos unas líneas ahí andaban ellos: rallándose. El Vicente dale que te pego que si las editoriales y los best seller, los best seller y las editoriales. El Javier perdiéndose por los senderos del festival del humor (aunque menos mal, ahora que no nos oye, que le salvamos del bucle de la pista y la barra, la barra y la pista…) y el David a tumba abierta, que cuando nos ponemos… nos ponemos. Y le dio la vena sincera, y nos confesó que oye mejor los lunes y los martes que los jueves y viernes… Hasta que pasó una mujer y le dio un bolsazo, al pobre chaval, en la cabeza, y le cortó todo el rollito de su tímpano a turnos…


Que tenías que haber venido, tío, que mira que te lo he dicho veces, que mis coleguitas son bien de enrollados, y mazo leídos… ¿Qué no? Que a veces hablan de cosas que ni nosotros mismos entendemos, que dice Vicente: “Que guachi, guachi” y todos ponemos cara de “nipu…” Pero ahí tienes al David, a saco: “A mí también, macho, a mí también me gustó”. Casi como un hermano le comprende.

Porque mis coleguitas de la Tertu, son así, distintos pero bien de legales, enrollados, alegres, que sí, que vale, que se rallan con las palabras, se rallan mazo, pero ¿Qué quieres? Cada uno con lo puede… o con lo que le dejan ¿Qué no?


Rocío Díaz Gómez
26 de junio de 2008





BITÁCORA GRÁFICA DEL DÍA (O TESTIMONIO DE LO QUE SOMOS)

En el Galdós: David, Rocío, Javier y Vicente

Carmenfron, Sagrario, Ana, Liber (nuestra camarera del Galdós) y Elena

Elena y Vicente

Sagrario, David, Rocío, Javier

Ana y Carmenfron

Carmenfron, Elena y Vicente