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miércoles, 30 de mayo de 2012

29ª Jornada/V Año: Miércoles, 23 de mayo de 2012

EL CRIMEN DE GUSTAVO ROSAS


El Comisario apuntó la posibilidad de que el asesino de Gustavo Rosas, el crítico literario de El País, fuera un miembro de la Tertulia Rascamán.

-Pero Comisario, hoy es miércoles, hay fútbol, televisan al Celta de Vigo, se juega el ascenso a primera división -objeté.

-No intentes corromperme, Maireles.

¡Hay que joderse! ¡Aquí siempre damos la cara los mismos!

Acudí al Café Ruiz de Malasaña con dos poemas prestados de mi prima Sole, uno titulado “Amanecer” y el otro “Atardecer”. Me busqué un pseudónimo, Álvaro de Lagos. Y llegué a eso de las siete, un poco tarde, para que no me inflaran a preguntas.

-Sí, soy fan de Antonio Machado, de Miguel Hernández y de San Juan de la Cruz -les aseguré-. Me gusta la Poesía sencilla.

Y les recité “Amanecer”. Y luego “Atardecer”. Creo que la poesía de la Sole alcanzó cierto éxito. Pero no he venido a hablar de mí.

He venido a hablar de la mierda de País en el que se ha convertido España. De la corrupción que lo asola todo, incluso los jurados de los premios de Poesía. Gustavo Rosas pertenecía al Jurado del Certámen “Primavelia”. Y por eso lo mataron.

-Vaya -dijo el Jefe de la Tertulia, Javier Díaz, con una mirada perspicaz-, ¿y cómo nos has encontrado?

-Por Internet.

En esta ruina de más de cinco millones de parados, hay gente que se dedica a la Poesía. Y otros llevan años escribiendo una novela. Saben que no se comerán un colín. Y persisten. Francamente conmovedor.

-Vamos Maireles, cuéntame lo que viste –apremió el Comisario.

Lo que vi es un paréntesis. Sí, un paréntesis. Nueve hombres y mujeres buenos. Lo que vi es la esperanza en el fondo de una Caja de Pandora. La Orquesta del Titanic.

El primer sospechoso se llamaba Andrés París y tenía dieciséis años. Se destapó con un poema sobre algo que se pierde, escrito entre las estaciones de Sol y Bilbao. Un poema rápido. Un metropoema. “Te diré lo que dirás”, dice Andrés. “No irás a las tres”. No está mal para cuatro estaciones. Sol. Gran Vía. Tribunal. Y Bilbao. Volverás al Metro, Andrés, con tu inocencia de caballos.

María Antonia Copado nos recuerda que no ve bien, pide que alguien lea su poema, con su cara llena de luz. Es solo un escorzo del primer poema de su próximo libro. Avisa: “Me voy, terminó mi ciclo.” ¿Adónde vas María Antonia? “Soy libre y es todo mío”. No hay más que hablar. A tomar por saco. El que quiera entender que entienda.

Juan Antonio Arroyo ha hecho los deberes. Se ha puesto las pilas y ha escrito un poema titulado “Viento del Sahel”. Hace calor en el Ruiz, ahora más. “Llega el calor sureño…”, empieza el Poeta de Colmenar. Consigue el general beneplácito, pero el público entendido le exige que prescinda de la palabra “leonados”. Accede.

Turno de Javier Díaz, el capitán del invento. También ha hecho los deberes que puso él mismo. Bien hecho, dando ejemplo, no como Reyes y Políticos. El poema se titula, lógicamente, “Viento del Sahel”. Advierte del peligro de colocarse en la diana, especialmente en los días de calor. Alguien menciona a Kafka.

Rocío Díaz es una narradora de lo cotidiano. “Nunca le gustaron las máscaras…”, afirma de la protagonista de su relato, una desempleada a la que no se le caen los anillos. Sube la temperatura. “Carnaval carnal”, como su nombre indica, es un relato erótico. Habla de un sex-shop y de las herramientas del placer. Rocío tose, se atraganta. “Me muero”, anuncia Rocío, pero no es verdad, es solo un recurso dramático. Sobrevive y concluye. Deja preguntas. ¿Qué haría usted si vinieran mal dadas? ¿Alquilaría su cuerpo?

Carlos Yasabe tiene barbita y estuvo en África. Tal vez allí se endureció, o se ablandó. “Dadme la consideración de un arrecife”, proclama. Me preguntan qué me parece el poema y aconsejo prescindir de adjetivos. Según he oido, los adjetivos tienen mala prensa y quedas como un príncipe poniéndolos a parir. Alguien saca el cuchillo y divide el poema en tres partes. Sí, ahora tiene mejor pinta.

Carmen Frontera escribe cuentos. Este lo sitúa en oficina bancaria. Una de esas que si se hunde nos hundimos todos. Luego, por lo tanto, no podemos permitir que se hunda. Lo titula “El horóscopo”. El amor acecha en lugares insospechados, también en el mostrador de una entidad bancaria. Este es un amor puro, sin intereses ni comisiones. Él, géminis; élla, capricornio. Pero al final, vencen los plazos y la letra pequeña.

Celia Cañadas genera un debate en las alturas. Alguien saca un libro de texto. Oxímoron: contraposición de dos términos en un mismo sintagma. Sí, eso es lo que ha hecho Celia con “Creatividad destructiva”. Su libreta esconde sorpresas que aún ha de pasar a limpio. Celia nos lleva de paseo: “Caballos fiscales secuestraron la voluntad del poeta”, nos confiesa a los mandos de su coche. Formas de pasar la ITV.

La sospechosa número nueve, Amelia Peco, llegó con una cámara de fotos provista de zoom teleobjetivo. ¿Qué nos cuentas, Amelia? “Hay un espacio que limita la cordura”, responde. ¿Qué más? “No hay piernas”. ¿Qué más? Ni corta ni perezosa, Amelia nos recita de memoria un poema erótico de su obra Canto a Lilith. Es la calor. La calor otra vez en el Ruiz. El surco y el arado. Y estamos en mayo.

-¿Quién mato a Gustavo Rosas, Maireles? –el Comisario insistía, solo pensaba en cumplir objetivos.

Yo sé quién mató a Gustavo Rosas. Pero no lo diré mientras en este País se sigan haciendo mal las cosas. Aquí siempre trabajamos los mismos. Si en lugar de ser aficionado del Celta de Vigo fuera hincha del Real Madrid, me habrían dado fiesta. Ya hay demasiada gente en el paro y las cárceles están llenas. Me cago en la prima de riesgo, en los mercados y en esos jefes invisibles que mueven los hilos.

No moveré un dedo contra la Orquesta del Titanic.


Alberto Torres 
28 de mayo de 2012

viernes, 25 de mayo de 2012

28ª Jornada/V Año: Miércoles, 16 de mayo de 2012

Tras un salto al unísono se arrojan como tres rayos a las tranquilas aguas del Caribe...

Habíamos hecho una parada en altamar, después de la tormenta que tuvimos que sufrir horas antes, en las que apenas pudimos soportar las primeras ráfagas de viento, por más esfuerzos que hicimos para mantenernos en pie. Las gorras marineras volaban por doquier, y era digno de ver el correr tras ellas por parte del personal de cubierta sin conseguir atraparlas. Eran unas singulares carreras en pos de un caballo que marcha al trote y que cuando lo vas a coger emprende el galope. Galopada marinera en pos de las gorras, hasta que comenzó a apretar la tormenta, y la tropa se dedicó a otros menesteres más urgentes. Viento, lluvia y relámpagos, y el barco que se balanceaba entre las crestas de las olas, que hacía sentirse a sus ocupantes, como los viajeros en una diligencia, llevada por desbocados caballos en un camino abrupto, lleno de baches, peñas y guijarros, a punto de darse la vuelta.

El sol era espléndido, y las aguas estaban tranquilas e incitantes. Aureliano tras hacernos callar, echó mano de su flauta, y nos obsequió con el pregón siguiente:

“Me permito recordar, con permiso de la autoridad incompetente, que el próximo día 29 a las 19 horas tendrá lugar la presentación del Poesario de Rascamán en la Biblioteca Manuel Alvar, sita en C/Azcona 42”

Aplausos de la concurrencia y Rocío nos lee un cuento, premiado con un Accésit en la ciudad de Santurce, en las que nos relata las vicisitudes del ama de casa, que está hasta las narices de un marido comodón, al que manda a hacer puñetas, tras tomar las de Villadiego. Vicente toma la palabra para disertar sobre determinados tecnicismos, que enmarcan los relatos, dando numerosas indicaciones sobre la conveniencia de utilizar la tercera persona; pero la concurrencia tiene opiniones dispares. A continuación nos obsequia con una crítica, que ha entregado en la facultad sobre un magnífico poema de Adolfo García Ortega, sobre el amor en medio de la desolación de la guerra. Aureliano tras hacer piruetas en la borda, nos lee un poema en el que aconseja a los adolescentes sobre la poesía, terminando con “Sin ella no se vive/ sólo de ella tampoco”. Acto seguido Carlos, arrojando la espada a cubierta, nos recita su poema: “Zona de confluencia”, poema social con ritmo caribeño. Después de algunos comentarios, nos quedamos perplejos al observar como Rocío, Carlos y Aureliano, tras un salto al unísono se arrojan como tres rayos a las tranquilas aguas del Caribe. Risas de los presentes, que les increpo por su inconsciencia. Tras reponerme vuelvo a los bañistas, y les indico que vuelvan al barco.

-¡Volved al barco, que aquí los tiburones tienen mucha mala leche!-les grité. Pero ellos que si quieres arroz catalina, dando vueltas a nuestra embarcación de 200 metros de eslora, y nosotros ordenándolos que subieran a bordo. Ni caso. A lo suyo.

-¿Qué es este barullo? -inquirió nuestro Capitán, añadiendo cuatro tacos bien pronunciados. Estaba cabreado. Siempre que le despertamos de la siesta, suelta cuatro culebras hasta que se repone. Le pusimos al corriente de la situación, y rápidamente, tomando el catalejo oteó el horizonte, y tras cierta indecisión, ordenó al más hábil marinero, León, subir al palo más alto, pero el muy condenado nos puso de los nervios tras decirnos, que sólo subiría cuando leyese su poema “Paisaje con figuras”, poema en el que imágenes como “después de todo aquello que incendiara la música”, nos envolvieron unos instantes. Acabada la lectura, raudo y contento trepó al palo más alto armado del catalejo. Seguimos ordenando a los bañistas que volvieran; pero ellos a lo suyo.

-¡Tiburones a la vista!- gritó León.

-¡Volved al barco!-gritamos todos. Y ellos nada que te nada.

-¡Ya están llegando a los nadadores1- rugió alarmado León.

Fueron unos momentos de tensión inolvidables, en los que toda la tripulación arrimó el hombro desinteresadamente. Echamos unas redes al agua, y en una de ellas pescamos a Rocío y Carlos, que nos hacían señas amenazadoras. Más bien perecían insultos, y otros sonidos ininteligibles, porque estaban compuestos por una secuencia de nuevos fonemas, quizás provenientes del arameo, según me indicó, más tarde, Vicente. Uno de los tiburones, cayó en la red metálica. El otro, se entretenía persiguiendo a Aureliano, que a sus 75 años nadaba más deprisa que el depredador marino. A las 30 vueltas y a esas velocidades, el tiburón desistió de su objetivo sanguinario, virando hacia altamar, con las aletas decaídas y preso de una gran depresión. Por nuestra parte, lanzamos varios ¡hurras!, y ayudamos a Aureliano a subir a bordo, que reía sin darse importancia de la veloz hazaña. Tras el natural bullicio y variadas felicitaciones, Alberto nos leyó el poema “Despedida que alumbra”, emotivo, y en opinión de alguno, un poco cercano a la prosa poética. Mª Antonia nos leyó “En uno sólo”, en el que nos narra el canto de la unión de dos cuerpos enlazados por el amor. Paloma, por su parte, nos leyó una serie de mini relatos, en los que nos siguió sorprendiendo con sus cierres. Amelia, nos leyó un pequeño poema de amor, enmarcado en el libro contextualizado en Edipo y Artemisa. Muy denso, como todo lo que suelo leer.

La marinera Ana no se enteró de nada, porque permaneció todo el tiempo en la cocina, y tras subir a bordo, bajó de nuevo, dejándonos con tres palmos de narices.

Por su parte Javier, el Capitán, no leyó porque se había quedado sin voz de tanto chillar, con el asunto de los tiburones.

Otra vez será.

Ah, se me olvidada, el menda leyó su poema “Subsaharianos”. Javi me indicó, que no abusase de los adjetivos. Tomo nota.

Juan Manuel Criado
22 de mayo de 2012


jueves, 24 de mayo de 2012

27ª Jornada/V Año: Miércoles, 9 de mayo de 2012

UN CIRCO DE PALABRAS


Aquella tarde del Ruiz, tenía algo circense, aprender tod@s a lanzar cuchillos amorosos, nunca matadores ni siempre, cerca de cada miembro que exponía su suerte. Lo importante era hablar y atinar, aunque no todos tenían que lanzar eso sí, sin dar al cuerpo, claro…, pero cerca, casi junto a la piel.

La lona silbaba por encima de todas las cabezas, preparadas ya para los lanzamientos.

Bajo el toldo estábamos, en una cuerda que se hizo pronto gruesa, un buen número de circenses del habla, y si no me olvido al menos fuimos veinte llegando en caravanas: Juan Manuel, Juan Antonio, Mª Antonia, Rocío, Javier, Enrique, Amelia, Paloma H., José L., Alberto, José María, Paloma S., Isabel, Andrés, María Jesús, Carlos, Fede, Carmen, Vicente y Celeste.

Se recuerda un vídeo de Sosa, “del arte y los sentidos..”, y de paso sabemos de la adolescencia que transita saludable en la hija de Paloma H.

Aparecen los primeros lanzamientos con la noticia de conferencia de “dietética”, a la que acudirán en seguida Enrique y Amelia, marchando pronto del circo. Hay un cuchillo sobre sandía, un producto sexual, del que han de aprender… ¿es afrodisíaca?

José L. no tiene Internet, pues en el circo no hay posibilidad de conectarse debido a ciertas fieras que lo impiden.

Llega un descanso con novedades: ha escrito Fernando S. a Mª Antonia y en los próximos días no circenses, los días 17, 25 y 29, de mayo serán de acontecimientos rascamaneros, pero fuera de esta lona. La última fecha será por la colgadura ósea-Rascamán que ha repegado Aureliano con gran esfuerzo, debido al cimbreo de los esqueletos, donde están expuestos vestidos con palabras. No se sabe si será un acontecimiento nacional.

Se vuelve al tema sexual que sugiere Amelia: lo bueno que es para los chicos los dátiles y las almendras, se lanzan cuchillos aceptando varios la receta con socarronas sonrisas.

Pero ella nos habla de amor y de fuego, aunque a veces podamos ahogarnos… Y además, ¿Serás azul, hija del Sol...? Se confiesa abuela muy, muy joven, de una nieta que viaja hacia este circo. Hay burros y norias cerca del circo, que recuerda esta abuela.

Luego entra Juan A., en el aposento mortal de Don Quijote, ¡qué diántre!, no se muere todavía y recibe una sorpresa. Le recuerda entre geranios y gorriones, casi no muere natural, sino del navajazo de una de sus criaturas. El milagro circense fue que el lector tuvo sin habérselo propuesto días antes, una lectura continuada en el Círculo sobre el tal Libro sin saber que donde le dijeron que leyese, allí estaba exactamente el cacho oculto que le pasó por su imaginación y no por la de don Miguel. Los cuchillos llegaron con amor certero.

Luego, el circense Juan M. saca ese puñal poético que es más bien un acero que sirve para descuartizar sombras…

Se lanza un cuchillo especial: “hay asonancias que asuenan...”

Después, el poeta relata que en la ciudad, cerca del circo, hay ”La Basura”, quedan detenidas las dos últimas palomas, parece que son nuestras dos Palomas, pero no, son animales del circo.

Por fin resuena bajo el manto aireado la voz de Mª Antonia, pero en medio se cuela una noticia cuchillera, de un amigo de Paloma S. detenido por acoso, al no estar bajo esta lona…

María pone dulce la tarde circense con “Sal de Ahí”: la vi a ella, no la llamé, me contuve. Una nueva atmósfera se crea en el circo…

Rocío entonces se sitúa en el tapiz y nos lleva memorable a “La chica del Bloque 112”. Puede venderse un piso, pero permanece el amor y continuar ese recuerdo repetido del bocata de hígado…, y allí sigue ella tocando el violín, seria, recién peinada. Mas llegó la despedida pero en el Auditorio, después de cuarenta años, se recompuso todo, estaba otra vez con su violín… La narradora recibió cuchillos que besaron su piel, por su acierto al narrar tan circense.

Andrés entra al trapo bajo la lona con “Amaneceres y piedras preciosas”, es suma de poema-narración: templadas madrugadas, caballo solitario, rosas, campo, princesas…, mujercita nevada de blancos copos. Los que oyen se sienten por un momento camperos, a la vuelta de la puerta del circo, sienten amores juveniles.

Entra en acción Javiboss con un gorro tocado de colores, donde se lee “De qué me sirve”..., y le sirve para ser eterno y superar las noticias amarillas con grave destreza. Demuestra que la muerte se camufla en fantasmas, con imágenes detenidas.

Entra al escenario Paloma H. que sin título evoca que hay que pararse y esperar para ver quién se ríe de la vida…, demuestra, circense, que no vale esperar, a riesgo de que la misma vida se carcajee de un@ por no actuar. Cuchillos amorosos y vitales recibió, sin sangre. Recibe caricias cuchilleras.

Entonces Paloma H. con Ovejas y Corderos, nos transportó en una nube en dirección a la música del Circo Price, que allí tocaron los Relámpagos, teloneros de los Beatles, aparecen las drogas, el sexo y el alcohol, los boleros, el fox-trop y cómo condicionaban aquellos abuelos contramelenarios. En el festival de Rock, se encontró con el pelirrojo, ojo derecho de una tía…, que tuvo a su hermana de carabina. El calor cuchillero entonces nos afecta y aparecen envíos más sangrientos, sin dañar la piel, eso sí.

José L. a pesar de su queja razonable hacia algunas fieras, nos sacó del tapiz al exterior para recordar que los ladrones como Alí Babá, pueden llevarse todo, menos la Luna, ser visible que efectivamente comprobamos. Pero hubo enfado cuchillero, que pudo amortiguarse por las habilidades de lanzar junto a las de no herir. Ello se demostró, cuando León, ya otra vez dentro del circo nos transportó a “Ma non e vero”, que es el amor quien dulcifica, entre los dioses y las brasas paralelas, lengua del mar, te beberé.

Entonces tuvo su turno Paloma S. con su Canto XV, que había sido acusada de fragmentaria. El cuerpo puede estar sonámbulo, al soñar, y el dolor es un vicio que se aprende. Hay tantos mundos, como tristezas se desprenden de las ramas… El canto XVI contiene el sentido de saber ser importante y volver de nuevo a vivir, tal que un renacimiento. Aparece un cuchillo que vuela por el aire sobre si habla un perro y otro sobre la actuación como clave al contar los cantos. Luego Alberto lee entonces los cantos y quedan los cuchillos enamorados y vividores.

María Jesús, que llegó algo tarde al circo, nos trae bajo el brazo a las Meninas. En este lienzo hay peligros de espionaje, pues la Infanta habla encantada con guiño incluido. Su pincel fue su cámara, que mágica captó el secreto…Todos expectantes sin lanzamientos.

Carlos va cerrando la tarde circense, con “Afectos y Efectos”, la lona va quedando ya con menos público…El caso es que ella se encuentra con su doble o tal vez era ella misma, pero no la ve ni toca con la lengua, el problema es: nadie habita la casa sino yo.

Ya se acabaron los cuchillos.

Pero el final de la fiesta lo trajo Fede, con curiosamente, “Principio”, algo tan universal como es eso que nos pasa a todos desde chiquitines: cuando llora un niño se construye el universo…

El colofón lo trajo una visita inesperada inmigrante que separó la puerta de tela: Vicente, que con “Anabel Lee”, se recogieron todos los instrumentos al deleitarnos con una musicalidad impresionante que era el mismo amor pronunciado, parecía que Allan Poe estaba allí recordando a William, o tal vez a Miguel…

De nuevo marchamos a nuestras casas, habiendo tomado amorosos lances propios de aquella lona del Ruiz, ahora llamado Café de Rascamán, por la muerte de cuatro letras viejas que han parido siete hijos, tres trillizas y cuatro varones.


Madrid CAFÉ DE RUIZ


Juan Antonio Arroyo
22 de mayo de 2012