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lunes, 24 de noviembre de 2008

6ª Jornada/II Año: Miércoles, 19 de noviembre de 2008

Memento (Christopher Nolan, 2000)


Cuando llegué a la puerta del Galdós venía subiendo calle arriba Rocío. Dentro, sentadas tan formales, nos esperaba la anunciada sorpresa de la visita de Adriana y Marina. Ahora universitarias, la vida las lleva por caminos de bosques y lenguas clásicas y les deja menos tiempo para comparir con nosotros cada miércoles, aunque siempre hay un ratito para escribir un poema que luego nos leyeron.

En seguida aparecerán Elena, Vicente y Carmenfron y ya estaremos todos alrededor de nuestra mesa. Echamos de menos a Ana, que estaba malita el miércoles pasado y creemos que la gripe ha podido con ella.

Hoy era el día en que la tertulia iba a girar en torno al relato "Memento mori" de Johnatan Nolan, y en torno a la película "Memento", de Christopher Nolan, basada en el relato de su hermano. Y así ha sido. Las casi tres horas de la Tertulia se nos han pasado volando metidos como hemos estado en conversación y lecturas.

Antes de entrar en harina comentamos qué tal van los estudios de Adriana y Marina y lo que las echamos de menos. Yo sigo de baja y sirve como pretexto para iniciar una conversación a raíz del comentario de Adriana: "la baja no te obliga, como las vacaciones, a tener que pasarlo bien".
Nos damos cuenta de que es cierto, hay cierto desasosiego en perder el tiempo de vacaciones. Aunque hay extremos que no entendemos como nos dice Rocío: "Una compañera mía se coge todos los años una semana de vacaciones para hacer limpieza general. Se queda sola en casa y manda al marido y a los niños de vacaciones para hacerla". En fin.

La semana pasada propusimos escribir sobre un posible "decálogo del desertor". La propuesta para el próximo miércoles es leer los relatos y poemas que se hayan escrito sobre ello y traer cada uno al menos dos puntos de ese decálogo.

Antes de ponernos a comentar Memento, la conversación nos lleva a intentar definir desertor. ¿El desertor implica una responsabilidad, una disciplina, algo que no has elegido?
¿Bartleby, el personaje de Merlville, es también un desertor parapetado tras su famosa frase "preferiría no hacerlo"?

Entre tanto, Rocío saca una otoñal hoja de un plátano de sombra de su carpeta que ha recogido al lado de su trabajo. Adriana nos habla del herbario y el "bichario" que tIene que hacer en este curso.

Hablamos de la perfección y concluimos que la perfección es sospechosa. Marina y Adriana se apuntan la frase, algo harán con ella, seguro.

Mientras terminan de llegar todos, leo el poema que he escrito y que he titulado "La madera es la piel". Tiene que ver con la idea de la semana pasada, había que escribir un relato o un poema en el que habláramos de los siguientes materiales: el barro, la madera, el hierro y la piedra.
Algo habría que recortar del poema, me dice Rocío. Le daré una vuelta, necesita una revisión.

Elena me devuelve el libro de Amalia Bautista "Tres deseos", le ha gustado mucho, ya me lo imaginaba. Nos recuerda uno de sus versos que le ha impactado especialmente:

Las orillas seguirán desgarradas por el mar…

Nos lee Adriana sus poemas y deja flotando en el aire y en nuestros oidos, versos como:

"tu peor enemigo ahuecándote la almohada."

"axiomas vencidos arrastrados por la Universidad".

Con la llegada de Vicente y Carmenfron, volvemos al tema del desertor y a Bartleby.
"Los desertores han pedido la batalla", dice Vicente. Entiende que el desertor es alguien que no ha podido luchar contra lo que no está de acuerdo y elige huir. Nos pone el ejemplo de las monjas de clausura.
En la conversación llegamos a un casi acuerdo: la deserción es un acto de valentía. Bien podría ser el primer punto del decálogo.

En estos días surgió la noticia de la condena por injurias del poeta García Montero a un compañero de departamento, y que ha decidido pedir una excedencia y dejar la cátedra de la Universidad. Nos preguntamos si García Montero ha desertado.
Estas disputas entre escritores traen a la memoria de Vicente la anécdota de Pío Baroja y Rubén Darío. Rubén Darío bromeó a costa dedon Pío, que trabajaba en la panadería Viena Capellanes en Madrid diciendo que los escritos de Baroja tenían "mucha miga", a lo que respondió el aludido:"También Darío es escritor de mucha pluma, se nota que es indio".

¿Condenaría un juez ahora a ambos por injurias? En fin.

Y seguimos dándole vueltas al desertor. Ser desertor supone una posibilidad de castigo. El desertor va de la mano de la traición porque el abandonado se siente traicionado. Entonces, ¿el desertor es egoísta?
A lo que Marina pregunta ¿ser egoísta es bueno o malo?
Marina nos hace una reflexión sobre la religión. El catolicismo trajo el sentimiento de culpa, el perdón y la caridad.

En un resumen un tanto pedestre concluimos que "el egoísmo es como el colesterol, lo hay bueno y malo".

Entramos, casi sin respiro, en el comentario de la película. Los cafés, aguas, cervezas... ocupan nuestra mesa junto a los papeles.

Nos ayudamos del artículo de wikipedia, dedicado a al peli, que nos aclara muchos puntos de discusión: http://es.wikipedia.org/wiki/Memento

Es importante ver que el relato está formado por once capítulos que alternan el narrador en tercera persona con el de segunda. Es muy definitivo el tratamiento de los conceptos que hace el autor, tales como: el olvido, la cobardía, el perdón , la osadía, el tiempo, la autoridad. Muchos de ellos, motivo de discusión de la primera parte de la Tertulia.

No puedo dejar de transcribir aquí el párrafo del relato en el que habla de todo esto:

Para algunas personas sí. Pueden conspirar, tramar, tomar medidas para alcanzar su objetivo durante semanas. Pero el paso del tiempo es todo lo que se necesita para socavar ese impulso inicial. El tiempo roba, ¿no es eso lo que se dice? Y el tiempo es lo que, eventualmente, nos convence a todos de que el perdón es una virtud. De manera conveniente y observándolos desde una cierta distancia, la cobardía y el perdón pueden parecer idénticas. El tiempo te arrebata la osadía. Si el tiempo y el miedo no son suficientes como para disuadir a una persona de sus ansias de venganza, siempre quedará la autoridad, que sacudirá suavemente la cabeza y te dirá: Te comprendemos, pero si lo dejas estar serás un hombre mejor. Por mantenerte encima de ellos. Por no hundirte a su nivel. Y, además, te dirá la autoridad, como hagas cualquier estupidez te encerraremos en un cuartito.

El tema de la película y del relato es la pérdida de la memoria y la razón de vivir materializada en la venganza, en reconstruir la memoria que lleve al protagonista a averiguar quién mató a su mujer.
Las fotografías polaroid son el sustituto de la memoria, las notas tatuadas en su propio cuerpo, las pistas para encontrar al asesino.

Desde el punto de vista narrativo, la película está contada hacia atrás, a saltos, mostrando según avanza ésta las causas de lo ya visto, en vez de las consecuencias, poniéndonos a los espectadores a conocer la realidad desde el punto de vista del protagonista.

El recurso de ese narrador es la base de la película, pues se trata de una narrador no fiable. Al igual que las versiones que cuentan los otros protagonistas de la película, versiones tampoco fiables ya que intentan manipular al personaje central.

La historia, pues, está sujeta a interpretaciones por parte del espectador. Eso es lo que hemos intentado racionalizar en la Tertulia, el cómo está contada.

Creo que para más información, la referencia de wikipedia es fundamental.

Nos dan las ocho y Marina y Adriana tienen que irse pero pedimos a Marina que nos lea algún poema. Nos lee dos poemas, sobre el segundo de ellos, nos cuenta que estuvieron en una manifestación de estudiantes contra la nueva normativa europea de Bolonia y que de esa manifestación nació el poema titulado "Hoy he visto sonreir a un policía"

Echábamos de menos la poesía de Marina también, tan limpia y tan certera.
Su primer poema nos hace pensar en la necesidad de consuelo pero no en la necesidad de que nos resuelvan los problemas. Nos gusta la comparación que nos hace: quiero contarte que tengo un grifo que gotea pero no quiero que me lo arregles.
Definitivo.

Antes de irse, Marina le recomienda a Vicente la lectura de "Los propios dioses" de Isaac Asimov, novela del año 1972 que habla del uso de la energía para mantener la vida de un grupo de alienígenas. Vicente lo relaciona con el acelerador de partículas del CERN en Suiza.

La marcha de Adriana y Marina nos hace pasar a otros temas. Rocío no ha escrito nada, se ocupó de la bitácora y no tuvo tiempo para más. Elena y Carmenfron traen sus relatos y poemas pero los dejamos para el miércoles siguiente.

Vicente nos lee la carta que escribió la mujer de Raymond Carver, Tess Gallagher, después de su muerte y que sirvió de prólogo al libro "Carver y yo".

Descubrimos que Tess, la segunda mujer de Carver, vino a traer serenidad a su vida, fue la época en la que abandonó la bebida, y se centró en la escritura consiguiendo el reconocimiento literario. Desgraciadamente un cáncer se llevó tempranamente la brillante carrera literaria de Carver.

Con ese sabor agridulce abandonamos el local cuando son cerca de las nueve.
Pensamos en un frase que alguien dijo durante la tarde y que podría servir para un relato o un poema: "era oscuro de lejos".

Oscura, fría es la noche que nos acoge. Pensando en el próximo miércoles nos acompañamos calle abajo y nos cuesta despedirnos.


Javier Díaz Gil
25 de noviembre de 2008

martes, 18 de noviembre de 2008

5ª Jornada/II Año: Miércoles, 12 de noviembre de 2008

... como una esponja gorda y feliz



Siempre llego corriendo al autobús que me aleja del Café Galdós, porque no quiero que se me quede ningún minuto sin estrujar, sin estirar, sin vivir al lado de mis tertulianos. Como las prendas que con cuidado se lavan a mano por ser más delicadas, así he querido yo sumergirme despacio en la tarde que me iba a deparar el Galdós, y así he ido empapándome y empapándome de todo lo que allí se contaba y recitaba.

De vuelta a casa, vuelve una esponja gorda y feliz. Gorda en conocimientos y feliz por la quesada que cocinó Elena para dulcificarnos el alma y el paladar, mientras adiestrábamos letras. Qué rica ¿no?

Sentada en el autobús que sale de Cibeles, a medida que gana velocidad, el animal porífero y bamboleante que soy, contempla las luces de la ciudad y la noche. Pero incapaz de mantener la mente en blanco ya pienso en los deberes que hay que hacer con una frase: El decálogo del desertor, y con unas palabras: barro, piedra, hierro y madera. ¿Y qué hago yo con esto? Y como un masoquista que paradójicamente disfruta con el dolor, me atormento pensando que inventaré y qué inventaré, mientras empiezo a estrujarme para perder hasta la última gota de creatividad que se me ocurra y me sobre. En cualquier caso tengo que ver Memento, tengo que leer el relato, tengo que hacer la bitácora... ¿Se agobian las esponjas?

En la que me he convertido yo, sí. Seguro. O más bien “se china” como me diría Vicente. Porque a la altura de la calle Velazquez chapoteo también bajo el chorro de recomendaciones de películas que hizo: “Bella”, “Cenizas en el cielo” y “Los limoneros”. O con las gotas de “Noviembre” que retomó Javier de la última tertulia y que de nuevo deja caer porque ya la ha visto y puede comentar. ¿Y cuando veré todas esas pelis? Y tal como me mece, por decirlo suavemente, mi autobús, así podría mecerme yo en el Café Galdós en los ratos en los que nuestra tertulia literaria se bambolea haciéndose cinematográfica, para volver a ser literaria, y luego otra vez cinematográfica, y así una y otra vez, sacudiéndonos de un lado a otro sin parar. Perdón meciéndonos. Sacudiéndonos este terrible autobús, que a este paso, me va a llevar a casa sobrevolando la ciudad.

A la altura de Goya, sonrío recordando el momentazo en que Ana se acurrucaba sobre Vicente diciéndole: “Uhmmm estás tan suave…” a la sombra de los poemas de Elena. Poemas que hemos desatendido un poco porque cual conejo de Alicia hemos mirado el reloj y hemos tenido prisa, mucha prisa. Poemas, que como yo estaba a su lado, sé que no se lo merecían y habrá que retomar para mimarlos como se debe. Generosa Elena que me cedió turno de lectura.

Pero eso fue después…

… De que Ana leyera su “Sin retorno” buscando los dibujos del humo de los tubos de escape de los coches, sobre aquella foto de invierno donde la chica de Elena iba con abrigo y cruzaba de noche uno de los puentes sobre la nueva calle 30.

…Después de que echáramos más tierra sobre Camilo José Cela y su forma de ser y escribir, después de que Ana recomendara su “Mazorca” y Elena hiciera lo propio con Álvaro Cunqueiro.

… Después de que Aureliano probara de la prosa con su “O gatinho Antinoo”. Después de que nos contara su nueva idea para seguir tocando a difuntos que ascendieron a los cielos y seguían tertuliando; su idea de seguir tanteando de nuevas historias y relatos, más alejado del verso que tanto domina.

… Después de que Javier nos leyera su poema “El Jinete de tiovivo” sobre la primera foto que traía, y nos releyera de nuevo “El Puente”, que tanto me gustó de la tertulia anterior.

… Después de que Carmen Fron nos leyera su microrrelato: “Luces de la noche”, que quizás a ella le surgió de la madrugada de Villaverde pero que podría haber nacido en cualquiera, en todos, y en ningún barrio de una gran ciudad.

Y recordando y recordando, ya a la altura de López de Hoyos, qué deprisa va a este autobús, me esponjo de risa con “el curso de San Pablo-CEU sobre cómo echar café sin derramar ni una gota” que gustosamente ha impartido la docta Elena sobre el neófito niño Vicente. Tan observador, tan aplicado él en aprender el curso completo.

Y cuando mi autobús va cruzando Príncipe de Vergara ya no soy una esponja tan gorda en conocimientos, soy una esponja abrazada a mi asiento, pero quiero dejar sitio dentro de mí, para empaparme del libro tan vistoso que nos ha traído Javier y de donde sacó las fotos para los deberes de esta tarde. “Roto Madrid, con poemas de Amalia Bautista y Fotografías de José del Río Mons de la Editorial Renacimiento”. Y que apunto en mi memoria y mi cuaderno.

Y en la Avenida de la Paz, no estoy tardando nada, y no me extraña, también quiero dejar sitio para un posible intercambio con los compañeros del Círculo de Bellas Artes que nos propone Aureliano. Y el animal poroso que soy pierde gotas sonriendo y pensando que quizás allí no podamos hacer literatura con-Parada de la que tanto gusta Vicente… y que nos costó coger. A Javier no, claro, a Javier el lumbago le tiene algo adormecida la espalda pero más despiertas las neuronas y el humor. Bendito diclofenaco.

El autobús que transporta a la suicida esponja en que me he convertido está aterrizando prácticamente sobre mi código postal y sentimental. Vertiginoso a la altura de Arturo Soria, coge de nuevo López de Hoyos y aterriza en la Gran vía de Hortaleza con un frenazo seco que hace que salga disparada de mi asiento, y espantada olvide seis gotas heroicas en él, una por cada uno de mis contertulios de hoy: Javier y Elena, Ana y Vicente, Aureliano y Carmen Fron. Que casi son las últimas personas que me ven entera en el día de hoy.

Y ya caminando por el barrio, sin arriesgar la vida, abrigada de tertulia, recuerdo que no hemos comentado las fotografías de la exposición de hoy. Esas, que también han asistido a nuestra tertulia y estuve ojeando cuando llegué al Café Galdós y descubrí que era la primera. Fotografías muy vistosas con un título muy sugerente: “El País de las Paradojas”. Guatemala por Juan Mª González. Un anónimo fotógrafo, que ésta vez no se nos ha presentado ufano, y que me ha acompañado en los minutos previos a la tertulia. “Guatemala teje una telaraña de paradojas que fascina los sentimientos, despierta y atrapa”. Que sugerente ¿no? Pensé mientras me daba cuenta de que en la música sonaba la canción de “Aprendiz” de Alejandro Sanz que tanto me gusta y daba cuenta de la merienda que también tanto me gusta. Pero en ese momento llegó Javier y se me fue el santo al cielo.

Estoy llegando a casa y siento que hace mucho menos frío que cuando llegaba al Café Galdós. Mucho menos frío que cuando atardecía y yo cruzaba un Retiro otoñal y precioso y pensaba: Qué bien que sea miércoles ¿no? A ver que nos depara hoy la tertu... Un lujo. Como siempre. Me contesto al entrar en casa. Y con un suspiro de alivio, después del tormentoso viaje de vuelta que he tenido, toco las paredes y digo ¡Casa! Como en aquellos juegos de entonces.



Rocío Díaz
16 de noviembre de 2008

martes, 11 de noviembre de 2008

4ª Jornada/II Año: Miércoles, 5 de noviembre de 2008

Enganchados...



El Galdós tomado
“La vida es el arte del encuentro” (Vinicius de Morais)


Nos gusta el café Galdós, mucho, y en este tiempo mucho más, porque aparte de espacioso y con pinta de antiguo, se está calentito para el mes que corre, guarda los recuerdos de las personas en cada mesa de la esquina y los momentos que vamos a vivir y los minutos que más adelante vamos a compartir. Los deberes sólo son una disculpa para seguir enganchados, no tanto a los poemas de Javier o a los relatos de Rocío o a las críticas de editor de Vicente, o los esoterismos y los asesinatos en serie de los relatos de Carmen Fron o de la letra minúscula y bien colocada en una de las cuadrículas del folio de Elena, donde lo dice todo y pareciera que no dice nada, tan pequeño y tan grande, o los poemas de… o los microrrelatos de…, o los comentarios de… (ya he dicho que era espacioso), sino más bien enganchados los unos a los otros y las unas a las otras y los unos a las otras y viceversa (maldita ortografía de género): ahí está la grandeza de la mesa de la esquina con luz tenue y que sirve de queja, pero donde las sillas se van ocupando.
Nos habituamos a ver a Rocío y a Javier sentados los primeros, y así los vi yo al llegar, en la mesita de la esquina preferida de los tertulianos, a media luz pero como mucho desparpajo luminoso en sus miradas y sonrisas. Javier enseguida me dio un sobre amarillo con el membrete del Hospital 12 de Octubre. Me asusté y pregunté: ¿qué es esto? Por un minuto pensé en algún problema de salud de Javier, alguna noticia mala que no podía ser descrita oralmente y tenía que transmitirse a través de un sobre amarillo de hospital público (porque los sobres de los hospitales privados no son amarillos; son de otro color suave o blancos y con papel bastante bueno, como para destacar que lo que pagas merece ser pagado). Salimos de dudas: el sobre contenía la película de Memento, un sobrecito para cada uno, como repartiendo la noticia en pequeñas porciones y así no ser tan mala; al revés, premonición de algo bueno, menos mal. No había noticias dentro, sino un regalo. Esta crisis nos hace cacarear los sentimientos y hasta los regalos de una forma muy extraña. Pensemos que la administración forma parte y que tampoco tiene dinero para sobres blancos como los de las privadas, además de ser aprovechados con un espíritu ahorrativo desplegado por Javier casi envidiable (si Solbes lo viera). Saldremos de esta: de momento tenemos a Memento ahí metida, para disfrutarla en cualquier momento hasta el día 19 de noviembre que será el estrellato de la película en nuestra tertulia. Iremos de gala, con tacones, corbatas y bien perfumados.
Llega Vicente, con otra película, la de “Lost in translation” (perdido en la traducción sería la traducción). Bueno, bueno, hoy la cosa parece que va de galdoswood… esto promete. Algunos de los relatos y poesías no se transformarán en permios, sino en películas!!! Preparen mejor los zapatos de salón de 10 cm, las corbatas granates y el perfume de marca para los estrenos!! Hay tanto que estrenar!! Al tiempo.
En esta mesa pueden instalarse unas cuantas personas más, asi que preparamos unas cuantas sillas alrededor que se fueron llenando casi inmediatamente. Llegó Laura y al ver que hablábamos de cine, nos comentó la película “Noviembre”, que está muy bien. De ahí el tema se fue derivando a reflexiones filosóficas y se habló de la película “El nido vacío”, argentina, un estilo a un “deja vue” (la sensación de lo ya vivido) lo que Laura, como psicóloga definía como “falso recuerdo” que es como se dice en términos más profesionales.

Y llega Carmen, se sienta sin hacer mucho ruido, está un poco pachucha dice, mientras Vicente dice que le gusta mucho Cecilia Roth, porque es muy guapa. Hablamos de las pelis últimas de Cecilia Roth, que parece Vicente no ha visto. Es igual, a él le gusta su físico y no es fan (dice). Hemos pasado de la reflexión por la belleza filosófica y psicológica, donde Laura nos deleita con una pequeña conferencia sobre la retención de la memoria a largo y corto plazo, a la simple admiración encuadrada en la belleza física: es la combinación perfecta para vivir, o mejor dicho, para disfrutar mientras se vive, y mejor aún, para disfrutar nosotros mientras lo comentamos. Un poco de todo, la sal de la tertulia, y como no, de la vida. Y ya no quedaba más que comenzar con las lecturas y los deberes, dentro y fuera de nuestras cañas, cafés, donuts y aguas minerales. Allá vamos, siempre impuntuales y con muchas interrupciones, pero que con un “callaros, coño” o “leeenos= “lenox”, más las consiguientes tonterías enlazadas en medio minuto, nos reímos, relajamos y empezamos.

La frases para hacer los deberes eran: “ las musas estaban en las cabinas de teléfono”; “lo que no me cansa es el pan” y “como las servilletas, son moradas”. Comienza Javier con su poema de la semana; antes de empezar nos enteramos que está de baja por un lumbago (no se le nota, pero insiste que está malito y que toma diclofenaco… palabreja extraña y fea pero con efectos curativos buenos, todo en una y Javier la toma y le ha ido bien, por eso se le nota poco lo del lumbago, ese dolor que todos asociamos a estar doblado, pues no, está muy digno en su silla, y no le da por quejarse... ¿será que es muy sufrido? Despúes del diclofenaco y su lumbago, dejamos que lea su poema.:

Los puentes
No recuerdo cuándo empezó todo
Y puede que ni siquiera importe.

Era posible
-de eso estoy seguro-
tender puentes que salvaran
profundos barrancos….

Javier dice que eso de “tender puentes” siempre le ha gustado. Es bonito el poema, y dejamos que el título sea simplemente “los puentes”.

De repente Javier dice “que el dolor es la memoria del amor”. A veces una llega a pensar que la medicación afecta bastante a la mente, y entonces digo que el “dicloflenaco es la memoria del dolor” y todos nos quedamos tan anchos. Seguro que nos afecta a todos esa aureola alrededor de la mesa a media luz y con la libertad de expresar todo aquello que nos viene a la cabeza, ingeniosamente o de una forma burda, pero que al fin y al cabo sirve para expresar nuestra libertad. ¡Qué bonito!, ¿no? Y qué difícil a veces conseguir eso tan sencillo.

Entramos en la siguiente reflexión sin pensar y sin siquiera queriendo: la edad, y que las cosas hay que hacerlas a la edad que corresponde. Hay opiniones para todo, todos hablamos a la vez, no todos estamos de acuerdo, o mejor, nosotros mismos volteamos la idea antes de que el contrario pueda hablar. Dejamos la discusión para que Laura pudiera leer su poema. Al final, la poesía, gana.

Cuando arden los cuerpos

Los besos imperfectos recorren la ciudad
buscando ácida la nieve.

Mamá abre un limón cada mañana,
su mesilla se llena de vasos vacíos,
duerme la bestia…

Se relaciona con maltrato, apuntamos. Los besos imperfectos gusta mucho y Javier dice “hemos recuperado a Laura”. Le gustan y nos gustan sus versos: nieve en el infierno, la acidez perfecta de sus besos, los besos imperfectos. Todo eso nos gusta. Javier corrige un poco el poema y queda precioso, Lo vuelve a leer, nos gusta, tiene mucha fuerza y es muy bonito.

Carmen, ahí calladita hoy, atenta en el oído y más parca en palabras, pasa a leer su relato, no sin antes exlamar el “callaros, coño”, eficaz cuando sale de ella, que es la artífice de dicha frase famosa, preámbulo casi obligatorio antes de comenzar la lectura.

“Como las servilletas moradas”

Relato sobre la guerra civil. Aparece la palabra enjugar, “enjugar las lágrimas”, término que algunos de nosotros no conocíamos (limpiar las lágrimas, apartar las lágrimas…).

Una mujer republicana que se pone un hábito morado para hacer una promesa a la iglesia, por sus hijos. Cambia la actitud religiosa cuando se espera o espera un milagro: “en el café Blasco Ibañez se encuentran dos personas: un hombre y una mujer que en su día estuvieron juntos y recuerdan momentos de la guerra”.

Al finalizar, le hemos cambiado el nombre a la protagonista, y en vez de Lolín que pudiera ser diminutivo de Lolo o Lola, y llevaría a confusión, le hemos puesto Amparo, ya que la historia discurre en Valencia, y ¿qué mejor nombre para una valenciana que el de Amparo? Pues así se quedó, con Amparo.

Lee Rocío, ya que el tiempo apremia, y casi lee sin más vacilaciones ¿estaremos cansados? Casi no es normal esa actitud, entonces aprovecha y allá va:

“Un hombre de palabra”

El relato va de cabinas de teléfono y musas que están en las cabinas. Se llevan las cabinas y con ellas, su musa. El protagonista pintaba y tenía su “casa” en una de las cabinas, que se la llevan también y acaba en un museo. El protagonista ha entrado en el museo y se ha quedado dentro de la cabina. Carmen y yo recordábamos aquella película de José Luis López Vázquez, donde transcurría en una cabina de teléfonos, angustiosa. Decididamente, a Carmen y a mí, las cabinas nos ponen un poco nerviosas. Parece que al protagonista del relato de Rocío le ponen en su lugar en la vida. Hay para todos los gustos, pero está muy bien.

Y así es nuestra tertulia, para todo tipo de personas, de gustos, de creatividad y de ilusiones. Para completar, la creatividad se tiene que transformar en relato o poema a partir de unas fotos que Javier ha traído, unas fotos como desenfocadas de una autopista llena de coches de noche y otra de un niño en un caballito de un tiovivo de feria. Esos son los deberes de la próxima semana.

Como las ilusiones nunca se acaban, cuando finalizamos la tertulia, nos volvemos a enganchar con los deberes, pero ya he dicho que eso no es más que una disculpa. Estamos enganchados, no tanto a los poemas o a los relatos, sino más bien los unos a otros y unas a otras y los unos a las otras y viceversa (maldita ortografía de género). Ahí está la grandeza, nuestra grandeza, los que estamos y los que estáis ausentes físicamente, pero estáis, como musas, y no en una cabina, sino en la mesa de la esquina -a media luz- del Café Galdós, cada miércoles, donde las sillas se van ocupando.

Me pregunto qué hubiéramos hecho cada miércoles sin esta tertulia. No es más que una disculpa esta pregunta, así que la dejo, ya que parece que no cabe otra cosa que fuera más hermosa.
Hasta la próxima semana. No valen disculpas. Las sillas se irán llenando alrededor de la mesa de la esquina, a media luz.


Ana González
11 de noviembre de 2008

miércoles, 5 de noviembre de 2008

3ª Jornada/II Año: Miércoles, 29 de octubre de 2008



Versatilidad de pluma y pelo



Todas las ganas de llegar concentradas en la mano que empuja la puerta del Galdós. El día antes había entrado el frío, por el norte, vamos lo normal.
Quizá por eso era más intenso el olor a humo reconcentrado entre las conversaciones que giraban sobre las mesas.

Ya son cuatro los romeros que me han precedido: Rocío y Javier, Ana y Carmenfron. Se cambian preguntas sobre las normas de una ONG, la BALANZA DE CRISTAL. Hablan de premios, saben lo que es eso, están recientes los últimos, a pares. Pero también del corazón, de la razón, de lo incompatibles que son ambos términos.

En el espacio que hace las veces de escenario se encaraman las sillas. Parece que quieren alcanzar los rostros grises y largos que se han dado cita en la pared. También repasamos la indecisión de Rocío, por la coincidencia de la reunión de vecinos con la entrega de su premio de cartas de amor y la forma de llegar al catálogo experimental de obras reunidos por la Diputación de Badajoz. Javier ha traído una copia en color y podemos ver cómo se tunea una señal de tráfico, algo cotidiano que se escapa de lo normal por ser “lugar sin interés”.

Le hacemos un sitio a algunas películas, el tema principal: lo que abandonas por no encajar en una vida ya cerrada, lanzada, aunque se cruce en tu trayectoria algo extraordinario que te hace cambiar el rumbo por un espacio corto de tiempo, pero suficiente, para sentirte otra persona, la que no sale cuando eres la de diario.

A cuerpo llega otro zagal, Vicentrillo y saca de la mochila un par de libros: “Acostarse con la reina y otras delicias” de Topor y “Mil cretinos” de Quim Monzó. Aquí empieza la primera dosis de curiosidad semántica, la pregunta es de Ana y la tiene desde jovencilla: ¿Qué diferencia hay entre cretino y necio? Pero no es la única disquisición que tenemos, porque también salta Vicentrillo, la de “hacer a pluma y a pelo”. Opinamos y no llegamos a conclusión alguna, pero le damos cuerda y nos da un jugo muy sustancioso.

Ana está saltarina, como de costumbre, suena el móvil, le llaman para ir a ver a Beethoven oyéndole. Nos lee la primera. Es un poema que ha escrito en el metro y nos presenta a un hombre que espera que todo pase como él desea pero sin su esfuerzo, sin arriesgar nada, hasta que se enamora y quiere lograr algo, por primera vez.

Después de meternos un poco en el metro, en el trayecto desde el Capricho hasta Gran Vía, buscando otra salida a este puente, Ana se va, como si fuera una perdiz más que viva.

Es el turno de Carmenfron y su relato da desazón, tiene toda la carga guardada para el final pero echa chispas a cada paso. Tiene sombra. Se hace su hueco párrafo a párrafo. Un Iván es el que va cargando con todas las consecuencias, inocente de lo que le trae su sombra, la que vive las aventuras de verdad.

El cuento de Rocío lleva carga en cada lugar, gracias a una pizarra que hace las veces de la lengua de las mariposas. Es una radiografía de las palabras, de su efecto en las personas. También de su afecto, no en vano, gracias a ellas, entendemos lo que nos pasa, formamos el cariño que damos y que nos dan. La profesora es como un apéndice de lemas para la vida pero unos encajan y otros son incompatibles con la envidia, con el miedo y la inseguridad.

Esta Elena también tiene un intento de poema que da para ser arañado, limado, pero acaba reforzándose en algo similar a Amalia Bautista (esto lo dice Javier, y no, no es una cantante de fados, aunque lo parezca, es una poeta), “Sueño hace tiempo…” y ahí termina pero Rocío que ha dejado de mecerse momentáneamente pregunta: ¿qué quieres Elena? Y despierta algo dentro que dan ganas de rescatarlo en más ocasiones para distintos contextos: ¿qué quieres alma?, ¿qué quieres tacto? ¿Qué quieres amor?...

Y de un vuelo llega Sagrario hasta el oído de Javier y todos callamos y, al tiempo tememos que empiece a sonar otra vez el móvil de al lado con la música de Mozart y, con el mismo descaro de antes y que no lo cojan. Repitiendo la interrupción de antes, la historia de Soledad Crespo Barea.

Y aún tenemos tiempo para confesar algunas cosas, por ejemplo que cuando se viene a la tertulia nunca se sabe lo que va a pasar (en primera persona, Javier), o que se puede ser más visceral (también en primera persona, Rocío).

Y esta semana que ya es otra, aunque me hubiera gustado más no echar tanto atrás el tiempo para caer en octubre y en la última bitácora y algo tarde, apunto los deberes:

Escribir algo con:
COMO LAS SERVILLETAS SON MORADAS
LAS MUSAS ESTABAN EN LAS CABINAS DE TELÉFONO
LO QUE NO ME CANSA ES EL PAN



Elena Gutiérrez
5 de Noviembre de 2008