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martes, 11 de noviembre de 2008

4ª Jornada/II Año: Miércoles, 5 de noviembre de 2008

Enganchados...



El Galdós tomado
“La vida es el arte del encuentro” (Vinicius de Morais)


Nos gusta el café Galdós, mucho, y en este tiempo mucho más, porque aparte de espacioso y con pinta de antiguo, se está calentito para el mes que corre, guarda los recuerdos de las personas en cada mesa de la esquina y los momentos que vamos a vivir y los minutos que más adelante vamos a compartir. Los deberes sólo son una disculpa para seguir enganchados, no tanto a los poemas de Javier o a los relatos de Rocío o a las críticas de editor de Vicente, o los esoterismos y los asesinatos en serie de los relatos de Carmen Fron o de la letra minúscula y bien colocada en una de las cuadrículas del folio de Elena, donde lo dice todo y pareciera que no dice nada, tan pequeño y tan grande, o los poemas de… o los microrrelatos de…, o los comentarios de… (ya he dicho que era espacioso), sino más bien enganchados los unos a los otros y las unas a las otras y los unos a las otras y viceversa (maldita ortografía de género): ahí está la grandeza de la mesa de la esquina con luz tenue y que sirve de queja, pero donde las sillas se van ocupando.
Nos habituamos a ver a Rocío y a Javier sentados los primeros, y así los vi yo al llegar, en la mesita de la esquina preferida de los tertulianos, a media luz pero como mucho desparpajo luminoso en sus miradas y sonrisas. Javier enseguida me dio un sobre amarillo con el membrete del Hospital 12 de Octubre. Me asusté y pregunté: ¿qué es esto? Por un minuto pensé en algún problema de salud de Javier, alguna noticia mala que no podía ser descrita oralmente y tenía que transmitirse a través de un sobre amarillo de hospital público (porque los sobres de los hospitales privados no son amarillos; son de otro color suave o blancos y con papel bastante bueno, como para destacar que lo que pagas merece ser pagado). Salimos de dudas: el sobre contenía la película de Memento, un sobrecito para cada uno, como repartiendo la noticia en pequeñas porciones y así no ser tan mala; al revés, premonición de algo bueno, menos mal. No había noticias dentro, sino un regalo. Esta crisis nos hace cacarear los sentimientos y hasta los regalos de una forma muy extraña. Pensemos que la administración forma parte y que tampoco tiene dinero para sobres blancos como los de las privadas, además de ser aprovechados con un espíritu ahorrativo desplegado por Javier casi envidiable (si Solbes lo viera). Saldremos de esta: de momento tenemos a Memento ahí metida, para disfrutarla en cualquier momento hasta el día 19 de noviembre que será el estrellato de la película en nuestra tertulia. Iremos de gala, con tacones, corbatas y bien perfumados.
Llega Vicente, con otra película, la de “Lost in translation” (perdido en la traducción sería la traducción). Bueno, bueno, hoy la cosa parece que va de galdoswood… esto promete. Algunos de los relatos y poesías no se transformarán en permios, sino en películas!!! Preparen mejor los zapatos de salón de 10 cm, las corbatas granates y el perfume de marca para los estrenos!! Hay tanto que estrenar!! Al tiempo.
En esta mesa pueden instalarse unas cuantas personas más, asi que preparamos unas cuantas sillas alrededor que se fueron llenando casi inmediatamente. Llegó Laura y al ver que hablábamos de cine, nos comentó la película “Noviembre”, que está muy bien. De ahí el tema se fue derivando a reflexiones filosóficas y se habló de la película “El nido vacío”, argentina, un estilo a un “deja vue” (la sensación de lo ya vivido) lo que Laura, como psicóloga definía como “falso recuerdo” que es como se dice en términos más profesionales.

Y llega Carmen, se sienta sin hacer mucho ruido, está un poco pachucha dice, mientras Vicente dice que le gusta mucho Cecilia Roth, porque es muy guapa. Hablamos de las pelis últimas de Cecilia Roth, que parece Vicente no ha visto. Es igual, a él le gusta su físico y no es fan (dice). Hemos pasado de la reflexión por la belleza filosófica y psicológica, donde Laura nos deleita con una pequeña conferencia sobre la retención de la memoria a largo y corto plazo, a la simple admiración encuadrada en la belleza física: es la combinación perfecta para vivir, o mejor dicho, para disfrutar mientras se vive, y mejor aún, para disfrutar nosotros mientras lo comentamos. Un poco de todo, la sal de la tertulia, y como no, de la vida. Y ya no quedaba más que comenzar con las lecturas y los deberes, dentro y fuera de nuestras cañas, cafés, donuts y aguas minerales. Allá vamos, siempre impuntuales y con muchas interrupciones, pero que con un “callaros, coño” o “leeenos= “lenox”, más las consiguientes tonterías enlazadas en medio minuto, nos reímos, relajamos y empezamos.

La frases para hacer los deberes eran: “ las musas estaban en las cabinas de teléfono”; “lo que no me cansa es el pan” y “como las servilletas, son moradas”. Comienza Javier con su poema de la semana; antes de empezar nos enteramos que está de baja por un lumbago (no se le nota, pero insiste que está malito y que toma diclofenaco… palabreja extraña y fea pero con efectos curativos buenos, todo en una y Javier la toma y le ha ido bien, por eso se le nota poco lo del lumbago, ese dolor que todos asociamos a estar doblado, pues no, está muy digno en su silla, y no le da por quejarse... ¿será que es muy sufrido? Despúes del diclofenaco y su lumbago, dejamos que lea su poema.:

Los puentes
No recuerdo cuándo empezó todo
Y puede que ni siquiera importe.

Era posible
-de eso estoy seguro-
tender puentes que salvaran
profundos barrancos….

Javier dice que eso de “tender puentes” siempre le ha gustado. Es bonito el poema, y dejamos que el título sea simplemente “los puentes”.

De repente Javier dice “que el dolor es la memoria del amor”. A veces una llega a pensar que la medicación afecta bastante a la mente, y entonces digo que el “dicloflenaco es la memoria del dolor” y todos nos quedamos tan anchos. Seguro que nos afecta a todos esa aureola alrededor de la mesa a media luz y con la libertad de expresar todo aquello que nos viene a la cabeza, ingeniosamente o de una forma burda, pero que al fin y al cabo sirve para expresar nuestra libertad. ¡Qué bonito!, ¿no? Y qué difícil a veces conseguir eso tan sencillo.

Entramos en la siguiente reflexión sin pensar y sin siquiera queriendo: la edad, y que las cosas hay que hacerlas a la edad que corresponde. Hay opiniones para todo, todos hablamos a la vez, no todos estamos de acuerdo, o mejor, nosotros mismos volteamos la idea antes de que el contrario pueda hablar. Dejamos la discusión para que Laura pudiera leer su poema. Al final, la poesía, gana.

Cuando arden los cuerpos

Los besos imperfectos recorren la ciudad
buscando ácida la nieve.

Mamá abre un limón cada mañana,
su mesilla se llena de vasos vacíos,
duerme la bestia…

Se relaciona con maltrato, apuntamos. Los besos imperfectos gusta mucho y Javier dice “hemos recuperado a Laura”. Le gustan y nos gustan sus versos: nieve en el infierno, la acidez perfecta de sus besos, los besos imperfectos. Todo eso nos gusta. Javier corrige un poco el poema y queda precioso, Lo vuelve a leer, nos gusta, tiene mucha fuerza y es muy bonito.

Carmen, ahí calladita hoy, atenta en el oído y más parca en palabras, pasa a leer su relato, no sin antes exlamar el “callaros, coño”, eficaz cuando sale de ella, que es la artífice de dicha frase famosa, preámbulo casi obligatorio antes de comenzar la lectura.

“Como las servilletas moradas”

Relato sobre la guerra civil. Aparece la palabra enjugar, “enjugar las lágrimas”, término que algunos de nosotros no conocíamos (limpiar las lágrimas, apartar las lágrimas…).

Una mujer republicana que se pone un hábito morado para hacer una promesa a la iglesia, por sus hijos. Cambia la actitud religiosa cuando se espera o espera un milagro: “en el café Blasco Ibañez se encuentran dos personas: un hombre y una mujer que en su día estuvieron juntos y recuerdan momentos de la guerra”.

Al finalizar, le hemos cambiado el nombre a la protagonista, y en vez de Lolín que pudiera ser diminutivo de Lolo o Lola, y llevaría a confusión, le hemos puesto Amparo, ya que la historia discurre en Valencia, y ¿qué mejor nombre para una valenciana que el de Amparo? Pues así se quedó, con Amparo.

Lee Rocío, ya que el tiempo apremia, y casi lee sin más vacilaciones ¿estaremos cansados? Casi no es normal esa actitud, entonces aprovecha y allá va:

“Un hombre de palabra”

El relato va de cabinas de teléfono y musas que están en las cabinas. Se llevan las cabinas y con ellas, su musa. El protagonista pintaba y tenía su “casa” en una de las cabinas, que se la llevan también y acaba en un museo. El protagonista ha entrado en el museo y se ha quedado dentro de la cabina. Carmen y yo recordábamos aquella película de José Luis López Vázquez, donde transcurría en una cabina de teléfonos, angustiosa. Decididamente, a Carmen y a mí, las cabinas nos ponen un poco nerviosas. Parece que al protagonista del relato de Rocío le ponen en su lugar en la vida. Hay para todos los gustos, pero está muy bien.

Y así es nuestra tertulia, para todo tipo de personas, de gustos, de creatividad y de ilusiones. Para completar, la creatividad se tiene que transformar en relato o poema a partir de unas fotos que Javier ha traído, unas fotos como desenfocadas de una autopista llena de coches de noche y otra de un niño en un caballito de un tiovivo de feria. Esos son los deberes de la próxima semana.

Como las ilusiones nunca se acaban, cuando finalizamos la tertulia, nos volvemos a enganchar con los deberes, pero ya he dicho que eso no es más que una disculpa. Estamos enganchados, no tanto a los poemas o a los relatos, sino más bien los unos a otros y unas a otras y los unos a las otras y viceversa (maldita ortografía de género). Ahí está la grandeza, nuestra grandeza, los que estamos y los que estáis ausentes físicamente, pero estáis, como musas, y no en una cabina, sino en la mesa de la esquina -a media luz- del Café Galdós, cada miércoles, donde las sillas se van ocupando.

Me pregunto qué hubiéramos hecho cada miércoles sin esta tertulia. No es más que una disculpa esta pregunta, así que la dejo, ya que parece que no cabe otra cosa que fuera más hermosa.
Hasta la próxima semana. No valen disculpas. Las sillas se irán llenando alrededor de la mesa de la esquina, a media luz.


Ana González
11 de noviembre de 2008

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