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miércoles, 5 de noviembre de 2008

3ª Jornada/II Año: Miércoles, 29 de octubre de 2008



Versatilidad de pluma y pelo



Todas las ganas de llegar concentradas en la mano que empuja la puerta del Galdós. El día antes había entrado el frío, por el norte, vamos lo normal.
Quizá por eso era más intenso el olor a humo reconcentrado entre las conversaciones que giraban sobre las mesas.

Ya son cuatro los romeros que me han precedido: Rocío y Javier, Ana y Carmenfron. Se cambian preguntas sobre las normas de una ONG, la BALANZA DE CRISTAL. Hablan de premios, saben lo que es eso, están recientes los últimos, a pares. Pero también del corazón, de la razón, de lo incompatibles que son ambos términos.

En el espacio que hace las veces de escenario se encaraman las sillas. Parece que quieren alcanzar los rostros grises y largos que se han dado cita en la pared. También repasamos la indecisión de Rocío, por la coincidencia de la reunión de vecinos con la entrega de su premio de cartas de amor y la forma de llegar al catálogo experimental de obras reunidos por la Diputación de Badajoz. Javier ha traído una copia en color y podemos ver cómo se tunea una señal de tráfico, algo cotidiano que se escapa de lo normal por ser “lugar sin interés”.

Le hacemos un sitio a algunas películas, el tema principal: lo que abandonas por no encajar en una vida ya cerrada, lanzada, aunque se cruce en tu trayectoria algo extraordinario que te hace cambiar el rumbo por un espacio corto de tiempo, pero suficiente, para sentirte otra persona, la que no sale cuando eres la de diario.

A cuerpo llega otro zagal, Vicentrillo y saca de la mochila un par de libros: “Acostarse con la reina y otras delicias” de Topor y “Mil cretinos” de Quim Monzó. Aquí empieza la primera dosis de curiosidad semántica, la pregunta es de Ana y la tiene desde jovencilla: ¿Qué diferencia hay entre cretino y necio? Pero no es la única disquisición que tenemos, porque también salta Vicentrillo, la de “hacer a pluma y a pelo”. Opinamos y no llegamos a conclusión alguna, pero le damos cuerda y nos da un jugo muy sustancioso.

Ana está saltarina, como de costumbre, suena el móvil, le llaman para ir a ver a Beethoven oyéndole. Nos lee la primera. Es un poema que ha escrito en el metro y nos presenta a un hombre que espera que todo pase como él desea pero sin su esfuerzo, sin arriesgar nada, hasta que se enamora y quiere lograr algo, por primera vez.

Después de meternos un poco en el metro, en el trayecto desde el Capricho hasta Gran Vía, buscando otra salida a este puente, Ana se va, como si fuera una perdiz más que viva.

Es el turno de Carmenfron y su relato da desazón, tiene toda la carga guardada para el final pero echa chispas a cada paso. Tiene sombra. Se hace su hueco párrafo a párrafo. Un Iván es el que va cargando con todas las consecuencias, inocente de lo que le trae su sombra, la que vive las aventuras de verdad.

El cuento de Rocío lleva carga en cada lugar, gracias a una pizarra que hace las veces de la lengua de las mariposas. Es una radiografía de las palabras, de su efecto en las personas. También de su afecto, no en vano, gracias a ellas, entendemos lo que nos pasa, formamos el cariño que damos y que nos dan. La profesora es como un apéndice de lemas para la vida pero unos encajan y otros son incompatibles con la envidia, con el miedo y la inseguridad.

Esta Elena también tiene un intento de poema que da para ser arañado, limado, pero acaba reforzándose en algo similar a Amalia Bautista (esto lo dice Javier, y no, no es una cantante de fados, aunque lo parezca, es una poeta), “Sueño hace tiempo…” y ahí termina pero Rocío que ha dejado de mecerse momentáneamente pregunta: ¿qué quieres Elena? Y despierta algo dentro que dan ganas de rescatarlo en más ocasiones para distintos contextos: ¿qué quieres alma?, ¿qué quieres tacto? ¿Qué quieres amor?...

Y de un vuelo llega Sagrario hasta el oído de Javier y todos callamos y, al tiempo tememos que empiece a sonar otra vez el móvil de al lado con la música de Mozart y, con el mismo descaro de antes y que no lo cojan. Repitiendo la interrupción de antes, la historia de Soledad Crespo Barea.

Y aún tenemos tiempo para confesar algunas cosas, por ejemplo que cuando se viene a la tertulia nunca se sabe lo que va a pasar (en primera persona, Javier), o que se puede ser más visceral (también en primera persona, Rocío).

Y esta semana que ya es otra, aunque me hubiera gustado más no echar tanto atrás el tiempo para caer en octubre y en la última bitácora y algo tarde, apunto los deberes:

Escribir algo con:
COMO LAS SERVILLETAS SON MORADAS
LAS MUSAS ESTABAN EN LAS CABINAS DE TELÉFONO
LO QUE NO ME CANSA ES EL PAN



Elena Gutiérrez
5 de Noviembre de 2008

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