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domingo, 29 de mayo de 2011

33ª Jornada/IV Año: Miércoles, 25 de mayo de 2011

Llegué a Tribunal y...

Si yo no fuera un hombre de mediana edad, si tuviera hijos, si no me hubiera despedido de mi último trabajo como camarero, si viera la tele menos, menos de ocho horas al día, quiero decir…en fin, si no siguiera de cerca cada una de las competiciones deportivas cualquiera que sea su modalidad, si tuviera una pareja, me digo. Ese día, rompiendo mi habitual enclaustramiento en la serena penumbra del salón, cogí las llaves y mi segundo paquete de cigarrillos del día y me dispuse a dar una vuelta por el barrio de Malasaña. La plaza del Dos de Mayo había sido reformada y ganada al tráfico, decían, para los peatones.

Tenía que tomar el metro. Apenas unas pocas estaciones y un trasbordo me separaban del lugar. Hacía meses que no montaba en metro y me sorprendió ese espacio en el que todo el mundo parece consultar una zona de visión que no es la circundante, salvo los niños que miran con impertinencia hasta el día en que se les enseña a fijar sus ojos en esa tierra de nadie. A mirar sin ver, a mantener esa distancia neutra y estúpida entre codos y rodillas ajenas. Cada uno es su burbuja, concentrados en su lectura, en su música o en su juego. Por que hay que evitar todo contacto sensible. Es lo único que no está permitido.

Llegué a Tribunal y dejando atrás esa alineación de caras cenicientas me dispuse a visitar la plaza. Cómo había cambiado todo, las tiendas. Allí donde me parecía recordar que había una churrería, encontré una tienda de ropa de aspecto usado. Me asomé al escaparate un poco más para curiosear el precio. Mi sorpresa fue en aumento: no era precisamente asequible. Como tampoco lo era un corte de pelo en el siguiente establecimiento, que parecía un salón de una casa particular. Había un gato enorme y una mesa de cocina en mitad de la sala. Los colores eran estridentes. Al menos, la heladería situada en la esquina era más convencional. Por suerte, hay cosas que no cambian, aunque vaya usted a saber qué porquerías de aditivos les ponen ahora a los helados de sabores y nombres imposibles: Deep Blue. El azul es el color en el que se envasan los productos de limpieza como el Cristasol de toda la vida, vamos, pero la comida, ¡la comida!

La mítica plaza, la de la heroica resistencia del pueblo de Madrid contra la invasión francesa, en 1808. El cuartel general de la movida que yo había conocido a mis veintitantos. Todavía el arco de ladrillo y las masas blancas en su exaltación de piedra. Todavía el cartel “Prohibido jugar a la pelota” pero ahora los críos invadiéndolo todo, los columpios, las terrazas. Ni un solo vestigio de la tribu nocturna, las piernas de alambre y las caras espectrales .Una nube de polvo y alcohol invadiéndolo todo. Era demasiado pronto, las 6 de la tarde. O demasiado tarde. Para ser preciso, casi treinta años más tarde. Me sentí estúpido, ¿qué pintaba yo en ese lugar? ¿qué había ido a buscar allí?

Atravesé la plaza y por inercia subí la calle de Ruiz. Entré en un café atendido por dos chicas rubias. Llevaba tres años, cinco meses y –“Un güisqui con hielo, por favor”. En la barra. De pie. Con miedo a sentarme. Los sucesivos cayeron en una mesa al fondo del café, donde me guarecí. Allí había un grupo de amigos reunidos en torno a tres mesas. Papeles y libros. Sonrisas y planes. Hubiera querido no oirles, qué me importaba a mí su vida. Un poco de aire. Un cigarro. Otro. Alguien debería prohibir la primavera. De una vez.

Volví y allí seguían.

Un señor con barba y perilla blanca intervino. Estamos ante el comienzo de una revolución. Los griegos situaban a la necesidad ¡por encima de los Dioses! Un chico moreno, con el cabello alborotado puntualizó. Se trata de un experimento. Una chica de ojos rasgados añadió: un experimento maravilloso. Y vuelta a sus planes. Estaban organizando un viaje a Granada.

Una señora, a la que llamaban María Antonia, leyó versos de treinta seis años de antigüedad, decía: “Cuando vengas”. Eres toda mi alma y de angustia me llenas. Estuve por cambiarme de mesa, miré al fondo, pero ninguna estaba vacía. Tengo que escuchar angustias ajenas…

Otro chico, de mediana edad, cita a Fernando Beltrán del que se dice admirador. Recuerda la imagen del niño obligado a dejar su ciudad, Oviedo, resistiéndose con todas sus fuerzas, agarrado a un árbol. Ese niño dejó de serlo y se hizo poeta.

Rocío, una muchacha pelirroja comienza a leer lo que ha traído:”El escritor de historias que siempre comenzaban por el final”. Una librera regala relatos manuscritos a sus mejores clientes. Ella solía escribir la frase inicial y la historia era completada por un autor que queda velado. Un día recibe una visita misteriosa y…”Otro. Sí otro güisqui, por favor”. Las camareras se miran entre ellas. Me pregunto si soy el primero al que ven emborracharse en un bar. ¿Acaso sólo sirven cafés y tartas de zanahoria (¿) con una sospechosa crema blanca por encima?.

El muchacho que citó a Fernando Beltrán, Javier, le llaman, se pone serio. Lee un poema titulado “El David de Miguel Ángel”. Esta gente es de los más curioso. Por qué me miran a mí las camareras y no a ellos. Todo el mundo sabe que El David es de Miguel Ángel. A no ser que nos refiriéramos a David el Gnomo o al rey David o a David Cameron, en fin, parece que el alcohol esté empezando a hacer su trabajo en mi cabeza. “Quizás la piedra/ no haya terminado/ de recorrer su trayectoria […] El gigante está muerto. Buonarroti y yo lo sabemos”. Le preguntan si ha padecido el síndrome de Sthendal. Los sacerdotes hindúes se masturban pensando en Dios. ¿Cuánto hace que no lo hago?, pienso. El del cabello alborotado lee lo que él llama novela, dos folios: ”El cuento ganador”. En el seno de una familia donde el tiempo ha ido fraguando el rencor y la mofa, nace un escritor. El señor de la perilla blanca dice, por fin, algo con lo que no puedo estar más de acuerdo “La solución al problema es poner una guillotina en Sol” y lee de su libro inédito Teatro de sombras tres poemas, los tres inspirados en los personajes de la Revolución Francesa. Me tiembla la mano izquierda, hace tres años, cinco meses y –“Otro, por favor”. Ahora recita otra muchacha, Olga, su primer poema breve sin título: ”Cuando los besos se han ido/y el tiempo ya no está/ instalada en el recuerdo del ayer.” A continuación, lee otro “Quitarse las gafas de Gandhi” en el que un anciano habla con un niño. Leerá otro y le sugieren que lo enlace al anterior. Es el contenido de la conversación entre ellos.

Finalmente, una mujer de media melena y zapatillas deportivas recita un largo poema, como un discurso que me traslada al mar. En él se pregunta de cuántas formas se puede decir lo mismo. Cuántas copas he de tomar para nublarme la vista, para retornar a ese espacio sin formas afelpado, la oscuridad del túnel sin insolencia ni esperanza.

Celia Cañadas
29 de mayo de 2011


jueves, 19 de mayo de 2011

32ª Jornada/IV Año: Miércoles, 18 de mayo de 2011


 Un Rimbaud chimpacé...

Javier todos los miércoles me lo recuerda :“Olga tienes que hacer la bitácora que está pendiente”. Hoy por fin me enfrento al papel en blanco y como referencia de lo que allí se dijo y pasó, sólo cuento con dos “papelajos” con cuatro frases, el poema firmado por Aure y mi memoria.

Allí estaban Rocío , Javier, Mª Antonia , Ana, Aureliano , José Antonio, Paloma y Juan Manuel.

La primera en lanzarse fue Mª Antonia con dos poemas de los que sólo recuerdo dos cosas: el título de uno de ellos : LA BESTIA , y la sensación que a mí me produjeron :
Versos desgarrados de angustia femenina, diría que salvajes, como queriendo sacudir de alguna pereza erótica a quienes escuchábamos.

Después vinieron los versos de Javier: “ PISA” /Juan Manuel : “MUSICAS EN EL TREN ” /y el relato de Rocío : “ALGUN DIOS QUE SEPA DEL AIRE DE LAS MANZANAS ”.
Como esta bitácora está basada en mis recuerdos sólo puedo dejar el título de los poemas leídos.

Al final llegó Aureliano con sus “CHIMPANCES” poetas.

 Con el que me extiendo algo más por tener su poema , en el que Aure se pregunta :

- Si Entre los primates habrá algún macho Alfa poeta, un Rimbaud chimpancé, que cultive la tristeza , que subido en la copa del árbol gesticula y grita desde el lenguaje poético para atraer a las hembras.

- Si el antepasado común del chimpancé y el humano , de hace cinco millones de años, no sería un poeta, que dejó lo más puro , el verso primitivo , desconocido aún para el HOMO , en los abrazos y besos de ese animal de color negro profundo que recita versos subido en la rama, en algún lugar remoto del África Occidental.

-Si Quizás es la poesía y no el ADN lo que más nos acerca.
¿O es que ambos , humano y primate, nos vemos reflejados en el espejo?
Los mismos gestos , las mismas posturas …

¿MEJORES POETAS?

Bueno , seguro que se dijeron más cosas , pero es que en mi “papelajo” no aparecen y ¡qué lástima! no me acuerdo…

Olga Ruiz
23 de julio de 2011

martes, 17 de mayo de 2011

31ª Jornada/IV Año: Miércoles, 11 de mayo de 2011

SE TRASPASA BITÁCORA


Se traspasa bitácora ante la duda de si sabré atenderla bien, dado que no tomé ni una sola nota en papel de todo cuánto ocurrió ayer: Miércoles 11 de mayo de 2011.


Negocio tertuliano en funcionamiento desde enero del año 2010 en el local que actualmente ocupa: El Café Ruiz. Pero con una amplia historia previa en otros locales como el Café Galdós, la editorial Amargord o talleres de creación literaria anteriores, que me pregunto si vienen al caso. Aunque inmediatamente me desdigo, los orígenes de algo siempre deberían venir al caso. ¿O no?


Se incluyen en el traspaso media docena de tertulianos goteando sobre el Café, como un grifo mal cerrado. Aunque no lo creas, le dijo David a Vicente cuando llegó, eres el sexto tertuliano de hoy. ¿O fue a CarmenFron? Es lo malo de no haber tomado notas, que se traspasan también las imprecisiones. Porque aunque lo cierto es que llegamos a sumar seis tertulianos en la tarde de ayer, no llegamos a estar juntos más de tres al mismo tiempo. Primero llegó María Antonia Copado, después una servidora: Rocío Díaz, más tarde León Cano, a continuación David Lerma, detrás llegó Carmen Frontera y por último Vicente “Vicentrillo”


También se incluyen a los que no fueron. Les precedieron excusas y motivos que justificaron, por correo o por móvil, sus involuntarias ausencias.


Gran espacio, no había apenas nadie en todo el Café, y muchas posibilidades de sentarse, aunque casi todas las sillas siguieron vacías. Pero se pudo continuar la actividad con las voces de los que estuvimos ayer sobrevolando en vuelo raso la música de un Bésame mucho que tarareaba la camarera o algunas melodías de Norah Jones que mullían nuestras conversaciones.


Se traspasa cartera de proyectos que iban desgranando los tertulianos: Un fin de semana en Granada para junio, una visita de un profesor de la universidad quizás para finales de curso que ya ha invitado Vicente, o algunas lecturas nuestras a la vista, como la de Sagrario hoy en la calle Alburquerque, la de Javier y mía en Villaverde o la de María Antonia en la ONCE.


Se traspasa también la cartera de libros de los propios tertulianos, León sorteó un poemario premiado un día en Irún, entre David y yo, que por supuesto yo perdí. Y se traspasaron en el aire, y aun hoy retumban en mis oídos, autores y obras que estamos leyendo o leeremos en un futuro: “Yo este verano me pienso leer el segundo de Los pilares de la tierra” “van varias veces que me lo empiezo y no hay forma” “Pues yo ya he decidido que este verano le toca a Ana Karenina...” “Pero ahora, ahora ¿qué estáis leyendo?” “La luz prodigiosa, Retrato de un hombre inmaduro, La sombra del ciprés es alargada, Historia de la lengua”.


Se traspasan las películas que hemos visto: ¿La luz prodigiosa o Matrix? Y las que veremos: “Hoy proyectan una película japonesa en el Ateneo”. Se traspasan los viajes que hicimos a Italia, las veces que paseamos las ferias de libros antiguos o de ocasión que ahora podemos repetir. Se traspasan nuestros problemas para dar cabida a tantos libros como tenemos en nuestras casas.


Y finalmente se traspasa el único relato que leímos en la tarde de ayer, el de la tertuliana más trabajadora de la semana, el relato que trajo CarmenFron sobre “una Teresa en una Medina del Campo de la postguerra”


¿Qué más se puede recordar? ¿Qué más ofrecer?


El negocio tertuliano es perfectamente rentable e ideal para llevar entre dos personas, cuatro personas, seis personas. Tiene muy pocos gastos: un café con leche y una caña con una inmensa bandeja de patatas fritas, un poleo con una palmerita y otra caña con panchitos. Acompañados siempre de una jarra de agua y unos vasos. Gastos que uno quiera consumir, poca cosa más.


No tiene ni existe carga alguna, somos autónomos y lo que se paga está a nuestros nombres.

El precio del traspaso es simbólico por el tiempo que dedicaré a contarte lo que ocurrió.


Porque lo que yo quiero de verdad traspasar, es la bitácora de ayer. El registro en palabras de nuestra presencia allí en una tarde tan calurosa para ser mayo. Nuestras voces aún sonando entre el eco de aquel café inusualmente silencioso. Las lecturas, los textos, todo cuánto quisimos compartir con quienes sabemos que gustan de nuestra afición. Nuestros proyectos juntos para con la literatura. La confianza que ya va teniendo la nueva camarera con nosotros. Y sobre todo, nuestras ganas de compartir otra tertulia.


Interesados, más que llamar, leer en el http://www.bitacoratertuliagaldos.blogspot.com/


Rocío Díaz Gómez
12 de mayo de 2011

lunes, 16 de mayo de 2011

30ª Jornada/IV Año: Miércoles, 4 de mayo de 2011



¿Donde habré puesto la maldita bitácora?



¿Dónde está? Yo la puse aquí ¿Dónde la habré metido? La he buscado por todas partes, y no la encuentro. Recuerdo que empezaba con sus cuatro asistentes, Rocío Díaz, José León, María Antonia Copado e Ismael Istambul, sentados en torno a una mesa del Ruiz, a la que me incorporaba yo. ¿Donde habré puesto la maldita bitácora? ¡Pero qué cabeza la mía! Me acuerdo de que hablamos de Vargas Llosa y de su bipolaridad ideológica y literaria. Que León nos contó sus viajes a Roma en un Dyane 6 allá por los años setenta. Que alguien citó la famosa frase de Cervantes: "El que mucho viaja y mucho lee, mucho sabe y mucho ve"

¿Tal vez en la nevera? No, en la nevera sólo guardo los restos de la cena de anoche y los cadáveres troceados de dos amigos a los que asesiné la semana pasada a sangre fría. ¿Y en el horno? Imposible: no tiene hueco, y además no funciona. Si no me falla la memoria como me falla el horno, el primero en leer fue Ismael, un "articuento" titulado "Fuera de quicio", en el que su protagonista, Juantxo, padecía los estragos producidos por las opiniones vertidas en los debates radiofónicos por parte de polemistas profesionales, y que su condición de taxista le obligaba a escuchar de noche y de día. Me parece que se trataba de un relato corregido -y mejorado- que ya leyó la semana anterior, y que entonces alguien dijo que reescribir era como podar un árbol o quitarle a la piedra el material sobrante para hacer nacer la escultura. ¿Y si estuviera en bañera? La bitácora digo, no la escultura. No puede ser: a falta de balcón donde sembrarlas, tengo la bañera ocupada por las plantas de marihuana. Después de Ismael leyó José León. Su relato se titulaba "El libro árbol". El libro árbol de León, cuya lectura recomendaba en países septentrionales y en determinadas circunstancias, estaba formado por todos los libros que nunca leyó, y su función no era hermenéutica, sino sensible. Función que cumplió con creces a tenor de los comentarios de los presentes, quienes alabaron unánimemente la sensibilidad que destilaba el cuento.

¿Y si la bitácora puñetera estuviera en un cajón? Porque es ahí, en los cajones, donde descansan para siempre los sueños literarios de las personas, como si fueran féretros. Pero no, no puede ser: he mirado en todos los féretros, digo cajones, y más de seis veces. Y en ellos sólo he encontrado mi soledad junto a un libro viejo de Sánchez Dragó y unas cuantas revistas pornográficas. Creo que fue a esas alturas de la tertulia cuando se unió al grupo Olga, que visitaba el Ruiz por primera vez. Y entonces empezó a leer María Antonia Copado un poema del que recitó varios versos de memoria: "En este espacio en el que me consumo / los espasmos de odio me anegan / arden en la entraña / se hacinan en rincones / que protejo con celo de primicia" ¿Y debajo de la cama? ¿Por qué no podría estar la dichosa bitácora debajo de la cama, ese lugar oscuro en donde descansan otro tipo de sueños, y se refugian siempre los niños que juegan al escondite, las pelusas que escapan de las escobas, los adultos que huyen del dolor de hacerse maduros? No, debajo de la cama no, porque no tengo. Y no porque duerma de pie, o sentado, sino porque no duermo: sufro insomnio crónico. A continuación, si no me equivoco, leyó Rocío un relato de 90 líneas cuyo destino era concursar en un certamen de relatos bajo el tema "Mujeres en el Arte". Las protagonistas de su historia no eran otras que Safo, Frida Kahlo, Camille Claudel, Alma Mahler, las hermanas Brönte e Hypatia, mujeres creativas, inteligentes, arriesgadas, adelantadas a su tiempo.

Tiempo no fue precisamente lo que nos faltó a todos para salir raudos del Ruiz y montarnos en un taxi. ¿A buscar la bitácora perdida, tal vez? No, esa obsesión me corresponde a mí, es cosa mía. A acudir a la presentación de la antología poética "Donde no habite el olvido", realizada por José María Herranz, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Y, si no recuerdo mal, en ese momento finalizó la tertulia del Miércoles 4 de mayo de 2011. Y es también en este mismo momento cuando yo decido dejar de buscar: acabo de acordarme del final que tuvo la breve vida de mi bitácora extraviada. Fue el siguiente: como mis plantas de marihuana habían muerto por falta de luz natural, desesperado decidí trocear la última hoja que quedaba en mi casa y liar sus fragmentos con papel de fumar. Todas las demás hojas, garabateadas con mis historias aburridas y/o absurdas permanecían en el fondo del cubo de la basura; eran recuperables aún. Pero encendí el cigarro y me fumé esa última hoja hecha trocitos, y la casualidad quiso que contuviera las palabras de mi bitácora esquiva. Así podía estar yo buscándola durante siglos.

Me queda el consuelo de saber que ha ingresado directamente en mi imaginación. Pero mucho me temo que no me haya sentado demasiado bien, ignoro si habrá sido la mezcla con mi soledad o con el libro de Dragó o con la falta de horas de sueño a consecuencia de mi insomnio crónico. No sé. Voy a ver si leyendo un poema me sacudo la tristeza y mejoro un poco.

David Lerma
22 de mayo de 2011

sábado, 7 de mayo de 2011

29ª Jornada/IV Año: Miércoles, 27 de abril de 2011

España fue un país de emigrantes en los años 60 y 70...





Podríamos cambiar de coche, de trabajo, incluso de familia pero nunca de pasión. Y eso debió ser lo que nos convocaba puntuales, como cada miércoles, para reunirnos en torno a una mesa del café Ruiz. A mi llegada me encontraría con Rocío, David, Juan Antonio e Ismael. Pronto se sumaron Carmen, Ana, José María Herranz, Javier, Paloma y Pablo Llorente. Y Edith Piaf.

Supongo que también los demás lo advertirían, pero estuvo con nosotros toda la tarde. Yo estuve callada, escuchando a unos a otros, disfrutando. La conversación se inicia y se prolonga por asuntos extraliterarios. Entre ellos el fútbol, circo de nuestros días. Han conseguido que, al menos durante unas horas, el foco de atención se aleje del paro, de la inestabilidad internacional para desviarse al terreno de las pasiones.

Se incorpora a nuestro grupo el almeriense Juan José Hernández, recién llegado de Tinduf, lugar inhóspito que le ha removido el alma. Él ahora puede decir (y quedarse tan pancho), después de ocupar diversos cargos relevantes en el servicio de exteriores, “gracias a Dios, ya no soy nada “.

Nos cuenta anécdotas de su trabajo en Alemania, al lado de los trabajadores españoles. Pienso para mi, qué poco han cambiado las cosas. Muchos españoles en el 2011 y veremos en años sucesivos, emigrarán a Alemania en busca de trabajo.

España fue un país de emigrantes en los años 60 y 70 del siglo pasado, en los 90 acogió a trabajadores extranjeros y de nuevo, exporta y exportará mano de obra (en este caso, esperemos que cualificada). Se trata de ciclos recurrentes. No hemos aprendido a crear industria competitiva más allá del boom inmobiliario.

Por fin, lee Juan Antonio su relato “La decisión”. Se trata del Ulises trasladado a nuestra época. A un alto ejecutivo bancario se le presenta la disyuntiva de retirarse enriquecido o seguir en activo. Es una elección transcendental.

A continuación nos lee Ismael su relato “Fuera de quicio” a modo de articuento sobre la necedad de las tertulias radiofónicas de nuestros días. Le sugerimos que introduzca algún elemento concreto para atrapar la atención del lector.

José María nos lee un largo poema de amor, casi místico pero a la vez sensual, del que extraigo:

“Aprender a ser hombre es un hermoso
camino de abandono y rebeldía […]”

Insiste en que es sagrado.
Y ha llegado la hora de los poetas, porque Javier nos lee un poema breve “El equilibrio de las líneas pararelas”:

“Tengo debilidad por el rojo y el negro […]”

La idea nació cuando a Paloma se le rompió, con la irreversible pérdida de unidades, un collar de cuentas rojas y negras. Qué imagen, pienso. Es bellísima. Casi mereció la pena el incidente.

Pablo Llorente nos explica su punto de vista sobre la poesía. Para él, se trata de una bella arte, cercana a las artes plásticas. José María apunta que la poesía es una forma de aproximación a la realidad. Entiendo que se trata de una forma de conocimiento. La verdad es compleja y diversa. La poesía, con su emoción pura, es capaz de plegarse a ella tal vez con más precisión que la lógica. La poesía es por naturaleza una insensata. Está decidida a vulnerar aquello de Wittgenstein “De lo que no se puede hablar hay que callar”. Ese es su terreno. Incierto pero real, si es que hay algo real, claro.

Estábamos teorizando sobre este asunto, cuando llegó Vicente. Pablo nos expuso su próximo libro que lleva por título (todavía provisional) “Poema del cante jondo”. En él, homenajea a García Lorca, Miguel Hernández y al recientemente desaparecido Enrique Morente. Nos recita unos versos medidos su simplicidad es solo aparente.

De repente se produce una desbandada general con motivo del inicio del partido. El que escribe vive intensamente y claro, no puede ser ajeno a la pasión, en este caso futbolística. Quedamos un grupo reducido, será que somos un poco más insensibles… Paloma, tal vez para poner a prueba nuestro temple, se quita un calcetín y nos enseña su cicatriz. A mí me da un vuelco el espíritu a la altura del estómago, se me nubla la vista, creo que alguien dice, está muy bien, si tiene muy bien color, muy buen color, como si se tratara de un niño. Y es entonces cuando aprovecho para leer yo mi esbozo de poema. Entre todos, porque debe ser pesado, me ayudan a levantarlo. Con tanto estirón se desgaja en dos mitades y la verdad, todavía no sé con cuál quedarme. Rescato unos versos:

“En el reparto del botín de nuestras pérdidas,
me ha tocado el vacío,
todo el vacío […]”

Aún nos leería Ismael su relato “Pepe el ingeniero” . La despedida fue interminable. No lo reconoceríamos nunca, pero nos resistimos a dejarnos.

El deseo no ha acabado.

Celia Cañadas
3 de mayo de 2011