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jueves, 26 de junio de 2008

36ª Jornada: Miércoles, 18 de junio de 2008

Alucinaciones, tertulia y veinte porras con coca-cola


El médico me había dicho que tarde o temprano perdería una parte de la memoria, que no toda, y que si me pasaba bastaría con que me tomara veinte porras con coca-cola para recobrarla (eso lo hice cuando esa noche llegué a casa a dedo), y así fue, pero hoy me ha vuelto a pasar lo mismo, son las tres, así que seguiré así, hasta que los consiga, mientras tanto intentaré representar a los presentes por medio de la técnica impresionista de los escritores del 20´s.

Bien, el caso es que nada más entrar por las puertas de aquel sitio que olía a actor, comediante y a murciano, el interior de mi cráneo se partió en dos, sí, incluso escuché el crujido, en mascletá, de ambos lóbulos diciéndose adiós en distancia de un centímetro. Y, ahí, prorrumpió un estado en el que no sabía ni dónde estaba ni por qué la gente tiene que hablar a voces. Eso sí, me pude fijar en unos cuadros colgados con perchas en la pared, a modo de prendas que parecían artilugios de Modas La Trini, o regalo suplemento fin de semana de La Farola. El caso es que estaba sentado, se acerca una muchacha (la chica del pincho; memoria USB; así la llamaremos) que me dice hola, sigo el juego porque me parecía un poco ridículo decir un: what the fuck are you? No tarda en aparecer otra señorita, que me dice hola y yo allí, sin recordar nada, el cerebro escindido y sudando interiormente hasta encharcar pulmones y otras cosas que dicen tenemos dentro, así a mano derecha. Esta última muchacha cuenta la anécdota de cómo a su hija le pidió perdón un escritor que creía haberse chocado con ella. A lo que su hija contesta
- Pero si no me ha tocado

¡VIVA NUESTRA PRESIDENTA (C.A.M) DE PROCEDENCIA SANTORAL DEMONIACO!

Llegan más gentes. Una chica (así, alta, joven, con el pelo walkirico) y dos rapaces (uno con gafas, que hablaba así, como raro, enganchando palabras una tras otra por la ultima silaba, con un cambio de sentido tras otro como recortes en el área, y el otro que más adelante me enteré de que era Apolíneo; no sé que era eso, así que le llamaremos así, el apolíneo).

Empieza la conversación. Yo no sabía qué decir y me dediqué a improvisar, callarme y tomar nota de lo que se decía, porque hablaban de gentes que, a ratos, escribían libros (¿pá que?).
Esperaba un hito raro, un golpe en la cognición que me devolviera la memoria, cuando surge un comentario que me pareció interesante, del muchacho de gafas.

- ¿Vosotros sois de pista o de barra?

Y allí me quedé sin golpe de cognición ni leches. Escucho que la gente reunida parte de ella era de barra, menos la chica-walkiria, que era de pista. Yo soy más bien de parque (césped o banco; mas bien banco). Mientras tanto una señorita de pelo teñido que porta una correa de cuero rojo con la palabra ruido atada al cuello de la R trae napolitanas, donuts, café y pienso que sólo nos falta el bingo, la pensión, hablar de artrosis y de lo mal edificada que están la obras de Madrid. Del bingo ni rastro.

Llega otro comp0nente, esta vez es una muchacha que lleva una camiseta que pone Motorhead. El ruido es elefantiásico, así que la componente de la hija que no chocó contra el escritor saca la idea de pasar a otra sala. Obedecemos. Allí tomamos asiento. Y una de la componentes que, según creo, había estado en una isla llamada Lanzarote (como el de la mesa redonda, pero con más moreno) no para de balancearse adelante y atrás. Siguen analizando el relato de un tío a cuyos personajes siempre les falta algo. El de gafas acierta una apreciaron sobre el texto (al principio al personaje le dicen hombrecillo, al final le dicen hombre). Yo, mientras escribo, y al tiempo escucho algo de un apéndice al ajillo, me pregunto dónde estoy, quiénes son estas gentes que hablan de libros (¿pá que?). "Ve hacia la luz, Vicente", me dice Caroline, (¿por qué el Madrid ficho a Spasic?).

Digresión al canto y la muchacha que no deja de balancearse suelta, asi, a lo Mein Kapth... hail:
-Vale ya, no nos desviemos.

Quedan rectos como una vela y prosiguen. El muchacho apolíneo lee un poema, surgiendo un problema de alarmas, que me deja sensación de que han robado algo. De nuevo irrumpe el asunto entre si un poeta pertenece a barra y un narrador a pista, y de que es normal que un narrador se pase a poeta, y se meriende su propio apéndice. No entiendo nada. Sólo escribo. Tengo miedo.

Mientras la chica de la camiseta de Motorhead lee una de su creaciones, la R de la camarera se suelta de su correa y salta encima de nosotros e, incluso, nos deja un pitido de oídos como de final de jornada laboral en una fábrica de mediados del XIX. Pero ahí no acaba la cosa, la chica que se balancea pone cara rara, escucho que le explota algo dentro de su cabeza, y además veo salir humo de sus orejas, dice:

-Tengo que hablar de la ley de la gravedad.
Sin duda, me he equivocado de sitio. Pero decido seguir allí, a lo mejor me vuelve la parte de memoria que perdí.
La chica del pincho (memoria USB) suelta una frase de Confucio sobre la adquisición de la sabiduría; Imitación, reflexión, experiencia. De pronto, otro de los individuos que allí se han reunido habla sobre una cena. No acaba el personal de decantarse por un sí o un no, cuando un camarero que lleva en la camiseta su nombre (Sir Víste) acerca un cocktail a la chica-walkiria para al rato ofrecer lo mismo al resto. Mientras, lee la mujer del Pincho (memoria USB), y la R de la camarera no deja de mordernos las pantorrillas, incluso tirando hielo. Yo creo que lo que la pasa a esa camarera es que se le ha roto el potenciómetro o el Whisper XL ha pasado la garantía.


Mientras, otra digresión, ahora sobre los pelícanos; símbolo de amor maternal que cuando no tiene alimento que dar a sus crías se abre el pecho con el pico y alimenta a su prole con su propia sangre.

Me van diciendo que esto se acaba. De pronto, voy al servicio, me miro al espejo y me vuelve la memoria. Sonrío. Al segundo escucho la mascletá en mi cerebro y noto como si me hubieran pasado un imán de frigorífico por la cabeza, a lo ancho. Me despido de aquella gente.

What the fucks are this people?



Vicente González
24 de junio de 2008

martes, 17 de junio de 2008

35ª Jornada: Miércoles, 11 de junio de 2008

¿ Apolíneos o dionisíacos?


Galdós nos espera en los Madrazo cualquier miércoles con o sin manifestaciones. Paredes rojas, cortinas verdes, mesas redondas. Un pequeño escenario en nuestro rincón, donde la palabra toma cita cada semana.

Llegué después de algunos días sin arribar por estos lares. Allí estaba Elena en el rincón del rincón del susodicho lugar. Vicente, Javier, David, Mercedes. Más tarde Carmen sin fronteras y la fantastica Ana.

Primero desangramos y departimos. Compartimos recuerdos y accidentes. ¿Verdad Vicente? Ana "ha dejado el alcohol y vió el partido de España-Rusia" el día anterior. Carmen pidió aguas y limones.

Comenzamos, leí un poema al azar del inefable Paco Sevilla recién salido de la imprenta y puesto en circulación en la feria del libro por Amargord: 120 páginas sin lluvia.

A Vicente le recuerda a la poesía de Bukowski . "Somos una escena trazada con el blanco pincel enfermizo de esta Época". Del que Paco Sevilla destaca su cita, la de Bukowski en ¿Marina escrita en velódromo?... Yo leí un poema con insomnio, espejos y el inconsciente flotando. Lo que dió raíz a que Javier nos planteará si somos más apolíneos o dionisiacos a la hora de escribir. Esto nos llevó a un debate donde los feroces apolíneos representados por Vicente y David no conciben un artista que se lleve por el instinto ni la improvisación. David recordaba a Cela en los cafés hablando de hacer novela y todos hablaban y hablaban pero nada más. Este tema nos ocupó largo rato. A mí me parece que hay muchas formas de trabajar. Surrealistas, metodicas, automáticas...

Carmen sin fronteras y más ahora que está en Egipto nos leyó un relato "La Gata Isis es su Pepito Grillo": "Si las Meninas salieran del cuadro en vez de un café con leche pedirían un Cointreau con ron".

Elena y "La curvatura de la cerveza": "La semana había estado muy lluviosa pero la sed no cesaba".

Los miércoles que al principio fueron jueves se despiden, travestidos de muchachadas.

Sagrario del Peral
15 de junio de 2008

domingo, 8 de junio de 2008

34ª Jornada: Miércoles, 4 de junio de 2008

"Pues parece un coito"

Iniciamos el mes de junio en el café Galdós. Han pasado 33 semanas desde que empezamos esta Bitácora de la Tertulia. Diga 33 (como dicen los médicos) y nosotros ya lo hemos dicho.

Cuando llego, ahí están ya sentados Vicente, Rocío y Elena. Detrás de mí llega David.
El principio de la tarde es pura logorrea. Vicente, poseido por el espíritu de la palabra no para de contarnos cosas. Luego descubrimos, (él nos lo cuenta, que son puros nervios por una prueba médica que tiene al día siguiente). Gracias a esa prueba, en diez minutos nos comenta que no dejemos de leer el libro de John Dos Passos "Rocinante vuelve" (nos lo pasó en un CD), diserta sobre el atractivo turístico de Lanzarote, la última bitácora de Elena, el cumpleaños de David y las edades de algunos de nosotros.

... Y de Noruega, país que también visitó David y nos cuenta que le gustó más Copenhague que Oslo.
Aparece Lady Noise, la Tertulia por un momneto se convierte en consultoria y/o gestoría y le resolvemos algunos problemas técnicos sobre el carnet de conducir teórico. Alguien dice que el lugar más facíl para sacarse el carnet de conducir no es Cuenca, es Melilla (frase para reflexionar, si se tiene tiempo).

Y el tiempo de tertulia comienza de veras. Empiezo yo, leyendo (hoy he hecho muchos deberes) cuatro poemas cada uno de distinta factura. Un soneto que contiene el verso que propusimos hace algunas semanas sobre "un poema lleno de cicatrices" y que acaba con el terceto:

El llanto consiguió echar raíces,
se puebla de naufragios el papel.
El poema tendrá mis cictrices.
El segundo poema, largo, para lo que me es habitual nació con la idea de "me marcharé cuando cambie el viento".

Origina algún discusión, tienen toda la razón mis críticos (grupo encabezado por Rocío). Al poema le falta situar al personaje del que habla el narrador. Corrijo el principio y se queda de este modo:

Entonces no me sentiste.
Llegué del huiracán y la tormenta
envueltos los pies en algodones
oculto tras el ruido de la lluvia.
Creo que el poema ha ganado mucho.
Este juego de adelantar en la narración o en el poema lo que va a suceder provoca que Vicente nos hable de la prolepsis y la analepsis.

Leo el tercer poema, una nueva entrega de mi serie "el francotirador". Cuando termino de leerlo el comnetario de David y de Rocío me dejan un tanto sorpendido. Uno escribe los poemas desde una idea y no piensa en lo que pueden interpretar los demas. Ellos dicen que el poema habla de un coito. Bien mirado, podría ser así.

El principio del poema dice:

La sangre circula
dolorosamente.
Se demora a su paso y se ovilla
como el ronroneo de un gato
en el nido de tu pecho,
(...)

Un coito, ¿por qué no?

Leo el cuarto y último poema, más breve: "El ladrón de ideas".

Habla Vicente de la necesidad de una motivación.
El protagonista debe tener un motivo claro. Opino que tal vez sí deba ser así en la narración pero no en la poesía. Vicente nos pone de ejemplo el relato de Javier Tomeo, "Problemas de identidad". Nos lo enviará y lo comentaremos en las próximas semanas en la Tertulia.

Yo, al hilo de esto, propongo también otra lectura para comentar en otra de las tertulias: el cuento "Diles que no me maten" de Juan Rulfo. Lo enviaré yo, junto con un archivo de sonido con la voz del propio Rulfo leyendo el relato.

Es momento de peticiones y Elena le traerá su pincho (el pendrive) a Vicente para que le copie a Cortázar.

Vicente, eufórico, está a punto de reaccionar como los amigos un tanto bebidos que se ponen cariñosos y te dicen aquello de "¿te he dicho tío cuánto te quiero?", "eres mi mejor colega"...

Rocío lee su relato, titulado "Esperanza de vida de un camaleón estresado". Ya el título nos engancha. Nos encanta. La historia de una pareja estancada en su relación en la que ella adopta como mascota un camaleón, que le hace más compañía que su propio marido. Deducimos (chicos listos nosotros) que el camaleón es una metáfora de situación. Un animal de tan poca reacción, pero, como decía, de mayor reacción que su esposo.
Aparece Aureliano. el día 10 de junio presenta su libro en la Biblioteca "Manuel Alvar" de Madrid. Nos dice que lleva una vida enloquecida, también que a José María, el amigo poeta con el que vino la semana anterior, le gustó la Tertulia (que protagonizó mi afonía, pienso yo).

Un día traerá a su hermano Luis Cañadas, pintor y autor también de cuentos. Nos dejará Luis cuando lea que le demos caña, "le daremos cañadas" dice Elena. Reímos.

David hace intentos de leer su poema, antes de poder leer el primer verso, Aureliano nos pide disculpas porque se tiene que marchar, se va a una presentación de un compañero poeta del Círculo de Bellas Artes. "Enviánoslo a todos por correo", le pide a David.

David nos lee su mirada particular sobre la idea "Me quedaré hasta que cambie el viento", frase que dice Mary Poppins en la película.

En el poema de David el protagonista seguirá esperando a la amada cuando haya cambiado el viento. Corregimos un poco el final y dejamos el verso:

"cuando no haya lumbre."

Antes de continuar la lectura, propongo a los narradores que para el próximo miércoles escriban un relato con las frases "¿te he dicho tío cuánto te quiero?", "eres mi mejor colega"... Un reto, ya lo sé, pero no hay nada imposible.

Mi futuro como inventor de chistes empieza a tambalearse cuando les pregunto así, sin anestesia: ¿Cuál es el poema más limpio?
Me miran.
Les contesto: "la e-lejía"

Flipan, estoy entrando en una vía muerta, me salgo de ella como puedo.

Lee Elena su poema "Romanza" (hoy estamos siendo más protagonistas los poetas, je, je...) con versos e imágenes tan fantásticas como:
Toda esta noche
ha guardado su oscuridad
bajo los acordeones de las aceras...

Terminamos la tertulia de hoy con este poema también lleno de cicatrices.

Propongo para los poetas que intenten escribir para el próximo miércoles algo con un versos que me ronda desde hace días (saldrá tarde o temprano, lo sé):

"no hay seda que cubra mi herida"

Culminamos la jornada 34.
Decimos 34.

Nos vemos el próximo miércoles en el Galdós.




Javier Díaz Gil
17 de junio de 2008

martes, 3 de junio de 2008

33ª Jornada: Miércoles, 28 de mayo de 2008

Patchwork
cada retal sobrante es un pequeño tesoro

Ella llega como si se hubiera encaramado a lo más alto del árbol. El esfuerzo por la última cuesta, a tremenda velocidad, sin dejar de sortear. Hortaleza, dos semáforos antes de Gran Vía, Alcalá. Vamos a suponer que se llama Lena. La acera del Círculo lleva una riada de camisetas naranjas envolviendo manifestantes (viene siendo la tónica, miércoles tarde, mani). En nuestro corner rascaman particular hay silencio. David, Rocío y Javier, sentados, hacen los honores. Las sonrisas afloran y ella sabe que son tan auténticas, como el palpitar del pecho que la empuja como una bala. La voz de Javier ha migrado a sus muñecas, junto a sus pulseras, pero hace esfuerzos por hacerse entender y eso aminora el volumen del resto, con una empatía notoria que nos deja más unidos.

Después, Ana nos trae el calor, ojos encendidos como antorchas, salpicándole la cara. La chispa acompaña todo el día, dice, pero la percibe como tontería, adolescencia revisitada que trae otro matiz de las cosas, del encuentro. Hay un muchacho que le mira y, quién sabe si no buscará esa fuerza de Ana, tan difícil de encontrar. Lo que está claro es lo bien que le queda a su cara sorprenderse de su reacción, tan viva, tan vital. Reímos.

Pasamos a nuestras telas. Rocío trae una buena pieza, se trata de una mujer, que explota en un: “Y YO QUÉ…”pues ha sido víctima de un exceso de cariño mal entendido. Aunque no lo vende, nos dice que es (perdón, no es textual, aquí casi todo es aproximado a una visión particular, la de Lena) una tontería. Pero tiene algo que es tan real, tan humano que nos engancha. “Mercedes, me has planchado el orgullo?, Mercedes, el nudo en mi garganta no me gusta te lo quedas o mejor, me lo cambias…?”

Luego, sorpresa. Es la llegada del Aure con un chico alto, muy formal, que trae una cartera con asa y se la pone, cuidadosamente, sobre sus dobladas piernas, largas como las de una cigüeña. -“¿estás cómodo?”. Se llama José María Herranz y tiene libros danzando por la calle que paran en el semáforo si está rojo. Ha sacado una libreta manuscrita. Su pequeña caja de labores, (a diferencia del relato que requiere el rulo para enrollar la tela, como dice Rocío) y elige uno que lee muy profundo, como la savia de un árbol. Un paisaje que se cumple como padre en el hijo, entre largos versos. Siguen los incendios de conocimiento, de células libres.

Aure le cita en un poema, como primero fue J. María a Aure, o al revés. El tema es, de nuevo, de padre y de hijo, un surtidor de cariño por alguien inexistente, con su mochila, con su otro silencio. “Una vez tuve un hijo”. Estos son los pañuelos de seda con poesía y pasos de sueño, de vida, de descendientes que renuevan. Aure también nos entrega una invitación para ir a la próxima presentación de “Menos nuestro dolor”. (Será en la Calle Azcona, la biblioteca de la CCAA de Madrid, Manuel Alvar, el martes 10 de junio de 2008 a las 19,00 horas)

Lena lee algo de piedra no tan esbelta, aunque sea ese el título. Cuesta entrar, es como un bloque. Javier diagnostica que lo que tiene es sínquisis, todo muy concreto, sin verbos, conciso. (SÍNQUISIS del griego, “yo confundo”) y entonces quedamos en que hay que dar una vuelta para que esta tela que parece un paracaídas, no cubra la nube, la nieve y a la propia montaña. En esto de la confección hay tanto que aprender!!

Más tarde, Ana, que ha traído su preciosa tela de colores del otro día, en gallego y traducida, donde se lee un nombre, la regala y a alguien se le derriten luces en la frente, como un arcoiris. Ha bordado optimismo con gelatina rosa matando lo gris. Viene pidiendo que nos entre como cristalitos de sabor a vida. Lo ha titulado “SAL DE AHÍ”. También hay un “Se cayó, pero no se levantó” pero lo cambiamos mentalmente por “y le costó levantarse” porque, en el fondo, todos nos convencemos de que se levanta, una rodilla en suelo y la otra tomando impulso. Y Ana también tiene un diagnóstico del afamado doctor Afónico, -“Lo tuyo va a ser naufragio por frases largas… Te vas a tomar las frases con moderación, con mesura, no en el número si no en su tamaño”.

Carmenfron está a su lado, llegó la última pero disciplinada, con una aguja. No ha podido bordar, lo tiene todo acumulado en su cabeza, esperando el momento. Sus filigranas, largas y cortas, con fantasmas, con segundas, están sobre las encías, que se han interpuesto y, justo ahora, pueden estar entreteniendo al dolor para que no den guerra, más bien tranquilitas. Dice que esta semana igual se muere y lo que hay que interpretar realmente es que no han acabado de solucionar su inflamación de dentadura y que le toca seguir. Pero no le va la vida en ello, es una licencia de quien se sabe querido para que nuestros mimos ahuyenten, por completo, la incertidumbre. Todos creemos que amar es el verbo más bello, y eso sí gana la vida. Te lo digo, como si lo cantara Silvio.

Rocío se arranca con “Este poema está lleno de cicatrices” y celebramos la ocurrencia porque es una delicia, un tejido que se gana el respeto, cosido entre silencios de pareja que no sabe cómo contar su historia.

David comparte que su hijo ya le llama y algo verde aflora en su oscura camisa. Javier empieza algo como un bello brocado, pero le falta el hilo de las musas. Permanece la sensación de buscar la seda que cubra la herida. Además, asegura que cuando le vuelva la voz coserá a sonetos esta mesa del Galdós, para que haya más luz.

Como podemos, rescatamos los retazos no utilizados. Nos referimos a los deberes para el próximo día: ME QUEDARÉ HASTA QUE CAMBIE EL VIENTO (de Mary Poppins), también hacemos unos binomios imposibles, si os parece os cedo uno: SUEÑO DE ASFALTO.

Queda mucho por pensar, como el padre que en su desvelo llega a crear y a sufrir por el hijo que no tiene, pero una sobresale: ¿qué pasaría si llevásemos dentro esta misma disposición, como la que se adueña de este rato, a todas las cosas que hacemos?

Diría Fernado Borlán en “Aunque el alba se quiebre”:

Y qué se puede hacer

para cambiar de vida,

o para que no cambie,

al fin es todo igual

(Patchwork, recortes cosidos para hacer cubrealmas, cortinas de ojos o fundas de corazón. Alegría del barco que vuelve. De eso también se habló, de quienes han de volver pronto… otro día).


Elena Gutiérrez

31 de mayo de 2008

32ª Jornada: Miércoles, 21 de mayo de 2008

Allan Sillitoe (Gran Bretaña, 1928)

Son poco más de las 18:00 horas cuando aterrizo en el Café Galdós. Allí me espera una carta, a franquear en destino, con el matasellos de urgente, sin remite. La abro obedientemente y leo su mensaje: el texto anuncia que he sido agraciado con el premio de escribir la Bitácora de hoy. Es un honor. Acepto el reto. En la mesa ya esperan Javier, Elena y Vicente. Detrás de mí llega Rocío, con su bolso naranja cargado de historias como conejos en una chistera. A continuación aparece Sagrario, después de un tiempo sin verla. Como la tarde presagia regresos, hasta nuestra mesa se acerca Lady Noise, superada su semana de ausencia. No conozco mejor modo (tampoco otro) de ocupar los huecos que llenándolos, me digo. La recuperada Lady Noise frota nuestra lámpara de los tres deseos y a los pocos segundos ella nos concede cuanto le hemos pedido: café, donuts, cerveza.

Se inicia la clase con una discusión en torno a Almudena Grandes. En la tertulia conviven defensores y detractores de su obra. Vicente esgrime un artículo de la escritora, publicado en un dominical, en el que ha marcado a bolígrafo no pocas correcciones y posibles enmiendas al texto. Remata la crítica con una frase que a mí me parece acertadísima: por 3.000 euros mensuales hay que ser sublime sin interrupción, entona Vicente. Yo creo que hay que serlo por menos, incluso gratis, siempre que uno se lance a esta tarea ardua e ingrata, de raíces divinas, que es la escritura. Javier apostilla que a él le gustaría aún más la Grandes si supiera quién se quedó el libro de ella que dejó en préstamo y que aún no le han devuelto. Yo voy más allá, y pienso que no se deben prestar libros porque al hacerlo lo único que uno consigue es reducir su biblioteca y su círculo de amigos.

Pasamos a comentar el relato de Alan Sillitoe, “El cuadro de la barca de pesca”, contenido en su colección de cuentos “La soledad del corredor de fondo”, publicada en 1959. El relato narra la historia de un hombre y una mujer que, tras un breve y tormentoso matrimonio, se separan. Ella se va con un pintor de paredes, pero al cabo de seis años, aparece en la casa de su antiguo esposo. Su aspecto ha desmejorado mucho. Ella le pide a él que le regale el cuadro con una barca de pesca que permanece colgado en la pared, el último de una serie de tres que les entregaron como regalo de bodas. Él se lo da y seguidamente ella lo empeña. En una de sus rondas como cartero, el hombre ve el cuadro en la casa de empeños y lo recupera, pero no le dice nada a su exmujer. Las visitas de ella a casa de él se repetirán cada jueves por la tarde durante los diez años siguientes. En la última visita, ella le volverá a pedir el cuadro de la barca de pesa, él se lo entregará y a las pocas horas sobrevendrá la desgracia. Bajo mi punto de vista, el atractivo del relato reside en dos elementos fundamentalmente: en primer lugar, en el personaje de la mujer, que me resulta deliciosamente ambiguo, ambivalente y contradictorio, con rasgos de maldad y de bondad a partes iguales; y en segundo lugar, en la relación que se establece entre los dos protagonistas, tortuosa cuando media el compromiso del matrimonio, y más edificante durante los diez años en los que se mantiene por el simple placer de encontrarse. En la tertulia se discute acerca de la personalidad pusilánime o no, egoísta o no, fría o no, del protagonista masculino, y se destacan varios aspectos más del texto: el carácter simbólico del cuadro, el motivo que contiene y su denominación nostálgica como “el último de la flota”, el tratamiento minucioso y obsesivo que el autor hace del tiempo en el que transcurre la historia, la II Guerra Mundial como telón de fondo no casual, el párrafo inicial como declaración de estilo y principios del autor, la ausencia de sexo en los encuentros de los jueves, la incomunicación como barrera entre el hombre y la mujer, la intencionalidad del personaje masculino en el desenlace fatal de la historia, las diferencias en la traducción entre las dos ediciones traídas al Café, etc, etc. Javier se pregunta si Sillitoe se planteó una sola de estas cuestiones antes de escribir el relato, e intuye que no, que todas forman parte del imaginario del lector, pero que es en eso precisamente donde estriba la magia de la Literatura. Para mí, el propio Sillitoe contesta en su relato a la pregunta formulada por Javier, cuando dice: “Papá solía decir que los libros sólo los leen los tontos, porque tienen tantas cosas que aprender”. Estoy totalmente de acuerdo con el escritor inglés: si leo es porque soy tonto y necesito aprender. Es más, como el célebre libro de Alberti, no sólo soy un tonto sino dos, porque lo que he visto me ha hecho dos tontos.

Sigamos, pues, leyendo. Es el turno de Carmen Frontera, quien ha llegado hasta la tertulia vestida con un refulgente traje de color rojo incendio, a tiempo para leernos una historia de recuerdo y barbarie, con tintes de fantasía histórica. El comienzo anticipa lo que vendrá después: “Las cosas no iban bien…”. Aprendo que el efecto mariposa consiste en la consecuencia imprevisible y catastrófica que el simple vuelo de una mariposa puede producir en las antípodas del mundo. Nunca sabemos donde acecha el peligro, reflexiono. Vicente saca a Sagrario del ensimismamiento en el que se halla al grito de ¡Sagrario!, después de recomendarnos la película La Familia Savage. Javier, por su lado, nos recomienda la película Elegy, al tiempo que corrige la expresión “restos mortales” del relato de Carmen Frontera. Esa expresión, “Restos Mortales”, despierta en mí reminiscencias profesionales, así que, no sé por qué, porque no viene a cuento, aseguro a la concurrencia que yo como de los muertos, pero no en plan caníbal, matizo, (aunque casi), sino desde la parte aseguradora. La tertulia ha llegado ya a ese punto en el que a sus integrantes sólo nos falta hacer la ola.

Rocío se marcha del Café con su bolso/chistera cargado de relatos sin leer. Menos mal que hay más miércoles que longanizas, suspiro. Para apagar la tristeza por la marcha de nuestra más insigne narradora, Ana, que ha llegado después de Carmen, nos lee una poesía en gallego. Gracias a su acento y a su dicción musical los versos suenan a rimas cantadas por los Ángeles. Nos ha gustado “muito”, le decimos. Particularmente, estos dos versos magníficos: “Cheas-me a frente de cores / E as mans de sorisos” (Me llenas la frente de colores / y las manos de sonrisas). Huelgan los comentarios. Elena lee su poema de cicatrices, que posee varias perlas poéticas de su fuente de lirismo inagotable. No voy a reproducir aquí todas las estrofas, aunque debería, pero sí algunos de sus versos más bellos: “pensando en acunar, quedamente / cada lunar que puebla tu cuerpo”, y “Puedo prestarte, / si quieres, / la sombra de tus labios”. El “si quieres” es un añadido atribuible a Javier. Yo, contesto, sí quiero. Pero guardo silencio y no lo digo. Por pudor.

Antes de partir hacia la cotidianidad de nuestras vidas respectivas se dejan puestos los deberes del día siguiente: para los narradores, un relato que tenga cualquiera de estos dos diálogos: - Está solo. – No me extraña; ó – Mi código postal es el 28048. Para los poetas, carta libre por la vía de la sección “A tu bola”. Son las 20:30 horas y ha llegado el momento de dejarlo hasta el miércoles próximo. Igual que en el cuadro colgado en la pared sobre mi cabeza, a la venta por el módico precio de 150 euros, que no contiene barcas de pesca ni tampoco peces, aunque si la leyenda: “To be continued…”.

Me monto en el Metro mientras me pregunto por qué razón no podríamos celebrar nuestra tertulia todas las tardes de todos los días de todas las semanas del año, y a cambio, ir a trabajar una única vez por semana, por ejemplo, los miércoles por la tarde. Me bajo del Metro al llegar a mi destino y entonces me doy de bruces con la realidad.

Casi es jueves y quedan siete días para la siguiente tertulia.


David Lerma Martínez

22 de mayo de 2008