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jueves, 26 de junio de 2008

36ª Jornada: Miércoles, 18 de junio de 2008

Alucinaciones, tertulia y veinte porras con coca-cola


El médico me había dicho que tarde o temprano perdería una parte de la memoria, que no toda, y que si me pasaba bastaría con que me tomara veinte porras con coca-cola para recobrarla (eso lo hice cuando esa noche llegué a casa a dedo), y así fue, pero hoy me ha vuelto a pasar lo mismo, son las tres, así que seguiré así, hasta que los consiga, mientras tanto intentaré representar a los presentes por medio de la técnica impresionista de los escritores del 20´s.

Bien, el caso es que nada más entrar por las puertas de aquel sitio que olía a actor, comediante y a murciano, el interior de mi cráneo se partió en dos, sí, incluso escuché el crujido, en mascletá, de ambos lóbulos diciéndose adiós en distancia de un centímetro. Y, ahí, prorrumpió un estado en el que no sabía ni dónde estaba ni por qué la gente tiene que hablar a voces. Eso sí, me pude fijar en unos cuadros colgados con perchas en la pared, a modo de prendas que parecían artilugios de Modas La Trini, o regalo suplemento fin de semana de La Farola. El caso es que estaba sentado, se acerca una muchacha (la chica del pincho; memoria USB; así la llamaremos) que me dice hola, sigo el juego porque me parecía un poco ridículo decir un: what the fuck are you? No tarda en aparecer otra señorita, que me dice hola y yo allí, sin recordar nada, el cerebro escindido y sudando interiormente hasta encharcar pulmones y otras cosas que dicen tenemos dentro, así a mano derecha. Esta última muchacha cuenta la anécdota de cómo a su hija le pidió perdón un escritor que creía haberse chocado con ella. A lo que su hija contesta
- Pero si no me ha tocado

¡VIVA NUESTRA PRESIDENTA (C.A.M) DE PROCEDENCIA SANTORAL DEMONIACO!

Llegan más gentes. Una chica (así, alta, joven, con el pelo walkirico) y dos rapaces (uno con gafas, que hablaba así, como raro, enganchando palabras una tras otra por la ultima silaba, con un cambio de sentido tras otro como recortes en el área, y el otro que más adelante me enteré de que era Apolíneo; no sé que era eso, así que le llamaremos así, el apolíneo).

Empieza la conversación. Yo no sabía qué decir y me dediqué a improvisar, callarme y tomar nota de lo que se decía, porque hablaban de gentes que, a ratos, escribían libros (¿pá que?).
Esperaba un hito raro, un golpe en la cognición que me devolviera la memoria, cuando surge un comentario que me pareció interesante, del muchacho de gafas.

- ¿Vosotros sois de pista o de barra?

Y allí me quedé sin golpe de cognición ni leches. Escucho que la gente reunida parte de ella era de barra, menos la chica-walkiria, que era de pista. Yo soy más bien de parque (césped o banco; mas bien banco). Mientras tanto una señorita de pelo teñido que porta una correa de cuero rojo con la palabra ruido atada al cuello de la R trae napolitanas, donuts, café y pienso que sólo nos falta el bingo, la pensión, hablar de artrosis y de lo mal edificada que están la obras de Madrid. Del bingo ni rastro.

Llega otro comp0nente, esta vez es una muchacha que lleva una camiseta que pone Motorhead. El ruido es elefantiásico, así que la componente de la hija que no chocó contra el escritor saca la idea de pasar a otra sala. Obedecemos. Allí tomamos asiento. Y una de la componentes que, según creo, había estado en una isla llamada Lanzarote (como el de la mesa redonda, pero con más moreno) no para de balancearse adelante y atrás. Siguen analizando el relato de un tío a cuyos personajes siempre les falta algo. El de gafas acierta una apreciaron sobre el texto (al principio al personaje le dicen hombrecillo, al final le dicen hombre). Yo, mientras escribo, y al tiempo escucho algo de un apéndice al ajillo, me pregunto dónde estoy, quiénes son estas gentes que hablan de libros (¿pá que?). "Ve hacia la luz, Vicente", me dice Caroline, (¿por qué el Madrid ficho a Spasic?).

Digresión al canto y la muchacha que no deja de balancearse suelta, asi, a lo Mein Kapth... hail:
-Vale ya, no nos desviemos.

Quedan rectos como una vela y prosiguen. El muchacho apolíneo lee un poema, surgiendo un problema de alarmas, que me deja sensación de que han robado algo. De nuevo irrumpe el asunto entre si un poeta pertenece a barra y un narrador a pista, y de que es normal que un narrador se pase a poeta, y se meriende su propio apéndice. No entiendo nada. Sólo escribo. Tengo miedo.

Mientras la chica de la camiseta de Motorhead lee una de su creaciones, la R de la camarera se suelta de su correa y salta encima de nosotros e, incluso, nos deja un pitido de oídos como de final de jornada laboral en una fábrica de mediados del XIX. Pero ahí no acaba la cosa, la chica que se balancea pone cara rara, escucho que le explota algo dentro de su cabeza, y además veo salir humo de sus orejas, dice:

-Tengo que hablar de la ley de la gravedad.
Sin duda, me he equivocado de sitio. Pero decido seguir allí, a lo mejor me vuelve la parte de memoria que perdí.
La chica del pincho (memoria USB) suelta una frase de Confucio sobre la adquisición de la sabiduría; Imitación, reflexión, experiencia. De pronto, otro de los individuos que allí se han reunido habla sobre una cena. No acaba el personal de decantarse por un sí o un no, cuando un camarero que lleva en la camiseta su nombre (Sir Víste) acerca un cocktail a la chica-walkiria para al rato ofrecer lo mismo al resto. Mientras, lee la mujer del Pincho (memoria USB), y la R de la camarera no deja de mordernos las pantorrillas, incluso tirando hielo. Yo creo que lo que la pasa a esa camarera es que se le ha roto el potenciómetro o el Whisper XL ha pasado la garantía.


Mientras, otra digresión, ahora sobre los pelícanos; símbolo de amor maternal que cuando no tiene alimento que dar a sus crías se abre el pecho con el pico y alimenta a su prole con su propia sangre.

Me van diciendo que esto se acaba. De pronto, voy al servicio, me miro al espejo y me vuelve la memoria. Sonrío. Al segundo escucho la mascletá en mi cerebro y noto como si me hubieran pasado un imán de frigorífico por la cabeza, a lo ancho. Me despido de aquella gente.

What the fucks are this people?



Vicente González
24 de junio de 2008

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