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martes, 24 de febrero de 2009

18ª Jornada/II Año: Miércoles, 18 de febrero de 2009

... vigilancia del subsuelo

Desde pequeño lo tuve claro. A la pregunta de qué quieres ser de mayor, yo siempre contestaba resuelto: policía. No había ninguno en la familia, pero a mi me parecía que aquella era la profesión más importante del mundo. Se podía prescindir de los maestros, sobre todo de algunos, de los tenderos, de los acróbatas pero los policías eran los que hacían que todo marchase. Si existía el orden, era gracias a ellos.

Y a mis veinticuatro años aprobé la dura oposición a policía nacional, tras dos intentos fallidos y muchísimo esfuerzo. Lo peor: las pruebas psicotécnicas. Los números siempre se me resistieron y lo peor es cuando les da por mezclar números y letras. Es de locos. Pasé raspando. Supongo que por eso las prácticas me tocaron en esta unidad: la patrulla de Vigilancia del Subsuelo. Esto no se lo pide nadie, aquí te mandan y punto. Ya el nombre me sonaba a infierno, todo el día bajo tierra.

-Te tocó de topo, tío – me dije. Todavía no sabía lo que me esperaba.

Llevo diez días. Casi siempre se trata de vigilancia rutinaria, se camina despacio, la atmósfera es irrespirable, falta luz, oxígeno, calor. Vamos en parejas. Cuando llegué me pusieron con Rafa, otro agente con más experiencia. Al ver mi cara de espanto me soltó:- No te preocupes, aquí no estamos nunca solos. No miento: no sabes cómo se crían las ratas en esta maldita ciudad.

Ayer por la tarde nos tocó patrullar el conducto 29C, entre Sevilla y la calle Cedaceros. Está dentro del perímetro de seguridad de las Cortes y claro, la presencia allí es casi constante.

Nos plantamos el equipo: el mono azul oscuro, las botas de agua, el casco con luces y el detector de gases. Bajamos a eso de las seis. A unos cien metros de la entrada los pitidos de los detectores de metano avisaron y paramos. No hacía falta salir. A pocos metros había un respiradero y allí fuimos, a ventilarnos un poco y que se nos pasase el susto. Debíamos estar justo debajo de un bar o un café porque se oía ruido de sillas y música de fondo.

-Bueno por lo menos estaremos animados- dije

Se oía una voz de chica que decía suplicante:

-¿Podrías traerme, por favor, otro libro Rojo?

-Coño, ¿no será eso una reunión de comunistas trasnochados?- le dije a Rafa

-Hay gente pa too, tío.

Luego una voz de hombre dijo:

-Hace un año que volví a nacer-

Ya está, esto es una reunión de exalcohólicos, que hacen terapia de grupo y parece que eso de contarse sus penas pues les anima y así se ahorran el psicólogo. Parecían muy contentos. Curioso.

Hablaban de pelis. El lector. Muy buena, decían. Vamos, no iría yo a ver esa ni loco. Menudo coñazo. Luego de otra, Revolutionary Road. Esta les tuvo un buen rato entretenidos, debe ir sobre una pareja que fracasa y decide ir a París. Lo normal suele ser al revés: uno se empareja, se va a París y luego entra en crisis. Aquello debió acabar como el rosario de la aurora. También son ganas de sufrir, ir al cine a ver desgracias. Pues ya que vas y te gastas tus siete euritos, que sea a pasártelo bien, hombre.

De repente cazo al vuelo una confesión de un chico, creo que era la misma voz del que había dicho que había vuelto a nacer: “[…] los enterré en mi jardín”.

Lo que yo hubiera dado por un destino en la brigada de homicidios y no esta mierda de topo.

-Rafa, ¿tú crees que deberíamos poner esto en el informe para el subinspector?

Y Rafa:- Tu alucinas, estará borracho, ni se te ocurra estrenarte con semejante tontería.

Seguimos con la inspección del colector y las voces quedaron atrás. A los pocos minutos, otra vez los detectores se ponen a pitar como locos y volvemos sobre nuestros pasos al respiradero. Capto “Deseo y fantasía”. Ahora se oía mejor, no había música de fondo.

-Bueno, pues como esto siga así, aquí echamos la tarde- dice Rafa.

Arriba seguía esa gente, con lo suyo.

Ahora hablaban del Acrobat Distiller y se pusieron a leer poesías.

“Las bocas

de los centro comerciales

son refugio de sirenas

danza de los parking”

Aquello les gustó. Alguno expresó sus dudas sobre lo acertado del título.

Luego hablaron de un tal Ulises que se había ido al super. Y más poesía:

“Locura que amanece”

Me ratifiqué en mi primera hipótesis, debía ser un grupo en rehabilitación.

Luego cambiaron de tema y justo comentaban la peli que fui a ver con mi novia el sábado.Brad Pitt, el tal Benjamin Button es una persona que envejece al revés que el resto de los seres humanos.Hay un accidente.

-Qué buena, Rafa, tienes que verla.

Otra vez leen poesías:

“A esta luz

naciente y pura

de febrero

tendré que asirme

en esta víspera

de certezas

inestables.”

-Digo yo: para luz la que no tenemos aquí, en este colector asqueroso…

A partir de ese punto la conversación fue derivando entre si era posible el amor (¡qué gente más rara!, ¿serán de esos que ahora llaman “singles”?), la felicidad, el sexo. De repente una voz se eleva sobre las demás y grita: ¿Dónde están todos los hombres? Se les va la pinza…

Citan el mito del andrógino que el filósofo ateniense Platón explica en su obra El Banquete. En otro tiempo existía una clase particular de ser humano que se llamaba andrógino; este ser reunía en sí a los dos sexos: el sexo femenino y el sexo masculino.Los seres humanos contaban con cuatro brazos, cuatro piernas, dos rostros y una sola cabeza. Tales cuerpos resultaban muy vigorosos y concibieron la idea de combatir a los dioses. Zeus, entonces, planeó un medio para debilitar a los seres humanos: dividirlos en dos. Desde entonces los humanos tuvieron que caminar sólo con dos piernas. Hecha esta división, cada mitad hace esfuerzos para encontrar a su otra mitad.

Todo muy bonito- pienso yo- pero ya me gustaría a mi ver a esos andróginos caminando casi de rodillas por estos túneles que no miden, a veces, más de medio metro de ancho por uno de alto. Sólo de pensarlo, me parto.

Se unió al grupo una mujer catalana que no hacía más que repetir con acento cerrado “el sentimiento más deseado es el amor” , “ el sentimiento más deseado es el amor”, y así un rato. Me hubiera gustado verla, para decir algo así a voz en grito.

Otra voz de mujer relató la vida de Catalina, muy bella en su juventud, que acabó siendo víctima de la cirugía estética hasta el punto de pretender “arreglarse” el cerebro. A eso llegó porque el marido le decía cosas como “Vaya culo para forrar pelotas”. La verdad es que los tíos, a veces, somos muy bestias.

Nos avisan por radio de un código 11 en las próximidades. En el colector 26CV, unos rateros están robando una bobina de cobre de Telefónica. Se acabaron las poesías. Empieza el trabajo.



Celia Cañadas
20 de febrero de 2009

lunes, 23 de febrero de 2009

17ª Jornada/II Año: Miércoles, 11 de febrero de 2009

Tarde de búsquedas y preguntas... y el Barón Ashler

Esta tarde del 11 de febrero de 2009 fue una tarde de búsquedas y preguntas. Nuestra búsqueda de musas que no aparecieron a las que queríamos hacer algunas preguntas. Y de preguntas de gente que buscaban a otra gente.

No recuerdo que haya habido otra tarde de Tertulia como ésta en la que nadie hubiera traido nada escrito. Las musas pasaron de largo por encima de nosotros durante la última semana.

Pero no nos importa.

Alrededor de la mesa estabamos sentados Rocío, Vicente, Sagrario, Ana, Elena, Carmenfron y yo. Siete escritores en busca de algo de qué escribir.

Ya digo que no nos importa.
Surge igual la conversación y comento cómo desde una emisora de radio Juan José Millás propuso el pasado viernes escribir un breve relato que empezase por la frase: "No sé cómo...".
Rápido la adoptamos (con permiso de Millás) para los deberes del siguiente miércoles.

Sagrario trae un libro de poemas de una joven poeta canaria, Verónica García y leemos alguno de sus versos que nos traen amor y sensualidad.

Empiezan las búsquedas y las preguntas. Materializadas en un joven que habla por el móvil y que tras dos intentos de acercarse a nosotros nos pregunta finalmente: "¿Sois de los 'singles'?"

Negamos con la cabeza. Se explica. Al parecer hay una reunión convocada por Internet en el Galdós de un grupo de solteros y solteras... ahora es más "cool" llamarse "singles".

No podemos evitar estar pendiente de él toda la tarde porque por allí, en las siguientes horas, no ha aparecido el tal grupo de singles, ni siquiera un triste LP.

El pobre no para de dar vueltas: ¿será un single de 45 r.p.m.?

¿Y por qué no nos ponemos a escribir para remediar la falta de lectura? "Hoy, si ha venido una musa se ha ido avergonzada", comenta alguien.

Propuesta rápida. Escribamos como los surrealistas un cadaver exquisito.
Todos aceptan.

Arrancamos una hoja de papel de nuestro cuaderno y cada uno escribe un primer verso. Después hacemos circular el papel hacia nuestra izquierda dejándonos llevar por la primera imagen que se nos venga a la mente para continuar el poema.

Los poemas comienzan con versos como:

- No es por nada
- En el ascensor viví un momento trágico
- ¿Sois de los singles?
- A hurtadillas mueren los días
- Era una mañana con luna llena
- Me dijo que el color amarillo le gustaba demasiado
- La guerra siguió nuestros pasos

Leemos los cadaveres (nos autoproclamamos cadaveristas exquisitos). Francamente alguno tiene muy poco sentido. Propongo leerlos al revés, de abajo arriba y ¡caramba! tienen incluso más lógica.

Declaramos ganadora a Elena, el poema que ella inició y hemos escrito con la inconsciencia de todos dice así:

La guerra siguió nuestros pasos
era inútil borrar las huellas
porque estaban en todos los rincones.

Yo ya no barro aquellos sitios olvidados

donde sigue bañando la sangre
que se hizo azul y espesa,
previendo la vida y no la muerte.


Quedamos en romper las últimas esquinas de nuestras treguas,
las treguas son tiempo de silencio
tiempo muerto entre guerras ruidosas que nos siguen.


Le cogemos gusto al juego y propongo otro ejercicio. Hoy la Tertulia ha sacado un viejo traje del baúl y se ha vestido de Taller Literario.

Otro cadaver exquisito en el que trabajemos las imágenes haciendo "visibles" los conceptos abstractos. La pauta es escribir un concepto abstracto, el de la izquierda escribe una comparación y vuelve a proponer otro concepto abstracto hasta completar la vuelta.

(El single sigue dando vueltas por el local, creemos que ya a 76 r.p.m.)

Este es el poema que inicié yo:

Dolor,
como un cuchillo.
Tristeza,
botella rota.
Anulado, pozo sin dicha.
Egoismo,
abismo oscuro.

Vanidad,
como los agujeros negros.

Vuelve la conversación después de los ejercicios. Entre Vicente y yo enunciamos una conclusión: "la Literatura consiste en unir dos conceptos que aparentemente no tienen relación".

Que "si somos el grupo de Pilar y Rafael" nos pregunta ahora una señora ya madurita. Otra que está buscando. "No, quizá fuera el grupo que se fue hace un rato".

Singles, Pilares, Rafaeles... Nosotros también somos gente que busca.

Vicente, tan oportuno cita a Bukowsky: "La vida es todo lo complicada como tú te la quieras complicar".

Y digo yo que "obligatorio para la próxima semana escribir algo".

Surge la pregunta, que alguien define como "la pregunta del Barón Ashler": ¿Quién va a ir mañana jueves a Serrano a ver a Ana Delgado?
Mañana Ana presenta su libro en el Corte Inglés de Serrano.

Esta Tertulia, miramos la hora, se nos escapa como agua por el sumidero.

Rocío propone para el próximo miércoles traer una foto de cuando éramos pequeños.
Yo insisto en que los relatos y poemas comiencen por "No sé cómo..."

Mandaremos a la lista de correo cada uno el cadaver exquisito y el poema de la comparación. Tal vez reposado el cadaver sea como el vino y gane en cuerpo.

Un cadaver que gana cuerpo no deja de ser contradictorio.

Del single ya no queda rastro, nos tememos que le han dejado plantado.
Salimos al frío de la calle Los Madrazo. Siempre nos cuesta despedirnos. Dar por cerrado el miércoles no es fácil.


Javier Díaz Gil
23 de febrero de 2009

domingo, 22 de febrero de 2009

16ª Jornada/II Año: Miércoles, 4 de febrero de 2009

Bitácora multiperspectivista de inicio de febrero...

1.

Mi pedazo de bitácora del miércoles 4 de febrero de 2009


L a bitácora del primer cuarto de hora del aquel lluvioso miércoles la escribiré yo.
A liviarán mi espera nuevos cuadros y un café caliente acompañado del último croissant.

B arajando el tiempo me siento única dueña de la que será una agradable tertulia.
I nvitaremos a Quím Monzó, llegará con tres relatos que ya habremos leído despacio.
T raeremos hasta nosotros las últimas películas, las últimas lecturas, a compartir.
A traparemos al vuelo viejas frases. ¿Dónde nuestra memoria las secuestró?
C ompartiremos tarta, nos quitaremos la palabra y releeremos lo escrito a los demás.
O igo pasos de Sagrario. Tras su sombra las de algunos más: Javier, Vicente, Elena...
R ocío -me digo- ya, ya vienen... David, Ana, Carmen... ¿Llegará alguno más?
A hora sus voces, risas, textos me arroparán. Están aquí. Ya. Venga. ¿Empezamos?


Rocío Díaz Gómez
7 de febrero de 2009





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2.

La primera abeja...

La primera abeja salió del cuadro como si tal cosa. Los tertulianos hablaban de la hora, de la necesidad de esperar o de quedar más tarde. Poco a poco, de la simetría de las flores, manaron más y más voladoras amarillas. La densidad de los insectos fue incrementándose sobre la mesa redonda. El zumbido se nos fue fijando en la cabeza. Llegó un momento en el que éste trascendió el sonido y parecíamos llevar las alas transparentes por nuestros pensamientos, por nuestras voces.

Pusimos corazón a unos relatos de Quim Monzó tachados de fríos y deshumanizados, solamente al principio. Como si polinizásemos aquellos textos, fuimos poniendo crédito al examinador y nota al mentiroso. El actor pasó de puntillas con su egoísmo y todo.

Como cuando va subiendo el café por la presión del agua hirviendo, nuestras frases fueron inundando la tarde. Hicimos trayectos por pelis (“Revolutionary Road”, “Jonhy Guitar”, “Lars, una chica de verdad”, …) por Francis Bacon. Algunos generosos trajeron cosas para leer: un muñeco de nieve, el por qué de las sucesivas muertes de la tía Enriqueta, la erosión de eros, por fin, un descendimiento que preconizaba que es Dios pero que no hay Dios, un poseído escritor y un entierro empapado de frases.

Ya tiznados de nuestra propia savia rara, nos vamos a casa, con las ideas de una Bitácora Multibanda.



Elena Gutiérrez
11 de febrero de 2009




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3.

Nosotros los Raros

Cuando regreso del servicio, me encuentro con que encima de cada una de las sillas, hay un libro. Miro alrededor y veo a una muchacha decir a su portátil: “no puedes dejarme así”. Comprenderán que no me atreva a preguntarle dónde han ido los ocho componentes del grupo. Así que agarro el libro de mi derecha; son textos de cómo sobrevivir a lo Bukowski, aunque más psicoanalíticos que los del californiano. Sigo con mi periplo al siguiente; en ellos hay versos repletos de optimismo a chorros que me incitan a seguir con los dos contiguos, y enseguida se me forman imágenes de bosques irlandeses, acantilados y gente de sal. Paso a la siguiente silla. Salto de la mía; son poemas de un tío que se dedica a… ¡apuntar y disparar¡ Se pone bien. Adelante. El de la silla mas pegada a la esquina tiene giros finales que tuercen cervicales. En el último libro, el que está pegado a mi izquierda, leo que las cosas no se acaban al llegar al borde, que hay más. La del portátil vuelve a repetir a la pantalla: “deberías ayudarme” y yo pienso que eso le pasa por salir con alguien tan infiel como el Vista. Pásate a Linux, que es free, muchacha.



Vicente González
11 de febrero de 2009





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4.

Ruido y tiempo

Es dífícil con el ruido del local (y el que hay dentro de mi cabeza) ir tomando notas de cuanto acontece y hacerlo además de forma resumida. Lo intento.

Rocío, puntual, 18:00 horas.
Elena, David y yo, 18:15. El resto en adelante. La falta de puntualidad, el tiempo de la espera.

"No sufras antes de tiempo" oigo decir a Elena.
"Sergi Pamies mejor que Quim Monzó", dice ¿Rocío?
Una tarta de chocolate en la mesa: "Sagrario no ofrece fácilmente su corazón de chocolate a cualquiera".

Vicente, 18:35.

Una película recomendada por mí: "Revolutionary road".
Un salón de bodas recomendado por Sagrario.
Seamus Heaney, poeta irlandés, premio nobel, comenta Sagrario la lectura del poeta a la que asistió en el Circulo de Bellas Artes.

Ana, Carmenfron, 18:50.

Lee Carmenfron sobre profecías autocumplidas.
"Ser autodidacta es una manera de rebeldía", dice Vicente.
Dos películas más recomendadas: "Lars, una chica de verdad", "El por qué de las cosas"
Vicente, oh sorpresa, nos lee un relato por primera vez en la historia de la Tertulia que comienza con la frase: "El círculo de hombres fríos con exceso de tiempo libre..."
Leo un poema con Eros erosionado.

Se nos ocurre un Olimpo nuevo con un Baco baqueteado, un Apolo apollillado...

Se cierra la Tertulia hoy con una pregunta de David flotando en el aire: "¿Por qué el Madrid fichó a Villaroya?"
Hay cosas que no tienen respuesta.


Javier Díaz Gil
22 de febrero de 2009

miércoles, 4 de febrero de 2009

15ª Jornada/II Año: Miércoles, 28 de enero de 2009

si quieres sobrevivir a la vida, hijo, ármate de tres cosas: valores, principios y paciencia


El abuelo David se iba a morir. Lo habían dicho los médicos. Apesadumbrado por la noticia, aquella mañana de finales de mayo de 2063 me acerqué hasta el hospital en el que estaba ingresado para hablar con él, comprobar que todavía no se había ido, que aún nos quedaba tiempo. A pesar de su estado de salud, que él conocía, le encontré tranquilo, incluso animado. Me aseguró que, pese a todo, vivía feliz gracias a los recuerdos. Luego se puso a hablarme de una tarde de finales de enero del año 2009 en el Café Galdós, de la que recordaba la fecha, veintiocho, porque fue el día que se conoció la muerte del escritor John Updike. Ya me había descrito antes esas tertulias literarias de principios de siglo en el Galdós en las que él participaba. Pero aquella mañana, no sé por qué, empezó a hacerlo de una forma especial. Habían acudido al Café Rocío, Celia, Elena, Ana, Sagrario, Vicente y él, y la primera conversación, como no podía ser de otro modo, discurrió en torno al escritor recién fallecido y a algunas de sus obras. Se habló de “Brasil”, de “El Centauro”, de la serie protagonizada por su personaje Conejo, pero también de sus Memorias que, según comentó Celia, eran muy divertidas.

Enseguida llegó el momento de las lecturas. Aquel miércoles mi abuelo tuvo el honor de ser el primero. Leyó un relato acerca de un tipo que, a costa de llenar sus bolsillos de lágrimas, había dejado de llorar y también de sentir, hasta el fatídico día en que su mujer y su hija fallecieron a consecuencia de un accidente de circulación. Algo muy triste y muy trágico, según me confesó el abuelo, tipo anuncio de la DGT o incluso peor, propio de un tiempo en que la gente moría por culpa de coches que corrían mucho y contaminaban una barbaridad. No obstante, aseveró mi abuelo, sus compañeros encontraron algunas virtudes en su relato, lo que me inclinó a pensar que era verdad que le apreciaban. Pero no se lo dije. Luego él y los demás se pusieron a hablar de la cúpula que ese año había decorado Miquel Barceló en un edificio de la ciudad de Ginebra, la misma cúpula que veinte años más tarde, durante las Navidades de 2028, se derrumbaría causando la muerte a tres personas. También se refirieron a Beatriz Preciado y a sus experimentos con testosterona a fin de conocer lo que se sentía siendo hombre. Ya sabes que por entonces, aclaró, teníamos sólo dos sexos, hombre y mujer, no como ahora, que hay multitud y, además, infinidad de variantes. Antes de seguir con las lecturas nombraron al escritor peruano Jaime Bayly y sus divertidas novelas de personajes adictos a la droga y al sexo. Mi abuelo nunca supo que Bayly, tiempo antes de morir de un infarto, allá por el año 2030, obtendría el Premio Nobel de Literatura de 2024, dedicándose desde entonces a escribir cuentos infantiles y libros de autoayuda.

El siguiente asistente en leer fue Celia. Leyó un poema que, sorprendentemente, segundos antes había sido un menú de cocina. Me impresionó comprobar que el abuelo se acordase, transcurrido tanto tiempo, de algunos de sus versos, por ejemplo: “te doy a beber un sorbito de luz disuelto en agua”. El poema de Celia hablaba de un llanto infantil en mitad de la madrugada y del intento de unos padres por espantar a los monstruos de la noche; pero sobre todo, de ternura y de una cosa que debes tener siempre presente, me dijo el abuelo: para que cada ser humano que está vivo se encuentre sano y feliz, tuvo que haber antes otros seres humanos que renunciasen a algo, porque la vida es una cadena de renuncias antes de llegar a la renuncia final, que es la muerte. Aquella afirmación sonó a delirio de anciano, aunque me hizo reflexionar que mi abuelo tal vez tenía razón. A continuación, sus amigos de la tertulia hablaron de cine. Yo ya había oído antes algo sobre los cines, pero de todos modos, le pedí que me explicara qué era eso. ¿Un cine?, repitió con aire nostálgico. Un cine era un lugar donde se reunía la gente a oscuras para emocionarse viendo historias que les ocurrían a otros, y en las que a veces, sólo a veces, ganaban los buenos. No le oculté lo mucho que me hubiera gustado conocer uno. Pero no pudo ser: el último cine se cerró en 2041, dos años antes de que yo naciese.

El turno siguiente fue para Sagrario. Hubo un nuevo alarde de mi abuelo al recordar, cincuenta y cuatro años después, alguno de los versos que leyó Sagrario aquella fría tarde de invierno mientras dentro del Café Galdós subía la temperatura ambiente: “Taconean en mis heridas / hombres que desangran auroras”. Nuevo alarde de sensibilidad y de sensualidad de Sagrario, algo que por lo visto era habitual en ella, según apuntó mi abuelo. Tras la lectura de Sagrario los contertulios leyeron poemas de un libro que había traído Elena titulado “Si no has muerto un instante”. En aquella época quedaban árboles en el mundo y, por eso, todavía circulaban libros en papel impreso. Como el que sacó Vicente, con el título “Ochenta y seis cuentos”, para leer uno de los relatos que contenía, escrito por Quim Monzó, un escritor catalán que quince años después ganaría el Premio Cervantes para seguidamente dejar de escribir como un Bartleby de su tiempo. Por último, se citó a un tal Sánchez Dragó, que debía de ser un famoso presentador de programas de televisión de entonces, o algo así.

Aquellas reuniones solían terminar a las 20:00 horas. Pero ese miércoles eran casi las 21:00 horas y el abuelo David y sus compañeros seguían allí. Pidieron la cuenta a Liber. “¿Liber…? ¿Quén era Liber?”, le interrogué. Liber era la camarera que les atendía siempre, una chica estupenda que tiempo más tarde se casó con un millonario y acabó viviendo en las Bahamas. Tras pagar la cuenta a Liber, se despidieron dos veces, primero en la mesa, después en la calle, como era costumbre del grupo, y finalmente regresaron a sus casas. El abuelo me contó que él y sus amigos siguieron celebrando las reuniones literarias cada miércoles en el Galdós durante muchos años, aunque en la década de los cuarenta comenzaron a espaciarse poco a poco, hasta desaparecer. Me reveló que a partir de entonces mantuvieron contacto mediante correo electrónico. “¿Correo electrónico…?”, le corté, “Pero si eso está pasado de moda”. “Es cierto”, me replicó, “pero es que mis amigos y yo éramos unos sentimentales”. Me armé de valor antes de formularle la siguiente pregunta: “Abuelo, tus amigos… ¿han muerto?”. El abuelo tosió, se revolvió en la cama, levantó los brazos “¡No, por Dios!”, respondió, “sólo se han hecho viejos y tienen reúma. Ahora, son mucho más sabios”.

La tarde en el hospital se había terminado. Era sábado por la noche y yo salí de allí. Antes de despedirnos, el abuelo me dijo algo que aún conservo en la memoria: si quieres sobrevivir a la vida, hijo, ármate de tres cosas: valores, principios y paciencia. Mi abuelo tenía sus cosas, era cierto, pero yo le quería. Murió dos semanas más tarde. Estoy seguro de que le hubiera gustado mucho saber que hoy, cada miércoles, un grupo de jóvenes se reúne en el Café Galdós en torno a una mesa para reírse de la vida y hablar de literatura.


David Lerma Martínez
1 de febrero de 2009