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domingo, 31 de marzo de 2019

22ª Jornada/XII año: Miércoles, 27 de marzo de 2019

Bitácora-Romance

Santa Bárbara no truena
y casi han dado las seis
Relatores, novelistas
(poetas, gentes de bien)
Se acercan al Santander
-Buenas
-Buenas tardes bella dama
(si es caballero también)
-¿Qué quiere tomar usted?
¿Una cerveza, un vino?
¿Quizá prefiera usted té?
así y uno a uno van pidiendo
lo que les pide su ser
-Caballero, la cerveza para usted
(hay alguno que la tapa
la tapa con un papel,
Como lo que pedí fue un té
por la tarde en el Parnaso
me cobraron dos con diez)

Son las cosas que aquí pasan
que pasan en el  Santander
cuando es miércoles
Y el reloj sin campanadas
Anuncia: ¡Qué son las seis!

Hoy han venido un montón
si los cuento y entre todos
suman algo más de diez

¡Ay!, nos recuerda Javier
el tiempo es nube blanca
(y si oscurece también)
Que camina por los cielos
y no para de llover
Realmente lo que decía
Es:
¡Atentos si queréis guante!
el tiempo pasa, ¡Corred!

También avisa
Y el que avisa no es traidor
de la lectura que el uno
harán a dúo los dos
Rocío y él en María
Pandora en la plaza de Miró

Y empiezan los rascamanes
empiezan con grande ilusión
Carmen Padín nos lee
una historia que ocurrió
por San Miguel (¿de los Montes?)
en la que interviene un doctor
y un señor que casi matan 
sin que llegase a mayor
La puñalada en el pecho
a un zas de hacer lo peor
Que nada es peor que palmarla
si es de otro decisión
La historia está en la novela
que Carmen Padín contó
y lee tan sólo el principio
de lo mucho que escribió
y a todos deja con ganas
de saber lo que pasó
Habrá que esperar un poco
paciencia es virtud de dios
Espero que el Sr. Barrero
Mejore y se olvide del dolor
si no la palmó entonces
seguro que se curó
Aplausos a La escritora
por aquello que leyó
Y aplausos por la bitácora
que con su gracia escribió

Más yo sigo, que la tertulia
hasta las nueve llegó
y en este tiempo las cosas
fueron muchas que pasó

José León con tu bitácora
y el zepelín que voló
la aplauden los tertulianos
con grande satisfacción
Alguno también se queja
que quejarse es tradición
en esta España que a veces
no la entiende el mismo dios

Se quejan de que no leas
tus versos tampoco hoy
que nos dejas con el mono
de escuchar sonetos
que cuentan historias
de aquello que sucedió
cuando lo de los libertinos
en la corte del Rey Sol

¡Ay Juan!, Juan Calderón
que nos llegó sembrado
de versos de lo mejor
La historia de las mochilas
de una pléyade salió
salió desde las Atochas
y hasta el Retiro subió
allí pasaron las cosas
que en los versos describió
y el ángel que está en la estatua
allí mismo se quedó
Que pasa, que pasa a veces
que el sexo los engañó
y que si venían a Rolex
en los setos se quedó
Los versos extraordinarios
de los buenos, lo mejor
Aplaudo con las orejas
puesto en pie, dando cabriolas
Versos que dan afición


Luego Juan Bautista Raña
a La Habana nos llevó
Los marqueses, italiano
y la niña... qué dulzor
no contó una historia triste
pintada con ese humor
que hace que lágrimas
se escondan tras el rubor
La historia que se repite
desde que el hombre existió
en La Habana o en Madrid
que grande la desesperación

Greta sonrió esta vez
La Binbanbum nos contó
también la historia del hambre
y del mundo explotador
La novela la esperamos
y si la lee Juan ... ¡Guau, lo mejor!

Luego leyó Rocío
matemático relato
que alguna sucedió
¡Qué bonito que a las ocho
y a las medias sin rubor!
venga alguien y nos diga
¿Cómo estás mi dulce amor?
En el relato contaba
que fue así como paso
y no cuento como acaba
no lo destriparé yo
Rocío tiene finura
tiene oficio ¡Vive dios!
Y escucharla es privilegio
Te damos gracias Señor

Luego Carlos
Las palabras son lo que son…
o no
Que a veces esconden cosas
como te digo lector
Y otra cosa es lo que hace
puñetero el corrector
que escribes y sin pensarlo
pone dios si escribes dos
Por eso lector si escribes
esta bien el corrector
pero luego, lee y corrige
lo que el lector corrigió
El caso es que soledad escribe
por escribir creo yo 
y acaba leyendo anuncios
de pisos en Alcorcón
Escuchar leer a Carlos
es vitamina mejor
es como tomar buen vino
y mejor conversación
sonreír, pensar a veces
que en este mundo traidor
la risa cuando acontece
es más que buena, es mejor

Más tarde leí yo
Me preocupa que hice el curso
y lo aprobé, que es peor
en la Universidad del Tiempo
que Pasa (y que a mí ya me pasó)

Después leyó Aureliano
unos versos de Ismael
que ya nos mando por mail
pero escucharlo es mejor
Escuchar a los poetas
leer da al verso otro sabor
es la salsa, la pimienta
Muchas gracias Aureliano
Perseo está en mi salón
"Mi aliento sin aliento
......
En el cruel laberinto de mi boca"

Fijaos que de la gente
que pasa por nuestra vida
hay algunos especiales
brillantes y generosos
como Javier
Leyó también un poema
dedicado a Aureliano
hablando de la palabra
que es patria del artesano
que con ella también cambia
el mundo en que habitamos

Luego leyó Juan Antonio
sobre hackers, gente mala
que invaden y que nos roban
y nuestra intimidad atacan
en el relato que cuenta
estas cosas que nos pasan
acaba con un implante
y es cierto, que ahora ya pasa
que para manejar mejor
lo de internet de las cosas
no basta con 5G
que quieren poner la cosa
de la internet hasta dentro
murmullo de mariposas
Yo... que viví de esto
(y del cuento, que contaba
para legalizar el software
de banqueros y piratas)
ahora estoy asustado
debe ser por lo de karma

Cinta es tierna, de colores
que imagino que trabajan
por un mundo mejorable
mejor que un valle de lágrimas
quizá como discoteca
Discoteca solidaria
Nos lee un cuento dedicado
a niño con esperanza
Alejandro tiene seis años
Tan sólo te digo gracias
Después nos leyó un segundo
ligado con lo del guante
que expondremos el tres de abril
si no lo remedia nadie
Luego con cincuenta y una
pitagóricas palabras
escondió tan grande llave
y cuando lo que se  esperaba
que todo mundo callase
empezó a brotar palabras

Mariana, trajo a las musas
que los demás nos faltan
y que a ella la acompañan
Evocó en el primer poema
la música que recordaba
el resonar de los cascos
versos que escuchó entonces
y que se trajo hasta España
Son versos que nada sobran
son versos que nada faltan
son cosas que a veces pasan 
a poetas que trabajan

Mas tarde, montada en versos
nos llevo hasta Granada
Federico, federico, 
Qué hermoso que fue escucharla

Después nos leyó Ana
Era más allá de las nueve
y tenía que grabarla
para la exposición de guantes
que recuerdo que el día tres
habrá que ir a colgarla
Leyó sobre las mujeres
ellas dueñas de su alma

Y ya mediadas las nueve
cada uno fue a su casa

O a otro sitio escritores
poetas, amigos del alma
que no soy el detective
que tiende la mano blanca
tan sólo lo que aquí cuento
ha de servir de bitácora
Y si no sirve para esto
como me ha salido larga
la imprimes en papel estrecho
y luego mira qué pasa.


José Antonio Carmona Daza
31 de marzo de 2019

sábado, 23 de marzo de 2019

21ª Jornada/XII año: Miércoles, 20 de marzo de 2019

La sala está llena, el médico aún no llega...



HOSPITAL PSIQUIATRICO DE MADRID
PABELLÓN SANTANDER
CONSULTORIO 1 BAJO

BITÁCORA DEL 20 DE MARZO DE 2019

La sala está llena, el médico aún no llega. La luna llena y el equinoccio de primavera afecta a los pacientes. Por alguna razón que desconozco,  la mayoría llegó con más de media hora de anticipación y se muestran animosos.  Mariana, con nueva  batería, sonríe y se muestra muy recuperada, forma una comitiva de recepción. —Huele a primavera —nos dice. El aire grita primavera. Es hora de los suspiros, de la cosecha de sonetos. Los demás toman sus lugares, apretujados se aprestan para la zafra, las plumas como si fueran hoces, los papeles, canastos con frutos. Joselyn reparte chocolates. Parece que este aroma a primavera ha creado una psicosis colectiva. 

José León Cano. Acusa los síntomas. Se embarca a Citérea, isla del amor, con disfraz de Axel von Fersen, amante de María Antonieta y hablando en francés. Parece que logró robarle un beso a su dama. Con este ánimo compone sonetos gongorinos a los Juanes  por haber vuelto a la vida a León Felipe (a veces, los pacientes hacen milagros, vimos levantarse de su tumba al gran poeta).

Le preocupa al doctor que firme los sonetos como Joseleón Bonaparte. Me pide vigilar si coloca la mano derecha a la altura de su pecho.

Las voces prestadas ya están tomadas. Sólo en un psiquiátrico esta frase podría causar tanto revuelo. No hay consenso. Me piden una lata de Coca Cola  para tirarla al suelo y anotar el sonido que produce al rebotar y sugiera un nombre. Medicina china, me explican.

Isabel Morión. Muestra su abanico de aforismos. Aún quedan primaveras… cuando se ama todo el cuerpo se convierte en labios… tal vez solo amamos lo que dura un beso…gorriones…
Desaparecen treinta millones de gorriones, interrumpe otra voz, congelando de golpe los corazones que María había calentado.
Decide leer Parábola de León Felipe. Vuelve a fluir la sangre en las venas, regresa, tímido, un tenue olor a primavera.

Carmen continúa con sus fijaciones necrófilas. Ahora dice haber subido un piano a una carreta fúnebre. Estos mexicanos tienen algún conflicto con la muerte que no logran resolver. Me imagino que el origen es religioso, también subió a un joven sacerdote al banquillo…del piano. Javier intuye una relación más normal entre el cura y la hija del hacendado, la dueña del piano. Bueno, eso tampoco está bien. ¿O sí? Ya se lo comentará al psiquiatra. 

Joselyn aún trae rastros de algas en su larga cabellera. Se tiró al mar en busca del coraje español. Casi la dan por perdida en aguas inglesas. Nadó entre restos de naufragios, agua verde y mantarrayas gelatinosas hasta que le crecieron agallas. Solo el título en inglés, para dejar claro que prefiere lo español. 
Se decía estar nerviosa, la sala le sugirió una copa de vino, respirar profundo, un poco de porro. Pienso que es suficiente levantar los hombros, sus agallas harán el resto. Veremos qué propone el señor doctor.

María Juristo. Desenrolla su poesía. Padre del silencio, soñar con lo imposible, sauce del silencio… una plegaria, digna de Freud. Los pacientes varones recuerdan antiguas primaveras y coinciden en que las ubres de las musas de antaño eran mejores que las anoréxicas de hoy. María enrolla con delicadeza el poema recién leído y lo ata para no dejar escapar a su musa. Le tiene sin cuidado el tamaño de sus tetas, lo importante es retenerla.

Creo que me están contagiando. El doctor no se ha presentado y llegaron dos pacientes más.


Juan Calderón. Muestra rasgos bipolares. Tan pronto nostálgico, y después, YES!, se echa a cantar como si nada.  Confiesa los dardos que hieren su pecho. La primavera incita a la reproducción. Pues no esperes más, ¡échate a cantar! Le dicen todos. Habrá que preguntarle si en realidad son canciones de cuna las que le apetece cantar. Por lo pronto, la sala se volvió fiesta, rapeo, tuneo. Con un poco más de espacio nos  habíamos echado a bailar. Yes!!! Gracias Juan, buena catarsis grupal.
Estoy pensando en ponerle la bata del doctor y que atienda a los pacientes.

Juan B. Raña. Continua el jolgorio, ahora en noche habanera. Oscura noche habanera, diría yo, donde se vende la virginidad de una jovencita al mejor postor. ¨El tiempo y el dinero cada quien lo gasta como quiere¨ nos explica Fonsito. Greta no tiene mucha opción,  ocupa su tiempo en  sobrevivir. El juego ha comenzado, nos advierte Juan. Se caldean los ánimos. Busco mi abanico en el cajón. Ni luces del doctor

Carlos Tejado no ayuda a calmar los ánimos desbordados de la pequeña sala de consulta, las carcajadas que provocan sus comentarios alcanzan los baños, ahogan, por momentos,  el olor impregnado de orines y desinfectante que suele tener este pasillo del psiquiátrico. Quizás olvidó traer su expediente, se fue sin compartirlo. Tendré que sacar una fotocopia para el doctor.

Cinta ha traído su cuadro de guantes. Un ejercicio de psicoanálisis para que representen, de forma gráfica, aquello que traen entre manos. Cinta se niega a cubrir los dedos, los siente disfrazados, los desnuda, los hace chisporrotear como fuegos artificiales. Se levanta y se va con una sonrisa y los dedos encendidos, sin prendas que los cubran. Le comento que el médico está por llegar. No puede esperar. Va al teatro. Buena terapia, pienso yo.

Rocío. Ahora sabemos la razón de su esquizofrenia. Durante los sesentas consumió altas dosis  de LSD. Hasta hoy,  sigue alucinando toda clase de personajes.Vivió durante varios años en una comuna hippie, en una furgoneta rosa de cortinillas floreadas, descalza y sin sostén, con un extravagante melenudo que vendía bikinis, un tal Jaime, Jimmy como lo llama ella. Mientras la observo, la imagino con una corona de flores en su pelo rizado. 

Juan Manuel. Desdobla un papel arrugado, salpicado de agua de mar, de sangre seca, tachonado y con frases sobrepuestas. Ana lo reprende. ¡Cómo  te atreves a traer un  poema en un papel así! Todos opinan al respecto hasta que Javier toca una taza como campanilla para poner orden, No le gusta que vociferen, no le gusta que alguien sufra. No se dan cuenta de que el poema no puede estar en papel limpio porque el tema es inmundo, repugnante. Asesinato a golpes que estalla en nuestros oídos y sigue repicando las notas claras de sus canciones y el sonido denso de la represión. Yo le recetaría baños de mar. Pero solo soy la recepcionista. Dice que es marinero. Lo anoto en su expediente.

José Antonio. Llega achispado, lo disimula diciendo que está acatarrado. Bueno, el virus Rascamán tiende a cambiar el significado original de las palabras. Cuenta que en el bar se encontró con un ángel. El ángel tomaba una copa esperando su vuelo a Belén, en avión de linea, no especificó si por Iberia, Air France o Lufthansa, de seguro no por Qatar Airlines. El asunto despertó el interés de los pacientes e incluso sugirieron empalmar ángeles (sic). 
Javier se apresuró a tocar la campanilla ante el revuelo de los pacientes, no sé si de los ángeles también y José Antonio prosiguió: …no corras marinero….nubes, algas, olas. La concurrencia enardecida por el batir de las alas, que no de las olas,  prefirió cambiar las algas por nalgas. Es primavera, pero se lo comentaré al doctor. Espero que no tarde. No seré responsable de lo que suceda en esta sala.

Inspirado por la revelación angelical, Juan Manuel nos narra que durante el desayuno, en un café de su pueblo, escuchó el  chirriar de una silla siendo arrastrada a sus espaldas. Tan ruidosa silla no existía, pero la barra se movió ante sus ojos, quedando los vasos inmóviles. Únicamente la barra se movió, recalcó. Quizás, de Colmenar también salgan vuelos a Belén. Tomaré un poco el aire fresco y veré si ya está el auto del médico en el parking. Me preocupa.

Javier ha aprendido a no esconderse, pero sigue con su manía de salvar a todos. Busca el bote de Coca Cola que quedó en el suelo, entre las patas de las sillas. ¨Bote bolero por todos los Rascamanes¨ —exclama.  Una lata vacía es suficiente para que, en segundos, todos luzcan sus pantalones cortos y nosotras, trenzas o coletas con lazos desmarañados. No es la patada la que nos ha salvado, sino la sonrisa suave y la intención marcada.
Vuelve al escondite, tiembla, aprieta la boca. ¨Quien no se haya escondido, que se esconda" —musita, Javier ansioso porque empiece el juego, sabe que sus escondrijos son los mejores. Su deseo no es que lo encuentren, sino que lo busquen. 

Hablando de antiguos compañeros de juegos, Juan Antonio ha encontrado a dos: Ana y  Anastasio, juntos, los tres, se han fumado el prado. Sí, está prohibido pisarlo, pero no hay letrero alguno que prohiba fumártelo. El resultado ha sido tremendo, se enredaron con sus artes, incluso pensaron que Ana había sido secuestrada, parece que estaba tres árboles más allá, con otro compañero. El chocolate de Jocelyn aportó una enorme creatividad a los trastocados cerebros de la sala y las posibilidades del triángulo ¿cuarteto, quinteto? amoroso, se multiplicaron. Para mí, la mejor propuesta  fue la de Rocío: convertir la  historia en una porno. Oh, my god!  ¿Dónde nos llevará la primavera? Es urgente que llegue el doctor. ¿Dónde estará?

Ana suspira y ríe. Dice que en Galicia han abierto un río al mar. De donde yo vengo, todos los ríos se dan voluptuosos al océano, será el carácter tropical. Pero también he visto, como Ana, a más de uno buscar los rostros perdidos en las ondas líquidas del mar. Quizás la primavera le traiga nuevas caras. Requiere soltar el pasado, le he oído decir al médico. No hoy, pues éste sigue sin aparecer.

Los ojos de David se abren cada vez más. No puede creer lo que pasa en la sala. Maniático de la perfección, guarda sus folios esperando un mejor momento. Mecanismos de defensa, ha comentado el doctor. 

Iñaki. Lucha de clases. Oh, my God! y yo, ingenua, pensaba que ése ya no era un tema trendy! Pero aún entre los perros, hay razas, dice una amiga. No es lo mismo la ropa y joyería de marcas pijas, que las copias fabricadas en Taiwan y el oro de pocos quilates.  Parece que los búlgaros no lo distinguen y se atreven a manchar una chaqueta de Versace con sus hoscas manos llenas de grasa, grasa de tortilla de patatas, por si fuera poco. Si hubiese sido aceite aromatizado de trufa blanca, quizás lo habríamos pasado por alto. Los búlgaros han  puesto a León de mal talante y  nos recuerda que no debemos reír pues el asunto es dramático. La vulgaridad es inaceptable, concluye llevando la mano derecha al pecho. Oh, my God! 
                                                                   
Sigue la espera. Menos mal que el grupo continúa pensando en nombres para las voces perdidas: voceros, ecos prestados,  e-vocaciones, poemeros, voces dadas, dedicadas, voz eros…
Han pasado casi dos horas. Nos hace falta Alberto, comentan varios.
¿Quién se cree el doctorcito que somos? ¿Un hato de locos cualesquiera, o qué?

Vicente pone un papel sobre la mesa. Un papel emergente, no sé si fue bolsa, envoltorio de lonchas de pescado o de queso, pero viene escrito. Anota algunas frases más y lo vuelve a guardar. Me quedo con las ganas de saber lo que decía. Le comentaré al doctor que soportó la espera con calma inusual. Tal vez intuya que hoy no habrá consulta

La ausencia del psiquiatra está haciendo estragos. María Jesús, inspirada por la primavera, ha pintado la sala de verde. Verde aceituna, verde esmeralda, verde dólar. Verde que te quiero verde, insiste María y todos pensando en sus verduras: verde prado, hierba verde, ojos verdes, verdes huesos, verdes algas, olas verdes, verdes besos. De un rincón oscuro surgen siete enanos sin escrúpulos tiñendo de rojo la escena, rojo manzana, como la de Blancanieves. Así suele ser la primavera, tú tan feliz y de pronto, un chubasco que lo pringa todo. Javier dice que la clave está en la mezcla de  aceitunas y esmeraldas, será que ya tiene hambre. Para mí, la culpable es Blancanieves por dejarse lamer por los enanos. Y ya. Está dicho. Cierro el consultorio antes de que se le ocurra llegar al que presume de galeno.

 Oh, my God! Acabo de darme cuenta de que tampoco está la enfermera de guardia, la rubia, la que recién entró. Chocolate, sonetos, luna llena y primavera…


Carmen Padín
23 de marzo de 2019


viernes, 22 de marzo de 2019

20ª Jornada/XII año: Miércoles, 13 de marzo de 2019


Bitácura del 13 de marzo
(Cura los males de altura y, en general, de la azotea)


Casi estoy de acuerdo con el diagnóstico de una eminencia mexicana, la doctora Segismunda Freud (alias la Chilanguita de Oro) cuando certifica que el grupo de literatos españoles Rascamán tal vez necesite pasar por un taller.

Yo no diría tanto, porque no soy experto en la materia y es posible que algún ajuste mecánico necesite también, para apretar o suplir ausencia de tornillos; pero sí afirmo que algo descabalados estamos, rascamanes y yo, porque a quién se le ocurre proponer una tertulia entre las nubes, para compensar  las del sótano del Santander, y a quién se le ocurre, pobre de mí, permitirlo. Además de lunáticos, adjetivo que los poetas aceptan con honra,  encima son unos plastas, como iremos viendo.

Por si no lo  han adivinado todavía, soy el conde Graff von Zeppelin, y he tenido la poco sensata idea de aceptarlos, con sus mesitas de café y todo, a bordo de mi dirigible, que hay espacio de sobra.

Nada más recogerlos frente al lago del Retiro madrileño, rodeados de enfervorizada multitud (no por ellos sino por mi artilugio volante) empezaron los problemas:

-Que si yo entro primero, que he llegado antes, que si me corresponde sentarme al lado del jefe, que soy el más guapo, que si apártate un poco, que no podré ver las vistas, que si el conde me mira feo, que si hay un baño o dos, etcétera.

Hubo que llamar a la policía para dispersar a la gente, porque no había forma de despegar, y de buena gana hubiera invitado a un agente a bordo para poner orden. Me limité a esperar con una sonrisa de cemento a que los contertulios se sentaran, y al lograrlo, el dirigible comenzó a ganar altura para surcar el amanecer de Madrid.

¡Qué torres enhiestas, qué capiteles maravillosos, qué jardines dignos de la luna llena!

 ¡Qué belleza primaveral, qué azules delicados, qué rosadas nubes, tan rosaditas como las barriguitas de los angelitos!

El puro feliz que yo dirigía se acercaba, sinuoso y sugerente, hasta casi dejarse rozar por los reyes de piedra que coronan el Palacio Real como si fueran los reyes del mambo; asomaba su morro curioso a la Plaza de Santa Ana, surcaba una Gran Vía bordeada de encantadores edificios que querían ser réplica española de los que ornan los Campos Elíseos…

Un vuelo de fábula, como pocos de los que he disfrutado.

¿Qué creéis que hacían mientras tanto, los variopintos contertulios, ante vistas tan celestiales?

Nada.

Nada en absoluto.

Para ellos no había más paisaje que el que se presentaba ante sus ojos en cuartillas, móviles y ordenadores, donde podían leer sus versos inmarcesibles, o aquellos excelsos relatos que les catapultarían de inmediato a la fama, si no fuera por la caterva de envidiosos y rastreros que, según ellos, se lo iban a impedir.

Creo que un poco enfadado por su literaria carga, el dirigible se balanceó con furia a la altura de la Casa de Campo, exagerando un poco a mala leche la potencia del viento que lo empujaba hacia el lejano Oeste.

Pero a los contertulios parece que les hizo gracia el baile celeste, y empezaron a cantar a coro el Danubio Azul hasta que el Boss, Javier, blandió la campanilla ordenancista y se rehizo un silencio aconsejable; porque el viento arreciaba y quizá fuera el momento de ponerse en paz con la conciencia antes de volar hacia abajo a velocidades incompatibles, y de wagneriano final, con el normal curso de la vida.

Nunca antes había sufrido mi dirigible tal varapalo de Eolo, pero los rascamanes se lo tomaron a risa. ¿No sería Baco, y no las musas, quien en aquellos dramáticos momentos les inspiraba?

El dios del viento, apiadado no de los rascamanes, sino de mí, que los estaba sufriendo, amainó un poco. Fue el momento en que, transida de belleza, quien tuvo retuvo, y con esa voz que amainó tormentas de corazones no hace mucho tiempo, María Juristo (a quien yo, desde el timón, echaba ojitos de soslayo de vez en cuando), se puso a recitar, de su libro “Cuanto dijo la noche”, versos que acallaron al viento completamente y, casi, a los letraheridos:

La sombra encendida
Arranca a los vientos su violencia,
(sic, sic, el viento, que la escuchaba, obedeció)
cuerpos suaves, rompientes
donde la piel enmudece de placer
con la muerte encordada entre sus alas…

Enmudecidos por el placer de escucharla,
Aún tuvimos ocasión de oir otro poema, del que recuerdo:

El sueño loco de la ciudad dormida
Oculta enigmas en rostros de esfinge…

Un pajarraco negro, posiblemente el cuervo de Poe,
Dio un graznido igualmente negro (no pudimos oírlo, pero por la forma en que articulaba palabras con su pico retorcido parecía haber dicho ¡Nevermooore..!)
antes de estrellarse en el parabrisas y caer al vacío como hoja de la noche, abatida por el sol naciente.

El aire se despertaba, y con él la luz, y con la luz las sombras perecían…

Así que nuestra sin par Rocío (Capullito de oro y grana), aprovechó el silencioso éxtasis que siguiera a los poemas de María para endosarnos un precioso, pero sombrío relato, titulado Diálogo con su sombra, en el que la sombra del personaje se arrastraba por todos los suelos del mundo hasta que, harta de esclavitud, decidió evadirse de su dueña, si bien luego regresó, aunque con frescura de mala sombra y reivindicaciones feministas, “seré sombra, pero soy mujer”. La protagonista había pensado denunciarla por abandono corporal (como si fuera un desodorante), e incluso pensó en poner un anuncio, “se busca sombra por horas”. Pero con la alegría del reencuentro se acabaron las horas bajas y todo volvió  a ser como antes.

¡Benditos sean los tornillos flojos, pues entran a raudales las musas por las oquedades que permite su flojera!

Es imposible ver la sombra del dirigible en el suelo castellanomanchego, porque navegamos a tal altura que nos rozan las barbas de san Pedro. Con el runrún del motor por toda melodía (la altura debe de afectar negativamente a la locuacidad rascamanera), Juan Calderón se pone tan lírico, o un poco más que de costumbre, para recitarnos versos dignos de un Petrarca miope:

Tomar la mano y pasear…(falta palabra)
Pero ya estoy tan hecho a la neblina
Que me siento impotente
Para poner destellos de ilusión
En los viejos vitrales de mis iris…

No aconsejaría yo a Juan Calderón (gran prosista y excelente poeta) que acudiera al oculista (en todo caso, al ocultista) sino que limpiara de neblina los viejos vitrales de sus iris para contemplar la hermosura del cielo, esmaltado de veloces golondrinas becquerianas, que desfilan a lo largo y ancho de mi dirigible.

Pero quiá, aquí cada uno va a lo que va y nadie se fija en lo que hay que fijarse. El otro Juan, por apellido Raña, venezolano afincado en la piel de toro, nos sumerge en el obsceno y maravilloso mundo habanero que existiera antes de que el comandante mandase parar.

Y nos describe, con letras tersas y luminosas, lo más oscuro de aquella Habana de jolgorio, daiquiris y de Hemingway también estuvo aquí.

Nada menos que la subasta pública, aunque clandestina, de la virginidad de una niña de catorce años…

Un escritor de verdad no se corta ante el tormento, el éxtasis ni la náusea, y Juan Raña ha demostrado su enorme talla (y no sólo física) de escritor superlativo.

Oigo un ruidito raro… ¿No será que se escapa el gas?
Mira que me lo dijo mi amigo Alberto (Einstein, naturalmente): llena el globo de helio, hazme caso, mira que el hidrógeno es muy inflamable…

Pero yo no le hice caso, y tampoco estaba el horno para bollos hidrogenizados, que por entonces no se estilaban.

El caso es que, sumergido en la preocupación del ruidito sospechoso, no presté mucha atención al hecho de que el auditorio literario la prestara toda a las palabras de Javier, su querido y nunca bien ponderado Boss, que recitaba su poema Barro, ante el cual las golondrina circundantes aflojaron su vuelo al contemplar (nos),
Pues no en vano una golondrina Cubrió con barro los huecos por donde entraba la luz, el espacio roto donde hubo latidos…

¡Ay, si don Gustavo Adolfo levantara la cabeza…! Seguro que, al oír el poema javierano, volvería a escuchar también los latidos que hubo en el espacio roto.

Porque, vamos a ver, ¿Acaso cesan alguna vez los latidos del amor verdadero aunque uno se muera?
Dígamelo, don Gustavo, que tanto sabe usted ya de espacios rotos, vuelvan o no vuelvan las golondrinas del corazón, aun en el caso de que cesara de latir?

¡Oh cielos, estos desalmados me están contagiando…! Y el ruidito alevoso que no cesa…

Me parece que el dirigible empieza a descender peligrosamente, mientras el Vate Cano (José León) nos embarca rumbo a Citerea, su próximo libro (si lo quiere Fortuna) donde evoca la alegría de vivir del Antiguo Régimen, antes de que brillara el filo de la guillotina.
Para ello recita un poema donde Axel von Fersen, el amante clandestino de María Antonieta, le escribe una carta en la que dice que el beso que le robó una tarde vivirá para siempre, Aunque mi cuerpo pierda memoria de la vida…

El que está perdiendo altura es mi dirigible, que parece tener querencia por aterrizar (¡Y no otra cosa, espero!) en el Alcázar de la Ciudad imperial. Ahora el ruidito se está convirtiendo en un chisssss ruidosísimo que invita no al libertino Casanova sino a la pacata Teresa, aquella santa mujer que moría porque no moría…

Pero todavía estamos vivos, y por suerte los rascamanes no se enteran de la misa la media, enfrascados como se hallan en dimes, diretes, papeleo y si me lees te leo.
Casi no me entero de lo que dicen porque ahora soy yo el que se enfrasca en mover palancas y pulsar botones que ya no sirven para nada, porque el desinfle del globo se va pareciendo cada vez más a un coitus interruptus por aflojamiento. Aún así oigo que José Antonio se enamoró de la cocacola, a la que define como la diosa de esta era en su poema, y a Alberto, leyendo un relato excelente en el que habla del binomio de Cronos y Tánatos…O sea,  que Cronos huye como el hidrógeno del dirigible mientras Tánatos se acerca al Alcázar no se rinde, y yo con estos pelos...

Y menos mal que al gas no le afectan, por el momento, las encendidas palabras de los literatos.

Ni siquiera las muy bellas de Carmen Padín, quien en su relato Azul Van Gogh nos describe con todo lujo de colores su visita al recoleto cementerio, cercano a París, donde reposan, el uno junto al otro, el genial pintor y su bendito hermano. A pesar de la dramática situación, me atrevo a mirarla a los ojos  y comprendo el azulado título de su descripción viajera. Ay, ojos claros, serenos…

El artefacto volandero parece estar dando las últimas boqueadas, pero todavía agarra a Cronos por el rabo para que no se vaya antes de que los rascamanes acaben de contar sus cosas. Y es así como Cinta Rosa nos da una melancólica visión de la vejez en un relato donde Elisa, de setenta años, aspira al vacío y al silencio durante su viaje a la desfalleciente y bellísima Venecia, que titula las Valquirias y la Noche.

Y es así, mientras el dirigible renquea a más no poder, como David nos lee el comienzo de su novela Septiembre, una especie de Esperando a Godot en proletario situada en la Plaza de Legazpi, donde unos parados esperan y esperan la llegada del patrón que los va a contratar por una miseria. Zola en estado puro, madrileño y castizo a más no poder, con un lenguaje muy propio de los personajes.

Todo se acaba en esta vida menos el amor verdadeiro, nos explica la encantadora gallega Anagonz en un poema dedicado a las mulleres que no son camelias en un jarrón, ni son histéricas sino históricas. Después Iñaki nos regala un cuento misteriosamente humorístico, Viajes en busca del amor, y Maria Jesús un conjunto de palabras titulado El jardín de los claveles secos, con lo que mi querido dirigible da por terminado el viaje arrastrando sus ya flácidas posaderas y junturas en un prado donde puede verse la soberbia silueta de Toledo a contraluz mañanera.

Los rascamanes despiertan de  su éxtasis literario y el Boss, con su característica ironía, profiere:

-Ah, ¿pero ya hemos llegado?

José León Cano
27 de marzo de 2019