Páginas

martes, 10 de marzo de 2020

23ª Jornada/XIII año: Miércoles, 4 de marzo de 2020

Coronavirus

Hace algunas horas que no le he picado a nadie, esto no puede ser, estoy perdiendo facultades. Así es que, desde el metro, sigo a uno que entra en el Miski y, bingo, se pide un café y se lo baja al salón donde ya hay otro con su tacita en la mano. Y van llegando los demás: qué suerte, aquí sí me multiplico como mandó el Otro. ¡Creced y multiplicaos! Porque resulta que son todos y todas poetas y narradores.

Bueno, se saludan y el que parece ser el Boss, ocupa el asiento de la cabecera. Y comienza una charleta generalizada de la cual yo no entiendo gran cosa. Parece que el próximo lunes, día 9 participan todos en una lectura y exposición en Guadalajara que previamente han colgado en la Biblioteca de la ciudad. Pues habrá que ir allí también a ver si me como alguna rosca. Y luego anuncian cantidá de actos, presentaciones de libros, lecturas. Menudo rollo, trataré de asistir a todos los que pueda y ponerme las botas.

Buerno, el Boss llama por fin un poco al orden y uno que se llama Juan Antonio lee un relato muy ingenioso sobre un mono. Yo creí que era un cuento de animalitos, circo, etc., pero resulta que es el robo de un Stradivaius, un golpe perfecto.

Aparece León y recibe un aplauso general. Parece que ha tenido un problema de salud, ha estado hospitalizado. ¡Ah, si yo lo hubiera sabido a tiempo! Se me ha escapado una víctima fácil.

Después, un viejecito al que dicen el Aure lee dos poemas acerca de las pobres víctimas del feminismo: los maridos de las mantis religiosas, que ya sabéis lo que hacen, las muy.

Y se debate los términos  anexo/anejo. Qué lío. Creo entender que son equivalentes, ¿o no? Y Alma explica que el miedo del hombre crea el tabú.

Un Alma, (claro, acompañada de su cuerpo, de simpatía, su lucidez, su gracia) lee dos poemas: uno reivindicativo sobre la menstruación y otro sobre Ciudades Juárez, “En la frontera del infierno/me entregas los  huesos de mi hija"  muy conmovedor, 

Se va Carlos Tejado, ser padre y escritor es muy difícil, este siempre anda corriendo de esta tertulia al cole de sus hijos.

El llamado José Antonio comenta la actitud de la Iglesia en el siglo XIII hacia la mujer menstruante. Y Alma analiza la diferencia entre la sangre derramada por la mujer y por el hombre. El hombre, cuando derrama sangre, siempre es con violencia; la sangre derramada por la mujer es sangre de vida.

Juan Bautista Raña  lee un capítulo de su novela. Realmente, cuando comienza a leer, leo en todos los rostros interés. Todos reciben el relato con verdadera fruición. Es que tiene una gracia...

Llega una doctora, una de mis enemigas, Isabel.

A continuación llega Luis.

El llamado Boss, Javier, dice que está en dique seco y lee un poema de Ezequías Blanco, que dirigió “Cuadernos del Matemático”. Creo que Javier, el Aure y alguno más publicaron en esa revista.

Y al fin lee Rocío, uno de los pilares de esta tertulia, un relato que es una carta de amor de Sara Mago, no sé si he entendido bien. Qué cosa más rara, una carta de Sara a una Pilar..¿Serán de la Isla de Lesbos? . Pues no, parece que es Lanzarote, ay, no sé. En todo caso, prosa de gran altura poética.

Y lee José Antonio un poema cargado de emoción, que rememora el incendio de 1906 en el que murieron todas las mujeres en Nueva York. Y otro tierno, entrañable y con gracia: “Hay un gnomo…”.

Y ahora es el turno (según creo entender, leen por riguroso orden de llegada, aunque a veces se cuele el Aure con el alibi del dragón) le toca a  Chelo, quien lee un micro relato de final feliz, muy estimulante y chispeante.

Luego León obsequia con un poema de corte clásico, brillante y logrado, sobre Marco Polo (“Marco Polo regresa a Venecia”).

Y ahora lee Anagonz,  “Ya no son ellas la camelia de un jarrón”, creo entender, perdonadme si yerro, poema feminista, encantador, sin ira ni rencor. Y dos preciosísimos poemas en doble versión, gallega y castellana, preciosísimos, “Ainda” y “Escuma”.

Y lee la Dra. Isabel dos poemas: “Los sicarios tubulares”, y “La sala de espera”, dramáticos, terribles, pero de muy buena factura. Qué bien escribe, tiene que publicar más, me parece muy bueno lo que hace, tengo que reconocerlo, aunque, claro, estamos en bandos enemigos.

Y, por último, lee Luis un relato un tanto cruel sobre el oso negro. El Boss le hace una observación: que el registro del narrador y el de los protagonistas suenan un poco iguales, que debería emplear un lenguaje un poco más coloquial en los diálogos…Entonces el relato quedaría muy bien, con esa atmósfera salvaje, terrorífica, extraña.

Y ahora empiezan todos a rebullirse, a levantarse. Y me doy cuenta de que con tanta belleza palabrera me han encandilado y no le he picado a nadie. Qué gilipollas, me digo a mí mismo, entonces ¿para qué has venido aquí?

Ay, me da lástima picarles a todos, con lo bien que escriben, lo majos que son, los años que todavía le quedan por vivir. Y se me ocurre una idea brillante, si le pico al Aure, que va a hacer 84, creo que ya pierde poco. Así es que voy a por él.  No sé si ya estará bueno, pero no se libra.  

Aureliano Cañadas
6 de marzo de 2020

miércoles, 4 de marzo de 2020

22ª Jornada/XIII año: Miércoles, 26 de febrero de 2020

A la mar, a la mar, marineros

Tras derrotar a la delincuencia organizada, la tripulación vitoreó a la poetisa Eugenia, que mostró  gran habilidad en el manejo de la espada, consiguiendo expulsar a varios delincuentes de cuello blanco que intentaron abordar nuestro navío. Eugenia, mostrándonos su  cariño y agradecimiento argentinos por tantas aventuras compartidas, se despidió de nosotros, dejando la huella de su acento porteño y de su amplia sonrisa que atraviesa los océanos.

Gracias, Eugenia, hasta tu vuelta a bordo.

A continuación una nueva marinera, Isabel Pérez, nos leyó el poema:
  
                              Emigrante

“Mientras esperamos en el anden
con los dedos haciendo tenaza pálida.
(…)
Este algodón reseco, este yo vacío.
(…)
Hasta las simientes insignificantes
necesitan tierra sin intermediarios.
(…)
A nadie le gustan las cosas
fuera de su sitio.”


Muy bien.

De repente, un inesperado golpe de mar hizo zozobrar el barco entre enfurecidas olas que se estrellaban contra el casco del navío produciendo un estruendo que hizo crujir los oxidados clavos de nuestro maltrecho galeón , haciendo rodar a la marinería entre barriles y demás enseres propios de la piratería. Mas, afortunadamente, el soplo de Poseidón duró unos minutos y tras recuperar el mar la calma, Isabel Morión nos habló emocionada de un poeta perteneciente a la Teología de La Liberación, Pedro Casaldáliga, leyéndonos un hermoso poema del que entresaco algunos versos :



                                A la muerte

Yo la cogí en las sombras muchas veces
(…)
Se que vendrá…
(…)
Vendrá. Saldrá de mí, la llevo dentro.
Siempre tan cercana, y tan íntima.”


Muy bien.

A continuación, Isabel nos leyó un poema en recuerdo del poeta persa Omar Khayyam:

“(…)
No es posible encender
la mecha consumida.
Amar la vida siempre,
olvidar los rencores,
gozar con los amigos
(…)
Vivamos los momentos
con lúcida alegría.”


Muy bien Isabel, todo un canto a la vida, a su generosidad y belleza. Estupendo.

Murmullo de la tropa,  amortiguado por un campanillazo de Javier,  señalando el desorden que el vendaval había dejado en cubierta. Con voz ronca ordena:
-Recoged los barriles, la pólvora, los cachivaches, enseres y demás objetos, que las huestes de Neptuno han esparcido por cubierta. ¡Vamos!., pandilla de haraganes.
Entre gruñidos, la piratería inició el baile de recogida, soltando tacos por doquier contra los dioses del mar y  sus amigos del Olimpo. Ni Zeus se salvó de los improperios lanzado por Aureliano, clamando contra los elementos desbocados, que hicieron huir despavorido a su querido gatito que entre maullidos y fu, se había alojado dentro de un barril que ante los requerimientos de su dueño salió ronroneando y tras acoplarse en un  cómodo cojín escuchó atentamente a su dueño recitar el poema
 de su  magnífico  libro Circus de próxima aparición:

                                    La amazona

“ Quién si no se podría leer
en la tristeza de tus ojos.
(…)
Algún día,(…)
los dos escapamos, los dos solos
en busca de las verdes,
las lejanas praderas del amor.”

En estas y en otras, Juan Calderón, tras desembarazarse de una  enorme caldera, no sin ímprobos esfuerzos, nos obsequió, como para relajarnos, con dos poemas humorísticos-eróticos:

                        Carretilla de  Jardín
Poema en el que se describe con precisión el amor en una carretilla:

(…)
 El ritmo se acelera
entra y sale el deseo
hasta que la naranja de la luna,
gota a gota les vierte
el zumo del placer sobre los rostros.
(…)
La mujer rubeniana pide más,
pero el pobre tirillas
cae  al suelo, partido
por un lumbago atroz galopante”.

En el poema de la Mujer Fruta, nuestro poeta nos describe el encuentro amoroso de  una bella mujer y un vejestorio que tras la faena, y ya muy lejos del escenario, se da cuenta de que se quedó sin dentadura, mientras la dama juguetea sexualmente con ella:

“mordiéndose a sí misma con deleite
se encabritó el deseo entre sus piernas
y empezó el meneíto nuevamente”

Mientras tanto, Juan Bautista, ajeno a las justas poéticas, forcejeaba con un cubo de plástico que el vendaval había insertado en su gloriosa cabeza, situación de la que salió airoso gracias a mi oportuna intervención que, echando mano de las leyes de Newton, hice que el dichoso cubo no siguiera adherido a nuestro héroe, cual cruel ventosa.

-¡Ya está!- le dije.

Un sonoro gruñido fue muestra de su agradecimiento porque esa es la forma de expresar sus sentimientos de este héroe de pacotilla que, como si aquí no hubiera pasado nada, tras recoger su bastón, nos narró el siguiente episodio de su interminable novela en el que nos cuenta las aventuras de Fidelito, en la que describe un genial regateo con la propina  protagonizado por Fidelito y la tacaña revolucionaria Doña Caridad, y otras aventuras referidas a la revolución castrista.

A  Continuación, Carmen nos leyó el micro relato  De noche, en el que  nos da cuenta de un asesinato mediante arma blanca; pero según los críticos le falta el cierre con algo sorprendente.
Tarea pues, Carmencita.

Mientras tanto, José  Antonio Carmona forcejeaba entre sus ropas, tratando de pescar las sardinas, que las embravecidas olas introdujeron en sus interioridades; cosa que tan singular caballero tras desigual combate consiguió. ¡Jamás en los hechos de caballería se vio tal arrojo y tenaz esfuerzo! ¡Jamás, vive Dios! Asombrados se quedarían Don Quijote y Sancho ante semejante hazaña. ¡Y con qué soltura arrojó los pequeños diablillos a los Océanos!  Digno de ser inmortalizado por Velázquez; mas desgraciadamente entre los rudos marineros, como mucho, revoloteaba patizambo un pintor de brocha gorda.
Arrojados los hijos de Neptuno, José Antonio nos leyó el poema de amor Ladrona sin sentido del silencio:

“ Admiro la palabra que acaricia
(…)
Me gustan aquellas que se dicen
y no estorban al silencio.
De las otras, que son puñales
(…)
no las quiero
son cicuta del cariño.
(…)”

Y luego un poema de desamor muy gracioso en el que describe la soledad y el encuentro con una dama:

“Llegué al pretil de un puente.
Miré al río.
Me asomé loco al vacío
Ufff (…)
Y en ese momento pasó
una turista alemana
(…)
Hablo idiomas
me operé de carcinoma
que fue mi primer amor.”

Javier, tras ordenar que terminasen de recoger determinados enseres, nos leyó unos poemas muy buenos del poeta Jesús Aparicio. Basta con recordar el verso:

“ el lenguaje construye tu casa”.

Para embriagarse.

Por cubierta deambulaba Alberto que al parecer sufría los efectos de las olas con un cierto retraso y  en un tris estuvo de lanzarse al mar. Milagrosa fue la intervención de Javier que con su garfio le recondujo hasta hacerle sentarse en un barril mientras el infeliz balbuceaba monosílabos referidos a una tragicomedia que está escribiendo en la bodega del barco entre lingotazo y lingotazo. Una pena. Dejémosle descansar y prosigamos con las andanzas de la marinería, encarnadas en los magníficos microrrelatos de nuestra galleguiña Ana Gonz:
La misma historia, en el que se relata la encrucijada en que se encuentra  el protagonista todos los marzos: estrangular o no estrangular a su mujer, entremezclando su falta de decisión con impulsos suicidas.
Desde hace 15 años no se atreve a  matarla.

En el microrrelato Muñeca, nos relata de forma magistral el cariño de Ana por las muñecas de trapo y su relación con el estraperlo en aquellos tiempos de Maricastaña y de brazo en alto.
Estupendo Ana, que las  meigas te sigan protegiendo.

Por su parte, la nueva compañera de tertulia, Cristina, nos lee una entrañable carta de amor, un trágico Sueño de amor, en el que el protagonista abraza con pasión a la amada llenando el relato de fuerza y pasión, que se interrumpe con un despertar abrupto en el que el personaje se encuentra abrazado a su soledad y el recuerdo de la amada.
Conmovedor.

Por mi parte, medio patizambo por efecto de un calambre, forcejeaba con mi destartalada pierna, que apenas me dejaba poner atención a las cuartillas en las que había escrito el poema Canción de gesta:

“En el cajón de la izquierda
un autómata anota con precisión
los 3300 números correspondientes.
Se seca el sudor
y otros 3300 números.
grabando en la sombra continua “

Otro calambrazo, compañeros me dejó turulato.
¡A la mar, a la mar marineros!

Juan Manuel Criado Manzano
3 de marzo de 2020