El gran Maestre pacta un refugio...
Un viento, nos desaloja de nuestro hábitat. El gran Maestre
pacta un refugio. Tras de una cortina a media luz, sombras decimonónicas:
Candelabros, relojes parados y maletas que no van a ninguna parte.
Cuando más o menos se cubre la logia ruinosa, el gran Maestre
da principio a que los rascamanes, a través de su liberalismo espiritual,
monten el Taller de su Templo para que ahuyenten del lugar la falta de oxígeno,
los efluvios que emanan de aromas mezclados con sudores y de ruidos, de
malditos ruidos tras de la cortina. Una vez sentada la asamblea del Taller del
Templo, El gran Maestre da paso a la directora de un corto. Y nos enseña una
imagen bellísima dando luz al entorno. Y a continuación, nos habla de un
oráculo, de una madre y de un niño de pies hinchados. Y se vuelve la logia a
media luz. Y prosigue el gran Maestre dando el turno a cada Rascamán.
Y entra un compañero con su poema posesión, poseído a su vez
en el aprendizaje de su tiempo. Después recita un maestro, con nostalgia
romántica sus notas caminando tiempos. A continuación se dirige a la asamblea
un aprendiz de la conjura y la burla. Entre pausa y pausa vienen los efluvios,
que los ahuyenta con su varita de maga subiendo a Universo su nebulosa ola
vaporosa. Del fondo de la logia sale una voz dominadora de tenue toque
costumbrista, donde entrecruza a los vecinos de una comunidad en sus obsesiones
sexuales. Entra el recitado de un maestro que con su música de rosas, de
labios, de vinos los eleva a símbolos de belleza y, por unos instantes, queda
en silencio la cripta. Y rompe el silencio el gran Maestre dando paso a un
compañero. Y nos habla de la venganza turca, con sus vicios envenenados de la
intolerancia a la manzana. A continuación, nos ahuyenta el mal ruinoso una
maestra con su poema romántico, morir el alma. El Taller del Templo en su
conjuro contra el ruido de los malditos se organiza en coro. Pero a pesar de una prosa
rica, a la manera romántica de un Max Estrella, ese coro o diálogo
insignificante no consigue ahuyentar el ruido de los malditos. Y el gran
Maestre da paso a un compañero con la mayor nota a ser candidato a maestro. Y
ahuyentó el mal de la cripta con su profunda emotividad, en lenguaje lleno de
luz: donde vuela el cóndor. Y ante la imposibilidad de que otros asamblearios
pudieran ahuyentar el mal de los efluvios y de los ruidos se levanta la sesión,
con la orden del día para la próxima reunión.
18 de diciembre de 2015
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