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miércoles, 8 de abril de 2015

24ª Jornada/VIII año: Miércoles, 1 de abril de 2015


El circo de la Literatura


Somos acróbatas en el circo de la Literatura.

Cada miércoles a las seis de la tarde bajo la lona de la Cafetería Santander estrenamos función. Vendemos localidades a los fantasmas del sótano y prohibimos expresamente las propinas porque nosotros, señores y señoras, somos Artistas de la Palabra, así con mayúsculas.

Llegamos cada uno tirando de nuestro propio carromato de poemas o relatos y con el látigo sacamos nuestras fieras a la pista a las que tratamos de domesticar frente a los fantasmas, los compañeros y nosotros mismos. Las imágenes, pulgas saltimbanquis que nos pican a todos con idéntica pasión, pasan de las fieras a nosotros y de nosotros a las fieras sin darnos descanso. ¿Cuándo lograremos adiestrarlas? Somos incansables prestidigitadores del lenguaje que matamos por la metáfora más original.

 Y aunque haya tardes que no se vendan localidades, que no haya público que se levante al unísono a aplaudirnos, nunca abandonamos, miércoles tras miércoles ahí estamos en nuestra carpa empolvándonos las plantas de las manos con almidón antes de aferrarnos al primer trapecio que alguien deje caer cerca de nosotros.

Pasen y vean. La función va a comenzar:

Señoras y señores con ustedes la troupe de la Santander ¡los cómicos de Rascamán!

Paco Fenoy, lanzador de cuchillos, cada tarde llega de los primeros. “Cuando despertamos Fenoy estaba allí”. Le embromamos comparándole con aquel no menos famoso dinosaurio. Fenoy sonríe abiertamente porque, aunque es lanzador de proletarios contra la burguesía, es afable y escucha y quiere aprender.

En esta ocasión a su grito de “Proletarios de todos los países uníos”, hace cuatro tiradas de pequeños poemas con afilado sentido social que buscan acertar en lo quiere explicar:

“A tal fiebre de fuerza y organización
Llega el obrero…”
“El alcance del proletario
sobresalta a la burguesía…”

Su número es un poema río, que lleva desde la caída de Roma, hasta la actualidad.

En ésta ocasión, además, trae bajo el brazo una antología firmada por García Teresa “Disidentes”, donde él mismo aparece en la pista en un número circense de castillo humano con otros muchos lanzadores de versos afilados y certeros ante los que no tienes más remedio que levantarte y vitorear admirando el vuelo peligroso y agudo de sus aceradas acrobacias. Invitamos con un aplauso a que salga a la pista una magistral lanzadora, una de esas que te deja la boca abierta cuando contemplas su lanzamiento. Begoña Abad:

En la fila de hormigas
el único horizonte
es la hormiga que camina delante.

Después de los lanzadores de cuchillos, sale a la pista el malabarista de versos, Miguel de Leceta. Hoy, víspera de Semana Santa, como hay poco público, viene acompañado también de otro malabarista de más renombre y peor carácter, el agrio y gran Juan Ramón Jiménez que lanza al aire su poema “Primavera”:

Abril sin tu asistencia clara
fuera invierno de caídos esplendores;
más aunque abril no te abra a ti sus flores...

Nosotros, ante tal espectáculo de versos floridos, comentamos que el poeta lleva sabiamente a la primavera dentro de él.

Se apagan las luces, y empieza el número de Miguel de Leceta, que echando al aire sus palabras nostálgicas nos recita: “Así era el amor entonces”:

Así era
extraño y confuso, sanguíneo y ajeno,
como los faros para un navío…

Pretenden sus palabras encerrar en su circunferencia perfecta el amor siempre imperfecto. Giran las palabras en el aire, dibujando versos con los sentimientos del ayer. En las gradas los ojos no se despegan de ese vuelo grácil y difícil de intentar mostrar lo invisible, esa ilusión de abarcar el universo de lo subjetivo con palabras. Hábil y dulce es el regusto que queda tras su actuación tranquila.

Tras el aplauso de los fantasmas, tras nuestra patente admiración sale a escena el Director de pista, Javier Díaz Gil. La función de hoy celebra las ausencias, porque de nuevo vienen de la mano del Director de pista otros artistas de la palabra que no conocemos y a quién nos presenta con un redoblar de los tambores. Se trata del ganador y los finalistas del Certamen VI Día Internacional de la Poesía en Segovia, del que nuestro Director de Pista ha sido también jurado.

Y escuchamos “Juicio final” de David Benedicte, “Sonata para violín solo” de Vicente Rodríguez, ganador de dicho Certamen, “Todo lo que se nombra se pierde” de Juan Pablo Otero, “Doce no teu colo” de José Luis Torrego y finalmente “Tránsito” de José Manuel Vivas Fernández, que a mí particularmente me gusta mucho.

Tarde plácida de abril bajo la lona. Los prestidigitadores de la palabra son hábiles circenses que nos tienen el alma en vilo volteando versos en el aire. Y somos todos espectadores atentos. Espectadores gustosos de descubrir qué acrobacias se están haciendo en otras pistas, cómo se contorsionan las palabras en otros números.

A continuación sale a escena María Antonia Copado, la madura amazona que ha cumplido un año más, y sigue haciendo acrobacias sobre un caballo desbocado a golpe de látigo de versos. Su número “Sólo cómplices” hace aguantar la respiración a más de un espectador:

Disuelta en el viento templado
de la madurez vivida…

Y por último sale a la pista, Rocío Díaz, con un número breve que quiere ser intenso sobre un amor tan irremediable como evidente. Me convierto a ratos en trapecista, y me columpio de una ambigua narración donde se sugiere más que se explica. Para a continuación volverme equilibrista sobre unos escasos renglones, de los que finalmente salto intentando caer con los dos pies juntos, los dos bien juntos antes de saludar al público. Qué difícil no perder el equilibrio ya en el suelo. Clavar el número, qué eterna búsqueda.

Tarde de circo, primera tarde de abril de aquel 2015 en la que hubo poco público y menos actuaciones. Sin embargo tarde lucida en intensidad literaria. Al ser menos, los artistas pudieron entretenerse más en sus números. Y con la repetición se celebraron más en su diferencia, en su vistosidad, en la maestría de sus acrobacias.

Nos faltaron los demás: los tramoyistas y tragasables, los faquires y la bala humana. Pero aunque los recordamos y echamos de menos, los que estuvimos no escatimamos en disciplina, trabajo, correcciones e ilusión.

Sin duda aplaudieron los fantasmas del Santander.
Habrá más tardes bajo la carpa, tardes multitudinarias, localidades agotadas, porque somos muchos a quienes nos mueve la misma pasión de acróbatas en el circo de la Literatura.

Así que señoras y señores, no se nos despisten, que cada miércoles estrenamos función. Pasen y vean. El Circo de la literatura, con un gran redoble de tambores y emoción asegurada, está a punto de comenzar.


Rocío Díaz Gómez
7 de abril de 2015

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