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martes, 22 de abril de 2008

27ª Jornada: Miércoles, 16 de abril de 2008


Menos nuestro dolor. (Aureliano Cañadas. 2008)

Cruzo el umbral de la puerta del Café Galdós cuando las manecillas del reloj señalan poco más de las 18.00 horas. Atravieso la maraña de oficinistas y empleados de banca que visten corbata y beben ginebra mientras comentan las cuitas laborales del día, igual que en esos programas deportivos en los que se repiten mil veces las jugadas de los partidos aunque sus contertulios no logren ponerse nunca de acuerdo. De eso se trata, me digo. Me reencuentro con Javier y Vicente, que esperan en la mesa preferida por razón de su luz cenital, que nos iluminará durante las dos horas siguientes desde algún lugar del techo/firmamento. Detrás llegan Rocío, damnificada por la huelga de la E.M.T., Elena, y Jesús Jiménez Reinaldo, que hoy nos regalará su compañía. Reunimos en la mesa las fotos del miércoles pasado, las invitaciones para el recital de Aureliano Cañadas, dos cafés, una coca-cola y un agua con gas. Y empezamos.

Javier lee el poema que ha escrito a partir de una fotografía de Azucena, en la que puede verse un árbol y el cuerpo de una mujer que parte del tronco. Los dos primeros versos del poema dicen: “Yace el cuerpo prolongando / el dolor de la encina”. Jesús comenta que le parece demasiado descriptivo, por ejemplo, por el hecho de escribir la palabra “dolor”. Javier replica que precisamente lo del “dolor” le gusta, y yo, en silencio y sacándolo de contexto, medito que eso que dice Javier es de masoquistas. Inmediatamente me pregunto si en el fondo los poetas no serán un atajo de masoquistas, y en mi fuero interno, vuelvo a plantearme mi regreso urgente al sensato territorio del relato. Después de un par de lecturas y correcciones, haciendo efectiva la función de nuestra tertulia literaria como “Taller de chapa y pintura para poemas”, los dos primeros versos quedan finalmente como a continuación se indica: “Yace el cuerpo / prolongando el dolor de la madera”.

Llega Ana, esta vez sin empanada. Aunque, después de preguntarle a Jesús si pertenece al grupo de Guadalajara, a mí me da por pensar que la empanada tal vez la trae en la cabeza. Pero me callo, y no digo nada, que es el modo más vil de cometer los mayores delitos. Como castigo paso a leer mis deberes, dos haikus nacidos de una de las fotos que nos prestó Lady Noise en la que aparece un polluelo. El primero dice. “Brotan en tu piel / las plumas que perderás. / El otoño espera”. Jesús opina que son narrativos y que no se ciñen al espíritu “filosófico” y “atrapador del momento”del haiku. No le falta razón. Mis mimbres de narrador me traicionan, como un atavismo malsano. O como señala el sabio refranero: vuelve (regresa) la burra (yo) al prado (la prosa). Echo de menos aquellas clases de rehabilitación que me salté después de que me operaran del apéndice. Aquella imprudencia ha hecho que todo lo que he escrito a partir de entonces sean versos, como si me hubieran echado un embrujo o mal de ojo. Maldita mi estampa. El taller de chapa y pintura tiene que acudir de nuevo a solucionar mi desaguisado. Mi haiku retocado queda de la siguiente manera: “Brotan en tu piel / las plumas inútiles. / El otoño acecha”. Mucho mejor, desde luego, pero que lo pague el seguro.

Javier ha escrito también varios haikus a partir de otra de las fotos de Lady Noise. En ella se ve una playa abarrotada por un nutrido grupo de personas. Reproduzco aquí aquel de los cinco haikus de Javier que más gustó a los asistentes: “Ya no oigo el mar. / Tienen ojos azules / las multitudes”. Perfecto. Tanto, que los mecánicos, ataviados con sus monos azules, pringados los dedos con grasa de automóvil, no sabemos por donde meterle mano. A continuación es Ana quien nos lee una historia en la que sus personajes protagonistas se entregan a la tarea de deshacerse de cosas. Su relato despierta en nosotros un debate, peligroso por interminable, en torno al amor. O mejor dicho, en torno a la edad ideal (idéntica o dispar) que han de tener los enamorados. Mientras discutimos, mi mirada se desvía hacia la mesa de al lado, donde observo a una pareja de novios que se come a besos como si estuvieran ellos dos solos en el Café Galdós, otra forma de hablar distinta a la que todos conocemos, moviendo también la boca, aunque en este caso sin decirse nada. De repente, me fijo en la cara del chico, que me suena de algo. Sin embargo, no logro recordar por qué. Tal vez, me digo, he tenido un simple Deja vu.

Llega Carmen Fron y Elena lee lo que trae escrito. Se me graba en la memoria una de las imágenes de su texto: “El cabello de la tierra dejándose mecer por el aire, que lo peina”. A Rocío y a mí nos parece maravillosa. Por si no habíamos tenido suficiente Elena nos regala además estas palabras: “Lo que no se da, se pierde”. Bienvenida de verdad, Elena. Lástima que haya tenido que leer su Tango Recuperado en plena contaminación ambiental, provocada por uno de los camareros, que se ha puesto a hacer pruebas al lado de nuestra mesa, con un equipo de proyección y una pantalla. Los presentes convenimos que a Lady Noise acaba de sucederle en el trono Mister Noise. Para que luego digamos de ella, tan callada, discreta, limpia y educada como ninguna. Antes de que el jaleo vaya a mayores, y el tiempo insaciable nos engulla como el lobo trató de hacer con los tres cerditos, se ponen los deberes para el próximo miércoles. Hay que escribir alrededor de un personaje que adopte una posición que no le es propia. Javier apunta una idea a modo de pista: una persona que cojea o anda encogida no teniendo motivos para ellos ya que se encuentra perfectamente de salud.

Son las 20:00 horas. La tertulia de hoy tiene su continuación en el Círculo de Bellas Artes, donde Aureliano Cañadas presenta su libro “Menos nuestro dolor”. Entramos a la abarrotada sala por parejas, como si fuéramos a un baile. Los poemas de Aureliano logran transportarnos a un espacio y un tiempo que no es el real. Gracias, Aureliano, por ello y por cosas como esta: “sólo tú / me alejarás de la ficción de mi cuerpo / para llevarme hasta la belleza única”.

Más allá de las 21:30 me despido de mis compañeros hasta dentro de quince días, ya que el próximo miércoles no podré acudir a nuestra cita semanal. En el Metro de vuelta a casa voy pensando que no ha llegado todavía el día y ya lo echo de menos.

Os deseo a todos un Feliz Día del Libro en el Café Galdós.


David Lerma Martínez
21 de abril de 2008

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