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domingo, 6 de abril de 2008

24ª Jornada: Miércoles, 26 de marzo de 2008

Rumbo a Isla Galdós

Avisté Isla Galdós mientras cambiaba el viento, y empezó a soplar uno tibio de reencuentro. Otro náufrago había llegado antes que yo. Superviviente de la peor tempestad, venía con muletas y cicatrices, pero también con su vasta memoria y el buen ánimo, intactos ambos. Me alegré de verle. Al rato, haciendo equilibrios sobre una balsa liviana de haikus, arribó a nuestra isla nuestro prófugo prosista. Después llegó nuestra particular meiga nadando entre sortilegios e historias y detrás de ella nuestra joven y recuperada poetisa de Villaverde.

Ya estábamos todos. Contentos de reencontrar al superviviente, pero resacosos de una Semana Santa en alta mar, cansados de travesías, zarandeados por la aplastante y desconcertante primavera que azota el ánimo, nadie se sentía con fuerzas para escribir, en el cuaderno de bitácora, el encuentro. Unos se negaron abiertamente, otros mucho más prudentes, solo callaron. Se sorteó grumete y le tocó a una náufraga y servidora que se había negado con fervor: ¿Justicia literaria....?

No había nadie que llevara el timón, sin patrón, comenzamos. Nuestra mejor defensa contra el paso del tiempo es aprovecharlo, y hacia allí apuntaba nuestra brújula. Sobre los víveres, sacamos nuestras provisiones de relatos, desplegamos nuestros mapas de versos e hicimos contrabando de palabras. Leímos, escuchamos, compartimos, nos calentamos el alma con la inspiración de los demás.

Dos cuentos de... “Cuando la vida era un café con leche...” contra haikus y poemas.

“Duerme sobre un colchón raído,

la vida que soñaste.

Mañana despertarás en otros brazos” comienza el prófugo prosista...


“Cuando

no ocultaban fechas los calendarios

ni estaban prohibidos los juegos con nata

la niñez y la ignorancia

se alimentaban de batidos de chocolate...”, continuó la joven poetisa que termina los poemas escribiéndolos en el móvil...

Mientras pernoctamos allí, nos llegaron botellas con mensajes del viejo mundo, mensajes escritos por un tal Truman o Kerouac, Chejov y Sillitoe... personajes que un día escribieron y lanzaron sus palabras al ancho mar, salvavidas que tuvieron a bien fondear en nuestra isla.

Más allá de nuestra Isla Galdós se cierne sobre nosotros un oprimente cielo gris de obligaciones, soplan vientos laborales y tornados de prisas, más allá sabemos que nos espera una mar rizada de contratiempos.

Pero ahora nosotros estamos a salvo, bajo un refugio de versos y palabras, a gusto, muy a gusto en Isla Galdós.

Rocío Díaz Gómez
2 de abril de 2008


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