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viernes, 11 de abril de 2008

25ª Jornada: Miércoles, 2 de abril de 2008

la letra académica se pone la funda de cartón
para “arrecogerse” en su estuche de pinturas Alpino


El día anterior ya presagio que el miércoles va a ser interesante. Por un lado ya me han quitado las muletas y mi ánimo es tal que grabo en varios cd´s una selección literaria de esas que caen del E-mule, para repartirlos a los miembros de la tertulia.

Entro en el Galdós. Me encuentro con Javier y Rocío, que ha ganado el tercer premio en un concurso, creo, de Las Rozas. A mí me parece un verdadero triunfo. Lo importante es que a la obra de uno la consideren fuera de las fronteras de nuestra casa. Tuerzo el cuello y a nuestro lado observo la figura aséptica, de quirófano, de una de las letras de la Real Academia. Bebe y charla con otros miembros parecidos a enseres de una papelería de objetos regalo. Ya no me impresionan demasiado. Las letras sueltas, después de todo, son letras, y si no forman palabras articuladas son sólo un sonido fonético próximo a un quejido.

Javier, que el que escribe esta bitácora ya intuye un alto componente surrealista, mezcla el apellido “Puértolas” (dicho por un servidor), con a puerta gallola, y yo interiormente interpreto suciamente la asociación Freudiana.

Al rato aparece Aureliano, y con su fuerza telequinésica, desplaza un vaso y lo pinta con líneas blancas quebradizas contra el suelo. Los diamantes de “palo” se arremolinan en el suelo, mientras la letra académica se pone la funda de cartón para “arrecogerse” en su estuche de pinturas Alpino. Llega David.

Descubro que Rocío lee al gran Antonio Orejudo, personaje que por sus maravillosas características personales nunca le colocarán en ningún abecedario académico. Ana camina hacia nosotros con su nuevo peinado, que la acerca un poco mas a su etapa universitaria.

Ya va siendo hora de un poco de descarga javierística y de su amigo el francotirador. No conocía estos relatos (que el insiste en llamar poemas) sobre ese especialista del AK-45, pero me dejan con una impresión parecida a la que siento leyendo a Lacan. Estrupefacto. Parte de nosotros solemos levantar barbillas gemelas que reposan en la tierra. A veces eso nos mata. Surge Laura.

Rocío abre carpeta con folios. Lee. Sus personajes me recuerdan a los de las novelas de Valle-Inclán. Llega Adriana, mientras Aureliano pide permiso para leer un poema de su próximo libro: Menos Nuestro Dolor. El poema hace relación a la admiración de Ezra Pound a Walt Whitman. El gusto por la intrahistoria de literatos que nos fascinan nos acerca a esos seres hercúleos. Buen poema, buenísima idea en un libro que huele a maravilloso.

Surge la pregunta de cuál es la mejor época en la vida de cada hombre. Algunos componentes de la Tertulia opinan que es en edades infantes cuando reaparece la felicidad perdida en el destete, otros en la vejez. Opinen. De pronto Adriana saca una cámara y nos comenta el regalo de cumpleaños que va a realizar a Marina gracias a ese artilugio y la capacidad verbal y creativa de todos, sellado en la cinta videográfica. Tras la preparación del regalo, Laura prorrumpe con un poema reformado con mejoras. Los señores poetas, lapiz verborreico, aconsejan mejoras dentro de la mejora y el asunto queda visto para sentencia con el juez. El reloj golpea con sus manecillas en nuestros melones diciendo que ya va siendo hora de salir del Galdós, y notamos que falta alguien para que el órdago sea completo ese miércoles. Sí, lo han adivinado; se acerca Lady-Noise. A estas alturas ya deberíamos alejarnos de dicho sobrenombre. No obstante resistirse a alejarse de una definición tan Umbraliana nos va a costar. Me sobra un cd con las obras de maestros literarios, y le pregunto si le gusta leer. Se lo doy a señorita decibélica.

Ana nos cuenta que prepara un viaje a Lisboa que, sin embargo, no le va impedir estar en la tertulia del próximo miércoles. Tiene pendientes una serie de regalos gastronómicos y, a estas alturas, mientras escribo esta última parte y escucho la música de Drive By Truckers, me está entrando un hambre de tres pares de narices. Nos despedimos del Galdós, y yo ahora voy a asaltar el frigorífico. Good Night.

Vicente González
9 de abril de 2008

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