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jueves, 28 de noviembre de 2019

10ª Jornada/XIII año: Miércoles, 27 de noviembre de 2019

Toda la marinería hablando del Black Friday


Cacharros cabalgando por doquier con el consiguiente ruido y, para completar, toda la marinería hablando al mismo tiempo de rebajas con eso del Black Friday, componían lo que podríamos identificar como una orquesta perfectamente desafinada y chirriante.

A duras penas podía captar algunas parrafadas sueltas, referidas a antiguos centros de consumo, Almacenes Arias, Almacenes Sepu, Galerías Preciados, en fin, restos de un naufragio de antiguas tiendas que fueron arrasadas por el vendaval de grandes competidores o agresivos vendedores mejor equipados para realizar el abordaje de los alienados consumidores que, como reclutas, acudían a la voz  de un algoritmo, que no del tañer de una campana o a la voz de mando de un general al frente de un regimiento de ejecutivos. Todo lenguaje marcial o fieles seguidores del videojuego masivo incrustado en las neuronas de los transeúntes por expertos informáticos del Bill Gates.

Menos mal que tras tocar el capitán la  campanilla, el silencio se hizo en cubierta y María Juristo  nos leyó el magnífico poema
 No supe.

“ No supe ver el mensaje del otoño
(…)
no supe que todo era visible
como el agua derramada por el ánfora
(…)
vagabundo aún en el fin de los inviernos.”

 Poema lleno de vivencias, en el que se llena tu alma de las hojas caídas del otoño.
 Muy bien María. Siempre tan sorprendente.

A continuación Cinta nos lee el cuento titulado Desde la azotea, en el que nos narra la pequeña historia de una niña que quedó sola teniéndose que enfrentar a la vida con el bagaje de su vigor maltratado por los embates de la vida, encontrando al final su amor desde la azotea donde contempla el transcurrir de la vecindad.
Cuento lleno de amor, hecho con el cariño de su prosa y desde la profundidad de sus sentimientos, rebosantes de palabras llenas de ternura.
Entresaco entre tanta vida, estas palabras encantadas:

“ La luz entra ametrallando la azotea”

Luminoso Cinta.
A continuación creo que  leyó el poema

Violeta

“ El azul se revuelve
arde el rojo
(…)
Dos universos hablando continentes
(…)
La paradoja inútil del engaño
Lo que el otro ofrece
para borrar  el daño.”

Muy bien .

Un golpe de mar a estribor hizo zozobrar el barco, y me arrojó al suelo al caer de la banqueta.¡Recontra! -exclamé- no hay forma de proseguir con la bitácora; mas sacando fuerzas de flaqueza, subí a cubierta y, como la tripulación estuviese arremolinada en la borda,  me acerqué y vi que varios peces agonizaban entre el plástico que las olas habían estrellado contra la línea de flotación, al igual que en el Mar Menor miles de peces perecían ahogados en sus orillas como resultado de la destrucción que por doquier cabalga desbocada por el planeta mientras se siguen enviando mensajes a troche y moche invitándonos a consumir desaforadamente y el inefable Jeff Bezos trata de imponer sus reglas de juego a gobiernos y convierte a sus empleados en meros robots orgánicos para mayor eficiencia del negocio. Todo en nombre de la mayor gloria de Amazon, como  fiel representante de las empresas punteras de la deshumanización.

Un poema -Instantes- de Juan Calderón  rompió mis reflexiones:

“Instantes atrapados.
El tiempo se detiene
(…)
apenas  un momento en desbandada
(…)
Inmóviles se quedan los instantes
(…)
Llevaremos los besos de aquel tiempo
(…)
Beberemos más que una copa de recuerdos
(…)”

Pleno de nostalgia, del sentir la tenue lluvia del tiempo que poco a poco humedece tus mejillas poblada de recuerdos. Porque vivir es recordar y el presente no es; un instante fugaz, algo tan insignificante que más bien nuestra vida se parece al discurrir del agua al ancho mar, que diría Jorge Manrique. Somos una sucesión de fugaces instantes; mas bien, la existencia es un río de ayeres.
Muy bien Calderón.

De repente, como calambre colectivo, un tumulto recorre la tropa y las conversaciones sobre el “amigo invisible” se adueñan  de la escena. Tras varias  propuestas, el Capi zanja las deliberaciones y concede la palabra al siempre vitoreado Juan Bautista que, enarbolando su bastón a modo de credencial y tras contarnos las peripecias de su bisabuelo en la Cuba de Batista y la huída de la isla en una chalupa propulsada a base de bastonazos en las turbulentas aguas del Caribe, sortear dos huracanes y ser perseguido por una manada de tiburones que, a Dios gracias, pudo hacerlos virar a base de bastonazos; nuestro nunca suficientemente alabado Juan Bautista prosiguió leyéndonos el nuevo capítulo de su novela erótico–cubana, titulado  Lady Cleopatra, en el que se narra el encuentro en el Hotel Tropicoco, de Nicanor con el mafioso de turno, adentrándonos a una recreación del César, Marco Antonio y Cleopatra, sumergidos en unas escenas hilarantes sádico-sexuales, con el gracejo tan genuino de nuestro escritor.
Aplausos.

Javier, por su parte, dejando sobre un barril que hacía las veces de mesa camilla su garfio digital -genio infernal habitado por un potente algoritmo, que incluso se puede utilizar como perfecto abrelatas por no hablar de otros usos propios de los cuentos de terror que dejan a Alfred Hitchcock en pañales- depositando  el terrible instrumento sobre la tapa del referido, tras tocar la campanilla  con la finalidad oculta de ser el centro de atención de la despistada tropa de energúmenos, comenzó a leernos el poema:

“(…)
Busco en el contenedor
en un cajón del armario
en la guantera del coche
(…)
Busco
aquella sombra alargada
sobre la acera
(…)
Sobre la  última hoja
de un plátano de sombra.”

Versos que discurren lentos como las aguas de un río en la planicie.

Para, a continuación, leernos un poema entrañable del poemario Lumbres de la poetisa Gema Palacios:

“Escribir un poema
como si fuera posible
andar a oscuras.
(…)”

Juan Antonio que, poseído por un algoritmo, se agita en la butaca que soporta su minimal y vibrante cuerpo, nos lee el poema:

Frutos del otoño

“ Otoño que marchita puntualmente
los dones peregrinos naturales
(…)
Los árboles empiezan a dormirse,
sintiendo mis retinas derretidas
por las hojas que mueren sin asirse
son piruetas del sol enternecidas.”

Y las hojas caen suavemente, como dormitando en las olas del aire, Juan Antonio. Su caída es más bien un amoroso adiós en la partida.

León, tras sacudirse un campo electromagnético maligno que le había producido una tortícolis de aquí te espero, lanzó una daga al aire y tras esquivarla al caer en picado en dirección a mi cabeza con la habilidad que me caracteriza, se incrustó en el algoritmo poseedor de Juan Antonio, sumergiéndole en un estado placentero que le hizo soñar con una catarata de hojas que se precipitan en el suelo.
León, tras recibir el aplauso de la sufrida tripulación, nos leyó, lo que según promete será su último soneto:

            Hijos del silencio

“Óyeme, padre, desde que moriste
Cómo me seda el alma tu voz bella,
Ay padre mío, que ahora eres estrella
Y hazlo canto en mi pecho si estás triste.
(…)
Ahora, que ausente, hablas, juraría
Que tu transmutación en barro hiciera
Posible al fin decirme que me amas.”

Siempre, León, el amor te ha perseguido como encendida espada, como trasmite la llama de tus versos.

A continuación, nuestro avezado corsario nos leyó el comienzo de la nueva novela -que está empezando- sobre la Guerra Civil en Albacete, con una prosa realista que describe la brutalidad de los restauradores de la Patria, que llenó de cadáveres las cunetas propagando el terror por doquier, para mayor gloria de tan colosal gesta.
El dolor, se manifiesta como un grito en la meseta.
Un abrazo, León.

Alberto, por su parte, nos regaló el originalísimo cuento Noche de Bodas, singular narración en el que un gordísimo marido que yaciendo en la noche de bodas encima de la esposa trata de aplacar el deseo carnal de la dama al tiempo que a través de la última versión de auriculares póntelos, escucha el siempre sensacional partido de la Champión League.
Bravo, Alberto.

Rocío con su habitual peculiaridad y tras quitarse el pañuelo de pirata, con permiso de Javier, que tras un agreste gruñido se lo concedió, nos leyó la carta de amor María, en la que concede a las figuritas de Belén el privilegio del habla, y de esta suerte diversos personajes nos cuentan sus penurias, el cascarrabias de San José quejándose de unos villancicos machacones, mientras teme convertirse en carámbano, y otros sabrosos diálogos del Niño y María.
Una delicia, Rocío.

Como estas cosas de la marinería están llenas de sorpresas, entre nuestros corsarios se encuentra Juan Antonio Carmona, pirata rescatado de las manos de los fondos buitre que, desahuciado, buscó su salvación atravesando los mares en una pequeña balsa de madera hasta que el grumete le divisó al través de su gorra de visera en altamar a punto de ser engullido por las agitadas furias de Neptuno. Bien remojado, apenas sin fuerzas le subimos a bordo y tras tomar abundante agua de una vasija de barro nos leyó, ¡qué humor!, el poema Emoticonos con besos, del que entresacamos lo versos:

“Ay, Matide, que no tengo cobertura
y te leo lejos.
Me mandaste un WhatsApp
con caritas y su beso.
(…)
Te mando un beso escondido
en la carita  de un muñeco
que he encontrado por la red
(si te fijas, lleva un beso).”

¿Qué os parece?
Un merecido aplauso, ¿no?
¿Cómo no le íbamos a admitir en la tripulación? Cómo no, si además escribió el poema entre el trajín de las olas agitadas por el soplo de Neptuno.

Arriemos las velas ilustres marineros y que los dioses nos protejan de tantos truhanes que acechan como buitres sedientos a los desamparados, a las legiones de desarrapados, a los que huyen de la violencia de los carroñeros, a los que buscan nuevas esperanzas en la Tierra Prometida, a los que huyen de la devastación de sus países por El Cambio Climático, a tantos indigentes que llegan a nuestras playas, a…

La irrupción de Iñaki haciendo malabarismos con tres puñales como los que hacen los profesionales  lanzando pelotas al aire me sacó de mis pensamientos y, tras varias demostraciones circenses, nos leyó el cuento Placer Felino, en el que describe la situación de un hombre solitario que rodeado de ordenadores y múltiples artilugios electrónicos, teniendo que dedicar muchísimo tiempo a sus padres enfermos, terminó metiendo gatos en casa. Multitud de gatos. Gatos por doquier y total abandono de las relaciones con mujeres. En medio del relato entra en acción un amigo que le echa en cara no haber contado con él, después de tantos préstamos que le había concedido y, curiosamente, cuando nuestro protagonista se recupera de su afición felina, arrojando los tres últimos gatos por la ventana, el  amiguete le ofrece un préstamo al 15% de interés. Ya se sabe, el dinero es el dinero o si no que se lo digan a  algunos expresidentes de las Comunidades  o a la inefable Esperanza que no se enteraba de nada a pesar de ser tan aguerrida; por no hablar del Expresidente Aznar que por estar tan ocupado con la guerra de Irak, no se enteró de la corrupción de su partido y de los corruptores que asistieron a la boda de su hija en el glorioso marco del Monasterio, para mayor gloria del Imperio Español.
Estupendo Iñaki.

Tras zozobrar el barco, varios barriles, como poseídos por genios embotellados, se deslizaron por cubierta provocando un alboroto entre la marinería que, espadas en mano, se prepararon para defender el barco del ataque de furibundos enemigos que supuestamente querían abordarle.
Afortunadamente, tras singular y dura batalla, conseguimos expulsar de cubierta a diversos Ratos con Eres que, cargados de maletas, querían huir por estos mares, de la Justicia.
Pero nuestra valentía y arrojo consiguió expulsarlos hasta dejarlos a la deriva y a merced de los huracanes.
Repuestos del susto, para solaz de la marinería, me tomé la libertad de leerles el poema

     A ti

“Abrazar la luz
en tus riberas,
besar tu piel
y su afán de esculpir notas en la tarde.
Acariciarte
sintiendo tus ríos
entre mis dedos
por el hechizo que emanas.

Posar tus pies
en las alfombras del camino lleno de senderos
y mis manos sosteniendo tus mejillas
rebosantes
de ti

de tu cuerpo encantado
                              
Como relámpago impulsado por tu luz.

canción
guitarra:
tú.

Mi corazón y su latir
en ti,
esposa y canción
en los jardines cubiertos de rosales.

Toma la palabra el singular poeta Luis Gil Espinosa, y nos lee el poema

                             La noche

Fue una noche de otoño,
las hogueras abrasaban las calles
y el humo, criatura del mal,
pedía su tributo.
Ardía la ciudad como avanza
el tiempo hacia la muerte
(…)
Crecían como sierpes
salidas de sus grutas
(…)
Era otoño y ardía  la noche en  Barcelona.
(…)
Llorar hasta su muerte
llorar con un grito en la lluvia.”

No tengo palabras, Luis, para alabar tu poema. Rebasa mi horizonte. Sólo decirte que tu dolor es el mío. Que tu noche es la mía.

 De su poema Ojo Abierto,  entre saco los versos:

“(…)
Sólo el hambre no te deja dormir.
A veces, con suerte, el amor.
Pero esas fueron otras noches,
Y también había mentiras.”

Impetuosa, María Jesús Briones, nos leyó el relato La inundación, en la cual nos narra una historieta desbordante, en el que un mendigo salva a la protagonista de un naufragio en la bañera.
Como siempre, Mª Jesús tan simbólica.

Isabel Morión, por su parte, intervino para reivindicar al singular poeta León Felipe, leyéndonos el poema La parábola, y el poema Como tú:

“ Como tú
Piedra  pequeña y ligera.
Como tú
Canto que ruedas
Por los caminos y las laderas.
Como tú
(…)”

En fín, dos magníficos poemas.
Como otros tantos de León Felipe.
Muy bien, Isabel .

Y de las Rías Baixas, en su día rescatamos a la sirena Ana González arrebatándosela a Poseidón que, enfurecido, arremetió contra nosotros,  trasformándose en feroz tormenta; mas nuestra heroína, entre conjuros  aprendidos de las Meigas que habitan aún en las montañas cercanas al pueblo donde nació (cuyo nombre no quiero revelar para evitar que futuros inquisidores tipo Cañazares  emprendan una nueva cruzada contra estas Meigas, suponiendo que no la hayan empezado, pues si no explíquenme los numerosos incendios habidos en Galicia este año) mandó a paseo a Neptuno y sus terribles huestes.
Pues bien, Ana, siempre agradecida a la tripulación del buque Rascamán, nos leyó el magnífico poema
                              
                                Grito 

“Fue un día, un día más
hasta un  mes, otro, un año y otro.
Llegaban gritos y más gritos
de la casa de arriba.
Y ¿qué hicimos?
(…)
No escuchar, no hablar
y callar.”

Magnífico y sencillo poema en defensa de la mujer maltratada y consiguiente crítica de la pasividad de la sociedad que se encoge de hombres ante tantas tragedias.
Un caluroso abrazo, Ana.

Una indicación de Javier bastó para que la tripulación la emprendiese con el plástico que se había adherido al casco del barco, al tiempo que salvaban algunos peces que forcejeaban con aquel, depositándolo en La Isla Nunca Jamás.

Mientras los científicos advierten de la desaparición de los casquetes polares, otros alientan el consumismo, el supremacismo y los diversos independentismos que azuzan en el horizonte.
¡Alzad las velas marineros!

Juan Manuel Criado Manzano
10 de enero de 2020

















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