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miércoles, 30 de enero de 2013

19ª Jornada/VI año: Miércoles, 23 de enero de 2013



Había una vez una bitácora diminuta a quién nadie quería.

Había una vez una bitácora diminuta a quién nadie quería. Ávida de atenciones, fue estirando sus bracitos delante de todos y cada uno de los tertulianos que asistieron a su alumbramiento. Pero unos presentían que no iban a tener tiempo de ocuparse de una recién nacida y otros pensaban que no iban a saber cómo cuidarla… El caso es que la pequeña bitácora se quedó parada delante de mí, me miró con sus enormes ojos de Dina 4 y estiró sus blancos bracitos para que la aupara…  Era un 23 de enero de 2013 frío y lluvioso. ¿Cómo dejarla a la intemperie? La cobijé al abrigo de mi escritura y me la llevé a casa. Así me convertí de pronto en madre soltera de una bitacorita en pañales.

No es fácil ocuparse de una recién nacida. Hay que escribir mucho en ella para que se haga una joven bitácora de provecho. Eso, sin olvidar los mimos y los cuentos que una piensa que debe ir dándole, para despertar su imaginación y acolchar su crecimiento. Pero las bitácoras crecen rápido, no hay más que darles cobijo.

Lo mejor era que mi pequeña tenía muchos tíos, que venían a menudo de visita, y siempre le traían algún regalo. “Alhaja, alhajita” le decían, sentándola en sus rodillas de tertuliano. Qué contenta se ponía ella, con sus atenciones y sus gracietas, se reía tanto que se le salían las carcajadas de las líneas.

Incluso había días, como aquel 23 de enero en que nació, que los mayores tenían el ánimo erótico festivo. Entonces sus regalos tenían esa impronta divertida y relajada. A mí no me importaba que mi pequeña les escuchara, quería que creciera en un ambiento distendido y con una mente abierta. Cuando se tiene el ánimo revuelto y las palabras vienen especialmente jugosas ninguna bitácora puede torcerse.

Tío León (León Cano) nada más entrar le regaló el último de sus poemas, el titulado “Polvo desenamorado”, que comenzaba así: Cuando de amor se erizan los cabellos… Fue un comienzo de lujo para esa tarde libidinosa, porque aunque cierto desencanto rozara el final del poema, formalmente era impecable.

A propósito de ello, esa tarde enseñamos a Bitacorita que existía también la palabra “desamorar”, tan bien dicha como “desenamorar”. Aunque es menos corriente, tiene idéntico significado.

Tía María (María Juristo) también traía un poema de regalo bajo el brazo, “Empápame”, que comenzaba: “Empápame en el vino de tu boca…” y que formaba parte de su último poemario “Cuánto dijo la noche” que se presentará próximamente en la calle Leganitos. Bitacorita enseguida chilló: Yo quiero ir, yo quiero ir… Le encanta que la saquemos a la calle y la llevemos a saraos literarios. No te preocupes le dije yo, el miércoles que viene, el día 30 te voy a llevar al Museo Lázaro Galdiano ya verás cómo te va a gustar, vamos a ir a la presentación de la revista Luces y Sombras. Cómo le brillaban sus ojos de Dina4 anticipando la excursión.

Tía María Antonia (María Antonia Copado) está muy ilusionada con el proyecto de un nuevo libro, y para que fuéramos haciendo boca nos trajo el poema “Medio vacía” que al final entre todos decidieron que debía empezar por el verso: Con las manos extendidas porfiando…

Después tío Juan Manuel (Juan Manuel Criado) le ofreció a Bitacorita un coscurro de pan en forma de poema titulado “2012” y que comenzaba: “En estos tiempos de asechanzas, en que espectros antiguos…” ¿Se dice “coscurro” o “cuscurro”? preguntó Bitacorita siempre ávida de aprender palabras nuevas. Tío Javier (Javier Díaz) enseguida sacó su ordenador y presto lo buscó: Ambas palabras son igual de correctas, vaticinó con la mano en la RAE (que en literatura viene siendo como colocarla en el corazón…).

A esas alturas de la tarde, entre los poemas libidinosos y el ánimo festivo, alguien aupó en volandas a Bitacorita gritándole: “Choooochooo” con acento gaditano. Yo la verdad, ya sé que es un piropo, pero prefiero que a la peque la llamen “alhajita” dijo más de uno… Fue justo entonces cuando sacó su regalito el tío Juan Antonio (Juan Antonio Arroyo), en forma de poema titulado “Ardores”. Qué bien lo pasamos entonces jugando a encestar las palabras en sus “lugares comunes o frases hechas”. ¿No habéis jugado nunca? Os lo recomiendo. Ahí nos entretuvimos un buen rato diciendo en voz alta a dónde nos llevaban algunas palabras nada más decirlas. Terminamos encestando “ardor” en el estómago, “fragor” en la batalla, “calores” en la menopausia… Qué pena no haber tenido más tiempo para seguir jugando.

Pero tío Javier (Javier Díaz) estaba ansioso por desenvolver para Bitacorita sus dos regalos. Uno especialmente traído de Jordania titulado “Aysh” que comenzaba: “Le veo amasar la harina, el agua –lejos del Jordán-…”. Y otro, cómo no podía ser menos en una tarde cómo aquella, que de forma muy sugerente decía en un momento dado: “Serán mis diez dedos agua, atravesando tu cuerpo…”.

No he dicho que también vino aquella tarde tío Vicente (Vicentrillo) que de vez en cuando, aún a pesar del cansancio, apostillaba certero con sus conocimientos: “Bueno mejor que decir  flashback utilizaríamos “analepsis””. “¡Haaala ha dicho una palabrota!” Dijo Bitacorita corriendo en mi oído. “Que no, la tranquilicé, no es una palabrota, es que él sabe mucho,  cómo ya no le cabe nada más en su disco duro, le salen así palabras de repente…”. Había llegado poco antes una nueva tía a la casa, tía Irina (Irina García) que venía rodeada de un halo de frescura muy agradable, y nos confesó que más bien ella regalaba poemas, que ya escribir más largo le cansaba… Tío León estuvo de acuerdo con ella: “Los poetas nos cansamos de escribir”.

Y llegó mi turno (Rocío Díaz). Les leí un relato titulado “Manualidades”. Que contaba la historia de unos niños que las hacían, con pegamento imedio y sin él. Tía Leo (Leonor) esa tarde también fue prosista. Nos trajo un fragmento de una novela o un relato largo en donde una niña Celia está experimentando, jugando con su imagen en el espejo, de forma muy natural. Recibió muy buenas críticas Leo como narradora.

A veces tío León (León Cano) dice frases serias como: “Un escritor no tiene que tener ni miedo ni vergüenza” o “La belleza lo cura todo en literatura” o “Menos es más en poesía”. Yo le soplo a Bitacorita que las apunte, porque sé que ninguna es baladí.

La tía Ana Gonz (Ana Gonzalez), también vino esa tarde, y nos trajo dos regalitos. Un par de microrrelatos, uno titulado “Fiebre” que comenzaba así: “Pensé que tenía fiebre, de esas de las de antes, de 39…)”. Un micro con katiuskas. Tío Javier que siempre está atento a las preguntas de unos a otros buscó en el diccionario: katiuskas, y ladronicio. Ambas allí estaban bien guardaditas.  Y luego nos leyó otro de burbujas.
Tía Amelia (Amelia Peco) también llegaba con dos regalos a cual mejor. Un poema erótico que comenzaba “Yo te huelo en la noche sin saberte, sorbo hacia dentro el aire, y te respiro…”. Y luego nos leyó otro de colores que a Bitacorita le encantó: “Si yo te nombro azul, te mueves sobre un turquesa suave…”. Claro que a Amelia hay que escuchárselos en su voz…

Los microrrelatos aquella tarde venían de dos en dos, porque tía CarmenFron (Carmen Frontera) nos trajo un par de ellos más. Uno titulado “Octavilla” que comenzaba así: “Una octavilla que se cruzó en nuestro camino nos hizo crecer…” y otro titulado “Corbata” que no era apto para menores como Bitacorina, así que le tapé sus frágiles oídos, porque una cosa es ser natural y otra que pasemos del sexo al crimen pasional en un segundo. Ya tendrá tiempo de aprender esas cosas…

La nueva tía, Irina (Irina García) también ha traído un poema de regalo que comenzaba así: “Yo te besé los labios húmedos de mentiras…”.

Aquella tarde de enero los constipados también nos acompañaban, azúcar quemado, leche caliente y coñac.
Y la última en abrirnos sus regalos fue la tía María Jesús (María Jesús Briones), con quién siempre daba gusto terminar aquellas veladas literarias. Nos traía algunos micros para nota. Uno de ellos se titulaba “Por favor sea breve” y decía así: Él, fijando su mirada en ella, con un suspiro, abandonó sus billetes sobre la almohada. ¡Cuánto de la vida aprendió Bitacorina aquella tarde! Y luego nos leyó otro también muy breve pero igual de contundente: “Cayó fulminada, una palabra bala impactó su corazón”. Y hasta el guión de una pequeña obra de teatro que nos regaló.

Cuando Bitacorina se bajó de las rodillas de los tertulianos, al terminar de leer todos los tíos que habían venido de visita,  y echó a andar, la falda de su vestido le había quedado corta y la camiseta le tiraba de sisa. ¡Qué alta está ya! Pensé. A la semana que viene ya la puedo mandar de vacaciones con alguno de sus tíos, le vendrá bien conocer otras costumbres y otros hábitos al escribir. Y tras despedirnos de ellos ambas nos acostamos con la certeza de que había sido una tarde aprovechada, una tarde muy aprovechada.
 
Rocío Díaz Gómez
25 de enero de 2013

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