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jueves, 22 de noviembre de 2012

10ª Jornada/VI año: Miércoles, 21 de noviembre de 2012


Padre Cuaderno (III)

Me permito abusar de tu confianza. Sé que la visita a mi confesionario de dos rascamanes en estas dos pasadas semanas no me da derecho a colarme en la Tertulia. Quizá pequé de osado, pero me ha podido la curiosidad, que no deja de ser una facultad que debiera tener cualquier espíritu inquieto, interesado en aprender.

Le confesé a Alberto, mientras él se confesaba conmigo, que había escrito algunos relatos, todo ficción naturalmente, basados en testimonios de los fieles que se acercan a mi confesionario a mostrarme su alma  pecadora.

Tengo una vena literaria que quiero cultivar. Por eso me permito abusar de tu confianza, Javier, como coordinador de la Tertulia Rascamán y quizá como acto meritorio, junto a esta nota, te acompaño la bitácora que he redactado del miércoles 21 de noviembre de 2012.

Pensarás que no me viste, es natural, había mucha gente en el Ruiz, por cierto, hermoso lugar para la Tertulia y la complicidad.
Javier, y no me viste porque, como buen clérigo, sé estar en los lugares en un discreto segundo plano, pendiente de la necesidad de mis devotos, pero sabiendo no inmiscuirme en sus asuntos. Ojalá todos los sacerdotes fuéramos así. Lo digo por la historia, y ya me estoy adelantando en mi crónica, que Paloma Hidalgo, escribió sobre otro clérigo.

Javier, ten a bien, recibir esta bitácora y si fuera de tu agrado, nada me haría más feliz que verla publicada en vuestro Cuaderno de Bitácora.

Os doy mi bendición y el ofrecimiento de mi amistad de este aprendiz de escritor.
Un abrazo,
Fdo.: Padre Cuaderno


Bitácora del miércoles 21 de noviembre de 2012

Reconozco los rostros de Alberto y de Rocío, que visitaron mi humilde iglesia. Y pongo rostro a algunos rascamanes de los que ellos dos me hablaron en su visita. Junto a  Alberto y Rocío, presidiendo la larga mesa de mármol está Javier, coordinador de la Tertulia. Y después han ido llegando muchos tertulianos hasta completar la veintena.
Tengo el oído fino y adiestrado en el susurro de la confidencia por eso no me costó trabajo escuchar sus nombres y tomé nota de cada uno de ellos: Cinta, Mª Antonia, Paloma Hidalgo, Isabel, María Juristo, Ismael, León, Omega, Eunice, Maribel, Alma, Ana González, Fede, Carmenfron, Vicente y Paloma Sánchez. Veinte en total.

Siento cierta envidia, he de reconocer que, según están los tiempos, en la misa de doce de los domingos difícilmente alcanzo la docena y media de feligreses.

Tomo nota con mi letra redonda y pequeña, que conservo de cuando era seminarista, de lo que aquí se habla.

Empiezan con algunas recomendaciones, quizá me anime a asistir a alguna de ellas. La primera, la de Isabel, que leerá en el Ateneo de Madrid junto a otros compañeros el domingo 16 de diciembre a las 19.30 horas. Serán poemas recitados de memoria.
La segunda recomendación, la de Javier, una exposición de fotografía “Mitografías” sobre personajes célebres que recoge imágenes de sus vidas privadas y cotidianas. Desde Picasso, Dalí, Chaplin a Ghandi, Churchill, pasando por Cela, Hemingway, hasta alcanzar la decena de personajes. Es gratuita y está en la sala de exposiciones del Canal de Isabel II de la Plaza de Castilla de Madrid, abierta hasta enero de 2013.
La tercera recomendación, la hace León, una película japonesa de dibujos animados que vuelven a poner en la Filmoteca Nacional hoy miércoles, “La tumba de las luciérnagas”.

Desde el lugar en el que estoy escucho a Javier que propone comenzar las lecturas. Comienza un conocido mío, Alberto. Lee el poema titulado “La destrucción de Manhattan”.

Ya no quedan elfos
en los bajos de Manhattan…

Paloma H. dice que irá a Nueva York a buscar elfos.

Estoy acostumbrado a guardar relación de lo narrado. Hay cosas que tomo nota y otras que mantengo en mi memoria. En el seminario tenía fama de memorioso.

“Lunaprieta”, me gustó el nombre con que Cinta tituló su relato de 150 palabras. Recuerdo el principio aunque no lo anoté, no hizo falta: “En un cuarto, de cara reidora, vive un balón…”
Dice Cinta –me interesa- que va a un biblioteca los miércoles y viernes a contar cuentos a los niños.
Para terminar lee un soneto que promete enviar a los rascamanes por correo.

Es el turno de Rocío. Aún recuerdo que le acusé de cometer toda la lista de pecados mortales cuando vino a mi confesionario. Ahora que la conozco creo que me excedí. Lee un relato que muy bien podría llevar Cinta a esa biblioteca de tema infantil: “La traviesa tilde, Matilde”.
Observo que los rascamanes, como niños atentos, no pierden atención de cada palabra del relato. Les ha gustado. Rocío completa su turno con un microrrelato, máximo 100 palabras, dice –la virtud de la contención- que habla del Metro.

Javier, que ha vuelto de Japón recientemente lee tres poemas que ha escrito allí durante el viaje. Dos breves –de nuevo la contención, empiezo a alabar a los rascamanes por esa virtud-. El primero, habla de las cicatrices de sus manos. Me lleva a interpretarlo desde el punto de vista religioso, la pasión, la entrega, el placer.
Pero la pasión es del cuerpo y yo me debo al alma, alejo de mi mente este pensamiento.

El segundo poema breve también tiene por protagonista una amantis religiosa. El tercero habla del arte y se lo dedica a León.

Es ahora Mª Antonia Copado, quien anuncia que el próximo jueves 29 de noviembre lee en Granada, dentro del ciclo de Encuentros Literarios, que coordinan los poetas Fernando Soriano y Juan Peregrina. Tomo nota de los detalles: en el Centro Artístico (C/Almona del Campillo 2, 2º) a las 20.30 h.
Es Rocío quien lee los dos poemas que ha traído Mª Antonia: “Lontananza” y “Otra noche”.

Paloma Hidalgo toma la palabra. Tiene un encargo. Gesto cristiano, este de recordar al ausente. El ausente es Luis Alfonso, narrador mexicano que anda por tierras navarras, en Anguiano. Luis Alfonso se apellida así y dice que quería saber “qué tiene que ver con él”.

Lee Paloma el relato “Lamento de gesta”. Afortunadamente nadie nota mi presencia porque de descubrirme, descubrirían también el rubor que siento con esta historia de una relación erótica de una maestra enamorada de un alumno. El rubor continúa cuando lee Paloma Hidalgo un microrrelato sobre el secreto de un niño. “Secretos de niño”. Un cura es el protagonista. Y la tentación. Me santigüo varias veces.
Alguien denomina al sacerdote protagonista como so-cerdote. Dios me perdone si caigo en la tentación.
Un segundo micro lee Paloma “¿Me tomas el pelo?”. Frases hechas en la boca del protagonista trabadas de forma genial.

Cómo me gustaría poder intervenir y leer alguno de mis relatos. Sé que hoy no será posible. Me he encomendado la redacción de esta bitácora. Si está de Dios, pronto seré uno de estos tertulianos.

No debo despistarme en mis notas. Con mi letra menuda escribo el título del relato que lee Isabel, “Seguro millonario”, que despierta las risas de los presentes. Todo ocurre durante un vuelo de regreso de Venecia. Isabel, que como anoté al principio leerá en el Ateneo el 16 de diciembre nos recita el poema que ha preparado para esa ocasión: “Y Dios me hizo mujer”, de Gioconda Belli.

Me encojo nervioso en mi silla. ¿Sabrán que estoy aquí? ¿Me parece a mí o es que hay muchas referencias a lo divino en esta Tertulia? ¿Estaré influyendo con los consejos que les di a Rocío y a Alberto?

Es curioso, anoto en mi cuaderno, cómo cambian de tema y de técnica estos rascamanes. Es el turno de María Juristo que comienza leyendo un poema. Ha traído un guión de cine que ha escrito en los últimos meses. Una productora está interesada en llevar a la pantalla grande su novela “Las falsas lágrimas de la Gioconda” y ella ha querido escribir el guión. 123 páginas. Un trabajo ímprobo del que lee la primera de ellas.

Vuelve el rubor a mis mejillas y un calor que arrasa mi espina dorsal. Ismael, de nombre bíblico, lee su relato, que él denomina pornográfico o pornofónico. “Entre melenas”. Dios me perdone al imaginar dos mujeres desnudas acariciándose. Dios me perdone. Dios le perdone.
Ismael cierra su intervención con un relato futurista: “Año 6303”.

León ha traído dos poemas, dos sonetos pensando en Luis Alfonso, de su compatriota el poeta modernista mexicano Juan José Tablada, “la Venus china” y “En el parque”.

Eunice y Omega, madre e hija, que han estado en silencio escuchando a los compañeros toman la palabra desde sus indumentarias negras. Una imagen de mis feligresas pasa por mi cabeza, sentadas en los bancos solitarias de la iglesia.

Con una voz de locutora de radio, bien entonados, lee Omega primero el relato de Eunice. Un relato de miedo, basado en la tradición oral que mantiene a todos en silencio, de nuevo como niños escuchando cuentos de la abuela al amor de una lumbre.
Lee después un poema suyo de amor “Grandeza”, de desamor también. Debe, le indican, universalizar más el sentimiento. Que no quede tan evidente, que el lector pueda sentirse reflejado, y noser mero espectador.

Miro el reloj y compruebo que están cercanas ya las nueve de la noche. Mi preocupación ahora es doble, no quiero que me descubran los rascamanes en el Ruiz y no quiero que noten mi ausencia en la parroquia. A nadie podía confesar allí mi pasión por las letras, que necesitaba escapar de la monotonía del incienso y el rosario, que necesitaba refugiarme en un café literario. Escuchar a Rocío y a Alberto despertó tanto mi curiosidad. La tentación.

Mis pensamientos se relajan cuando escucho a Maribel, recién incorporada al grupo hoy. Dice que escribe cuentos, poesía, teatro. Que es rapsoda y que está “expectante”.
En su faceta de rapsoda declama un poema dedicado a los poetas que no debemos olvidar: “Lo más imprescindible, un hombre yace todavía…”

Alma Pagés toma la palabra. Tiene dudas –las mismas que yo tendría- sobre la identidad de algunos rascamanes. ¿A quién le han dado un premio de novela? Se trata de Iñaki, compañero de Tertulia, que vive en Bilbao y no puede asistir al Ruiz como él quisiera. ¿Y Paloma, la que organizó la cena? Vuelven todos la mirada hacia Paloma Sánchez, sentada en la otra esquina del café. Alma no lee pero hace una recomendación, que anoto en mi cuaderno: visitar la exposición del Reina Sofía, dedicada a Antoine Artaud.

Estamos acabando, dice Javier, que a estas horas finales de Tertulia, como a niños revoltosos y habladores, ha tenido que mandarles silencio en varias ocasiones. Son muchos y si hablan en grupos, no se escuchan.

Ana González lee su poema “Un día de frío” y cierra Fede las lecturas con un poema (¿sabrán que estoy aquí? Empiezo a pensar que sí y que nada es fortuito) sobre un cuadro de Dalí que está en el Metropolitan de Nueva York, que representa a Cristo crucificado: “Corpus hypercubus”.

Por falta de tiempo se quedan sin poder leer Carmenfron, Vicente y Paloma Sánchez, que traía la segunda escena de su obra y ya tenía pensado los compañeros que iban a interpretar los personajes. Será la próxima semana.

Aprovecho el revuelo que se organiza al final, cuando todos se levantan, piden la cuenta, pagan, se despiden, para escabullirme.



Pregunto al camarero del Ruiz, antes de irme cómo puedo hacer llegar una carta a Javier, el coordinador de la Tertulia.
Le enviaré la bitácora junto a una nota.
La bitácora y el ofrecimiento de la amistad del Padre Cuaderno.

Javier Díaz Gil
22 de noviembre de 2012

2 comentarios:

Paloma Hidalgo dijo...

Felicidades Javier. Ese Padre Cuaderno sigue haciendo las delicias de los feligreses.

un abrazo

Javier Díaz Gil dijo...

Muchas gracias Paloma. Vamos a tener que admitir al Padre Cuaderno como nuevo Rascamán. Un beso.