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domingo, 30 de diciembre de 2007

11ª Jornada: Miércoles, 26 de diciembre de 2007

Tarde buñuelesca-daliniana



La tarde-noche se presenta extraña, Buñuelesca-Dailiniana-Surrealísssssssssstica. Por un lado tengo el tiempo suficiente para aparecer en el café Galdós con una hora de antelación, y por el otro la sospecha y alegría de que la camarera rubia de corte atazonado, compuesta en un noventa por ciento de ruido, no se encuentre allí. A los minutos, mientras leo a Lacan, sentado, conciencia aterciopelada por el vaivén de las cortinas, aparece, me pregunta qué deseo. Menos mal que después sugen Javier y Rocío, y mi miedo a una jornada de estridencias decibélicas, al menos, se atenúa.


Tras saludarnos, se recuerda el tema de la jornada; “De lejos veo tarde”. Frase que me recuerda una característica de los caballos cuando van a saltar una valla; no ven de lejos, por la disposición de los ojos, y a escasos metros, focalizan el objetivo, en este caso una valla, teniéndola ya memorizada y la saltan.


En esto que surge un Rincón para momentos Cuéntame, y Javier cuenta cómo conoció a Rocio. Me entero de que se conocieron en un viaje a Rusia, allá por el curso 1997-98. Comento que todo gran hombre tiene algo de ruso.


Comienza el momento de la tertulia y Rocío nos obsequia con un relato titulado el Caza-argumentos. Me doy cuenta de que el tamaño del relato no superan las dos páginas, y eso desde mi perspectiva literaria es todo un acierto. En cuanto contenido del relato he de decir que al ser del tipo-vuelta-de-tuerca me gustó. Bravo Rocío.

Al rato aparece Sagrario, se sienta y comenta que ha leído la Bitácora de la pasada jornada, pero sólo a medias.


Y cuando creemos que la multitud asistente a la tertulia no crecería mas, va y aparece Carmen (Fron).


Como es habitual en las últimas semanas, nos desviamos del tema literario, y ahí empieza lo bueno (viva Buñuel), porque he de decir que ésta es de las jornadas más surrealistas que he vivido en esta tertulia. Y como muestra de este primer intento salta la frase de que Chiquito de la Calzada es la victoria de escritores desaprensivos. Javier nos obsequia con una imitación Chiquitenesca del no puedo, no puedo.


Recordando viejos tiempos del taller de escritura de Villaverde, el mismo imitador de Chiquito nos cuenta la anécdota de un hombre con orejas de soplillo que se subió al escenario del centro cultural a recitar coplas, emocionándose incluso. Ya lo dijo Ray Bradbury: cualquier hombre puede hacer poesía, tan solo tiene que interiorizar una pasión y expresarla como un chorro de fuego hacia afuera. En la misma consecución de personajes de la Plaza Ágata aparece en el anecdotario otro integrante de un grupo anterior que, al igual que el hombre-copla, se subió al escenario, despotricando contra el poder, mientras el que contaba la anécdota intentaba cavar un agujero al centro de la tierra.


En esto que aparece la mujer-amplificador, sirve una caña a Carmen y tira dentro del vaso una aceituna del aperitivo. No solo ruidiza, sino que tiene capacidad de enceste. Siguiendo con el Rinconcito Cuéntame, aparece en el anecdotario una señora que narró una historia de un bombero, un manguera y no sé qué de apagar un fuego. Y cuando digo señora me refiero (según los presentes) a alguien muy antiguo y usado.


La jornada transcurre esta vez en el terreno de los refranes, y mientras Carmen comienza su bestiario, esta vez el asunto se encuentra entre el hierro colado y las profundidades de la ciudad: las tapas de las alcantarillas. Me entero de que en algunas partes tales artilugios se están empezando a construir de plástico duro, lo que las hace mas económicas, pero alejadas de la nostalgia ferruginosa. Intento no perder detalle de lo que ocurre en la tertulia, escribiendo con un Parker azul en una libreta ya escrita con lápiz, Rocío me dice que cómo puedo enterarme de lo que pongo encima de lo que ya puse. Es como el asunto Windows; lo que escribo es el Xp, y lo anterior el 98. A mi derecha Sagrario comenta que a escasos metros están Fefa y Fefe, que a falta del grupo mixto nos hacen las veces de Personalidades-San-Pablo-Ceu-hacemos-el-mismo-ruido.

Estamos de acuerdo en que nos hemos desviado del tema principal de la tertulia, y a estas horas ya debemos estar más o menos por Tres Cantos.


Carmen termina sus narraciones. Una de las cosas que más me ha impresionado del asunto de las alcantarillas es la del hallazgo que se hizo hace años en la Puerta del Sol; cuerpos de soldados franceses que los españoles tiraron durante la guerra de la independencia. IMPRESIONANTE.


Vuelven los comentarios surrealistas. Esta vez hacen relación, tras la lectura, de una palabra que no se sabe si dejarla o sustituirla; el atolladadero se llamaba “defecar”. La cosa se resuelve con Fecal (para agua) y Pluvial (para lluvia).


Mientras, Sagrario, poseída por el espíritu de Artaud, cruza el papel con líneas rápidas, espasmódicas, cuchillas con la forma de un bic.


La tertulia esta llegando a su fin, creo, a Javier se le ocurre una idea de caracterización de personajes. Nos sugiere que nos inventemos tres características que pudieran darse en un personaje. Cada uno deberá elegir la que más le gusta del compañero de su derecha, y con ellas construir un personaje, único, Flaubertiano. Escuchamos un poco más a los impostores de Grupo Mixto, la mujer-decibelio choca vasos cada vez que intentamos leer, y sobrevuela rasante, animalando a Félix Rodríguez de la Fuente, inventando ruidos que no son de este mundo.


Comentamos los flecos para la cena del próximo día 2, así como el asunto del amigo imaginario, juego cuyo regalo no debe pasar de los cinco euros, y toca el turno de pagar a Lady Noise.


Salimos y una nueva anécdota parece esperarnos escondido en el frío nocturno. Un paquete-bolsa a la puerta del Café Galdós. No creemos que sea una bomba, pero esta atada a la pizarra de precios del exterior. Javier entra en el Galdós. Sale Lady Noise, sin pensar demasiado, coge la bolsa, camina hacia un cubo de basura y allí lo suelta. Mientras vuelve mas roja que un tomate, ríe. Pienso que menos mal que no era un artefacto de esos que estallan al mínimo ruido.


Nos despedimos, tirando en diferentes direcciones.



Vicente González

30 de diciembre de 2007

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