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viernes, 18 de marzo de 2022

20ª Jornada/XV año: Miércoles, 16 de marzo de 2022

 


PSIQUIÁTRICO RASCAMÁN

ENTRE GUERRAS Y BICHOS



No piensen que el psiquiátrico ha cerrado para siempre. Simplemente cambió de lugar. Ahora estamos cerca del Palacio, los jardines y la música. Ha llegado el  doctor. Los pacientes van llenando la sala. 


 Chelo, la primera, siempre elige irse temprano, está convencida de que los humanos podemos elegir todo, la ropa, un libro, el tinte para el pelo, la música, la izquierda o la derecha, pisar o dejar vivir, cosas que el mercado y la supuesta democracia nos permiten, pero al escribir un poema, el asunto de elegir se complica, opinan los demás y le ponen un pero. Un caso de bipolaridad emocional.


José Antonio. Ha estado sometido al martirio de una sonda. No voy a explicarlo. Pero ahora que la tormenta ha pasado, viene con renovados bríos, en son de paz y las musas en la proa. LA VIDA NO ENTIENDE LAS RAZONES DE UNA BALA. No hay peros para Jose. Los demás me piden sondas para encontrar inspiración. ¡Anda y que te sonden!, se escucha en la sala. A pesar del buen ánimo tengo que poner orden -qué diría Matilde- y hacer pasar al siguiente.


Aureliano. Ya no es una dragona, ahora son alienígenas los que ve Aure a su alrededor. Pero el tratamiento va dando resultado. Estos seres espaciales son pacíficos, quiere irse con ellos, despertar algún día con otro nombre, en otro planeta, ardiendo en cualquier sol, helado en cualquier luna, sin guerras, sin dolor, pero eso sí, con el mismo sexo triunfante. El asunto despierta las envidias, el nivel prostático clama que el sexo se destriunfe, desaparezca de esa galaxia ilusoria. Aure se resiste, si busca un mejor planeta, tendrá que ser con sexo. ¡En qué mejor planeta!


Ignacio Tamés, está más plantado que Rodrigo en el cadalso y canta a capella versos de Góngora a la injusta muerte de Rodrigo Calderón Aranda, decapitado en la Plaza Mayor de Madrid en octubre de 1621.


Arroyo en qué ha de parar

Tanto anhelar y morir

Tú por ser Guadalquivir

Guadalquivir por ser mar…


Cantar le sienta bien. Deberíamos formar un coro: El coro Rascamán. Por algo la Traviata nos acoge.


Juan Raña. —¡Ya basta de poemas, es hora de retomar la sala con narrativa! —retumban las paredes del consultorio con su voz sonora. El doctor se asoma por la puerta, le hago una señal de que todo está bien. Pero la emoción nos lleva sin remedio a un infarto en amarillo. El corazón de Liu lo ha traicionado y yace en la escalera; hombre con suerte (yo opino que su corazón sabía lo que hacía), su vecina, la chica que es enfermera, le salva la vida. Liu agradecido, cultiva NARCISOS AMARILLOS, para agradecerle cada día su buena acción y verla sonreír. A Raña le ha hecho bien la recomendación del médico de tomar el sol y pasear por los jardines floridos. 


Hoy es 16 de marzo y Alberto ha traído, por fin, un cuento para leer. Todos felices por ello. También ha estado en los jardines, pero buscando bichos entre los matorrales, entre los hatos de rosas. Nos muestra una caja llena de saltamontes sin las patas traseras. La escena horroriza. —No he sido yo, es del hijo de la Juana,  ese que dicen le gusta torturar animales, matar cachorros, que mató a su padre y su madre se dejó morir ante la  vergüenza de haber engendrado un demonio. La pobre Juana no era más que otro saltamontes sin las patas de atrás— nos aclara. 

Alberto dice estar curado de su necrofilia, pero aún disfruta ponernos tensos con tanto muerto. Eros y Thanatos. El psiquiatra estará feliz con la historia.


Rocío en cuerpo y alma después de una ausencia que han padecido sus compañeros, no les basta con oír su voz. Viene a defender el verdadero yo. Un pequeño se justifica con los Reyes Magos. No quiere ser reparador de ollas y porcelanas, implica escuchar las mismas frases y regaños de su padre día tras día, en cambio, ser limpiabotas es conocer el mundo y sus alrededores. Necesita una caja de madera, cepillos y betún. ¿Sabrán escucharlo esos Reyes Magos? ¿O terminará recostado en el diván freudiano? 


Carlos, el de los calzones largos.  Desde el sanatorio de Plasencia, con baños helados de aguas del Jerte, para calmar su mente sin freno, para fertilizar su creatividad rodeado de insectos, busca excusa de entomólogo, que no es, para mitigar el instinto de aplastarlos. Decide hacerlos merecedores de sus poemas. Las hormigas, las primeras, ellas también libran batallas, unas grandes y feas, otras, pequeñas morenas y feroces. Los ACONS se mueven como escarabajos boca arriba y temen los mordiscos de otros bichos antropófagos. Me pregunto por qué la vida come vida. A Ceballos le recetan respirar aire puro de la montaña, dejar aquél enrarecido.


Javier viaja a otros poemas por la escalera de incendios. Sí, viaja por la escalera de incendios del edificio de poemas de Sara Martín, joven poeta que ganó el XXI Premio Nicolás del Hierro. 

Nos recuerda que el miedo, la crueldad, la intolerancia matan el alma y es el alma la que conecta el cuerpo con el pensamiento, las emociones y el hacer, no importa cuando en el tiempo. 

Con su chaqueta amarilla, como los narcisos de Raña, como los bomberos, el Boss ha sabido apagar el fuego que, muy de vez en cuando, incendia  la sala. 


José Leon. Libromaniáco —me parece que en esta sala abundan— encuentra tomos abandonados por quiensabequienes en un rastrillo de  Albacete, los recoge con ojo clínico y compasivo. Ha descubierto una historia no contada que lo lleva al delirio. Ha encontrado una pista en un libro de Mark Twain: Guía para viajeros inocentes. Quizás deba ser medicamentado. La manía de viajar y adquirir libros no cede con facilidad y es contagiosa.


Montse quiere volverse agua, vaho, calima, sustancia brumosa.. Como esta tarde en la plaza de la Ópera de Madrid. El agua, en su adentro, no sabe que moja. ¿Será que Montse no sabe que ya es de agua, voz de agua que baila al son de la luna? Un caso de disolución  en aguas salinas de identidad, de locura selénica. Ya la diagnosticará el doctor. Por lo pronto, nos quedamos con el estruendo del cantar con la mirada, sin ver la paja en el ojo ajeno.


Carmen Padín escribe y garabatea en una libreta verde. Se debate entre el lápiz o el pincel. Hoy ha decidido no leer, solo escribir. Un saltamontes brinca por la libreta. Habrá que mandarla a tomar baños de mar.


Luis decide que es hora de prender el televisor, hay una magnífica serie histórica. Ya vimos el primer capítulo la semana pasada. La masacre de los Bóers. Un puñado de ellos parte en un barco de vela bajo el mando de un capitán inglés. Enfermedades, un mar agitado, un cielo con nubarrones tan negros como las intensiones de los británicos. Únicamente algunos lograrán llegar a salvo al puerto de Nueva York. Qué complicado es querer el territorio de los otros. ¿Será un instinto como el de los depredadores? ¿Psicosis?¿O simple ambición desmedida? 

Por lo pronto, todos los pacientes aguardan tranquilos su turno pendientes de la saga. Luis es heroinómano, padece una pasión obsesiva por los héroes. No estoy segura del término, debo consultarlo con el especialista.


Ana Gonz también se va al frente a buscar poetas de guerra. Encuentra uno, pero su nombre ha quedado enterrado en los escombros esparcidos por las bombas. Ha leído que quien quiera escribir sobre la guerra encontrará siempre buen material. Triste realidad. ¡Y luego les extraña que este psiquiátrico esté saturado!




Carmen Padín

18 de marzo de 2022







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