VERS LES NUAGES (Hacia las nubes)
-Madrid, 20 de julio de 1808, días antes de la designación de José I como Rey de la España ocupada por los franceses-
El futuro rey José I es anunciado en el Café Ruiz. En un círculo de hermandad, entre sorbo y sorbo, allí se reúne parte de su séquito que siempre le acompaña: Monsieur Javier, Mademoiselle Rocío, la Parisienne Paloma, la Grand Poéte Marie Antoine, el Capitaine León, el Garcon Fede y las “trois petites filles”: Paloma S., Ana G. y Alma P. Más tarde, se unirían otras personalidades…
El rey había llegado de Bayona, y antes de seguir con sus compromisos políticos (le esperaba la coronación el día 25) había citado a sus consejeros en el mejor Café de la capital del reino. Ya que Napoleón, su hermano, le había encargado la difícil misión de dirigir la patria de Cervantes in situ –no en vano, se lo había agradecido en una carta no exenta de efusividad, poniendo los puntos sobre las íes -, se sentía plenamente un Bonaparte.
Los allí presentes se habían enfrascado en una conversación variopinta. Eran consejeros distinguidos, venidos a Madrid con los apuntes de la nouvelle de José: “Pablo y Virginia”, que según el Capitaine León, iba a dar mucho que hablar. El rey José quería terminarla, y para ello se iba a rodear de lo más distinguido de la ciudad castiza. Quién lo iba a decir, un rey que se dedica a la literatura… Preparaban el terreno, apartaban los moros de la costa. Eran sus chambelanes de palacio, ansiosos de que el rey entrase por la puerta del Ruiz. La Grand Poète Marie Antoine saca sus sales, por si pudiera desmayarse, porque también lamenta no dar sus versos a Luis Alfonso, cierto personaje distinguido, venido de la patria mexicana que conquistara, años después, los archiduques Maximiliano y Carlota.
-Un roi qui a fait une nouvelle!-exclamó León. Señores-continuó el consejero, hay que tapar el rumor de la gente. Dicen por ahí que nuestro José es Pepe Plazuelas y Pepe Botella. Propongo salir a las plazas para conquistar al pueblo, pero con buena literatura. Esto es: suelta de palomas, globos y diversos panfletos para darle a conocer; conquistar sí, pero con educación, no con alevosía. Hay demasiados tiros en esta ciudad. Hubo hace poco en Madrid un fusilamiento masivo, el 3 de Mayo…me lo acaban de decir.
La Parisienne Paloma -¿o era la Mademoiselle Rocío?-contesta que se discuta otra cosa, por ejemplo, “La absoluta ingravidez de los tiovivos”. Todos aplauden la ocurrencia. Oh, lá, lá…Un certamen de microrrelatos, cuyo tema debía ser un viaje en calesa, fue tema de discusión enaltecido. Se propone contactar con los no premiados, para dotar de ideas a la nouvelle, aunque al final habría que buscar un traductor o traductora para que se publicase en España. Se pensó entonces en una tal traductora Gutiérrez…
On y est!- exclama Monsieur Javier.
Monsieur aprovecha para leer un poema de Tiago Nené, en portugués, que nos traslada a Oporto de repente. Y también a Japón, con el poema titulado “El bosque de Aokigohara”. Templa su voz con otros dos: “Música de carrusel y despedida…” y “Rodea la taza de café con las manos…” Toda una Babel de lenguas. Y olor a café, a tisana y a pommes de Paris. Nada de alcohol. Le Capitaine apostilla: “El robo es válido si va seguido de un asesinato”. ¡De Victor Hugo! Las frases para nutrir la nouvelle aumentan, y parecía construirse un centón con cada palabra, con cada sorbo, con cada reflexión:
Las estaciones de autobús son paréntesis que se abren, de Monsieur)
barro que se te pega a los pies. (también de Monsieur, robado de la Parisienne).
A quién agradecer esta alegría, (de Capitaine)
como Irene: sin trabajo, sin pareja, sin futuro. (de la Parisienne)
La petite fille Paloma S. lee en voz alta: L, homme et la femme philosophent sur la table…
Vers les nuages!!
El Garçon Fede ha de marchar mientras la petite Ana G. avanza un verso futuro del siglo XX de un poeta español, Manuel Altolaguirre: “Escucha mi silencio con tu boca”. Será el poeta-editor de la Generación del 27.
Poésie espagnole.
L'autre Ana, Ana Delgado, lee con su voz cadenciosa e hipnótica, bellos poemas de su poemario dedicado a Scherezade.
El propio rey José I, todos son testigos de su emoción, abraza a los poetas presentes, su séquito. Pide para llevar en su memoria un último poema a Ana Delgado, que el propio monarca repite mientras sale del Ruiz y sube el peldaño de su calesa:
“Si me hubieses dicho, Scherezade”
Alguien, quizá el Capitaine León o todos al unísono, grita un rotundo Vive la France, Vive le Roi.
Federico Monroy - Javier Díaz Gil
27 de diciembre de 2012
4 comentarios:
Très bien. Magnifique Messieurs. bisous.
Carmen.
Gracias Carmen!
Un beso
Bravo, de tout mon coeur!
A suivre...
Gracias Paloma. Bijous
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