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sábado, 23 de julio de 2011

38ª Jornada/IV Año: Miércoles, 22 de junio de 2011

...comenzó a guardar el biquini. ¿Y los sombreros? Le dije, poniéndome en jarras.

La penúltima mire usté nos salió traviesa. ¿Cuál va a ser? La del 22 de junio, la penúltima del curso. Nosotros habríamos querido para ella, lo que para sus hermanas, que se quedara en Madrid en el Cuaderno de Bitácora, que es donde tienen que estar las bitácoras. Ahí quietecitas y guardadas, para que todo aquel que quiera consultarlas pueda hacerlo en cualquier momento.

Pero ya sabe usté eso de que el escritor propone y… Y aunque nosotros la queríamos en su sitio, la muy ladina se nos coló en la maleta. Estaba de graciosa con su biquini puesto y sus dos sombreros bajo el brazo, porque en la mesa del Ruiz aquel día hubo dos, curiosamente, uno de Juan Manuel Criado y otro de León Cano. Qué acierto tuvo de no olvidárselos. Se los llevó, la muy previsora, para que el sol no le achicharrara las frases memorables de ese día… Que hubo muchas, ya se lo digo yo, unas más profundas que otras no le voy a engañar, pero memorables todas:

-          “Siempre más tarde o más temprano se sale por la vía de la casquería”
-          Dicen los chinos: “Que Dios te libre de vivir una época interesante”.
-          “Lo de menos de un poema es que sea triste o alegre, sino que esté bien”.
-          “Un poema es como las cuerdas de un arpa, si una cuerda no va bien, se quita y ya está”.
-          “Los años están en la cabeza, mira Sampedro… Cervantes escribió El Quijote a los 65 años.”
-          “Cada edad tiene sus ventajas y sus inconvenientes”.
-          “La corrupción está en todas partes, en todos los partidos políticos”.


No claro, cómo nos íbamos a dar cuenta de que se había venido con nosotros, si nos damos cuenta la mandamos de vuelta pero ya ¡Venga a tu Cuaderno y sin rechistar! Es traviesa la penúltima pero muy avispada y se escondía de nuestros ojos, eso sí sin perderse ni una sola de nuestras salidas. Cada vez que nos íbamos a la playa se colaba en la bolsa entre la toalla y los bronceadores. ¿Sed? No, cómo iba a pasar sed, si se trajo todo lo que fuimos pidiendo aquel miércoles: granizados de limón, cafés, cervezas… todo lo trajo entre sus renglones. Sed va a pasar… Hoy en día las bitácoras nacen enseñadas.

Y no se crea que se aburría con nosotros. No. Fue tan espabilada de traerse consigo camuflados bajo los sombreros todos los textos que se leyeron ese día. Ahí los tenía tan escondidos ella, para poder entretenerse releyéndolos en cuánto veía la oportunidad:

-          El poema titulado “Guitarras rotas” que nos leyó Juan Manuel Criado:

“Siempre mi corazón batido por tambores
Roto el amanecer
el horizonte se despeña en los barrancos.”

-          El relato “Glory” de Juan Antonio Arroyo:
“Yo soy un experto anciano y como dispongo de un ordenador afectivo que me quiere y cuida más que mi familia, voy a comenzar mis memorias…”

-          El poema que nos leyó María Antonia Copado titulado “Solo gris”:

De nuevo gris, de nuevo obtusa
escondida en ese mundo absurdo…

-          Un capítulo del libro “Los caballeros de la Sierra de Ronda” sobre los sufíes que nos leyó León Cano “¿Qué hay detrás de la realidad?”.


Y cuando ya se cansaba de leer una y otra vez aquellos textos que nos descubrieron sus autores ese día, la penúltima bitácora de junio recordaba cuánto habíamos hablamos allí.

Se entretenía rememorando el viaje a Granada en aquella tarde de miércoles siguiente a nuestra salida. Aquella excursión que habíamos hecho algunos componentes de Rascamán tras las huellas de Lorca en el fin de semana del 17 de junio. Recordaba las visitas que hicimos, el calor infernal, las nieves de Sierra Nevada dibujadas al fondo de aquel paisaje granaíno, y la roja y majestuosa Alhambra acaparando toda nuestra atención. De todo, todo cuánto contamos aquella tarde sobre el viaje ella se apropió.

Esas ensoñaciones le llegaban a nuestra bitácora envueltas en el ruido que hacía aquel miércoles bullicioso la máquina de picar hielo, o la melodía inconfundible de la película Grease, tan frecuente en el Ruiz.

No quería, en cambio, la penúltima bitácora del mes de junio recordar el rato que estuvimos hablando de política. ¿Para qué? Ya era bastante que nos hubiera robado en aquel momento un tiempo que mejor hubiéramos empleado en hablar de literatura. Y cuando amenazaba aquel recuerdo con volver a su memoria, rápidamente lo rechazaba cambiándose el sombrero que llevaba puesto por el otro. Se había dado cuenta de que aquel pequeño gesto tenía la virtud de airear lo que había bullendo dentro de su cabeza de bitácora. El eco que aún resonaba en su memoria de los comentarios entre los tertulianos. Y volvía a oír la voz de León hablando en su texto de lo rápido que iban los escasos coches de caballo en comparación con lo lento que tienen que ir en los atascos los potentes y numerosos coches de hoy en día… O la voz de David Lerma consolando a Aureliano Cañadas por no haber ido a Granada diciéndole: “Bueno, piensa que allí estuvo “tu sangre”…”


Ahí la tiene a la penúltima bitácora de junio… Tan pichi. Pasándoselo pipa en la playa, mientras en el Cuaderno las demás bitácoras la echaban de menos y su rinconcito se iba llenando de polvo.

Pero en su destino estaba que volviera. Tenia que ocupar su puesto para que quedara registrado para siempre que aquella tarde también se habló muy bien del libro “La Virgen de los Sicarios” de Fernando Vallejo o de las Nuevas orientaciones en ortografía de la Academia. Se habló del Centro Cultural Nicolás Salmerón que siempre tiene tantas actividades culturales y del suplemento cultural Babelia, tan recomendable.

Sí, en su destino estaba que volviera. Tenía que contar que aquella tarde varios rascamaneros estuvimos en el Ruiz: Juan Manuel Criado, Juan Antonio Arroyo, María Antonia Copado, León Cano, David Lerma, Carmen Frontera, María Juristo, Olga Ruiz y yo, Rocío Díaz.

Por eso, por eso mismo tuvimos que leerle la cartilla a la penúltima bitácora del mes de junio del 2011, la del 22 de junio, para que dejara de remolonear por esas playas de Dios, y volviera a su Cuaderno de Bitácora.

Dejando escapar una lagrimita tan traviesa como ella y muy despacio comenzó a guardar el biquini. ¿Y los sombreros? Le dije, poniéndome en jarras. Y con una mueca triste de disculpa le devolvió uno a Juan Manuel Criado y otro a León Cano. Y muy digna, erguida, henchida de información y con la cabeza bien alta, mi pequeña bitácora penúltima de junio volvió a su Cuaderno. Porque ahí estaba su sitio. Ahí, desde siempre, estaba escrito que pertenecía.


Rocío Díaz Gómez
14 de julio de 2011

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