Fragata "Rascamán" |
PRIMERA TRAVESÍA
Habiendo llegado el quince de febrero de dos mil veintitrés, iniciamos la travesía, una aventura tan arriesgada y temeraria como la de escribir una bitácora, porque hoy me ha pedido el capitán, -y no puedo negarme- que escriba unas líneas en esta página del Cuaderno. A mí que soy obstinado, inculto y atrevido, además de nuevo en este buque y que apenas conozco a la marinería. Empezaré diciendo que me caracterizan dos cualidades imprescindibles en mi camino, un defecto maravilloso: la curiosidad, y una virtud que muchos no soportan y modela mi conducta: la ausencia de diplomacia.
Sé que nunca aprendí a nadar y que no se guardar la ropa, por lo que corro un alto riesgo de ahogarme en este trance.
Por eso he de pedir disculpas a la tripulación, y si es preciso dejaré escrito que no me importa que me tiren por la borda si se tercia, aunque no me gustaría ser merienda de tiburones.
Allá voy.
Nos hicimos a la mar este quince de febrero, como siempre a toque de campanilla de antiguos monaguillos, - era la forma más original que había visto en un capitán de fragata, para dar las órdenes y mantener al personal a raya-, cuando la tarde se volvió más fría y el invierno se expresó con todo su poder, incluso en aquel camarote decorado con mesas de mármol y sillas de vieja madera de castaño.
El capitán comienza indicando que ha hecho los deberes, acercándose a una grieta, una grieta en el que el frio ocultó la semilla, un poema profundo sentido y correcto, bien formado, -diría yo-, sin grietas en su estructura y un lenguaje natural y claro, surgido de la sensibilidad que se redondea con una metafórica alfombra de cristales que se van clavando en el alma a lo largo del camino.
Se interrumpe el viaje poético, con la arribada de Maria Eugenia, y el capitán se ve obligado a poner orden para reiniciar la travesía, y es Mariana la que toma el timón con dos poemas de hondo calado:
“De pronto la noche/ donde esa oscuridad que cae sin avisar se encuentra con la luz del ángulo perfecto, /del perfecto serafín /la precariedad del artista, el labio de la muerte”, metáforas difíciles, sugerentes, claras y tal vez provocadoras de una reflexión que -como esas contradicciones vitales-, mereciera una nueva andadura por los mares oscuros de la filosofía.
“Era de noche/ no había hojas para moverse”.
Aquí surge la tragedia, inesperada como todas, próxima, vivida desde dentro, pintadas con palabras de dolor clavadas en lo profundo.
“Para que ella no llore fácilmente/ porque es ahora la tierra, la que canta, la que llora /como un preso en una celda sin luz/ He visto todo esto y lo he vivido, he visto el temblor de mi piel adúltera… “
Dice la poeta, para culminar ese sentimiento de impotencia que ya no se puede interpretar como metáfora.
A través de la buena poesía, se adentra en lo profundo.
Y eso es el mar.
Yo sé qué el capitán y la tripulación disfrutan. Disfrutan remando, sugiriendo.
Alberto nos deleitó con el “microtequiero tres”, donde los malos tratos salen a la superficie de forma clara y contundente sin dar lugar a réplicas, pero se niega a avanzarnos una segunda lectura, aunque sabemos de su elevada calidad, demostrada a lo largo de otras travesías. Nos deja con las ganas.
Yo de mí no digo nada, después del toque de campanilla, porque no sería objetivo, si bien, quise compartir, con un lenguaje poético, la historia de un reencuentro tras una tragedia entre las grietas del camino, pero se me resistió la segunda persona.
Quedaba aún mucha marinería por presentarse. La cubierta estaba a tope.
Susana nos regala un poema de amor, que amanece con un deseo, “muerde mi manzana”, acercándonos a Adán y Eva y mostrándose ella misma, la protagonista del poema, esperanzada pese a la imagen dolorosa y pesimista, -“cactus con el hueso roto”-, que tiene de sí misma, o tal vez, sea la imagen que quiere mostrarnos.
Y aquí el barco al que yo quiero bautizar con el nombre de “Rascamán”, coge velocidad de crucero.
Al siguiente toque de campanilla del capitán, D. José León Cano, experto sonetista y maestro en la ironía, nos acerca a José Bonaparte y sus andanzas. Y ante su esmerada documentación y los conocimientos de historia, no cabe más que admiración y respeto. En su segundo soneto trata con humor y erotismo, lo que el describe como las “vísperas de la toma de la Bastilla”. otro regalo, “requiebro a una criada”, una visión de la noche previa a la ejecución de un noble, en la Concegierie.
Carmen Padín, -que no es la última tripulante-, con un grito desgarrador en su relato, se pregunta por qué se abrió la grieta, y por qué el mundo grita cuando basta un susurro, dejando clara la alusión a la guerra. Tal vez a la de Ucrania, pero podría ser a cualquier otra.
Y asi después de esta primera jornada, avisté a lo lejos mi puerto de destino.
Buen viaje y buenas letras.
Me despido de la tripulación hasta mi nuevo embarque y echo pie a tierra alzando mi mano a modo de saludo.
La bocina del barco me lo devuelve, con un eco profundo y prolongado.
Mientras lo veo zarpar de nuevo, una ligera brisa me acompaña.
Brisa de mar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario