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lunes, 13 de febrero de 2023

12ª Jornada/XVI año: Miércoles, 8 de febrero de 2023

 

Embarque en Cythera
Jean Antoine Watteau


EMBARQUE A CITEREA


Pues he aquí que nos presentamos pocos al embarcadero, la nave estaba por zarpar cuando Cinta muestra sus poemas dentro de un caleidoscopio, unos muy a la orilla del papel, otros muy entremetidos, se enfada. ¿Acaso no es así el universo del amor? ¿No es así la clave Morse sobre tu piel, punto, línea. Sólo, ese mar que nos rompe, delicia que no cede, punto, línea? ¿No van los esquiadores por la cresta, hacia el cenit de un amor imposible?


Guiados por los ardorosos versos de Cinta la barca se hace a la mar. En la proa, José León, orgulloso, lleva dos libros bajo el brazo, dos tochos de Casanova, nos comenta con pícaro brillo en sus ojos. Se va pero no se ha ido lo bello de su cabeza. Malabarista en la arena, precaria de la palabra, rey de humo y de quimera. No habrá tras de mí quien pudiera invocar aquella que abra magias de la luna llena. Y vuelto gallo en el mástil, devuelve a los ojos de seda pura oyendo al gran cantor que teje el día, así hay que huir de la cruel negrura…


Chelo no huye, anhela el encuentro y sopla a la vela, rescata el pasado, se deja llevar, licúa su sangre, se infiltra en las venas, llega hasta el corazón para oxigenarte. Los navegantes apreciamos la bocanada de oxígeno aunque Javier cambie los puntos y las comas por  las comas y los puntos del siguiente verso. Cirugía menor.


En esta confusión de puntos, rayas y comas, Javier gira el rumbo y la nave llega a Oriente, al mismísimo Japón. La barca se inunda de aromas, ya no huele a Mediterráneo, sino al aroma profundo del incienso, a los trenes, a sake y sushi, a los puestos callejeros, a los hombres y las mujeres y el trabajo bien hecho. El  campo, agua y madera. Huele a humo y a niñas vestidas de muñecas. Huele Japón a sueños, a universo que no duerme, a nubes que amenazan con no llover…pero el cielo se nubla, pues Citerea también tiene arenas sombrías. Ya lo decía Baudelaire:


Pero, he aquí que rozando la costa, más de cerca

Para turbar los pájaros con nuestras velas blancas,

Vimos que era una horca de tres ramas,

Destacándose negra sobre el cielo, como un ciprés.


Alberto, con un microtequiero (el número dos) afila, presto, la cuchilla.

Doña Brígida observa el recién colocado cartel de la película de Emmanuelle, lo comenta con doña Eulalia, las dos vestidas de negro, por algo será. Ven con cierta envidia sus largas piernas y largos también, collares de perlas.

Brígida se empodera, no quiere quedarse atrás, cuando llega Damian, su marido, se quita las faldas, la faja y las bragas, se desbordan sus abundancias y atrapan a don Damíán en fogoso abrazo. Terminó tieso…y frío. Un apretón entre aquellos carnosos muslos acabaron con su desfibrilador. ¡No siempre el amor oxigena, Consuelo!


Aureliano también se va por la ladera umbría. ¡Sabias que la muerte llevaba pulsera de ébano y marfil, un anillo con tu nombre grabado. ¡Ignorante! ¡Que es un muchacho!, reclama el poeta. Pero, al influjo de la isla, regresa el dulzor a su  mirada.  Su amor se extiende, como el velamen, al resto de  la creación. …mas en mi corazón han bebido tantísimos, perros abandonados, tanta criatura de suplicante mirada, que soy el más desierto de los desiertos.

Curioso, para mí es una fuente de agua fresca.


Y sigue el cartel alebrestando los viajeros. Incluso José María Garrido se ha embarcado esta tarde y rema con sus recuerdos de niño hacia las piernas de Emmanuelle. En aquella emisora la anunciaron dos veces, en las españolas no dijeron nada, no pudimos oír el reparto… alguien con pasamontañas pegaba unos carteles,… será clandestino… mi madre que era francesa me puso no sé qué excusa, y el fin de semana siguiente me quedé con mis abuelos. ¡Benditos abuelos!

  

Mientras soñábamos con tiernos amantes en Citerea, José Antonio, da un tajo en la mesa, nos planta en la realidad. No todas las naves surcan los mares para buscar placeres, las hay que embarcan hambre, pobreza, incertidumbre, desesperación y escasas maletas de esperanza: Pude ver la barca de colores que se encalló en una playa, los chavales de otro sitio, manos altas, torso al aire… en el bolsillo, en kinguele, llevaba una carta que quiso escribir un día a la madre que esperaba. La manta que me regalaste huele a ti y a los colores de casa, la piel la tengo quemada, el barco de la ONG parece que se retrasa, he bebido agua de mar… con el dinero que mande, arreglar el techo de la casa…


Tenemos el alma entristecida, pero el viento arrecia y nos acerca a la isla de Afrodita. Emmanuelle vuelve a seducirnos, como la anaconda hembra destilando feromonas. En efecto, el cartel ejercía una atracción inmediata y un influjo posterior. Un dedo tuyo en el cuello y mi cuerpo se encendía, se estremecía como esas lámparas de neón que titilan al comienzo para después alumbrar tictac, tictac tic…El cartel fuera y, dentro, tú el maestro, yo, aprendiz. Tic, tac, tic, TIC,TAC, TAAC TAAC… dice el relate de Carmen Padín


Y Paloma, como tiene alas y personalidades múltiples, no sabe si dirigirse a la isla de Citérea— a los sesenta ya no cree en el amor físico— duda en irse de hippy a Marrakech o a la Rivera maya o quizás, la muy listilla, decida esperar a terminar las obras que tiene en casa, está construyendo una Habitación compleja. Yo le recomendaría hacer nido en esta barca pues también lo decía Baudelaire:


—¡Isla de los dulces secretos y de los regocijos del corazón!

De la antigua Venus, soberbio fantasma

Sobre tus aguas ciérnese un como aroma,

Que satura los espíritus de amor y la languidez



Después de tanto vuelo y revuelo y casi por desembarcar, el boss pide calma y nos lee a Baltasar Gracián. (Fueron otras las citas, pero creo que estos renglones nos hubieran venido bien)


Pero bien filosofado, no hay otro arbitrio sino el de la virtud y atención, porque no hay más dicha ni más desdicha que prudencia o imprudencia.




Carmen Padín

11 de febrero de 2023


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