Juan Belmonte, matador de toros. Biografía novelada
1892 Sevilla- 1962 se pegó un tiro en su cortijo.
Fue amigo de Hemingway y aparece en dos de sus novelas.
Homenaje a Juan Belmonte organizado por su amigo Joselito. La corrida de toros de la ganadería Miura tendrá en cartel los mejores espadas y las ganancias que reporte, irán a la beneficencia de Sevilla para los niños descalzos. Suena un pasodoble en el coso y hacen el paseíllo con mucha donosura y brillando al sol los abalorios de los ajustados trajes de toreo. Los monosabios preparan la arena para una tarde inolvidable. Los aficionados vienen algo achispados por el vino blanco seco de jerez. Se calla la música y con gran expectación de un público entregado sale el primer toro al ruedo, es bragado y pesa quinientos kilos. El toro ufano da vueltas por el ruedo y de una barrera, sin apenas pensárselo, sale Cinta vestida de rosa y oro, el brazo en cabestrillo le resta un poco de donosura pero ella con su habilidad sin par consigue dar dos muletazos al verraco, le deja en el tercio bueno de la arena y con gran calma se pone de rodillas en el suelo delante del toro y le toca el morro. Mientras ejecuta unas manoletinas encadenadas se escucha:
Armisticio. Sacuden los temporales los párpados. Vienen las Furias armadas. La vida nos hizo lirios. Los pecados capitales. La lujuria. Donde se ponga el pecado que se quite el escabeche. Granadas. Empezó por el cabello. Dejando escapar gotas diminutas. El gusto amargo de su piel dura. Lujuria. Tampoco me olvidé de tu ombligo. Rama flexible que se cimbrea entera.
Suenan trompetas y cambia el tercio. Aparece Isa Morión cabalgando un caballo fuerte con peto y con una gracia propia de una bailarina, sujeta la pica y empitona al astado. El caballo ciego aguanta el embate. Se escucha en toda la plaza:
Un recóndito rincón. Se queda embobado con aquel monumento pétreo. Un brazo muscular y moreno sale a tomar el aire. Dos amantes. ¿Sería un amor prohibido? ¿Puedes hacer realmente lo que realmente te guste? quizá, quizá. Se retira entre ovaciones y gritos.
El tercio cambia al ritmo de la música y del entusiasmo de los espectadores. Llegamos a las banderillas. El toro tiene raza y es muy bravo, golpetea con sus pezuñas el suelo del coso y resopla mirando al torero. Aparece en una esquina de la plaza el banderillero David, con su cintura de avispa y coloca dos pares de banderillas ante el estruendo general. Se escucha:
Sin título. Su quinta novela. Ofrenda de pepinos. Alicia no responde. Entre la habitación 10 y 12 el teléfono permanece en silencio. Atrapada en el huracán pasional. Enfermera en geriatría. Una sonrisa sin fisuras ni matices. Ir con el cazamariposas alzado. Cucarachas gordas como cebollas. Condición que suena a chantaje. -Dime por cuanto me saldría que me hicieras una paja-. Personajes contradictorios.
Alma debe abandonar el coso sin intervenir. En el próximo cartel lucirá su arte sin falta.
En el turno de Alberto todos miramos a su barrera y no ocurre nada. No está de humor para toreos hoy. Escribe pero no se halla. No tiene cuerpo de lector. Próxima sesión.
Chelo resuelta coge las banderillas, se sube el ajustado pantalón y tira de la chaquetilla, desde el tercio llama al toro dando patadas en el suelo y diciendo -¡eje! toro- Las coloca con gran maestría alejando su frágil pecho de los cuernos y se aleja entre aclamaciones.
Olor a pérdida. Hola hola ¿me oyes? Nadie quería estar allí salvando el honor. El espacio encoge y el tiempo se prolonga. Nada es perpetuo. Todo quedó inerte en la crónica. Esquivando miradas. Cada cual en su sitio cegados de grotesca atonía. Discutimos el título. Nadie quería estar allí. Polisémico.
El Maestro vestido de púrpura y oro coge el capote, se ajusta la montera y se dirige hacia el astado. Comienza su faena con un natural muy estirado y después baila con el toro por toda la arena y a fuerza de manoletinas, arriesga mucho.
No volverán. Cuando llegaba la primavera los pupitres se abandonan por el campo. Cuidar a los hermanos más pequeños. Un niño que trabaja es una boca menos. Las manos heladas del invierno. Había que dejar de aprender para ayudar en casa. Fuera del colegio la ignorancia. El sol que quema la piel. La trampa mortal de la pobreza. Muy bueno una sucesión imágenes.
Paloma se mete en la lectura como pez que añora su estanque esencial y sin apenas capotazos iniciales se pone concentrada a la faena:
“Mira tú las cosas que pasan. Por una chiripa de la vida aquí estoy yo, haciéndome fotos con anarquistas y trabajando con monjas para salvar la vida a inocentes de la quinta del biberón, lisiados de por vida. ¡Qué perra miseria! ¡Qué le han hecho a Madrid!” Vuelve a revivir los aplausos, se siente Miguel Fleta cantando “La Bohéme” y recibiendo flores y ovaciones del público. Cae rendido de sueños de gloria sobre el colchón, en el frío suelo del sótano del hospital.”
No ha sido buena idea poner a Muñoz Seca, se supone que está en Paracuellos. Lo mataron las purgas anarquistas de Madrid durante la guerra.
El Maestro cede las espadas a Carmen Padin que nunca llegó a su casa. Carmen ejecuta de forma impecable lo que resta de faena y deja al astado en el tercio justo para la siguiente suerte.
León no sabe lo que es el miedo y viene cargado con un volumen de terror, bien grueso además. León entra a matar con decisión y arrojo y consigue que la espada llegue a clavarse hasta la empuñadura. El toro cae fulminado sobre sus patas delantera y no es preciso rematarle.
Lee el principio de una de sus historias de terror. Los ha sacado por su nieto que está preadolescente. El rubí de los siete anillos. Un herrumbroso cofrecillo metálico. Tufillo maligno que emana del objeto.
Rocío que estaba lista para salir a enfrentarse al morlaco decide dejar su faena para la próxima ocasión, la noche se está echando encima y el público empieza a abandonar la grada. Se propone empezar la Tertulia a las 17.30 en vez de a las 18.00 horas. Por unanimidad, así se hará.
Anagonz de rojo y fuego como final de la tarde se enfrenta al astado con la fuerza de la lava.
Escuchamos sueños esparcido por las cenizas escondidas en tu cielo. Tanto miedo, tiemblo... Lloro entre la lluvia negra.
Y la escuchamos en gallego y León y Alberto apuntan que por primera vez les gustó más la versión en español. Tremo e volvo a tremar.
Mariana que se ha incorporado más tarde al homenaje deja para el siguiente miércoles sus palabras.
***
Al caer fulminado el toro arranca la música a todo meter, ¡Marcial tu eres el más grande!. Los aficionados sacan el pañuelo al viento para pedir la oreja de forma unánime y conceden a Rascamán y a su toreo las dos orejas y el rabo. Los aficionados se tiran a la arena de matar y se llevan a hombros a todos los rascamanes, a pesar de las protestas de León y del Maestro. Rascamán sale por la puerta grande en otra gran tarde de toros que nos ha deparado un espectáculo con mucho arte.
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