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jueves, 26 de noviembre de 2020

6ª Jornada/XIV año: Miércoles, 18 de noviembre de 2020

El Homo Zoomiens

Durante los últimos años hemos asistido a un insólito consenso en el seno de la comunidad científica al situar cronológicamente el origen del Homo Zoomiens en los albores de la segunda década del siglo XXI, en concreto en el primer tercio del año 2020 d. de C, coincidiendo con el comienzo del ciclo de las grandes pandemias mundiales.

Una buena parte de los historiadores, a los que se han ido sumando paleontólogos y antropólogos de renombre, han convenido además en señalar la existencia de una subespecie dentro del Homo Zoomiens, a la que han denominado Homo Zoomiens Rascamaniens. Sobre los individuos que conformaron esta subespecie se han elaborado innumerables teorías; sin embargo, la única certeza que se tiene de ellos es que en un tiempo de desolación, en contra de la máxima ignaciana, sí hicieron mudanza (el último éxodo, del Café Miski a la pantalla del ordenador de casa); en tiempo de individualismo virtual se entregaron a la comunicación telemática; en tiempo de no tocarse, no rozarse, no besarse, porfiaron firmemente en la voluntad de seguir viéndose porque, como buenos visionarios, siempre creyeron que la mirada podía ser digno sustituto de las caricias y los abrazos que se guardaban para tiempos mejores.

Como quiera que sea, lo cierto es que hasta nuestros días han llegado vestigios de sus ceremonias, que celebraban cada miércoles, y que solía coordinar un miembro al que los demás aludían como Javi, Javier, Boss, a veces incluso como Javivi; con invariable invocación del Dios de las aplicaciones, Zoom (que ha terminado por dar nombre a la subespecie). Adicionalmente, se han hallado restos, en forma de imágenes, con sus integrantes repartidos en cuadritos pequeños, a la manera de los panales de abeja, además de fotos y videos; material archivado en un viejo y polvoriento blog conocido como “Cuaderno de Bitácora“, que a día de hoy todavía es analizado en los laboratorios tecnológicos más vanguardistas del mundo, con la esperanza de poder ser descifrado algún día.

A la espera de alcanzar tal hito, el hallazgo más reciente, del que toda la comunidad científica habla y no para, es el que corresponde con un reunión que tuvo lugar a finales del citado, y ya lejano, año 2020. Para mayor precisión, el encuentro está fechado el 18 de noviembre (dato confirmado por la prueba del carbono-14). La reliquia está siendo objeto de estudio por parte de los rascamanólogos más reputados de las universidades repartidas por varios planetas, pero podemos adelantar que la sesión se abre con el relato leído por Iñaki, individuo perteneciente a lo que se ha dado en catalogar como subcategoría Homo Zoomiens Rascamaniens Narratoris. Por el relato de Iñaki desfilan personajes como el Gato Torcuato y el Ratón Rigoberto, especies ya extintas, y en él se narra el viaje iniciático desde la infancia a la edad adulta del Bombón Bombín, que además de ser muy dulce, posee una maravillosa aliteración de la “b” en el nombre. El documento audiovisual continúa con la intervención de un segundo miembro, de nombre Cinta, adscrito igualmente por los técnicos a la mencionada subcategoría Narratoris. Cinta lee el relato titulado “Dentro del mimbre”, en el que los objetos guardados en una cesta mantienen un encendido debate acerca de la relevancia que poseen sus respectivos roles; alfileres, hilos y otros utensilios, herederos de las milenarias piedras de sílex del neolítico, que mantienen su diálogo, hasta converger en un hermoso y sorprendente colofón nupcial.

El siguiente miembro en tomar la palabra es Isa Pérez. Isa recita un poema, circunstancia que parece reforzar la hipótesis sostenida por otro grupo de expertos, que defiende la existencia de una segunda subcategoría, dentro de la misma subespecie, a la que etiquetan como Homo Zoomiens Rascamaniens Poetis. El poema recitado lleva por título “A la intemperie“, fue reconocido con un premio literario de la época, que incluía dotación económica, y posee versos que revelan que la pieza fue escrita en una primavera especialmente extraña, en la que los pájaros se creían dioses, no se podía restar nada a la nada, y la calle había dejado de ser nuestra, (mejor dicho, de ellos), en clara contradicción con lo que, tan solo unas décadas antes, clamó un político de cuyo nombre no logro acordarme. En aquella sesión del 18 de noviembre, tanto Poetis como Narratoris se muestran de acuerdo a la hora de recomendar a Isa que elimine los “comos” del poema (lo que parece equiparar ambas subcategorías, para disgusto de los científicos precursores de la teoría de la diferencia), con el argumento de que “las comas comen comos”. Este extraño silogismo es uno de los mayores enigmas del universo Rascamán con los que, a fecha de hoy, se enfrentan los rascamanólogos.

Los dos individuos que intervienen a continuación lo hacen desde el mismo recuadrito de la pantalla, lo que podría ser indicio de que formaban familia o, al menos, familia pasajera. Ambos aparecen convenientemente pertrechados con las mascarillas que por aquella época repelían virus como el ajo los vampiros. El primero de los dos se identifica como Aureliano Cañadas (si bien, otros miembros aluden a él como Aure). Aureliano, o si se prefiere Aure, cuenta la locura de un poeta decimonónico llamado Hölderlin, que emergió de su vesania hablando alemán, griego y latín; luego, anuncia la futura publicación de su libro “Dragontea“, en cuya portada figurará el dibujo de una sirena (mostrada a la cámara), inaugural obra maestra ejecutada por la nieta de Aure, Adriana, que andando los años (y no muchos) se convertiría en uno de los mayores genios de la pintura y el grabado del siglo XXI. Finalmente, Aureliano, o Aure, lee dos poemas: el primero de título PE, que remata con el verso “Como me llamo PE, tú no sales de Ítaca”, y el segundo de título BOREAS, término que, según explica, se refiere a un viento del Norte, de cuando la vida era cien por cien terrenal y aún no había pasado el rubicón de la transmigración hacia ninguna parte. A Aure le releva en el uso de la palabra José Antonio, quien presenta al conjunto de los asistentes un poema inspirado en la estructura del Cuadrante Mágico de Gartner, que se centra en las peripecias amorosas de Heriberto y Elisenda, un Heriberto desubicado como un conejo que trisca y trisca entre Nicho y Visionario, aunque acabe confesando ser devoto del poliamor y manifestando que su Elisenda nunca fue la única que copó su corazón.

Es el turno de Rocío, miembro integrante de la subcategoría Narratoris. A Rocío le acompaña un grillo que no se asoma a la pantalla, aunque haya huellas de su existencia, con evidencias de ejemplares que datan de la época jurásica. Rocío lee un ingenioso relato en el que el protagonista sufre la pérdida sucesiva de la caldera, el flexo y el teléfono inalámbrico, por culpa de una pandemia eléctrica que le conduce a la entrañable locura (locura, pues, dentro de la locura) de embadurnar los aparatos con gel hidroalcohólico y colocar mascarillas a troche y moche. Tras la fugaz aparición de David, espécimen que, en una especie de naif homenaje eurovisivo, recomienda desde un extraño y acartonado París una serie de Netflix llamada Lenox Hill, interviene Javier (a la sazón, Boss, Javi o Javivi), para leer un impactante poema que escribió durante su viaje a Vietnam (en tiempos previos a la Covid-19, cuando todavía se viajaba o se pergeñaban planes para hacerlo), basado en la historia del monje budista de nombre Tich Quang Doc, que en el año 1963 (en tiempos también previos y no monopolizados por virus y vacunas y curvas y tratamientos; porque hubo tiempos en los que se acometieron otro tipo de luchas), se quemó a lo bonzo delante de un Austin color azul (vehículo que prestará su título al poema), en protesta por el maltrato que sufrían por entonces los budistas. 

Después de Javier lee Juan Antonio Arroyo una pieza que titula “Elementos”, que dedica al Narratoris Alberto Ramos (miembro presente que leerá minutos más tarde, en el transcurso de la misma sesión), lo que podría ser una prueba más en favor de los que alientan la creencia de que entre las dos subcategorías de Homo Zoomiens Rascamaniens no había diferencias tangibles. En su obra Juan Antonio habla, entre otras cosas, de la Tierra como amuleto. A Juan Antonio le sigue el también Poetis Juan Calderón, recitando un poema con el título “Tempus Fugit“, que versa sobre el fluir del tiempo e incluye el detalle hermosamente paradójico del reloj detenido en las diez y dos minutos, dormido en la hora del balance. Tras Juan Calderón es el turno de Alberto Ramos, todavía ilusionado y agradecido por la dedicatoria de Juan Antonio (“es el primer poema que me dedican”, se le llega a oír decir a Alberto). No es para menos. Conminado por el resto de miembros, Alberto lee la primera página del relato “La casa de las cien pesetas”, premiado en el certamen literario “Fernando de Ballesteros”. Su narración aborda la historia de dos mujeres, una esposa, otra amante, de un mismo personaje ya difunto. Todos los participantes alaban desde sus ventanitas las expectativas creadas y demandan fervorosamente a Alberto que aproveche futuras sesiones para terminar de leer la pieza.

Con el siguiente individuo en intervenir se produce un nuevo cambio de registro. Es el momento de la Poetis Celia Cañadas, que derrocha sutileza en tres poemas. En el primero, titulado “Defensas y Amenazas”, utiliza la imagen de un ciervo que observa para plantear el juego de saber quién es el que observa y quién el observado. En el segundo, que lleva por título “Trasnfagarasan“, se sirve de la célebre carretera que una vez hubo en un país (cuando todavía había países) que se llamaba Rumania, para contrastar su sinuosidad con la profusión de rectas, ángulos y aristas, con que se construye la arquitectura doméstica. En el tercero, bajo el reivindicativo título de “Derecho al olvido”, Celia describe aquel tiempo fundacional de la tecnología que le tocó vivir, y en el que ella asegura ser solo un registro, ilegible, / en la endeble memoria / de un circuito.                        

Tras Celia es el turno de Omega Scribano. Antes, Juan Manuel realiza una breve intervención para saludar al personal. Ya sí, Omega declama un poema en el que santos y pecadores tienen la misma raíz y beben del mismo cáliz, y mientras lo hace, la luz que puede atisbarse en su cuarto se enciende y apaga con una cadencia que añade elevadas dosis de misterio a la alocución; la cual finaliza con la recomendación de un libro titulado “La Malibrán, Pasión y Muerte“, escrito por Maria Malibrán, que muy probablemente, en caso de haber llegado hasta hoy, tras la traumática desaparición de los libros de papel del siglo pasado, lo haya hecho como un incunable. A Omega le sigue Carmen Padín, con un exuberante relato en el que imperan las sensaciones; los colores, los olores, los sabores, en un historia de máscaras que finaliza con el anuncio de su próximo viaje a México. Todos los Homos Zoomiens Rascamaniens presentes le desean un feliz viaje, y aún más, un feliz regreso.

Se acerca el final de la reunión. AnaGonz lee un poema de la poeta gallega Olga Novo, Premio Nacional de Poesía en aquel pretérito y convulso 2020. A continuación, el Narratoris Juan Raña lee el capítulo “Voló como Matías Pérez” de su novela, todavía en fase de construcción, que en años posteriores sería muy alabada por la crítica y terminaría convirtiéndose en un rotundo éxito de ventas y lectores. Pero eso, entonces, él aún no lo sabía. El capítulo narra el intento de secuestro de una de sus protagonistas, Pituquina, y el posterior traslado a comisaría para denunciar los hechos de lo que se conocería durante la década siguiente como la “troupe Raña”. Antes de terminar, un nueva ventanita se abre en la pantalla. Por ella se asoma Mariana, para saludar y para decir que quiere mucho a todos los Homo Zoomiens Rascamaniens

Pese a los grandes avances de los últimos tiempos, es verdad que quedan muchos interrogantes por despejar en el arcano mundo del Homo Zoomiens Rascamaniens. Los investigadores confían en que nuevos hallazgos sirvan para arrojar luz y desentrañar los secretos de esta sociedad, que unió como pocas cosas a un grupo de individuos que, cada miércoles, hablaban, reían, leían, incluso cantaban; en torno al calor fraternal de una pantalla.


David Lerma
24 de noviembre de 2020

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