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lunes, 29 de junio de 2020

35ª Jornada/XIII año: Miércoles, 17 de junio de 2020

¡A bucear, marineros!

No sé, pardiez, por qué extrañas razones la tripulación estaba diezmada. Sólo habíamos embarcado once  marineros y estábamos a punto de zarpar ¿Habrían perecido en alguna emboscada? ¿O acaso se habían empantanado en amoríos, infidelidades u otras aventuras que por prudencia no quiero describir ya que no quiero ser portavoz de nefastos bulos que por doquier navegan entre Océano y Océano? ¿Acaso habían perecido en Papúa Nueva Guinea devorados por reptiles de otras eras geológicas? ¿O quizás estaban escondidos/as entre las rocas huyendo de la policía portuaria por no tener los papeles en regla? ¿O será que estén detenidos para ser enviados a España en una de esas devoluciones en caliente? Como ya nos había pasado en otra ocasión, por habernos colado en la cola del supermercado, y al grito de ¡son morenos sin papeles, deténganlos! lanzado por el racista de turno, los referidos polis, en un santiamén, nos alojaron en la comisaría adecuada haciéndonos embarcar tras pagar una ruinosa multa que nos dejó sin blanca, con lo que tuvimos que acudir al crédito bancario para poder refrescarnos el gaznate en las tabernas portuarias. ¡Imagínense, sufridos y adormilados lectores inexistentes! ¡Imagínense!

Sea como fuere, tras discutir las distintas opciones, nuestro avezado capitán, decidió arriar velas y esperar noticias de los ausentes.

Dicho y hecho; tras lo que Cinta leyó un hermoso poema del que entresaco los excelentes versos:

“ Mi esperanza tiene tres años.
Mi esperanza ha gritado de alegría
...
Danos un poco luz.”

Un poema que desde la luz de su infancia ilumina la obscuridad de estos tiempos.
Muy bien, Cinta.
Que se te dé bien en la tertulia literaria de la editorial Mississippi.

Omega por su parte, nos presenta un poema dedicado a Rosa Paz; pero de pronto, entra en escena Juan Sebastián Bach, con el volumen suficiente como para apagar la  luz de nuestra poetisa. Pueden imaginar la indignación , que sacudió como un relámpago a la marinería:
-¿Quién se ha atrevido?-gritaba uno.
-¿Qué mequetrefe interrumpió  el sueño de las Musas? ¿Quién se atrevió a estresar el Parnaso?- gritó Carmona, repartiendo mandobles a troche y moche que Celia Cañadas hábilmente burló, con esa flexibilidad que la caracteriza,  al tiempo que susurraba:
-Soy un junco que al más leve golpe del aire se cimbrea, como un mar de trigo en la meseta.
Eso y su suave sonrisa, apaciguaron el furor de nuestro corsario; mientras Juan Antonio, escondido entre las banquetas del camarote, de un mandoble silenció a Bach, cosa que fue aplaudida por la concurrencia, tras llevarlo  a  hombros por la cubierta.

No pude por menos de echarle una mirada acusadora, pues él bien sabía que me di cuenta de que la interrupción fue ejecutada por él con el obscuro afán de despojar de la corona de laureles, del arpa, el libro, el estilete, la trompeta, la tablilla, el libro y, por supuesto, las zapatillas de andar por casa, a las nueve hijas de Zeus. ¡Jamás se verá en los siglos venideros semejante villanía perpetrada a las diosas por un simple mortal! Pero dejemos estos pormenores y retomemos a Omega con el poema dedicado a Rosa Paz, aquella mujer negra que se negó a levantarse del asiento del autobús ante el requerimiento de un energúmeno que la ordenaba que le dejase sentar:

“ Tus agujas son la despensa de injurias
Sus ojos reflejan dos panteras
Ella imprime en tinta el papel en el asfalto.”

Son algunos versos entresacados de su magnífico poema. Muy bien, Omega, aunque Javier decapitó los verbos ser y estar en un alarde de autoridad.

-¡Voto a Bríos!-y así deshizo el encantamiento nuestro capitán.

A continuación, José Antonio Carmona, del que  ya hemos relatado su memorable hazaña realizada con un sable medio roto, nos leyó un divertido poema:

“ Doctor, doctor
me encuentro mal,
Doctor, doctor
¿qué ve qué ve?
me encuentro mal
…”

Un poema muy dinámico en el que al final aparece un histograma con una mancha, en el que el médico ilustra al paciente sobre el origen de la referida, indicándole que era clara señal de racismo.
Para continuar:

“ Esta mala enfermedad
cursa con otras igual
machismo, xenofobia
y la estupidez mortal
…”

Y tras lanzar una daga al aire, que si no fuera por una de mis muchas habilidades no hubiera logrado esquivar en su gravitacional descenso apuntando hacia mi calva, Carmona terminó su exhibición con el poema titulado Un beso sobre el tacto, del que entresacamos los versos:

“ El tacto enamorado
es incansable lector
sobre el braille de tu cuerpo
…”

Lástima que el Dios Eolo de un soplo me arrebatara las cuartillas, impidiendo de esta suerte proseguir con los demás versos.
Vulgar celo de los dioses del Olimpo.
¡Lástima se descoyunte o que una avispa asiática le taladre los labios!
Enhorabuena, Carmona.

Rodando dentro de un barril, Ignacio irrumpió como si tal cosa, porque los vascos son así. Muy ruidosos. Aunque Ignacio… casi  va a ser que no. No:
La culpa la tuvo Eolo que de un puntapié lo introdujo en el referido recipiente; pero, afortunadamente, tras denodados esfuerzos logramos sacarlo del dichoso barril y tras una cura rápida, Isabel lo puso a punto y el hombre, tras lanzar un disparo con su trabuco, que a duras penas esquivó el capitán,  nos leyó una miniobra teatral muy interesante:

 “-A mamá le hubiera gustado que te lo pusieras.
-¿Tú crees?
….
-Tú, tocándote el bolo y yo, mariquita.”

Un diálogo de reproches entre dos hermanos; uno, minusválido de 30 años y el mayor, cuidando de éste; entre medias, un padre despreocupado y que no da un palo al agua.
Poco a poco se va intensificando la violencia:

-A mamá le hubiera gustado que te hubieras pegado un tiro.
Y contesta el mayor, tras ahogarle:
-A mamá le hubiera gustado que no nacieras.

Muy fuerte, Ignacio. Mucho.

Juan Antonio, que acababa de apagar el picú, artefacto del año catapún que nuestro héroe combina con los teléfonos de la última generación muy a pesar de mis sabios consejos que tratan de llevarlo por el recto camino de los hombres liberados de los calambres y otras perniciosas aficiones virtuales; asido a los cables y otros horribles instrumentos electromagnéticos, nos leyó un poema en el que nos evoca el paso de etapa de tres a cuatro años:

Viajeros infantiles

(Dedicado a Cinta Rosa Guil….maestra, recordando su poema Mi esperanza tiene tres años)

“Viajeros  por el fondo hacia la mar
saludos de los peces y las plantas
Me llevo los recuerdos de sirenas
que peinan mis  cabellos con sus manos
Y ahora ya navego por las olas
en su ondulado baile.

Amarillo, verdoso, azul y rojo
colores de mi barco de aventura
Son mi rumbo certero”

Alberto, frunciendo el entrecejo, antesala del escepticismo que le caracteriza, sin duda por las frustrantes  experiencias de la piratería en el Caribe que tras sortear varios huracanes lo dejaron sin blanca una panda de tahúres con unos naipes trucados, apuntando con el dedo a la concurrencia desde su cómodo sofá, más o menos nos dijo que estaba en desacuerdo con el derribo de estatuas por doquier a raíz del homicidio de George Floyd, que le parecía un disparate borrar la historia de los pueblos, y todavía no entendía el derribo de la estatua de Cristóbal Colón.

No obstante, es preciso entender otros puntos de vista y comprender, por ejemplo, a los que derribaron la estatua de Leopoldo  II de Bélgica, descendientes, algunos de ellos de los que fueron torturados y esclavizados. Esa es la cosecha de los que sembraron tempestades.

En definitiva, derribar las estatuas de Hitler, Stalin y otras yerbas, son plenamente justificables al menos por parte de los descendientes de los que fueron aplastados por sus ruidosas botas militares.
La memoria es preciso conservarla; pero no necesariamente en una estatua.
Siempre hay otros puntos de vista, y reacciones pasionales contra acciones execrables.

A continuación Isabel Pérez, tras meter a buen recaudo las vendas y determinadas cataplasmas, que sirvieron de cura a Alberto, que por cierto estaba hecho un cromo con el original gorro blanco que Isabel le había entrelazado en su magullada cabeza, nos leyó el poema La reina ha muerto:

“No te culpo,
ni a la melena morena
donde cuajan los astros,
Cuando amanezca
no me encontrarás  a mí
….
Muero de pie:
larga vida a la reina"

Y nuestra animada doctora, impelida por los estruendos aplausos de la tripulación, nos leyó otro poema en el que narra su súbito enamoramiento de un pasajero del metro:

“Escríbeme con cenizas
y  yo a ciegas
te venderé mi alma.
…”

Son poemas como el herraje, marcados por el fuego.

Y Carmen, que acababa de subir al barco, cargada con los distintos bagajes lingüistas mexicanos, con su voz dulce y chiquitita nos leyó una pequeña  Canción de Cuna:

“ El ciervo y el mar
salta que te salta
y vuelve a saltar.
El ciervo las olas
las olas del mar.
Vuelve que vuelve
y vuelve a soñar
...“
Y así sucesivamente.

Muy musical, manita.

Javier, por su parte, que acababa de atornillar una nueva pata de palo, amenazó cogiendo con su garfio la otra pata de palo partida en dos por un certero tajo:

-Ay del bellaco que quería acabar conmigo de una forma tan vil. A fe mía que como dé con él, sabroso almuerzo los tiburones tendrán tras abrirle el gaznate con esto -dijo blandiendo el garfio.
Y tirando los restos por la borda:
- Al capitán se le destituye con las Leyes de la Piratería y no cortando la pata de palo con tajos dados por la espalda. Pero como veis, soy experto en amortiguar las caídas y en evitar sablazos traicioneros.
Y tras prolongados gruñidos que poco a poco se fueron amortiguando, como el vendaval que se desvanece, Javier nos leyó un poema bastante reflexivo dedicado a la activista Assata  Sakur, que mis limitados conocimientos me impiden hacerle un retrato;

“  Confundieron la justicia
con la servidumbre del favor
a  los justos se los ningunea y somete
…”

Siento, capi, no haber cogido más versos al vuelo

Y tras haberse repuesto del singular forcejeo con Carmona, Celia Cañadas, nos leyó un estupendo poema :

“ Porque esta intemperie nuestra
no es ya nuestra.
Perdidas las horas
por renuncia y silencio
La luz que me alcanza
suena a burla.”

Para rematar con otro, del que no he podido coger nada más que la terminación:
“...
Ahora soy un río que subiera
soy un río que subiera”

Lástima; pero qué le vamos a hacer.
Siempre tan emotiva.

Mientras tanto, Ana González, con su traje de corsaria, tras evocar a las Meigas de su pueblo, pidiendo  le quitasen el mal de ojo que unas bruxas titiriteras  habían extendido por su villa con la complicidad del alcalde y otras malas yerbas mezcladas con la pócima del narcotráfico y extraños experimentos de vudú para producir mal de riñones en los guardias que se atrevían a capturar narcolanchas en las Rías Gallegas,  nos leyó el desgarrador poema Dados, que niega la existencia del azar:

“ No existe el azar en la obscuridad
huidos en un tren sin ventanas
la soledad huye por un camino hacia la mar
y allí se queda con el futuro, gritando.
No existe el azar en los regalos de la mente.

Todo vuelve a ser mentira
en la primera taza de café”

Extraordinario, Ana; pero no te derrumbes, siempre me llevaré tu sonrisa pícara en la mochila de mi corazón.
Excelente creadora de versos y de cuentos en la soledad sórdida de los vagones de metro.
Un abrazo.

En una habitación confinados, Carmona y Aureliano forcejeaban por quedarse con un pesado cofre que habíamos desenterrado en las legendarias islas caribeñas y como se cayesen de espaldas, provocando con el retumbar de la estrepitosa caída del codiciado cofre formidable estruendo, en un instante toda la tripulación los señalaba con dedo acusador, exigiendo al capitán que se los castigase con las Leyes de la Piratería; cosa que Javier, tras releerlas para que todos las tuviésemos presentes y no viniesen luego con lo de:
-es que yo no lo sabía, es que si patatín patatán, es que si esto o lo otro.
Trucos de corsarios y gentes de pelaje similar.

- Por tanto, por el artículo octavo, se les condena a cien latigazos y a fregar durante cien días la cubierta. ¡Vive el Diablo!. Y por supuesto, se quedarán a dos velas en el reparto del botín desenterrado, que guardaba Barbarroja, y que el muy gilipuertas no fue capaz de recuperar porque se le perdió el mapa del tesoro. Hace falta ser tonto.
 Y  el bueno de Aureliano , entre latigazo y latigazo nos leía el poema De qué te sirve:

  De que te sirve, niño
de que te sirve
…”
Poema muy emotivo , en la que afloran los recuerdos de su niñez y los poetas que le rodearon.
Para terminar con el  excelente poema:

“ Te daría mis ojos
 si no hubiera visto tanto
Basta con descender un peldaño
y mirar:
era un infierno”

Y Aureliano, en un lapsus del flagelador, ristre en mano, digo, libro en mano, me enseñaba su recién publicado  Circus. ¡Jamás se vio personaje con más tenacidad!
Ni el Rey Arturo, ni sus esforzados caballeros hubiesen sido capaces de protagonizar tan singular hazaña.
 Excelente  y novedoso  poemario en el que nuestro autor nos muestra una buenísima exhibición de expresión poética poniéndose en la piel de las víctimas.
No os lo perdáis.

Mientras Aureliano se entretiene fregando la cubierta, aprovecho un descuido y tras burlar con la habilidad que me caracteriza una  zancadilla mal intencionada, leo el poema  Zapatillas, inspirado en unas zapatillas  de mi madre, tras su muerte:

“ En la habitación
de la  casa semiderruida
en un rincón polvoriento
y lleno de telarañas,
reposan abandonadas
unas zapatillas de alegres colores
apagados por la dejadez de las ausencias.

Alegres eran
cuando el violín templado de sus pies
las hacía danzar,
bailar,
moverse:
volar.

Ágiles dibujadoras de siluetas,
maravillosas juguetonas
eráis.

Caminar por aquí y por allá,
ser la gracia del barrio de las zapatillas
y anunciar cortos y alegres pasos,
entre las pequeñas habitaciones
humildemente amuebladas
con el esmero de su dueña,
que todas las mañanas
repartía entre los tiestos
manantiales,
convirtiendo el amplio corral
en el hermoso jardín de los colores.

O simplemente,
silenciosos testigos
de historias de antaño.”

Y aquí me despido, tirándome al mar, tras ofrecer el poema que leí, ahora retocado.
¡A bucear, marineros!

Juan Manuel Criado Manzano
23 de junio de 2020












Fragmento de la Tertulia Zoom de hoy (intervención de Iñaki Ferreras):

1 comentario:

c guil redondo dijo...

No solamente Juan ha hecho una recopilación sensible de cada texto, sino que ha dejado volar su fantasía, y en estos tiempos, es tan necesaria como ese oxígeno que nos cuesta respirar
con las mascarillas reales y aquellas otras, más tremendas, de las incertidumbres diarias.

Gracias por tu homenaje a mi tarea de maestra, un abrazo y un beso muy grandes, y espero que sigas encantándonos con esas bitácoras tuyas que huelen a mar y a aventuras inusitadas.