¡A bucear, marineros!
No sé, pardiez, por qué extrañas razones la tripulación estaba diezmada. Sólo habíamos embarcado once marineros y estábamos a punto de zarpar
¿Habrían perecido en alguna emboscada? ¿O acaso se habían empantanado en
amoríos, infidelidades u otras aventuras que por prudencia no quiero describir ya que no quiero ser portavoz de nefastos
bulos que por doquier navegan entre
Océano y Océano? ¿Acaso habían perecido en Papúa Nueva Guinea devorados por
reptiles de otras eras geológicas? ¿O quizás estaban escondidos/as entre las rocas huyendo de la policía portuaria por no tener los papeles en regla? ¿O será que estén detenidos para ser enviados
a España en una de esas devoluciones en caliente? Como ya nos había pasado en otra
ocasión, por habernos colado en la cola del supermercado, y al grito de ¡son morenos sin papeles, deténganlos! lanzado por el racista de turno, los referidos
polis, en un santiamén, nos alojaron en la comisaría adecuada haciéndonos
embarcar tras pagar una ruinosa multa que nos dejó sin blanca, con lo que tuvimos que acudir al
crédito bancario para poder refrescarnos el gaznate en las tabernas portuarias. ¡Imagínense, sufridos y adormilados lectores inexistentes! ¡Imagínense!
Sea como
fuere, tras discutir las distintas opciones, nuestro avezado capitán, decidió
arriar velas y esperar noticias de los ausentes.
Dicho y
hecho; tras lo que Cinta leyó un hermoso poema del que entresaco los
excelentes versos:
“ Mi esperanza tiene tres años.
…
Mi esperanza
ha gritado de alegría
...
Danos un
poco luz.”
Un poema que
desde la luz de su infancia ilumina la obscuridad de estos tiempos.
Muy bien, Cinta.
Que se te dé
bien en la tertulia literaria de la
editorial Mississippi.
Omega por
su parte, nos presenta un poema dedicado a Rosa Paz; pero de pronto,
entra en escena Juan Sebastián Bach, con el volumen suficiente como para apagar la luz
de nuestra poetisa. Pueden imaginar la indignación , que sacudió como un
relámpago a la marinería:
-¿Quién se
ha atrevido?-gritaba uno.
-¿Qué mequetrefe interrumpió el sueño de las Musas? ¿Quién se atrevió a
estresar el Parnaso?- gritó Carmona, repartiendo mandobles a troche y moche que Celia Cañadas hábilmente burló, con esa flexibilidad que la
caracteriza, al tiempo que susurraba:
-Soy un junco que al más leve golpe
del aire se cimbrea, como un mar de trigo en la meseta.
Eso y su suave sonrisa, apaciguaron
el furor de nuestro corsario; mientras Juan Antonio, escondido entre las
banquetas del camarote, de un mandoble silenció a Bach, cosa que fue aplaudida por la
concurrencia, tras llevarlo a hombros por la cubierta.
No pude por menos de echarle una mirada
acusadora, pues él bien sabía que me di
cuenta de que la interrupción fue ejecutada
por él con el obscuro afán de despojar de la corona de laureles, del arpa, el
libro, el estilete, la trompeta, la tablilla, el libro y, por supuesto, las
zapatillas de andar por casa, a las nueve hijas de Zeus. ¡Jamás se verá en los
siglos venideros semejante villanía perpetrada a las diosas por un simple mortal! Pero dejemos estos
pormenores y retomemos a Omega con el poema dedicado a Rosa Paz, aquella mujer negra que se negó a levantarse del
asiento del autobús ante el requerimiento de un energúmeno que la ordenaba
que le dejase sentar:
“ Tus agujas son la despensa de
injurias
…
Sus ojos reflejan dos panteras
…
Ella imprime en tinta el papel en el
asfalto.”
Son algunos versos entresacados de su
magnífico poema. Muy bien, Omega, aunque Javier decapitó los verbos ser y estar
en un alarde de autoridad.
-¡Voto a
Bríos!-y así deshizo el encantamiento nuestro capitán.
A continuación,
José Antonio Carmona, del que ya hemos
relatado su memorable hazaña realizada con un sable medio roto, nos leyó un
divertido poema:
“ Doctor, doctor
me encuentro mal,
…
Doctor, doctor
¿qué ve qué ve?
me encuentro mal
…”
Un poema muy dinámico en el que al
final aparece un histograma con una mancha,
en el que el médico ilustra al paciente sobre el origen de la referida,
indicándole que era clara
señal de racismo.
Para continuar:
“ Esta mala enfermedad
cursa con otras igual
machismo, xenofobia
y la estupidez mortal
…”
Y tras lanzar una daga al aire, que
si no fuera por una de mis muchas habilidades no hubiera logrado esquivar en su gravitacional descenso apuntando hacia mi
calva, Carmona terminó su exhibición con el poema titulado Un beso sobre el tacto, del que
entresacamos los versos:
“ El tacto enamorado
es incansable lector
sobre el braille de tu cuerpo
…”
Lástima que el Dios Eolo de un soplo me arrebatara las
cuartillas, impidiendo de esta suerte proseguir con los demás versos.
Vulgar celo de los dioses del Olimpo.
¡Lástima se descoyunte o que una
avispa asiática le taladre los labios!
Enhorabuena, Carmona.
Rodando dentro de un barril, Ignacio irrumpió
como si tal cosa, porque los vascos son así. Muy ruidosos. Aunque Ignacio… casi va a ser que no. No:
La culpa la tuvo Eolo que de un puntapié
lo introdujo en el referido recipiente; pero, afortunadamente, tras denodados
esfuerzos logramos sacarlo del dichoso
barril y tras una cura rápida, Isabel lo puso a punto y el hombre, tras
lanzar un disparo con su trabuco, que a duras penas esquivó el capitán, nos leyó una miniobra teatral muy interesante:
“-A mamá le hubiera gustado que te lo
pusieras.
-¿Tú crees?
….
-Tú, tocándote el bolo y yo, mariquita.”
Un diálogo de reproches entre dos hermanos; uno, minusválido de 30 años y el mayor, cuidando de éste; entre medias, un padre despreocupado y que no da un palo al
agua.
Poco a poco se va intensificando la
violencia:
-A mamá le hubiera gustado que te
hubieras pegado un tiro.
Y contesta el mayor, tras ahogarle:
-A mamá le hubiera gustado que no
nacieras.
Muy fuerte, Ignacio. Mucho.
Juan Antonio, que acababa de apagar
el picú, artefacto del año catapún que nuestro héroe combina con los teléfonos de la última generación muy a
pesar de mis sabios consejos que tratan
de llevarlo por el recto camino de los hombres liberados de los calambres y
otras perniciosas aficiones virtuales;
asido a los cables y otros horribles instrumentos electromagnéticos, nos leyó
un poema en el que nos evoca el paso de etapa de tres a cuatro años:
Viajeros infantiles
(Dedicado a Cinta Rosa
Guil….maestra, recordando su poema Mi
esperanza tiene tres años)
“Viajeros por el fondo hacia la mar
saludos de los peces y las plantas
…
Me llevo los recuerdos de sirenas
…
que peinan mis cabellos con sus manos
…
Y ahora ya navego por las olas
…
en su ondulado baile.
Amarillo, verdoso, azul y rojo
colores de mi barco de aventura
…
Son mi rumbo certero”
Alberto, frunciendo el entrecejo,
antesala del escepticismo que le caracteriza, sin duda por las frustrantes experiencias de la piratería en el
Caribe que tras sortear varios
huracanes lo dejaron sin blanca una
panda de tahúres con unos naipes trucados, apuntando con el dedo a la
concurrencia desde su cómodo sofá, más o menos nos dijo que estaba en
desacuerdo con el derribo de estatuas por doquier a raíz del homicidio de
George Floyd, que le parecía un disparate borrar la historia de los pueblos, y
todavía no entendía el derribo de la estatua de Cristóbal Colón.
No obstante, es preciso entender
otros puntos de vista y comprender, por ejemplo, a los que derribaron la
estatua de Leopoldo II de Bélgica, descendientes, algunos de ellos de los que
fueron torturados y esclavizados. Esa es la cosecha de los que sembraron tempestades.
En definitiva, derribar las estatuas
de Hitler, Stalin y otras yerbas, son plenamente justificables al menos por
parte de los descendientes de los que fueron aplastados por sus ruidosas botas
militares.
La memoria es preciso conservarla;
pero no necesariamente en una estatua.
Siempre hay otros puntos de vista, y
reacciones pasionales contra acciones execrables.
A continuación Isabel Pérez, tras meter a buen recaudo las vendas y
determinadas cataplasmas, que sirvieron de cura a Alberto, que por cierto
estaba hecho un cromo con el original gorro blanco que Isabel le había
entrelazado en su magullada cabeza, nos leyó el poema La reina ha muerto:
“No te culpo,
ni a la melena morena
donde cuajan los astros,
…
Cuando amanezca
no me encontrarás a mí
….
Muero de pie:
larga vida a la reina"
Y nuestra animada doctora, impelida
por los estruendos aplausos de la tripulación, nos leyó otro poema en el que narra
su súbito enamoramiento de un pasajero del metro:
“Escríbeme con cenizas
y
yo a ciegas
te venderé mi alma.
…”
Son poemas como el herraje, marcados
por el fuego.
Y Carmen, que acababa de subir al
barco, cargada con los distintos bagajes lingüistas mexicanos, con su voz dulce
y chiquitita nos leyó una pequeña Canción de Cuna:
“ El ciervo y el mar
salta que te salta
y vuelve a saltar.
El ciervo las olas
las olas del mar.
…
Vuelve que vuelve
y vuelve a soñar
...“
Y así sucesivamente.
Muy musical, manita.
Javier, por su parte, que acababa de
atornillar una nueva pata de palo, amenazó cogiendo con su garfio la otra pata
de palo partida en dos por un certero tajo:
-Ay del bellaco que quería acabar conmigo
de una forma tan vil. A fe mía que como
dé con él, sabroso almuerzo los
tiburones tendrán tras abrirle el gaznate con esto -dijo blandiendo el garfio.
Y tirando los restos por la borda:
- Al capitán se le destituye con las
Leyes de la Piratería y no cortando la pata de palo con tajos dados por la
espalda. Pero como veis, soy experto en amortiguar las caídas y en evitar sablazos traicioneros.
Y tras prolongados gruñidos que poco a poco se fueron
amortiguando, como el vendaval que se desvanece, Javier nos leyó un poema
bastante reflexivo dedicado a la activista Assata Sakur, que mis limitados conocimientos me
impiden hacerle un retrato;
“
Confundieron la justicia
con la servidumbre del favor
…
a
los justos se los ningunea y somete
…”
Siento, capi, no haber cogido más
versos al vuelo
Y tras haberse repuesto del singular
forcejeo con Carmona, Celia Cañadas, nos leyó un estupendo poema :
“ Porque esta intemperie nuestra
no es ya nuestra.
Perdidas las horas
por renuncia y silencio
…
La luz que me alcanza
suena a burla.”
Para rematar con otro, del que no he
podido coger nada más que la terminación:
“...
Ahora soy un río que subiera
soy un río que subiera”
Lástima; pero qué le vamos a hacer.
Siempre tan emotiva.
Mientras tanto, Ana González, con su
traje de corsaria, tras evocar a las Meigas de su pueblo, pidiendo le quitasen el mal de ojo que unas bruxas
titiriteras habían extendido por su
villa con la complicidad del alcalde y otras malas yerbas mezcladas con la pócima
del narcotráfico y extraños experimentos de vudú para producir mal de riñones en los guardias que se atrevían a capturar narcolanchas en las Rías Gallegas, nos leyó el desgarrador poema Dados, que niega la existencia del azar:
“ No existe el azar en la obscuridad
…
huidos en un tren sin ventanas
la soledad huye por un camino hacia
la mar
y allí se queda con el futuro,
gritando.
…
No existe el azar en los regalos de
la mente.
Todo vuelve a ser mentira
en la primera taza de café”
Extraordinario, Ana; pero no te derrumbes, siempre me llevaré
tu sonrisa pícara en la mochila de mi corazón.
Excelente creadora de versos y de
cuentos en la soledad sórdida de los vagones de metro.
Un abrazo.
En una habitación confinados, Carmona
y Aureliano forcejeaban por quedarse con un pesado cofre que habíamos
desenterrado en las legendarias islas caribeñas y como se cayesen de espaldas,
provocando con el retumbar de la estrepitosa caída del codiciado cofre formidable
estruendo, en un instante toda la tripulación los señalaba con dedo acusador,
exigiendo al capitán que se los castigase con las Leyes de la Piratería; cosa
que Javier, tras releerlas para que
todos las tuviésemos presentes y no
viniesen luego con lo de:
-es que yo no lo sabía, es que si
patatín patatán, es que si esto o lo otro.
Trucos de corsarios y gentes de
pelaje similar.
- Por tanto, por el artículo octavo,
se les condena a cien latigazos y a fregar durante cien días la cubierta. ¡Vive
el Diablo!. Y por supuesto, se quedarán a dos velas en el reparto del botín
desenterrado, que guardaba Barbarroja, y que el muy gilipuertas no fue capaz de recuperar porque se
le perdió el mapa del tesoro. Hace falta ser tonto.
Y el
bueno de Aureliano , entre latigazo y latigazo nos leía el poema De qué te sirve:
“ De que te sirve, niño
de que te sirve
…”
Poema muy emotivo , en la que afloran
los recuerdos de su niñez y los poetas que le rodearon.
Para terminar con el excelente poema:
“ Te daría mis ojos
si no hubiera visto tanto
…
Basta con descender un peldaño
y mirar:
era un infierno”
Y Aureliano, en un lapsus del flagelador, ristre en mano, digo, libro en mano, me enseñaba su recién publicado Circus. ¡Jamás se vio personaje con más tenacidad!
Ni el Rey Arturo, ni sus esforzados
caballeros hubiesen sido capaces de protagonizar tan singular hazaña.
Excelente y novedoso poemario en el
que nuestro autor nos muestra una buenísima exhibición de expresión poética poniéndose en la piel de
las víctimas.
No os lo perdáis.
Mientras Aureliano se entretiene
fregando la cubierta, aprovecho un descuido y tras burlar con la habilidad
que me caracteriza una zancadilla mal
intencionada, leo el poema Zapatillas, inspirado en unas zapatillas de mi madre, tras su muerte:
“ En la habitación
de la
casa semiderruida
en un rincón polvoriento
y lleno de telarañas,
reposan abandonadas
unas zapatillas de alegres colores
apagados por la dejadez de las
ausencias.
Alegres eran
cuando el violín templado de sus pies
las hacía danzar,
bailar,
moverse:
volar.
Ágiles dibujadoras de siluetas,
maravillosas juguetonas
eráis.
Caminar por aquí y por allá,
ser la gracia del barrio de las
zapatillas
y anunciar cortos y alegres pasos,
entre las pequeñas habitaciones
humildemente amuebladas
con el esmero de su dueña,
que todas las mañanas
repartía entre los tiestos
manantiales,
convirtiendo el amplio corral
en el hermoso jardín de los colores.
O simplemente,
silenciosos testigos
de historias de antaño.”
Y aquí me despido, tirándome al mar,
tras ofrecer el poema que leí, ahora retocado.
¡A bucear, marineros!
23 de junio de 2020
Fragmento de la Tertulia Zoom de hoy (intervención de Iñaki Ferreras):
1 comentario:
No solamente Juan ha hecho una recopilación sensible de cada texto, sino que ha dejado volar su fantasía, y en estos tiempos, es tan necesaria como ese oxígeno que nos cuesta respirar
con las mascarillas reales y aquellas otras, más tremendas, de las incertidumbres diarias.
Gracias por tu homenaje a mi tarea de maestra, un abrazo y un beso muy grandes, y espero que sigas encantándonos con esas bitácoras tuyas que huelen a mar y a aventuras inusitadas.
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