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sábado, 13 de octubre de 2018

4ª Jornada/XII año: Miércoles, 10 de octubre de 2018

"Versos al paso". Madrid. Andrés París. octubre 2018


Bitácora collage del 10 de octubre de 2018

1. José León Cano:

Bitácora didáctica

¿Se aprende o no se aprende a escribir?
Candente cuestión planteada en la tertulia.
Se dijo que en las escuelas de escritores se puede aprender técnica, etc.
Yo creo que una cebra, por mucho que se esfuerce, nunca llegará a ser caballo, y a la viceversa.
Las escuelas de escritores son en realidad sectas disfrazadas en las que, como en todas las sectas que se precien, hay un dogma y un gurú que lo administra. Naturalmente, es necesario que también existan borregos disfrazados de estudiantes de escritor y sedientos de supersticiones.
¿Cabe imaginarse a Shakespeare o a Cervantes impartiendo o recibiendo clases de tan difusa materia?
La escuela de aquel inglés inconmesurable fue tal vez la marihuana que se encontró recientemente en la cazoleta de su pipa.
La de nuestro manco de las maravillas fue, sin duda, una vida de sufrimientos e injusticias, persecuciones y encarcelamientos. La letra, con sangre entra.
Olvidaos de técnicas narrativas y otras chorradas. La escritura es el reino de la libertad y la única forma que existe de aprender a escribir es escribiendo, sin hacer puñetero caso de lo que los demás nos digan sobre cómo tenemos que escribir.

José León Cano
11 de octubre de 2018

2. Javier Díaz Gil:
Once, el 10 del 10.


Once rascamanes el 10 del 10 que trajeron conversación y Literatura: Rocío, María Juristo, Juan Bautista, Juan Calderón, Alberto, Mariana, León, Javier, Juan Antonio, Juan Manuel y Cinta.

Recomendaciones de Alberto: cine, Trilogía de Nueva York y teatro, El auto de los inocentes.
Prometo traer los guantes la semana que viene para trabajar con ellos.

A Rocío le pedimos que lea su bitácora de la semana pasada, reímos. Y saca el tema después de las escuelas de escritores que nos da para charlar un buen rato. ¿Escribir y escribir o aprender técnica y oficio?

María Juristo trae el poema el sufrimiento animal, Manchas, que ha corregido y que tras la lectura y los consejos va a convertir en prosa poética. 

Juan Bautista nos trae a Ricky que vuelve a ser Nicanor, vuelve al baile y a su infancia.

Juan Calderón acompañado de María Juristo leen a dos voces Eco de niño para voz de hombre. ("Tarde de otoño dormido sobre una corbata", "huir por la grieta que marzo te dejó entre los cuadernos...").

Alberto no ha traído  para leer pero tiene un par de concursos pendientes de fallo. ¡Suerte!

Mariana, cósmica, ciudadana del mundo, lee El niño tardío ("Las hormigas buscan un pecado tardío"). Tiene una tristeza interior, grave que le hace escribir. Leo yo su poema La ley de los conejos.

León ha corregido lo que llevaba escrito de su ciudad del alba y nos lo vuelve a leer, empezando con el magnífico soneto dedicado a su padre. Tras leerlo, Juan Manuel exclama un admirativo "¡joder!".

Mi turno, hablo de mi presentación el día 4 de Regresar a Chile en Granada y leo de nuestro rascamán granadino, Fernando Soriano, dos poemas de su libro Sombra de una animal bebiendo sombra. Una filigrana de despliegue fonético, léxico, surrealista. Hay disparidad de opiniones. A Mariana le ha gustado mucho y me pide el libro para leerlo. Hablar de Fernando nos hace recordar nuestro fin de semana rascamanero en Granada hace algunos años de homenaje a Lorca.

Juan Antonio ha enviado versos a "Versos al paso" (donde ya aparece Andrés París en un paso de cebra de Madrid) y nos lee los versos que él ha enviado. Lee luego el relato Carteristas (banda "Dulce María Luisa").

Juan Manuel está escribiendo tres poemarios a la vez. Para sus autómatas es este Manifiesto par ala supervivencia.

Y Cinta hace recetas y un poema a cada útil de cocina y nos lee Retrato a vuelapluma de un hombre con bastón.


Javier Díaz Gil
13 de octubre de 2018

3. Rocío Díaz Gómez:

Bitácora del 10 de octubre de 2018
El sótano de la cafetería Santander, todos los miércoles, es un novio que nos espera nervioso, deseando escucharnos bajando las escaleras. Le gustan nuestros pasos vacilantes, poniendo infinito cuidado en cada escalón, para no dejar caer las copas de vino y las infusiones de manzanilla, los cafés con leche y los tercios de cerveza donde mojaremos los labios de la literatura. Le gusta oírnos charlar, hablando del tiempo y nuestros achaques, mientras terminamos en nuestras sillas de siempre sin darnos cuenta de que él las retira para que nos sentemos. Somos lo que lleva esperando todo el día, toda la semana, y más de una vez y de dos, ha contemplado las mesas juntas con una sonrisa de anticipación, estirando sus añejos manteles, como si de las comisuras de sus labios se tratara, improvisando una sonrisa que a su aire decadente le sienta bien.
“Uven, una vez fui guapo, pero nunca a la vez” es la primera frase que esa tarde el sótano de la cafetería Santander atesora bajo sus baldosines desgastados. La dice Alberto a propósito de “Trilogía de Nueva York”. A él le gusta Alberto porque le pone sombreritos a las cervezas y cuenta relatos ingeniosos. También le gusta Rocío, porque sabe que es feliz entre sus paredes todos los miércoles y que buena parte de esa felicidad a él se le queda flotando y la puede respirar profundamente después durante horas. Ella, aunque sabe, siempre se la deja, aunque no traiga nada nuevo que leer, aunque esa tarde hable más que lea.
El sótano de la Santander sabe de poemas de animales sufrientes y se alegra cuando ve a María porque se los trae en rollitos de papel que va desenvolviendo mientras los desgrana con su voz, ayer cantante y siempre poeta. Y cuando le toca el turno a los últimos Juanes, El sótano de la Santander mueve las sillas, como quien taconea, despacio para que nadie se entere, disimuladamente. El sótano sabe que muchas veces cantan mientras leen, sabe que traen alegría contagiosa y buenas historias unas veces en forma de relatos caribeños y otras en forma de verso melancólico, cómo en la última tarde.
Mariana cósmica, no escribe poemas, los llora y son de otoño rumano. León es un caballero de Albacete que nos anima a escribir para aprender a escribir. Un caballero de Albacete que escribe a la ciudad del Alba que le duele. Los Juanes de Colmenar no viajan juntos, aunque nunca faltan  a su cita con la literatura, con Rascamán, con su sótano. Juan Antonio mientras comienza a irse a Sudáfrica nos lee “Versos al paso” de un kilómetro 0 que nos lleva al cielo y de carteristas que nos cuentan su vida. Juan Manuel escribe en tres poemarios y nos prohíbe pasear entre hierbajos. Hay un Planeta de autómatas que no deja de crecer.
Javier trae noticias frescas de Granada, con sabor a literatura y mar. Javier trae buenas sensaciones y libros nuevos. Cinta trae recetas a instrumentos de cocina y sobre todo un poema, cuyos versos cobran vida y bailan con el caballero del bastón que los inspira.
El sótano de la cafetería Santander, todos los miércoles, es un novio que se prepara para despedirnos con su corazón decadente encogido de tristeza. Lleva tres horas con nosotros, cómplice y silencioso. Lleva tres horas escuchándonos de tú, quitándonos los apellidos, transportado con nuestras historias y conmovido por nuestros versos.
El sótano de la Santander lleva tres horas pensando si aguantará, si podrá aguantar otra vez vacío, otra semana, sin nuestras voces y nuestras risas. Y yo que sé de su anticipada melancolía, yo que sé de su ánimo arrugado mientras nos levantamos y comenzamos a despedirnos, siempre me quedo la última, esperando a que vuelva Javier del baño, con sus cosas en las manos por si acaso, porque no quiero que se quede solo con el Sótano de la Santander.
Javier remolonea distraído, Javier es un poeta que no sabe de corazones atormentados y sótanos que cobran vida. Pero yo no me fío de ese Sótano, de sus sillas y sus paredes, de sus mesas y sus carteles, ni siquiera del que nos prohíbe dejarle propina, porque ya nos echan terriblemente de menos cuando nos vamos. Y doy conversación a Javier animándole a que agilice el paso, y miro por el rabillo del ojo lo que dejamos detrás, porque yo sí sé.
Si sé y no puedo permitirlo.
El sótano de la Santander se ha acostumbrado tanto a nosotros, nos quiere tanto, que algún día intentará que no nos vayamos. Intentará, las Musas no lo quieran, secuestrarnos para siempre.
Rocío Díaz Gómez
14 de octubre de 2018

4. Alberto Ramos Díaz:

Bitácora
Yo creo que mi mayor problema es el hecho de ser joven y guapo. Es mi mayor problema porque nunca he sido joven y guapo. He sido guapo. Y he sido joven. Pero nunca las dos cosas a la vez, aunque nadie se habría dado cuenta. 
(Comienzo del monólogo de Arnold en Trilogía de Nueva York)

Poemas, prosas y silencios. Eso fue la tertulia del 10 de octubre. Poemas de María Juristo, Juan Calderón, Mariana, León, Javier, Juan Antonio y Juan Manuel. Prosas de Juan Raña y otra vez Juan Antonio, que hace doblete. Silencios de Rocío y Alberto.
Y todo lo que empezó a las seis, terminó a las nueve.

Alberto Ramos Díaz
14 de octubre de 2018


5. Juan Manuel Criado:

Bitácora 10 de octubre 2018

No sé cómo, encontrándonos en el Mar de Las Antillas, nuestra heroica vigía, Maria Juristo, divisó a los célebres corsarios Juan Bautista y Juan Calderón, que se batían contra las olas y las centelladas de dos viejos tiburones hambrientos. Ahí es nada, y cómo nadaban los condenados. ¡Por los forros de Satán!, que jamás vi mayor destreza en el manejo de las brazadas; dos paletas electrónicas parecían sus brazos, que tras ímprobos esfuerzos consiguieron llegar a nuestro buque.

Una vez a bordo, Calderón comenzó a musitar su poema “Eco de niño para voz de hombre”, composición muy lograda en la que se establece un hermoso diálogo entre el niño que era, y el hombre que es, por medio de un espejo.

Por su parte, Juan Bautista, a punto de desmayarse, balbuceaba los últimos párrafos del nuevo capítulo de su novela, acentuando entre sus labios el ritmo cubano. ¡Pero que muy bien, chamaco! Caramba con los escapados de los naufragios. Pero eso sí, los muy condenados, exigieron a los cocineros más patatas fritas. Faltaría más. ¡Encima que nos han dado la alegría de rescatarlos!. Nada, nada, ahí van otros dos platos. Será por patatas, mecachi en diez. ¿No es verdad, Juan Antonio? Vamos, que tú también te animas. Y mucho más, después de habernos leído las aventuras de un desdichado carterista que tras leves esfuerzos y arrojar por las alcantarillas pequeños restos de su poca conciencia, consiguió hacerse millonario, y suponemos que tendrá a buen recaudo en alguna isla filibustera su botín, para seguir con la tradición de varios patriotas hispanos. ¿O no? Pues claro que sí, Javi, y deja de anduliarte en el tornillo de tu pata de palo. ¿Dónde la perdiste? ¿En El Caribe?, ¿corriendo detrás de un cojo? Si que es mala suerte capi; mejor dicho, qué mala pata la tuya. Y ahora nos vienes con el cuento de que las escaramuzas con varias partidas de piratas te impidieron escribir el poema que tenías en mente. Serás ladino. Te mereces la destitución fulminante. Pero bueno, lo dejaremos para otra ocasión. ¿Y ese libro? ¿De Fernando Soriano? Adelante, adelante. Y dicho y hecho, nos leyó Javi un poema en el que el poeta juega con las palabras, consiguiendo un efecto musical muy sutil a juicio de Mariana. Ésta, por su parte, nos leyó un poema contundente y desgarrador; sin duda hecho desde el dolor, desde lo más hondo. Muy bien.

A continuación, León, tras salir, no sin dificultades, de la bodega desempolvando unos papeluchos, nos leyó un soneto dedicado a su padre. Impresionante. Después, el inicio del primer capítulo de su próxima novela. Ánimo, chaval, y que no te entretengan los próximos abordajes.

Tras un ligero alboroto, debido a que Alberto y Rocío se habían declarado en huelga y, por tanto, ”no vamos a leer ni una jota” -dijeron-, ya que estaban hartos de fregar la cubertería de la tripulación, “menuda tropa formáis”. “Ni una mano echáis” -nos increpaban-, al tiempo que lanzaban sus afiladas dagas contra los presentes, que hábilmente supimos esquivar, cosa natural en gentes acostumbradas a librar cientos de abordajes, sin apenas rasguños: algún que otro dedo, pérdida de una muñeca y cosas por el estilo que no tienen importancia para estos avezado marinos, acostumbrados a batirse con mil tempestades.

¡Ni Una mano echáis!- repitieron de nuevo, y Cinta, indignada, les hizo observar que con lo de la división internacional del trabajo cada cual hace lo que puede. Que ella, por su parte, está trabajando en un poemario sobre recetas, que nos vamos a chupar los dedos. Vamos, que eso es trabajo colaborativo, nos dijo. Y tras sugerir que un día de huelga es bastante nos leyó el poema “Retrato a vuela pluma de un hombre con bastón”. Muy original, y con la belleza que te caracteriza, Cinta. Lástima que no haya recogido las innumerables metáforas e imágenes con las que alumbrasteis esta tarde, y lástima que haya llegado con retraso para escuchar la lectura de algunos poemas; pero perdí un tiempo precioso al tratar de desembarazarme de los molestos tiburones, que persiguieron a los dos juanes.

Ánimo e icemos velas nuevamente. ¡A la mar, al mar, marineros!


Juan Manuel Criado
14 de octubre de 2018

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