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martes, 11 de noviembre de 2014

4ª Jornada/VIII año: Miércoles, 29 de octubre de 2014

Por favor, no deje propina



Por favor, no deje propina. No permita que el brillo de los oropeles deslumbre a estos humildes ejercitantes del oficio. Que ni todo el oro del mundo, ni siquiera una parte impida a Miguel de Leceta crear versos como los que dedica a su madre: Quizás al murmullo de tu labios / te rescaten con un beso la primavera; o a su sobrino Pablito: Te darán la cuenta del naufragio / y un mapa con marcas sin sentido. Que nada despierte a Antonio de su erótico y letárgico “Sueño de una noche de invierno”, bajo una luna municipal, enfundado en su abrigo de la República Federal Alemana.


No la deje, haga el favor. No colabore a la corrupción del genio. El genio es intocable, como Dios o el sexo de las Vírgenes. No consienta que el becerro impida al honorable Paco Fenoy seguir confeccionando sus poemas-semblanza con los que honra la memoria de personajes históricos como Ho Chi Minh o Ernesto Che Guevara, o declara su decepción por otros, como Stalin. Porque si hay batallas que se ganan después de muerto, también guerras. Palabra de Paco. Que nada detenga al inmaculado Juan Manuel en su afán por contarnos las tribulaciones de una mosca que zumba. Ni al desinteresado Juan Antonio por describirnos el rumbo de su “Agua viajera”: mientras navego firme confiado -nos dice desprendido, altruista- en mi nave burbuja entre sonidos.  


Pas de pourboire. No tips please. Propinas no, gracias. Se lo ruego. Wir bitten kein trinkgeld zu internasen. ¡Ni se le ocurra…! No deje que la putrefacción reinante les alcance como gangrena mal curada. No contribuya a que la superabundancia de espejismos desvíe a Rocío de su recto camino de narradora espléndida; que nada ni nadie pervierta sus “Impertinencias”, otra muestra más de la calidez y la calidad de sus relatos, generosos en humor, ternura e ironía, siempre ricos en el complejo juego de los sentidos duplicados. En este, la protagonista nos presenta a su nueva pareja, que no es otra que su fiel consolador. Que el hambre o la sed satisfechas no envilezcan el quehacer poético de Mª Antonia Copado, en otro tiempo Javier Distinto. Que el lujo no nos hurte el goce de seguir escuchando sus versos. Como los que nos invocan desde “Tuya”, su último poema: Ven, acaricia con mimo mis páginas de lino áspero...
No deje propina, por favor. Hágame caso: la caridad alimenta la conciencia de quien no la tiene mientras consulta sus cuentas suizas, andorranas o luxemburguesas. No la joda. Permítanos, por una vez, hacer buenos los versos de la “Oda a la pobreza” de Pablo Neruda, que hoy lee David, y que pronostican que junto a cada pobre, la pobreza nos encontrará cantando, que bajo cada sábana de hospital imposible la pobreza encontrará nuestro canto. Que el sueño de El Dorado no aturda ni confunda a Javier, que su modestia y su grandeza nos regalen sus versos viajeros, por lo siglos de los siglos, amén. Como los de su poema africano “Victoria Falls”, en el que el poeta da voz a una Naturaleza que reivindica su espacio, a pesar de que prohíban a los facóqueros entrar en ese otro que son los hoteles con aire acondicionado.

No sea dadivoso de la única forma en que saben serlo los todopoderosos. No diga la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Tampoco jaleé. Ni aplauda. Mucho menos chifle o grite. No reparta premios y alabanzas. Muestras de cariño, las que usted quiera. Pero sin pasarse. La vanidad extermina la inocencia de las personas. Y sin inocencia, las personas no somos personas: somos canallas. Y no olvide que los canallas nunca escriben con la destreza con que lo hace María Juristo en su relato “Orgullo“: no podrían, no sabrían hacerlo. En él, María nos habla de la juventud de una abuela orgullosamente prolongada en la ropa que ve vestir a sus nietas. O con la maestría de Carlos Yasabe: A nuestro planeta -escribe quien no sólo sabe ya, sino que sabe mucho además- lo llamamos nuestro / aunque todos sepamos que es un traje prestado. Filología y Extremadura confluyendo en una misma figura, combinación equilibrada, suma perfecta. Ahí es nada.
Se lo repito: no deje propina. Que las montañas de billetes o las cordilleras de monedas no entierren bajo aludes el deseo de brevedad y concentración de María Jesús Briones, ese ánimo suyo de decirnos mucho con poco: y se creía la cobaya -sirva de ejemplo- que era un ser humano libre. Porque no hay dinero blanco o negro, sólo negrísimo. Que no sepulten el entusiasmo imparable y juvenil de Andrés París, quien no sólo escribe (y muy bien) sino que recita y también escenifica un poema que, entre otras cosas, proclama: Sólo nadie sabe mi nombre / El resto piensa en mí / como el inventor del fuego.

Voy a decírselo por última vez: no deje propina, por favor. Que los golpecillos de viento de una suerte antojadiza o el azar caprichoso no les prive de su ilustre condición de pobretes. Pobretes de bolsillo, pero multimillonarios de espíritu. A cambio, querido cliente consumidor de tardes de miércoles sentado en una mesa cualquiera de la Cafetería Santander, me voy a atrever a pedirle, más bien exigirle, una cosa, sólo una: que conserve a estos humildes ejercitantes del oficio su salud por muchos, muchos años. Muchos más años que a mí.


David Lerma Martínez
9 de noviembre de 2014

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