EL JET LAG Y EL AMOR
Harigato, quiero decir Namasté, o Buenas tardes.
Aterrizo, aterrizo lentamente. Y ya no es el Ruiz, es
la Livrería. ¿Con “v “? Sí, con “v”. No
es el jet lag, tranquilo, es que se llama así. Y por cierto, te toca hacer la
bitácora. ¿La bitácora? Pero si no sé en qué hora vivo, ni en qué país. No
importa. Nada importa. ¿No te han enseñado los indios que más o menos da lo
mismo una cosa que otra, que todo da igual? Pues escribe y déjate de gaitas.
¿No es eso lo que te gusta? Sí, me gusta escribir. Pero los novelistas
necesitamos saber el día y la hora para ubicar la trama, y el lugar donde
transcurre la acción, y adónde va el siguiente capítulo y el desenlace, no somos como los poetas.
Venga, déjate de rollos. ¿A cuántos indios no
has visto que no saben si tendrán para comer al día siguiente y no le dan
tantas vueltas? Vive el ahora. Como los notarios. Y cuenta qué paso en el Ruiz.
¡Querrás decir en la Livrería! ¡Es verdad, en la Livrería, casi la cago! Te
echaré una mano: miércoles, 19 de marzo, día de San José, Madrid, pronto
llegará la primavera…
En los bajos de la Livrería, reunidos en amigable
tertulia literaria, todos ellos por propia voluntad y en el libre ejercicio de
sus inquietudes artísticas y culturales,
comparecen:
Dícese llamar Paloma Hidalgo, que aporta tres
microrrelatos en metálico: “Gigantes”, que cosecha la admiración general.
Luego, “Hambre”, sobre venta de niños. Y por último: “Turbuluencias”, que será
publicado próximamente.
De nuevo el jet
lag. Me ha parecido oír que alguien quiere ahondar en las diferencias
semánticas entre “pajera” y “pajillera”, en su correcta ortografía y en su etimología.
Y también me ha parecido oír que Javier ha desmenuzado gracias a Internet los
antecedentes históricos orígenes del "Cuerpo Técnico Sanitario de Pajilleras del
Estado" y sus sedes en Andalucía. ¡No…!
María Antonia Copado le entrega a Carlos para que nos
lea “Falso beso”, inspirado en la exposición de de escultura y obra gráfica de Leonor
Varela en el Hotel Puerta del Retiro. Y Carlos nos habla de torsos y bocas…
Aureliano Cañadas nos traslada al territorio de los
mitos, al momento de la lucha entre Teseo y el Minotauro. “Una caricia” y
“Porque yo soy Teseo” nos dicen que “es necesario ser el dueño del tiempo”.
Aure sigue alicatando su “Laberinto”.
Comparece Paco Fenoy, sonrisa al viento, con dos
pequeñitos poemas. “Mis negros ojos” que “van donde tú vas”, llega al
respetable. Amoroso y ardiente Paco. El segundo, “Era el estío”, recibe alguna
crítica. Mucho fuego en el verso.
Rocío Díaz indaga en el mundo de los alumnos torpes.
“Gorda”, titula el relato que sobrevuela el reinado de Isabel II y los libros
de Historia. Efectivamente, como se esperaba, el niño no entiende nada. Pero
aunque se esperaba, ¡se armó la gorda!
Javier Díaz, nos ha traído del pasado una sextina.
¿Qué es eso? Una composición de seis estrofas de seis versos endecasílabos más
un colofón de tres versos con palabras que se cruzan y entremezclan. “El verbo”
se llama la obra que concluye: “Si el verbo sale a escena, don divino”. Del
libro “La palabra y la carne”.
Me da una recaída. Isabel II. Las sextinas. El
minotauro...
Carlos Ceballos viene a darme la puntilla con un poema
que se titula “Shanti”, ¿palabra india, sánscrita? El poema habla de la paz que
supera toda comprensión. Ohm. Tono agradable. Carlos nos deja buen cuerpo.
León Cano viene con un soneto cuya trama se desarrolla
en un teatro. “Manos amantes”. León se queja con maestría. “Tus manos me
amaban, pero tú no me amabas”. Uff. El
amor es como el jet lag.
Juan Antonio vuelve con “Nuestro cabezón” remozado. Se
vuelca en la interpretación teatral de la pieza. Diálogo simple entre Amor y
Luna, rebotadas porque no les dan el Goya. Otro año será.
David no ha hecho deberes. ¡Ay estos novelistas y las
carreras de fondo!
Alberto tampoco. ¡Ay estos novelistas!
Miguel es un compañero nuevo que viene del Perú y escribe
poemas de renuncia. Nos dedica su “Epitafio”, que dice, entre otras cosas:
“morirse resulta insuficiente”. Es un
género, el de los epitafios, a considerar.
María Juristo, nos lanza un poema de autor
desconocido, “Viajar”, que se atribuye a García Márquez. El público se rebela,
pues el texto no da la talla. ¿Será de García Márquez o son las cosas de Internet? Luego, María declama algo
suyo, “Aún… permanecen en la noche aquellas palabras negras…” Penetrante y suavecito.
Ana González, pone sobre la mesa un microrrelato,
“Portátil”. “Estaba segura de que me fallaría la memoria”, empieza inquietante.
Pero la tecnología redime al personal.
Leo Varela nos habla de su exposición. Recibe los
elogios de quienes acudieron al estreno. Piedras talladas con esmero, rostros
que se perfilaron tras muchos años de aprendizaje. En el Hotel Puerta del
Retiro. Pasen y vean.
En último lugar, comparece quien dice llamarse Paloma
Sánchez. Está cabreada, confiesa, pero tampoco sabe adónde se dirige. ¡Vaya,
otra con el jet lag! Nos propone una solución poética: “Maneras de cerrar los
ojos”. La crítica recortaría alguna cosa. Tampoco mucho. Me suena esa voz
poética.
Y el tema. El otro día me quedé dormido en el 27 y me
desperté en la Plaza Castilla. Nunca me había pasado.
Vaya tardecita. Cierro la libreta. Deben ser entre las
ocho y las nueve. El jet lag es como el amor.
1 de abril de 2014
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