Un paseo en gónada bajo la Torre
Infiel
-¿Y ahora me tengo
que coger un metro hasta Bilbao? ¡Venga ya!
Sin
pretérito, este vagabundo omnipresente pasa la mayor parte del año recluido en
algún recóndito lar hibernando paradójicamente los meses de buen tiempo. Se
trata de una especie muy extraña, mitológicamente ausente que por no tener, no
tiene ni corporalidad. Por estas fechas, cuando su agenda está tan cargada que
le pincha dolorosamente el vientre, despierta de súbito para atender todas las
citas dictámenes de los grupos de amigos que buscan una mano inocente
justiciera que actúe incondicionalmente bajo posibilidad de devolución por
disgusto y decepción navideña, siempre y cuando se conserve el correspondiente
ticket.
A
eso de las seis de la tarde nuestro querido amigo se encontraba agasajado
debajo de una mesa picoteando galliforme las migas de patata que se iban
cayendo de las bocas. Cuando uno es invisible poco importa mantener la línea.
Indiferentes los tertulianos que iban llegando depositaban los regalos en una
gran bolsa de plástico opaco custodiada por el que parecía ser el líder de la
manada.
-Qué gatitos más
monos los madrileños trepando las murallas musulmanas, ¡Madrid es una ciudad
con 2 millones de cadáveres! Ahora discuten sobre filosofía de la ciencia. ¡Lo
que hay que oír!
Al
tiempo León recomendaba al más joven de los allí presentes que leyera a Bertrand Russell, será que no tenía
suficiente con Nietzsche y su ciencia
alegre. Un resumen de La gaya ciencia exigió Celeste, el dulce de leche
de Goya. Tamaño apuro castaño para el pobre chico que no sabía por dónde
empezar, hacía ya mucho de sus primeras lecturas pensativas. Alma apareció providencial
sobresaltada por el paso de la patata caliente, que acabó rebotando en la mesa.
Fenoy escéptico creía que lo que parloteaba someramente eran sus apuntes de Historia de la Filosofía.
-Estos poetas… Ya lo decía Pablo García Casado, la
vida de los poetas ha dejado de ser espectacular. Hacen lo mismo que todos; van
al cine, se lavan los dientes, envían correos electrónicos… ¿Dónde quedaron las
melenas al viento, principios de autoridad?
Si
no fuera por León los tertulianos se quedarían sin saborear tres cuartos de las
películas desapercibidas por el comercialismo de los cines abandonados que
quieren rentabilidad. La gran belleza, recomendación encarecida.
-¡Oye, pues ya que me puedo colar en
cualquier sitio, habrá que verla!
Lee
una antología, más en concreto, sus ya conocidos haikus elementales: Aire,
Tierra, Sol, Luna, Estrellas. Tejiendo
encajes, la gota de lluvia es el ojo que inventa el cielo para mirarse. La
primavera sueña bajo la nieve, bajo el Sol óvalo donde la luna mama los vientos
y un canto al universo es una tiza de astros.
-Simplemente, qué
hondo sentimiento, qué impacto rotundo a eco, qué rival para mi invisibilidad…
Al
paso que arribaron Carmen F. y Paloma H. con su particular victoria onicofágica
y su muestra para el Poesario, un áureo relato entre alas blancas, -¿quedarían mejor negras? María Antonia
discutía con León sobre el pasado triste y la necesidad de acabar lo que se
empieza desprendiendo esa carismática seriedad de la boca pequeña.
-A mí me da que
este señor con gafas no sabe jugar. ¡No hombre, el regalo no se enseña! ¡Madre
mía…! Pues a ti te va a tocar éste.
Aureliano
se deslizaba cantosamente por el local no atendiendo al protocolo general del
amigo, tenía prisa, cogió su regalo, una taza de Sherlock y un juego de
escritura.-Al final le habrá hecho
ilusión y todo. El grumete de la tripulación lanzaba su décimo intento de
unificar ciencia y poesía con su poema Gnoseología,
imágenes a discreción. El vestido de los neutrinos, el abrazo de los números
naturales, la pregunta número cuatro sobre el microscópico azul de azucena. -¿Quién necesita de experiencia? Cinta
percató la sobrecarga natural e inconsciente de la esdrújula en la obra del
joven.
-Cómo se habrá
tenido que aburrir en clase de Física este chico para escribir tal experimento.
Llegaron
Paloma S. y Ana G. con una botella de aguardiente de hierbas y otra de crema de
café. Si no fuera por la fidelidad del miércoles a las seis de la tarde a más
de uno ya le habrían prohibido la entrada en el Ruiz por no pedir nunca consumición fomentando la
compartición en negro.
-¡Toca la campana!
¡Tócala otra vez Javi!
Javier
esta vez trajo de la mano no presencial a Marta López Vilar y su poemario Sombras y sombreros olvidados. Aprende
sombras, el cuidado de la huella. En la habitación la luz deshabita, nunca hay
vacío equivocado. Te pido volver al aire, ven amor que solo esta cama podría
hacerte eterna. ¿Qué esperamos en esta esquina de la aurora? Palomas muertas
cantan cuando la completitud de los cuerpos. Después, entre tú y yo la vida se
ha perdido. Epílogo, mi cuerpo ya no te recuerda, se destruyen ángeles. Nunca
más hablarán de nosotros…
-Qué nivel de
sensación tan penetrante, ingravidez amorosa plagada de sombras angelicales…
Brillante.
María
Antonia aventuraría su mente con la prosa limítrofe a la poesía, El hijo del unicornio. Un mitológico cuento
cargado de preciosismos y colores azules, lleno de paraíso; que evoca el bello
cuerpo deidad de la mujer del lago y su relación con Zeus.
-¡Di que sí María
Antonia! Que es fantástico y hermoso, elegante y puro, que es precioso.
Le
toca a Fenoy y sus pesadillas placenteras. Año ochenta y tantos, la fábrica ausente de socialismo, con
sus inodoros ordenados, compañeros estúpidos, aspavientos de la mierda amarilla.
Una ausencia vaga por el pasillo interminable. –Normal que tu jefe se cabreara contigo, ¿y encima ibas poniendo tus
poemas por las paredes? ¡Vaya pieza! La
ciudad, algarabía vacía, perros, el enajenamiento del proletariado y más
perros. Una res es una cosa… Enumeraciones sencillas. Asco de traficantes, asco
de gusanos que devoran a otros gusanos. Los políticos son los vampiros diurnos,
cerdos voluptuosos. Mierda de perro. -¡Bestia!
Rojo sobre negro. Cementerio, peste
y muerte. Soledad. Sombras fantasmales. ¡Fraticismo! Tras las tumbas solo hay
ceniza. Dialéctica mecánica, dialéctica interna. Africanos que avasallan todo
el continente. Los cuatro jinetes del hambre…
-No, si al final va
a resultar que de todas las dialécticas que conozco la que me falta es la
mecánica. La dialéctica interna no existe, son los padres.
Le
tocaba a Celeste con un poema de esos que no tienen fecha de caducidad. Simplemente vivo. Miro el calendario, 1
de diciembre, suspiro. Echar una ojeada atrás, cuento las experiencias de este
año, las personas desaparecidas. Agradezco a la vida la misma vida, agradezco a
los años mis años. Trabajo para el próximo, tener tiempo para pensar. Encontré
un ángel, evolucionó mi alma, viví involuntariamente en libertad. Hice
inventario de sueños… Sí, era diciembre.
-Los poemas
realmente buenos son inmarcesibles.
Paloma
H. tiró de tableta. Hijo político. Todos tenemos un mecánico de cabecera que
nos mira la presión y las pastillas. Llaverizo, deberíamos hacer un intercambio
de llaves, ya sabes… las que tenemos del otro. Puedes quedarte las otras: la
maestra, la de contacto, la de paso; he blindado el corazón a prueba de todas
ellas.
-Esta mujer es un
portento del microrrelato… ¿Cómo con tan poco se pueden inducir tantas ideas?
Apareció Carmen F. y María Jesús. Paloma S.
con su intensa transmisión espiritual les regaló otro fragmento de su obra.
Volar, tan solo un día como hombre, sobre la ciudad de relojes. Acabo de ver a
uno sobreviviendo. ¡Cuánto de lo que
escribo es mío y solo mío! Ves ojos cerrados. Ser tiempo y memoria. Fábula es
una forma de estar en pie. La última escena se llama catástrofe.
-Tantos martillazos
de afirmación me encandilan… ¿Ya os vais? Y yo que me había quedado con ganas
de más letra dura… Supongo que la próxima vez que organicen un amigo invisible
me debería llevar una libreta… Por si las moscas.
Andrés París
19 de enero de 2014
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