La academia de la felicidad
-Cañadas, otra vez tarde.
De reojo miro la esfera que implacable señala las 9:20.
-Mercedes, verás tengo que explicarme…
-¿Explicarme?, otra vez atasco ¿no? Pues levántate antes, bonita. Aquí todos tenemos nuestros motivos y llegamos a nuestra hora.
Precisamente eso es lo que quería explicarte. Verás, la hora, la de tu reloj de pulsera o el mío o incluso la del jefe de negociado no son más que unas cifras convencionales. Entre todos, hemos acordado que en este instante sean las la nueve y veintisiete de la mañana, pero te aseguro que podría ser de otra manera.
-Basta ya, Cañadas. Se viene a la hora y punto. ¿Es que no te das cuenta de que nos van a hacer venir dos horas y media más a la semana?
Y tú, encima, te permites incumplir el horario…
- El horario- murmuro- no deja de ser otra convención, Mercedes.
-¿Convención? El que te va a dar una buena reconvención va a ser el jefe y a todo confort, puedes contar con ello.
Es inútil razonar con ella, me tiene en su punto de mira desde que le pregunté, no sin cierta sorna, a qué se refería con que “ella no vivía, como otras, ‘píparamente’ ”¿ No será- Mercedes- opíparamente? ¿ Más bien, ovíparamente? ¿O tal vez, bípedamente? A pesar de sus seseinta y muchos anda erecta…aunque da qué pensar su actitud postural ante Justo, el gran jefe. Por otro lado, Mercedes tiene el arco superciliar muy marcado y si la miras de cerca, a menos de un palmo, se le ve un vello fino por toda la cara. Es ahora cuando gracias a mi capacidad de evasión y ante la persistencia de su enojo expresado en forma de alaridos y gestos simiescos (con perdón de los simios) recuerdo la tarde anterior en el Ruiz. Celebrábamos el día internacional de la poesía y sin embargo, nada de ese miércoles parecía tener la más mínima consistencia. Otra cifra más vagabundeando en el calendario. Tocada y hundida. Inmisericorde. Pero de nuevo se constituyó, por unas horas, la academia de la felicidad en torno a la mesa del Ruiz. El relato de Rocío “Un hombre de madera”, nacido a propuesta de José León Cano, me sorprende. Nos lleva de nuevo al rico territorio de la infancia. Su aproximación a una niña con altas capacidades intelectuales es interesante y como siempre, Rocío, lo consigue. Vemos ya a la niña, escuchándola, dejándonos boquiabiertos, hipnotizados. Casi podemos oler sus trenzas. Rocío tiene la enorme capacidad de dar vida y verosimilitud a sus criaturas. Y lo que es todavía más inquietante, despierta el dormido instinto de bondad que hubiéramos dado por muerto tantas veces.
José León Cano, nos recomienda y se disculpa anticipando su asistencia a la presentación en la Biblioteca Nacional de un libro de Pere Gimferrer sobre su admirado y, confesamos, desconocido para la mayoría, don Álvaro Cunqueiro.
Juan Antonio Arroyo, venido en esta ocasión en solitario, nos lee “La pitonisa”, relato ambientado en la mítica Grecia. Su voz recia, modulada da una nueva vuelta de tuerca a la historia. Por qué Helena no podía mirar a los ojos de los hombres.
Y es el turno de María Juristo. Hoy ha traído su relato “El artículo”. Me gusta. Cuando escribe prosa se nota que también domina el verso. Es ágil y apela a los sentidos.
Por fin, es el tiempo de la poesía. “Walking around” de Pablo Neruda. Encontramos referencias a Lorca y a los surrealistas. Se corresponde en el tiempo con su paso por Madrid.
Después Javier nos lee del libro “Fabulosas narraciones por historias” de Antonio Orejudo un fragmento divertidísimo. Por favor, póngame doble de Fabulosas narraciones por historias. Y dos aguardientes, marchando.
María Antonia Copado lee el poema titulado “Un simple monigote”. Después ensaya la lectura de un poema recogido en su libro La mujer de la lluvia. A medida que recita, nos dice que siente la necesidad de reescribir el poema, como si se le fuera de las manos . Dotado de vida propia. El poema no quiere ser definitivo y se resiste.
David nos leyó de su novela, muy avanzada ya, el fragmento en el que la curiosa pareja de personajes asiste a una reunión clandestina. Es el cinco de marzo de 1977.
-El vano ayer- le digo a Mercedes, mi inmediata superior.
-Mira que eres rarita- y le hace un guiño a Soledad, que ocupada en su diario pulido uñas, se distrae y se pega un tajo. Grita ¡mierda!- y se chupa el dedo.
26 de marzo de 2012
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