me he puesto mi gorra de porteño, y tras llenar mi pipa de sabroso tabaco...
Después de haber soportado en la travesía unas cuantas tormentas huracanadas, teniendo que reparar varios desperfectos en el velamen, además de tener que satisfacer otras necesidades más perentorias y precisas, arribamos en una de las famosas islas del Pacífico, que por cierto, no figura en los mapas ni en las cartas de navegación, y que tampoco tiene nombre, por lo que difícilmente podremos dar más información al lector de la referida. Pero famosa sí que era.
Soplaba un aire fresco en cubierta, y nos tuvimos que colocar las chaquetas de cuero, mientras el oleaje se estrellaba contra el barco, Quedaban unos cuantos grumetes en cubierta: Rocío, Mª Antonia, Juan Antonio y Juan Manuel, que no paraban de quejarse del condenado aperitivo que les había puesto el camarero en un descuido de la tarde. La verdad es que picaba lo suyo. Nos quejamos, y le llamamos al orden, pues el hecho de que el capitán estuviese en tierra, no le daba pie a tomarse ciertas libertades con la marinería, pues el aperitivo es sagrado. Y con tanto picante nos íbamos a abrasar la lengua, y luego a ver quién entonaba adecuadamente la lectura. Y, la verdad, hasta ahí podían llegar las cosas. Bueno, pues en esas estábamos, cuando subieron poco a poco María Juristo, Celia y Ana y como el día estaba bastante templado seguimos en cubierta y nos pusimos a leer unas cuantas cosillas que no tienen que ver nada con la navegación ni la pesca en altamar. Absolutamente nada.
Leí dos poemas, que a saber cómo resultaron. Pero eso sí, muy serio. Como suelo leer. Un caso. A continuación toma la palabra Juan Anonio, Así sin más. Y sin pedir permiso, nos empieza a leer una misiva -porque no se la puede llamar carta o correo- que le mandó una tal Katia. Un prototipo de joven rusa, que por lo visto está muy de moda. Nada que ver con los gustos de la edad de piedra. Nada, pero que como le dije, "No te conviene, Juan, y menos en altamar. A ver si vamos a tener una rebelión a bordo, y me cargo con el mochuelo". Una misiva, como les dije, en la que se le ofrecía como esposa para toda la vida.. Ni más ni menos. Y ya le dije: "ni lo sueñes Juan. A ver si te va a dar un patatús". Pero mira por dónde que la contesta con una carta, en la que describe su hábitat; pero del que no voy a entrar en detalles. Lo mejor es que lean. "Carta A Katia". No se lo pierdan.
El viento arreciaba, y el planeta Júpiter, continuaba, por lo que me informan, dando vueltas alrededor del Sol. Y tras echar un vistazo a babor, comunico al personal, que no hay novedades a la vista. Vamos, que Júpiter sigue obsesionado con sus vueltecitas. Rocío nos habla de un concurso de cuentos y de poesía, y la increpo: "Yo de concursos nada. Entre tú y Aureliano os lleváis todos. Es que no dejáis concurso desierto. Qué cosa. premios por doquier. Lo bueno es que no tienen mucha prisa por pagaros. Muchas palmaditas; pero de los euros, a apuntarse en la fila de los proveedores de las instituciones públicas.Toda una Odisea."
Mª Antonia nos lee, el primer poema de su libro recién publicado:" La mujer de la lluvia". Magnifico. Rotundo. Poema con fuerza, y fruto del amor.Recomiendo su lectura.
A continuación, Mª Juristo nos lee un poema, lleno de metáforas, como "tu sombra cercaba mi cintura". Encantador. Luego nos leyó A través del mar, en el que nos traslada a la devastación del Mal en los espíritus, valiéndose de las fuerza naturales, como instrumento poético.
Ana nos lee dos pequeñísimos relatos. Uno, en el que habla del anhídrido carbónico, en él se vale de imágenes esperpénticas, con una agilidad y concreción digna de emular. El segundo minirrelato nos describe las cosas propias de un barrio de Madrid en el que conviven diferentes etnias, describiendo sus peleas, juegos tumultos, ansiedad. Muy dinámico. Magnífico, Ana.
El cuento de Carmen me le perdí, y mira que lo siento, porque su estilo peculiar me engancha. Mis disculpas; pero tuve que ir a a engrasar el timón del barco, pues luego hay sorpresas en la navegación, y lo mismo vas al Norte que al Sur. Un desastre. Además, Javier, el Capitán, me echa en cara, mi tradicional negligencia, cuando él está ausente.
Rocío y David no leyeron nada porque, según dijeron, tenían las cuerdas vocales demasiado tensas, y por prudencia se iban a tomar una vacaciones literarias. No conviene forzar las vibraciones.
Celia ni siquiera, nos obsequió con sus geniales recetas de cocina. Me la debes. Ya me pedirás algo.
Eso nos dijeron.
En cuanto Javier, se había ido a la Patagonia, a leer su poemario "Extramuros".
Y de los demás marineros, la verdad, que no sé por dónde andarán, Siempre pasa lo mismo en los puertos de mar: se dispersan en la bohemia y el esperpento y no hay quien haga carrera de ellos.
Por mi parte, me he puesto mi gorra de porteño, y tras llenar mi pipa de sabroso tabaco, miro al cielo y sueño con un espacio lleno de galopes.
Un abrazo a todos.
10 de marzo de 2012
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