España fue un país de emigrantes en los años 60 y 70...
Podríamos cambiar de coche, de trabajo, incluso de familia pero nunca de pasión. Y eso debió ser lo que nos convocaba puntuales, como cada miércoles, para reunirnos en torno a una mesa del café Ruiz. A mi llegada me encontraría con Rocío, David, Juan Antonio e Ismael. Pronto se sumaron Carmen, Ana, José María Herranz, Javier, Paloma y Pablo Llorente. Y Edith Piaf.
Supongo que también los demás lo advertirían, pero estuvo con nosotros toda la tarde. Yo estuve callada, escuchando a unos a otros, disfrutando. La conversación se inicia y se prolonga por asuntos extraliterarios. Entre ellos el fútbol, circo de nuestros días. Han conseguido que, al menos durante unas horas, el foco de atención se aleje del paro, de la inestabilidad internacional para desviarse al terreno de las pasiones.
Se incorpora a nuestro grupo el almeriense Juan José Hernández, recién llegado de Tinduf, lugar inhóspito que le ha removido el alma. Él ahora puede decir (y quedarse tan pancho), después de ocupar diversos cargos relevantes en el servicio de exteriores, “gracias a Dios, ya no soy nada “.
Nos cuenta anécdotas de su trabajo en Alemania, al lado de los trabajadores españoles. Pienso para mi, qué poco han cambiado las cosas. Muchos españoles en el 2011 y veremos en años sucesivos, emigrarán a Alemania en busca de trabajo.
España fue un país de emigrantes en los años 60 y 70 del siglo pasado, en los 90 acogió a trabajadores extranjeros y de nuevo, exporta y exportará mano de obra (en este caso, esperemos que cualificada). Se trata de ciclos recurrentes. No hemos aprendido a crear industria competitiva más allá del boom inmobiliario.
Por fin, lee Juan Antonio su relato “La decisión”. Se trata del Ulises trasladado a nuestra época. A un alto ejecutivo bancario se le presenta la disyuntiva de retirarse enriquecido o seguir en activo. Es una elección transcendental.
A continuación nos lee Ismael su relato “Fuera de quicio” a modo de articuento sobre la necedad de las tertulias radiofónicas de nuestros días. Le sugerimos que introduzca algún elemento concreto para atrapar la atención del lector.
José María nos lee un largo poema de amor, casi místico pero a la vez sensual, del que extraigo:
“Aprender a ser hombre es un hermoso
camino de abandono y rebeldía […]”
Insiste en que es sagrado.
Y ha llegado la hora de los poetas, porque Javier nos lee un poema breve “El equilibrio de las líneas pararelas”:
“Tengo debilidad por el rojo y el negro […]”
La idea nació cuando a Paloma se le rompió, con la irreversible pérdida de unidades, un collar de cuentas rojas y negras. Qué imagen, pienso. Es bellísima. Casi mereció la pena el incidente.
Pablo Llorente nos explica su punto de vista sobre la poesía. Para él, se trata de una bella arte, cercana a las artes plásticas. José María apunta que la poesía es una forma de aproximación a la realidad. Entiendo que se trata de una forma de conocimiento. La verdad es compleja y diversa. La poesía, con su emoción pura, es capaz de plegarse a ella tal vez con más precisión que la lógica. La poesía es por naturaleza una insensata. Está decidida a vulnerar aquello de Wittgenstein “De lo que no se puede hablar hay que callar”. Ese es su terreno. Incierto pero real, si es que hay algo real, claro.
Estábamos teorizando sobre este asunto, cuando llegó Vicente. Pablo nos expuso su próximo libro que lleva por título (todavía provisional) “Poema del cante jondo”. En él, homenajea a García Lorca, Miguel Hernández y al recientemente desaparecido Enrique Morente. Nos recita unos versos medidos su simplicidad es solo aparente.
De repente se produce una desbandada general con motivo del inicio del partido. El que escribe vive intensamente y claro, no puede ser ajeno a la pasión, en este caso futbolística. Quedamos un grupo reducido, será que somos un poco más insensibles… Paloma, tal vez para poner a prueba nuestro temple, se quita un calcetín y nos enseña su cicatriz. A mí me da un vuelco el espíritu a la altura del estómago, se me nubla la vista, creo que alguien dice, está muy bien, si tiene muy bien color, muy buen color, como si se tratara de un niño. Y es entonces cuando aprovecho para leer yo mi esbozo de poema. Entre todos, porque debe ser pesado, me ayudan a levantarlo. Con tanto estirón se desgaja en dos mitades y la verdad, todavía no sé con cuál quedarme. Rescato unos versos:
“En el reparto del botín de nuestras pérdidas,
me ha tocado el vacío,
todo el vacío […]”
Aún nos leería Ismael su relato “Pepe el ingeniero” . La despedida fue interminable. No lo reconoceríamos nunca, pero nos resistimos a dejarnos.
El deseo no ha acabado.
Celia Cañadas
3 de mayo de 2011
Supongo que también los demás lo advertirían, pero estuvo con nosotros toda la tarde. Yo estuve callada, escuchando a unos a otros, disfrutando. La conversación se inicia y se prolonga por asuntos extraliterarios. Entre ellos el fútbol, circo de nuestros días. Han conseguido que, al menos durante unas horas, el foco de atención se aleje del paro, de la inestabilidad internacional para desviarse al terreno de las pasiones.
Se incorpora a nuestro grupo el almeriense Juan José Hernández, recién llegado de Tinduf, lugar inhóspito que le ha removido el alma. Él ahora puede decir (y quedarse tan pancho), después de ocupar diversos cargos relevantes en el servicio de exteriores, “gracias a Dios, ya no soy nada “.
Nos cuenta anécdotas de su trabajo en Alemania, al lado de los trabajadores españoles. Pienso para mi, qué poco han cambiado las cosas. Muchos españoles en el 2011 y veremos en años sucesivos, emigrarán a Alemania en busca de trabajo.
España fue un país de emigrantes en los años 60 y 70 del siglo pasado, en los 90 acogió a trabajadores extranjeros y de nuevo, exporta y exportará mano de obra (en este caso, esperemos que cualificada). Se trata de ciclos recurrentes. No hemos aprendido a crear industria competitiva más allá del boom inmobiliario.
Por fin, lee Juan Antonio su relato “La decisión”. Se trata del Ulises trasladado a nuestra época. A un alto ejecutivo bancario se le presenta la disyuntiva de retirarse enriquecido o seguir en activo. Es una elección transcendental.
A continuación nos lee Ismael su relato “Fuera de quicio” a modo de articuento sobre la necedad de las tertulias radiofónicas de nuestros días. Le sugerimos que introduzca algún elemento concreto para atrapar la atención del lector.
José María nos lee un largo poema de amor, casi místico pero a la vez sensual, del que extraigo:
“Aprender a ser hombre es un hermoso
camino de abandono y rebeldía […]”
Insiste en que es sagrado.
Y ha llegado la hora de los poetas, porque Javier nos lee un poema breve “El equilibrio de las líneas pararelas”:
“Tengo debilidad por el rojo y el negro […]”
La idea nació cuando a Paloma se le rompió, con la irreversible pérdida de unidades, un collar de cuentas rojas y negras. Qué imagen, pienso. Es bellísima. Casi mereció la pena el incidente.
Pablo Llorente nos explica su punto de vista sobre la poesía. Para él, se trata de una bella arte, cercana a las artes plásticas. José María apunta que la poesía es una forma de aproximación a la realidad. Entiendo que se trata de una forma de conocimiento. La verdad es compleja y diversa. La poesía, con su emoción pura, es capaz de plegarse a ella tal vez con más precisión que la lógica. La poesía es por naturaleza una insensata. Está decidida a vulnerar aquello de Wittgenstein “De lo que no se puede hablar hay que callar”. Ese es su terreno. Incierto pero real, si es que hay algo real, claro.
Estábamos teorizando sobre este asunto, cuando llegó Vicente. Pablo nos expuso su próximo libro que lleva por título (todavía provisional) “Poema del cante jondo”. En él, homenajea a García Lorca, Miguel Hernández y al recientemente desaparecido Enrique Morente. Nos recita unos versos medidos su simplicidad es solo aparente.
De repente se produce una desbandada general con motivo del inicio del partido. El que escribe vive intensamente y claro, no puede ser ajeno a la pasión, en este caso futbolística. Quedamos un grupo reducido, será que somos un poco más insensibles… Paloma, tal vez para poner a prueba nuestro temple, se quita un calcetín y nos enseña su cicatriz. A mí me da un vuelco el espíritu a la altura del estómago, se me nubla la vista, creo que alguien dice, está muy bien, si tiene muy bien color, muy buen color, como si se tratara de un niño. Y es entonces cuando aprovecho para leer yo mi esbozo de poema. Entre todos, porque debe ser pesado, me ayudan a levantarlo. Con tanto estirón se desgaja en dos mitades y la verdad, todavía no sé con cuál quedarme. Rescato unos versos:
“En el reparto del botín de nuestras pérdidas,
me ha tocado el vacío,
todo el vacío […]”
Aún nos leería Ismael su relato “Pepe el ingeniero” . La despedida fue interminable. No lo reconoceríamos nunca, pero nos resistimos a dejarnos.
El deseo no ha acabado.
Celia Cañadas
3 de mayo de 2011
3 comentarios:
rhttp://nelygarcia.wordpress.com. Fui emigrante en aquellos años y estoy editando una novela, sobre ellos. La edita LOBO SAPIENS. S. L. Estará editada a primeros de abril y la presento el 19 DE ABRIL A LA 20 HORAS, EN EL CORTE INGLÉS DE LEÓN.
Este es el resumen que llevará la contraportada.
Gloria es una joven que vive en un barrio de la ciudad de León (España) en los años sesenta. Su trabajo como pantalonera no le proporciona sustento suficiente para independizarse. Además, tiene que compartirlo con sus padres.
En un rapto de valentía, huyendo de la miseria, de una agobiante sociedad anquilosada y de un novio chapado a la antigua, decide marcharse a París.
En la capital francesa compagina trabajo y formación cultural. Se inscribe en la universidad de Vincennes, que es muy frecuentada por estudiantes españoles de ideología progresista. El interés de estos estudios deriva a la filosofía existencial.
Continua….
Después de una vida plena, que incluye matrimonio, regresa a Madrid. Son los años ochenta. En Madrid se divorcia y se entrega con pasión en la vital sociedad española de aquellos días.
A lo largo del minucioso relato de Gloria, además de su historia, siempre conmovedora, se contempla, de una manera cruda, pero sin tremendismos, las existencias de varias generaciones de españoles que no fueron precisamente bendecidos por el azar ni por quienes gobiernen el tiempo de los hombres.
Nely, mucho éxito con tu novela.
Un abrazo.
Javier
Nely García: gracias Javier.
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