Raymond Carver, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez
M.P.S. "Meditado Para Siempre"...
Camino bajo el Cielo hostil de un Madrid que crepita por el fuego. Hasta que encuentro por fin el oasis. Lo miro, e inmediatamente después, pienso: ya sabes, David, que al menos hoy no morirás. El oasis cimbrea delante de mí con su danza zigzagueante. Como hacen los espejismos en mitad del desierto. Pero enseguida me devuelve su mirada fresca, y entonces me digo: está ahí, lo ves, mejor dicho: lo sientes; y tú, David, sólo has de creer en lo que sientes. Así que penetro en el edén y me cobijo bajo las ramas de sombra generosa de los árboles que hoy lo habitan: Rocío, Javier, CarmenFron, Vicente, Jimmy Jazz; también, las de los árboles que hoy no están pero que han dejado sus raíces. Y me preparo para gozar de su abundancia vegetal de palabras, libros, versos, historias.
Palabras como las de Jimmy Jazz en el relato que lee y con el que se estrena a este lado del Paraíso: "Me he sorprendido mirando por la ventanilla del tren, más que nada porque no recuerdo haber tomado ningún tren y porque no hay nada que mirar...". Jimmy Jazz es Jaime y es también una voz susurrante y cálida que nos explica que escribió esta historia, sobre un pederasta al que regresaban los demonios de su pasado mientras viajaba en un tren, con la premisa de que el personaje no pudiera interrelacionarse con otros personajes del relato. Siento que Jimmy ha llegado para quedarse: el oasis le ha atrapado bajo el ámbar de su influjo cristalino.
Libros como "Intimidad", de Hanif Kureishi, que pasa de las manos de Rocío a las manos de Jimmy, y en cuyas páginas se narra la noche oscura de un hombre que se dispone a huir de su vida. En la última hoja de la novela cada nuevo lector ha de dejar escritas las ideas, dudas, reflexiones, que su lectura le provoca. Siento más que nunca que estas anotaciones, este libro pasadizo, se ha convertido en los eslabones que no pesan de la gran cadena que nos vincula.
Versos como los de Raymond Carver en su poema "Ondas de Radio", que Vicente trae y la voz de brisa marina de Rocío recita: "Hay en el alma un deseo de no pensar / De estar quieto (...) / Pero el alma también es una afable hija de puta / (...) Mejor cantar a lo que se ha ido / y nunca volverá que lo que aún sigue / con nosotros y estará con nosotros mañana". Siento en mi cuerpo estas gotas de lluvia de sabiduría carveriana-machadiana como diluvio liberador, y me convenzo de que Carver estaba en lo cierto: sabía, mejor que nadie, que escribir es exprimirse, y en la medida en que es exprimirse, es torturarse.
Historias como la que me lanzo a leer a la concurrencia, un fragmento de la novela "Fortunata y Jacinta", de Benito Pérez Gáldos, donde el escritor canario describe el ambiente febril y las interminables discusiones que tenían lugar en las tertulias celebradas en los cafés de Madrid durante la década de los sesenta y setenta del siglo XIX. Galdós escribe: "El español es el ser más charlatán que existe sobre la tierra, y cuando no tiene asunto de conversación, habla de sí mismo". Verdadero: muchas veces tengo la necesidad de hablar de mí mismo, y creo que es porque hablar de mí mismo es mi coartada perfecta para lograr que me escuchen. Y siento que en este vergel donde me encuentro, en mitad de todos los desiertos, siempre hay alguien dispuesto a escucharme.
Antes de que el oasis eche el cierre, Rocío cuenta que Juan Ramón Jiménez repasaba y corregía obsesivamente sus poemas, y que sólo los consideraba terminados de puro agotamiento cuando al pie escribía las siglas: M.P.S. M.P.S. significa "Meditado Para Siempre", y yo siento que esta tarde de agosto que ha terminado será meditada para siempre en mi memoria. Como los buenos recuerdos. Los que nunca se terminan. O se terminan sólo hasta el miércoles siguiente.
David Lerma
15 de agosto de 2010
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