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jueves, 19 de marzo de 2009

21ª Jornada/II Año: Miércoles, 11 de marzo de 2009

...por mucho que haya estado al loro, no ha habido un momento de descuido


Qué puta vida. Se cansa uno de recorrer todas las líneas del metro y nada, ni un mal monedero. Será también por esto de la crisis. Y luego toda esa panda de sudacas y morenos, que no llevan en las mochilas más que la tartera vacía o los zapatos y el mono del curre. Hasta la línea 6 está imposible. Ni un puto extranjero que pille al descuido, nada. Y además esos desgraciaos de seguratas, metiendo los hocicos por todas partes. Los muy cabrones, qué oficio. La última vez que me entrullaron fue por culpa de uno de esos hijoputas, que me pilló abriendo una cremallera, me sacó al andén a empujones, me llevó a un rincón donde no había cámaras y empezó a darme. Qué cabrón. Esposado y todo como estaba, me tiré pa él y le arranqué media oreja de un mordisco. Todavía recuerdo el sabor de su sangre. La que se armó. Vino la pasma estuve unos mesesitos alojao y alimentao…

Bueno, los autobuses están mejor. Ahí siempre puedes encontrar a una vieja que no puede soltarse de la barra, a un guiri despistado… Pero hoy, ná de ná. Así es que me he metido en este café, a tomarme una cañita, a ver qué pasa. A mi lado, ha llegado un tío, con chaqueta vaquera, mochila y gorra, ¿qué edad tendría? Pero cuando se la ha quitado, se ha descubierto el pastel: un carcamal. Ha cogido una mesa y ha pedido un café. Luego ha llegado una tía, bastante buena, por cierto, y después un tío, al que han saludado como al maestro. Qué cosa más rara, se han puesto a hablar de hacer una editorial, que si es muy complicado, que si debían hacerlo, que las editoriales son unas rácanas, que no apuestan por nadie, no hacen más que pedir pasta. Luego ha llegado uno al que han saludado como Federico Trillo y ese, en seguida ha soltado que lo de la editorial estaría bien, que “como sabes que no te vas a hacer rico, puedes hacer lo que te salga de los cojones”. Luego el tío ha sacado de su mochila un libro y se lo ha regalado a alguien, que se lo ha pasao al viejo. Éste ha leido. Bukowski, Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones: relatos de locura cotidiana”. Anda, y yo que pensaba al principio que era un grupo de esos de nuevas religiones o algo así, como hay tanta gente rara…

Llegan dos tías más, una con la noticia de que se va a Tenerife a trabajar, y la otra que le pide al viejo que le traiga su libro. Acabáramos, resulta que son escritores o poetas o eso. Vaya mierda, de aquí no voy a sacar nada, seguro que no llevan en las mochilas más que libros y papeles. Bueno, luego la primera tía, que por lo que parece se llama Sagrario, cuenta el escándalo que se ha producido en Italia, porque una fulana ha sido enterrada junto a un payo que se llama Italo Calvino. En ese momento llega la camarera y pregunta "¿Falta algo?" Y el viejo, el que no corre, vuela, responde que sí, que falta testosterona, y dinero. Pues estamos apañados. Lo que yo digo, de aquí, aunque pille algún descuido, no saco ná. El viejo lee una cosa muy rara, de uno que se despierta y encuentra un bicho, parecido a un cocodrilo, que se ha zampao a su mujer. Y llega uno muy largo, al que saludan como a José María, que dice que ya ha leío ese cuento, yo no lo entiendo, ¿eso es un cuento?, pero que falta explicar por qué aparecen esos monstruos, pero que es sensitivo, que le gustan los elementos sensoriales, qué palabrejas, no cojo ni una. La Sagrario cuenta que ha celebrado su cumpleaños en el Cementerio de Yunquillos (Toledo). Ya decía yo que ésta es gente rara, mira que celebrar un cumple en un cementerio, hombre, si hubiera sido el viejo, para irse acostumbrando… Y encima va y dice : “ me inspiran más las almejas picantes que me comí después”. Luego va y se pone a leer unos papeles, la verdad es que dice cosas bonitas, como “ábreme despacio” o cuenta cosas sobre el paraíso de la infancia, u otra cosa, que yo tengo buena memoria, “hurgo en el dolor del insomnio/ donde siempre llueven espejos”, pero de eso ya no entiendo na. Los demás aplauden y dicen que esos poemas están bien. Vaya, ¿esto es poesía? Pues si no pegan unas palabras con otras. A continuación, el Javier saca una foto y la va pasando para que todos la vean. Resulta que es de cuando era pequeño y estaba con su abuela en un río. Parece también gustar a todos. A continuación el Federico ese lee un cuento de un tal Tomeo con el que parece que explica lo de la justificación de los monstruos del viejo, yo no entiendo ni mus, ese cuento es de unas muñecas colgadas, creo. Y saca después de la mochila, lo que yo digo, estos tíos no llevan más que libros y papeles, un libro de un japonés, vaya nombrecito, Kawabata, y dice que se suicidó un poco tarde, a los 72. Qué lástima, con lo bien que me caen a mí los japoneses. Ya no tanto, parece que han espabilado, pero de todas formas, cuánta cámara, cuánta cartera, bolso, ha pasado al descuido de sus manos a las mías. Llega una, muy maja, que el viejo besa y rebesa, qué cabron, y el Javier, no sé a cuento de qué, perdi el hilo, cuenta un chiste, de un niño que le pregunta a su padre: “papá, papá, mamá dice que tienes cuernos” y el padre responde: “¡Yo que sé, niño, tengo tantas cosas en la cabeza!”. Bueno, y el José María lee una cosa que dice que es un soneto, vaya menos mal, éste si pega, pero qué cosa más rara, sigo sin entender, a esta gente no hay quién la entienda, aunque todo el mundo asiente, como si hubiera disfrutado de una hamburguesa doble o de un canuto. Dice que es de un libro que se llama “Hijos de la miseria”. Pues a mí me gustaría leerlo, a ver si aparezco yo, porque para miseria, la mía, que conozco todos los comedores de Madrid: el de la calle Martínez Campos, que dan las zorronas de las monjitas, otro que está por Moncloa, allí se come bien pero hay que estar muy pronto, siempre hay cola, los putos moros, los rumanos, los morenos, y tanto parao ahora, otro que está por Cuatro Caminos… Lo malo es que en las colas se forma la de Dios es Cristo. Lee otra cosa, “nazco como un círculo”, de lo que está escribiendo ahora, dice, y otra más, “el calor de la danza”, y to el mundo dice que es muy sensual o sexual o algo así, vaya usted a saber. Entonces el viejo y este Jose se levantan y se van, los otros siguen hablando un ratillo más, después pagan, y ya está.

Total, que por mucho que haya estado al loro, no ha habido un momento de descuido. Las tías con los bolsos sobre la falda, los pibes sin dejar la mochila ni para ir a mear. Total, para lo que hubiera encontrado dentro: papeles, papeles, papeles, ni un putísimo euro. Voy a coger el 61, a ver si hay suerte, aunque a estas horas ya las abuelas no salen. Y mañana, a las colas del Museo del Prado, a ver qué pasa.


Aureliano Cañadas
16 de marzo de 2009

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