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domingo, 4 de enero de 2009

11ª Jornada/II Año: Viernes, 26 de diciembre de 2008

Bitácora del último día del año 2008




Mis queridos Reyes Magos,

Ahora que empieza un nuevo año salpicado de deseos, inflado de buenos propósitos, yo, en virtud de la tradición y de esa magia en la que llegáis envueltos desde hace siglos, y asentándome sobre la base indiscutible de mi bondad, porque he sido buena y bien buena, aunque esté feo que yo lo diga, os quería hacer unas peticiones, que por ser vosotros Magos no creo que os resulte muy laborioso de concederme.

En fin. Al grano. Que esto es una carta a sus Majestades y no una novela, como diría mi querido Vicente. Que no sobre ni falte nada, pero sin despistarnos en las descripciones. Son tan pesados, Majestades, repiten tantas veces lo mismo, que como para no aprendérmelo... Pero son majetes, buenas personas, y mientras están ahí tonteando con las palabras pues no están haciendo barra ni pista, ni tonterías de esas que tanto dicen, porque se ponen muy cansinos, Majestades, como ya os he dicho, muy cansinos con algunos temas, pero son buenos chicos y buenas chicas, si lo sabré yo Altezas que los he criado a mis pechos...

Por eso yo os quería pedir que les concedierais el tiempo y las ganas de seguir viniendo hasta mí. Aunque sean poquitos como el último día del año, que no eran más que cinco. Y aunque apenas traigan sus deberes hechos, como también pasó y ha pasado y pasará. Pero siempre vienen cargados con algo. Como Aureliano que además de sus poemas trajo un artículo de Juan Pablo Fusi “Hemingway. La generación perdida”, o como Sagrario que trajo un par de libros: uno de Vicente Núñez “Mío Amor” y otro de Mercedes Ribas “La mano ajena”. Sobre los que tendrán que volver algún día. Porque está muy bien eso de acarrear flores de letras bajo el brazo, pero habrá que deshojarlas, ¿No? Pues eso digo yo también Majestades. Eso digo yo, mientras recogen y se vuelven por donde han venido. Pero lo digo, sonriendo, aún sonriendo, como cuando les veo llegar siempre cargados con algo. Sus poemas, sus historias, sus libros, sus artículos... Sus orejas.

Porque son mis chicos, mis queridos chicos, y yo os quería pedir que les trasmitáis un poquito de vuestra disciplina. Disciplina para conmigo. Que a pesar de los pesares, nunca dejen de venir como vosotros.

Que les susurréis en el oído, como buenos amantes, fantásticas historias. O cotidianas historias, que al final son igual o incluso más fantásticas. Y qué más da cómo sean, tiernas o áridas, empapadas de alegrías o deshechas de lamentos. Poemas, relatos, sagas. Qué más da. Pero que se las susurréis. Para que no les falten relatos, como el que hizo Celia el último día titulado: “Carta a un propietario” y que tenía un comienzo tan sugerente y una historia que por ser tan normal era tan cercana. O como el que escribió Rocío “Cuento triste de Navidad”, que tendrá que reescribir o como los poemas sobre ángeles y demonios, culpa o piedad, que trajo Aureliano.

Que no les falten historias, Majestades, que no les falten.

Yo os quería pedir que dejéis que se enzarcen como críos sesudos y peleones en esas discusiones que les gustan tanto y de las que ya queda fiel memoria en mi bitácora de cada miércoles. Esas de la barra o la pista, o la de los apolíneos y los otros, que ya ni me acuerdo y he escuchado millones de veces. Que se sigan enterneciendo con los poemas de Amalia Bautista, de la que tanto hablaron el último día y tantos días anteriores. Que no les sobre ni les falten versos a un poema. Como en la Navidad, que a Sagrario le faltaban personas, y a Celia, quizás le sobraran. Curiosa la vida. Curioso paralelismo. Que se sigan enterneciendo con los poemas de Amalia y de tantos otros. Que se sigan riendo tanto como se han reído muchos días. Muchos. Muchos. Que se vayan a casa tan contentos como se va Rocío tantos días. Tantos. Tantos.

Que sigan viendo muchas películas para que las puedan comentar. Que no les falte nunca de que hablar. Que se quiten la palabra. Que se la repartan. Que la rompan de tanto estirarla para acá y para allá. Que pellizquen todos de ella como ratones de un mismo queso.

Mis queridos Reyes Magos os pido que traigáis a cada uno de ellos cada miércoles hasta mí. Que no me falte ninguno. Que vengan siempre. Javier con sus poemas de francotiradores. Elena con su ternura escapándose entre los versos. Ana con su alegría que se ría a carcajadas frente a su vino y los frutos secos. CarmenFron que no deje sus historias de brujas y sonría abiertamente al mundo y a nosotros. Celia, que aprenda a querernos. Sagrario que tenga siempre ganas de volver. Vicente, nuestro Bartleby, que no deje de hablarnos de Carver. David, que nos siga enseñando tantas cosas, con sus lecturas de aquí y allí, y esa forma entrañable de contárnoslas. Laura, Adriana, Marina, Edu, que se sigan pasando a vernos. Aureliano que nos visite tan asiduamente. Fátima, Feli, Carmen H y Mercedes que puedan volver, y que sigan ahí. Todos los que les leen y no vienen que sigan asomándose a la ventana de Rascamán. Mi hermana.

¿No os he dicho Majestades que tengo una hermana muy gorda de personitas que se llama Rascamán y que me hace la competencia? A veces me molesto con ella y me parece que me avasalla y me quita protagonismo. Otras no. Otras me siento su camarada, su complemento. Y las dos tenemos cosas buenas. Ella quizás sea más cómoda y les deje acceder hasta ella más fácilmente, pero yo tengo sus voces y sus gestos. Y eso, eso es la humanidad. Pero perdonadme Majestades es que en el fondo tengo “pelusa”, como todos los hermanos.

Mis queridos Reyes Magos este año he sido una tertulia buena, muy buena. Que ahí he estado con ellos hiciera frío y calor, con un ruido espantoso y poco sitio. Apretados u holgados. Con empanada de Galicia o quesada de Madrid. Un agua con gas, un café doble, una merienda, un par de vinos, una cervecita y algún que otro poleo. Y he estado ahí bajo ellos, con ellos, entre ellos cada miércoles. Escuchándoles. Creciendo. Palpitando gracias a ellos. ¿No es eso ser buena? ¿Verdad que me traeréis todo lo que os pido?

Gracias Majestades. Estoy deseando cada miércoles abrir mis regalos.

Un abrazo muy, muy fuerte,
La tertulia del Café Galdós

Los Madrazo, Madrid, a 1 de enero de 2009


Rocío Díaz Gómez
1 de enero de 2009

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