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viernes, 25 de enero de 2008

13ª Jornada: Miércoles, 9 de enero de 2008


...iluminando la mesa.


Día rarito, 9 de enero, después de la resaca navideña, los Papa Nöel y los Reyes Magos (cada año hay más, por cierto, y a este paso vamos a acabar la Navidad al lado de la Semana Santa, y ¿por qué no? También del Ramadán…..hala, que por “figuras”, paganas o religiosas, que no sea!!). Primer día del año donde había que demostrar que seguíamos vivitos y coleando a pesar del empacho de turrones y polvorones, y que nuestras energías literarias seguían en pie; primer día para cargarse de sonrisas de amistad y estímulos literarios para emprender la nueva etapa, un año más, y nada más y nada menos que un año menos. Seguimos aquí, que es lo que importa, y como dice una amiga mía “lo importante es lo que importa”, y ¡¡se queda tan ancha!! ¡¡Nosotros también!!

¿Y quiénes estaban iluminando la mesa ya, bajo una luz, que aquel día era más fuerte que, en general, el resto? ¿Quién había elegido aquella mesa donde brillaban más los escritos y se veían los rostros de una manera más contundente y más cercana? Pues ellas, las tres: Rocío, Carmenfron y Marina. Qué alegría me dio ver de nuevo a nuestras representantes más insignes, grandes todas ellas en persona y arte literario, desde la más chica a la más grande…

Comenzamos por felicitarnos el año. Rocío y Carmenfron nos contaron cómo había estado la cena que hicieron el día 2 y en la que estuvieron ellas dos, Javier, Vicente y Mercedes; que se habían hecho muchas risas y que la nota más destacada fue lo bien que se lo pasaron Vicente y Javier….¿se descubrieron? Ja, ja. Nos alegra mucho esa empatía mutua y esperemos que dé muy buenos frutos, al menos literarios ¿no?

Marina contó que no había salido de Madrid en las fiestas, y las demás contamos nuestras pequeñas peripecias navideñas. Llegó mientras Adriana, algo “bajita” de moral porque había estado estudiando durante todas las vacaciones y si no recuerdo mal, no le había salido muy bien un examen que había tenido. El primer año de universidad, ya se sabe, difícil, y en su carrera pues más. Pero aún así, le da tiempo para escribir su poesía, sus poemas plenos casi siempre, y nos deleitó con un soneto dedicado a un tal Antonio, compañero suyo, que dice que sólo es buena la poesía de los clásicos, o algo así. Adriana le dedicó el soneto al tal Antonio, que le llaman “rancionio” por lo de “rancio”, antiguo, y la verdad, que le quedó genial.

Después de eso, CarmenFron leyó su bestiario, en esta ocasión dedicado a los rascacielos y Rocío leyó su relato donde había que introducir la frase “yo de lejos veo más tarde”. Os dejo unos pequeños fragmentos del relato, para que la boca se os haga baba, y vuestras ganas de saber más os superen….


Yo de lejos veo más tarde

- Yo de lejos veo más tarde…

- ¿Cómo dice? No le he oído bien…

- Que como yo de lejos veo más tarde… pues no le puedo decir…

- ¿Qué de lejos no ve bien…?

- No, que de lejos veo más tarde, bien sí, muy bien, pero más tarde… así que lo siento…

- Perdone quizás es que no me ha oído bien usted a mí… yo lo único que le he preguntado es si falta mucho para la Plaza Castilla, que imagino que quedarán como tres o cuatro paradas, pero por confirmar, como llevo tantos bultos…

- Sí, sí claro que la he oído, pero por eso le digo que no se lo puedo decir a ciencia cierta porque yo de lejos veo más tarde… discúlpeme…

- Ya… Pero…

… Y en éstas estabas tú, vulnerable, chapoteando en elucubraciones contigo misma, hundiéndote poco a poco en el fango de la autodestrucción, ahogándote en el cieno de la baja autoestima, mientras ponías a caldo a todos los ejemplares masculinos del planeta, cuando al fin llegas a tu parada. Tal y como te temías llevabas demasiadas bolsas para poder bajarlas de una sola vez, así que por intentar hacerlo deprisa y corriendo y desaparecer cuánto antes de ese autobús donde todo el mundo había escuchado cómo ese simple con cara de primera comunión se reía de ti, se te cae una bolsa al suelo, desparramándose vertiginosamente y sin remedio todo cuanto llevaba en su interior.

(…)

... Aunque una vez casi te mata del susto cuando te dijo eso de que: “Si yo te quiero mucho...” puntos suspensivos, puntos suspensivos, puntos suspensivos, para terminar con la misma frase lapidaria de 8 palabras que ya habías oído alguna que otra vez: “…pero tú te mereces algo mejor que yo”. Con la que te dejaban. Siempre te dejaban. Y en tu interior se despertó el desasosiego y una bolsa imaginaria se volvía a caer de tus manos, desparramándose por todo el autobús, y a punto estuviste de dejarle tú a él antes que él a ti, porque otra vez no querías pasar de nuevo por el dolor de oírlo...

¿A qué entran ganas de saber el final?. Pues el final es bueno, ¡¡¡es bueno!!! Esto que tanto le gusta decir a Javier en honor a Eduardo....Rocío siempre hace cosas ¡¡buenas, buenas!! Y con el buen sabor de boca de su relato, fuimos acabando. Marina se fue antes, por su condición de “jovencilla” con hora de regreso a casa ¡Todo llegará Marina! Luego no querrás entrar, y con el tiempo no querrás ni salir….!! Es el aforismo barato del paso del tiempo que ha salido..!! ja, ja.

El resto, es decir, Adriana, Rocío, Carmenfron y yo nos despedimos en la puerta y cada mochuelo a su nido, no sin antes con una sonrisa y las ganas de volver al siguiente miércoles al Café Galdós, esperando que el rey apareciera, es decir, Javier, y el resto de sus “súbditos literatos”, eso sí, voluntarios y orgullosos de contar con semejante “reinado” literario y, sobre todo, personal. Que gusto da ¿verdad?

Hasta el próximo miércoles, Galdós.


Ana González

25 de enero de 2008

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