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miércoles, 7 de noviembre de 2007

3ª Jornada: Miércoles 31 de octubre de 2007

"Rejas en los bajos"

Despedimos octubre en el Café Galdós. Cuando nos levantamos de la mesa donde habíamos estado tertuliando eran más o menos las nueve de la noche del último miércoles del mes. Qué mejor forma de despedirlo que habiéndonos reunido allí. Dejábamos un café lleno de personas con ánimo de víspera de festivo en sus miradas brillantes, en sus copas llenas, en esa forma de estar sin prisa. Nosotros tampoco la habíamos tenido. Cuando salíamos dejábamos atrás una mesa con solo cinco sillas vacías, pero en realidad habíamos sido muchos más los que habíamos compartido literatura en ella. A cinco se nos había visto charlando sobre las tazas de café y los dulces tan ricos que tiene el café Galdós. Pero de los libros y de nuestras memorias habían salido muchos más... ¿Alguno de ellos se quedaría en nuestra mesa rebañando el plato lleno de migas de chocolate que Sagrario, harta ya de dulce, dejó de su pedazo de tarta...?

Hasta que llegaron las seis, caminé aquellas calles antiguas. Cuando atravesé la puerta del café me alegró ver que en la barra ya nos esperaba Sagrario, que había abandonado ya el alias de “Mercedes” y volvía a su nombre de siempre que le sentaba mejor. Aquella tarde no nos habían reservado ninguna mesa, pero no importaba, no había tantas personas como otros miércoles, quizás porque era un viernes encubierto y desde el medio día los viernes se vuelven y vuelven al resto del mundo indolente.

Sagrario nos traía un libro del que ya nos había hablado: “Lengua erótica. Antología poética para hacer el amor” de Juan Gustavo Cobo Borda. Un libro bonito con sus imágenes y sus poemas. De esos libros que yo creo que son para disfrutar y regalar. Y de él escogió un poema de Oliverio Girondo: “Se miran, se presentan, se desean” que nos leyó, tan bien, como ella saber leer la poesía. Para entonces yo creo que ya había llegado Vicente, con su cargamento de libros, envuelto en su prisa y sus diez cafés. Se sentó con nosotras y nos presentó a Gabriela Wasser, a André Bretón con su “Antología del humor negro” y a Manuel Moyano: “El amigo de kafka” del que ya nos había hablado el miércoles anterior. ¿Cuántos éramos ya sentados y no sentados en aquella mesa? Algo después llegó Carmen Frontera, que ya se había recuperado y traía todos sus deberes hechos, como siempre. Gracias a ella que había escrito sobre los famosos “alcorques” que nos presentó en su día Adriana, pudimos pasar página en el Bestiario Urbano, y proponer para el siguiente día: “Rejas en las ventanas de los pisos bajos”. A Vicente o a Ana, la muchacha que se había ido al Escorial, pero que ahora de vuelta se iba al cine, aquello de “Rejas en los bajos” les sonaba a cinturón de castidad o algo parecido... Pero no, nos atendremos al mobiliario urbano, no al físico, y escribiremos sobre “Rejas en las ventanas de los pisos bajos”.

También entonces Ana eligió poetisa para el próximo día: Lina Zerón. Ella se ha quedado encargada de mandarnos su biografía y sus poemas. Vicente que no pudo durante la semana traernos a Víctor García Antón, nos lo traerá para el próximo miércoles. Yo aprovechando que le habíamos invitado, traje un artículo escrito por él “De los cuentos y los pájaros” a todos cuántos vinieron, extraído del libro “Talleres de escritura creativa Fuentetaja” que estaba leyendo.

A esas alturas de la tertulia Carmen Frontera ya nos había contado que su gata se llama Olivia, como Oliverio Girondo. Sagrario confesó de nuevo que los poetas atormentados le encantan. Vicente que alguna vez escribirá un argumento para el titulo que lleva meses rondándole la cabeza: “Suicídame tú” y Ana que una amiga suya decía de los posibles candidatos sentimentales con novia, que las novias “molestan pero no impiden”. No es difícil imaginar que a esas alturas de la tertulia ya habíamos hablado de lo divino y lo humano sobre las cervezas y los cafés, sobre la merienda y los libros.

Después Carmen Frontera nos leyó su Cenicienta. Y yo leí la mía. Ana nos habló de su Pinocho, el que se quedó a medias de escribir. Después Carmen Frontera dijo que ella también había escrito el relato del metro que nos dijo Javier, y como había poca luz, lo leí yo para que lo disfrutáramos todos.

Y fue después cuando trajimos con nuestras palabras a aquel autor que empapelaba su habitación con las notas de rechazo de sus obras y que nadie se acordaba de su nombre. O de Carver, que volvía 32 veces sobre el mismo relato hasta que lo daba por bueno. O de Kadafis que decía que él escribía como un tendero, él abría el cierre, que vendía bien, que no también... a propósito de si nos cuesta esfuerzo o no el ponernos a escribir.

Después propusimos los deberes para la próxima semana. Para los cuentistas, algún relato cuyo tema sea la radio, como nos había propuesto Javier enviándonos las bases de un concurso. Para los poetas, algún poema que lleve algunos de los versos: “Tornillo que busca ternera” o “Grita el inconsciente”. Ambos versos los habíamos sacado de un “cadáver exquisito” que Sagrario quiso que escribiéramos. La verdad es que a mi la necrofilia en general y lo de escribir cadáveres en particular, me pone muy nerviosa, por eso y sin querer los interrumpía cada dos por tres... Entono un mea culpa y pido perdón.

Despedimos octubre en el Café Galdós. Eran las nueve cuando salíamos de allí. Atrás quedaban nuestras voces, nuestras palabras, nuestras letras... y seguro que algún que otro atormentado poeta llorando nuestra ausencia mientras suicidado de hambre daba buena cuenta de las migas perdidas, apurando las últimas gotas de nuestros cafés. ¿O es cerveza lo que beben los atormentados?


Rocío Díaz Gómez
2 de noviembre de 2007

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