Hoy, tras las vacaciones tórridas de unos y las más frescas de otros, nos reunimos los Rascamanes para poner en forma nuestros músculos, esos que ocultamos en el estuche de la imaginación, y que tantas veces abrimos, afortunadamente.
Bendito estuche que nos protege del estruendo de las hachas de guerra resonando en este mundo que los poderosos, o mejor, monstruos, quieren convertir, una vez más, en el campo de batalla en el que recoger los escandalosos dividendos de tantos y tantos crímenes.
Javier, José Antonio, Rocío y Chelo ya están esperando a los que llegamos poco a poco, Joselyn, José León, Alberto, Juan Manuel, María, Amelia, los Juanes, David y finalmente, Ana. Equipo de atletas al completo o casi.
Salgo de la enfermedad del estío o infierno madrileño, esperando sanar esta tarde en la que la alegría de nuestro encuentro, estupendo talismán, puede tocarse.
Las galletitas de Javier que acompañan ese poema que nos muestra otra vivencia de Islandia, como una gota de agua convertida en una bola resplandeciente de hielo.
Antes de continuar pido perdón por no poder reflejar todas las emociones de esos versos que han volado hoy entre nosotros.
Rocío y Chelo se mecen en el silencio que permite disfrutar del poema de José Antonio, “Procrastinar un domingo por la tarde, esperando el milagro de un deseo. Una nube se perfila por la almohada, peregrina de la noche entre bostezos”.
Joselyn trae al presente la tremenda realidad de Gaza, un diario de lo inmediato y lo lejano.
José León, como siempre, nos encandila: “Habitaba en la espalda de la luna, para soñar, abría las pestañas. Sus ojos eran grises, transparentes, desnudos como el agua de mayo…”
Y nuestro querido Juan Manuel, a quien tanto echamos de menos, borda la emoción que nos traspasa: “Tu sonrisa, como una ventana abierta… tus labios como gaviotas… repica tu silencio en el mismo campanario…”
Con el tejido delicado que es su seña de identidad, María:
“A la búsqueda de quién fue…me conduce a despertar en un volcán de delirio”.
Alberto menciona su colección de “Microtequieros” esos microcuentos convertidos en una colección sorprendente, Por lo visto, va a guardarla para él solo y para nosotros, a veces.
No en vano los aires del Atlántico nos llegan hoy impregnando sus escritos de agua, en los textos de los Juanes.
Calderón es un pez que nada en el acuario de la existencia. Líquido en el que se debate entre la libertad que concede a quien ama y el miedo a perderlo, a pesar de tocarlo con “dedos de azúcar”.
Raña, cómo no, muestra a la descendiente de “La Venus del Miño”, hija del relato corto y grabado estupendo en la exposición de “Lo que la hoja te cuenta”. Ha crecido tanto que ya cuenta con diecisiete capítulos.
Amelia nos adelanta su programa de actividades, traducciones, docencia, viajes. El dinamismo que desprende envuelve esta tarde con el halo de su energía luminosa, la que suele envolverla como la más elegante vestimenta, en su maratón que no cesa.
Y yo clamo desde “Sanguinario”. Seguramente influida por el fuego real y temido del mundo que nos toca vivir. Un dios que bajo la más bella máscara, esconde el peor de los infiernos. En fin, doy un paseo, a continuación, por un huerto que me guiña el ojo, para despertar lo mejor de los sentidos. La naturaleza es siempre un consuelo.
Para abrochar esta tarde llena de emociones, Ana y yo nos vamos en busca del ocaso carmesí, que nos espera en el patio del Palacio Real. Todo un lujo.
Cinta, en Móstoles, octubre, 2025.
Cinta Guil Redondo.
7 de octubre de 2025
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