![]() |
CON EL DIABLO EN LA PROA |
Hoy navegamos por aguas cenizas, ríspidas y frías de las costas del averno. De vez en cuando nos confortó un rayo de sol de entre los nubarrones, alguna golondrina volviendo a su nido, una cápsula de 10 miligramos, un beso tronado o un cocido reparador aunque costara masticarlo.
Todo fue empezar con las niñas mudas por sus lenguas cercenadas, víctimas de los peores crímenes de los peores seres humanos con las peores intensiones. Solo una, una clase especial de ardilla, logra apenas salvarse. Rocío nos sorprendió al dejarnos mudos de horror.
Y el diablo se mete entre la Maja desnuda y la vestida. Una presume de ser la primera, la de piel más suave, la de los colores fríos. La otra, de ser admirada sin tener que esconderse, de su vestido de seda drapeada que si blanca, que si negra, que si es menos misterioso estar envuelta en nada. Y se desgreñan por obtener los favores de Goya como maestro, como amante. Confiesan, tener ambas, cuerpo de duquesa y cara de furcia. Paloma navegando por las aguas pícaras de la historia
El futuro será del fuego y la ceniza, sentencia el Capitán del barco, la lluvia y la sal no han cejado en su empeño. Lava y óxido, lenguas del infierno. El capitán espía, quiere saber, observa atentamente. Intuye que, a veces, el diablo va en la proa.
Susana lo ha visto en un taxi persiguiendo a un hombre con el recuerdo de la zapatilla en el aire, con la herida abierta del pasado, el niño lastimado quiere jugar de nuevo. El barco gira a estribor, cerca de los afilados arrecifes, bajo la lluvia, deposición ácida de lágrimas de niños maltratados.
Y vuelve a llover sobre mojado. Esta vez en un microtequiero, el 38. María, una niña de rostro moreno, ojos oscuros de miedo corre tras la orden de su madre de no mirar atrás, corre, corre, se escabulle hasta alcanzar la alambrada, hasta cruzarla… y sigue corriendo. ¡Ay, Alberto cuánto dolor!
No todos estamos hechos para tirar bombas y salir con el alma ilesa. El saltador de pértiga era un hombre sensible que gustaba de mirar a las golondrinas en sus nidos, hacer sonar sus dos armónicas, andar en bicicletas, navegar en barcas pesqueras, jugar al ajedrez. Desdeña al demonio y a sus bombas para enseñar a sus hijos lo que es plancton y la magia de la vida. Gracias, Cinta.
Un marinero nuevo se alista en el buque Rascamán. Carlos Castro, no casto y sí canario. Nos trae un remedio para el mareo y otros males corporales o sutiles. Un comprimido de 10 miligramos de Nimbada, elaborado con almas de ruiseñor, pero cuidado, una sobredosis puede provocar somnolencia de la muerte en tu regazo. Siempre el diablo detrás de las cosas buenas. El mismo diablo ha anclado su cola y tridente en Gaza, no se tienta ante el sepulcro en el cielo de juguetes y muñecos de almas tan inocentes como las naranjas. Bienvenido, Carlos Castro y canario.
Bernardo empresario y Fabiola periodista …y el diablo.
¿Para qué tipo de cita me requieres? —pregunta ella— ¿Para una entrevista periodística o una de fulana a ratos? Manuel no nos da la respuesta, pero conociendo a Bernardo…
A cambio, nos ofrece un poema inspirado por una musa disfrazada de bolsa del mercado. La verdad nunca sabe uno dónde se encuentran las musas, pero puedo asegurar que ésta tenía al diablo en una oreja. Manuel recita un mundo desprovisto de sentido, absurdo y gris, apocalíptico. La apoteosis del polvo, llevará por título, nos expresa Bernardo, digo, Manuel. (culpa del diablo, también)
¿Me das un autógrafo? Pregunta el joven Raña a su sonrojado padre. —Ven, Pepe, que te quiero presentar a alguien de tu tierra— Cuán grande sería la sorpresa de Pepe al ver a Massiel, la famosa cantante española, levantarse de la mesa y plantarle un prolongado beso en la boca al tiempo que exclamaba: ¡Para que no se te olvide que eres español!
Lindo homenaje a tu padre el contarnos estas anécdotas de padre e hijo. Gracias, Raña. (No crean que por el relato conmovedor el diablo no navegó esta tarde con Juan Bautista, estaba sentado a su lado aconsejándole maldades).
Juan Calderón intenta dormir en su camarote. El demonio perturba sus sueño y lo hace despertar llorando al amanecer. Llora por nada y por tantas cosas, por las doce niñas muertas, por el chelo de las nanas, por su cama de arena y alacranes. ¡Deja, diablo, que Juan cante y no llore, aléjate de ya de este barco!
Pero Lucifer es obcecado. Se ensaña en los niños curiosos, en las niñas de piernas largas que buscan la felicidad. La niña de pantalón corto, cintillas en los zapatos y brazaletes de colores, no ha vuelto desde hace dos años. Desde aquel día en que la vio su madre pidiendo autostop. La familia vecina, él tiene un camión, ella es muy solícita, el niño curioso. El diablo termina su obra. El niño curioso deja caer la caja que había descubierto en el desván, la caja vierte su contenido: cintillas, brazaletes de colores. ¿Dónde está Ana? Jamás lo sabrán, concluye Tina. La nave gira a sotavento.
Mientras tanto, los diablillos andan sueltos por la Pampa. —Pienso que nunca tuve un alma cándida—confiesa Jorge. Yo tenía que adecuarme, fingir ser mayor y participar en cuestiones que aún no me correspondían. Todo ello me provocaba cierta morbosidad y al mismo tiempo me sentía orgulloso de ser parte de esas travesuras, pues no eran otra cosa más que actos de rebeldía, de querer sobresalir o de probarse frente a los otro— Al diablo le gusta surcar por las hormonas frescas de los jóvenes.
Chelo, David y Juan Pulgar bajan las velas sin letras, el barco se acerca al fin de la travesía. Los navegantes bajan presurosos, no por alejarse del demonio que los mira desde lo alto del mástil, sino porque hay partido de fútbol.
El próximo viaje zarpará desde otro puerto, CÍRCULO DE BELLAS ARTES: El rumbo, las aguas dulces y las arenas tibias de Aureliano Cañadas; anuncia el Capitán Díaz Gil.
Carmen Padín
22 de febrero de 2025
1 comentario:
Otra magnífica crónica, esta vez de Carmen. Enhorabuena y gracias.
Publicar un comentario