¿Conchi? ¡Holaaaaa rebonicaaaaaa! ¿te
pillo mal?
Ná, es que acabo de llegar de la Tertu y
digo, pues la llamo y le cuento…
Pues mira, así en general, ha estado muy
bien; hoy hemos sido pocos, afortunadamente para mí que, sin anestesia ni ná
me han encasquetao la bitácora, y aunque he intentao escurrir el bulto, es muy
difícil negarle algo a Javier cuando te lo pide mirándote a los ojos y con esa
carica que pone de “yo no fui”…
Así que bueno, ¿qué le voy a hacer? Ya
veremos si no se arrepiente, jejeje.
Cuando llegué estaba él solo, trasteando
con el ordena, supongo que, conectando el Zoom pa vernos con los que no pueden
venir, pero quieren estar, como Carlos, del que te hablé el otro día, el que
vive en Plasencia y no le gusta. También estaba León, que en ese momento no
estaba porque había ido a asuntos propios, pero he visto su gorra y digo:
esa gorra es de León.
Luego ha llegado Juan Antonio y oye, tan
ricamente, así poquitos, porque maja, menudo embolao eso de la bitácora que,
además, la última, la que hizo Rocío, nos ha puesto el listón demasiado
alto. En fin…
Pues ya todos sentaícos y dispuestos,
empieza Carlos diciendo que nos iba a leer un par de cosillas que al parecer no
sabía qué hacer con ellas y que estaba preocupado por el ritmo, pero vamos, que
nos ha encantao, tanto es así que le he nombrado “alumno ilustre”,
vaya tela…
Luego, León, que dice que ha dejado los
sonetos y entre tú y yo, Conchi, no se lo creé ni él; de hecho, nos ha leído
uno que era una declaración al mar, y por supuesto, nada que objetar,
ni siquiera Javier que, por cierto, era el siguiente y de entrada nos ha
advertido que iba a seguir dándonos la turra con Iguazú, pero vamos, no tiene
ni idea de lo que es dar la turra. Y de pronto se ha mezclado la paloma que
vuela en el poema de Javier con la nuestra, que ha aparecido por la pantallica
del ordena, con su bata y su paracetamol. Estaba pachucha la pobre.
Ea, pues hasta aquí bien, pero mira
Conchi, de pronto, qué tensión, qué nervios al escuchar unos pasos que se
aproximaban. Pa mis adentros me decía: que no sea, que no sea, o bueno, que sea
alguien ajeno, pero no. Era nuestra querida Ana o lo que es igual, una más que
añadir a la bitácora, tal y como me temía.
Que sí, que me ha encantado verla, pero
“cagontó”…
Y ya, de perdidos al río, he pensado
cuando he visto aparecer a Aure, que como dice Ana y prácticamente, certifica
León, es “el mejor” y que de verdad y lo sabes Conchi, me alegra
muchísimo verlos, pero hoy no era el día, no con este marrón…
Ahora, también te digo que me estaba
divirtiendo, lo que pasa es que una vez que me comprometo a algo... y
encima no tengo ni idea de cómo hacerla.
En fin… llega mi turno y bueno, unos que
sí, otros que no… que si quita esto que si no lo toques…
León que se tiene que ir, lo hace en verso
y después toma la palabra José María Garrido, el poeta que además hace
esculturas y relatos y todo lo que se proponga, pero ay, Conchi… por si fuera
poco, me pide que sea yo sus ojos. Menos mal que Javier nos ha salvado al
relato y a mí.
José María se prepara para irse y
Juan Antonio toma el relevo con un poema que nos anima a mantener una
breve e interesante reflexión filosófica.
Seguidamente aparece Luis y comienza a
leer Paloma: la verdad y su contradicción. Hace literatura de la experiencia.
A ella también la he nombrado “alumna
ilustre” porque lo bueno si es breve…
Oye, que lo mismo te estoy aburriendo,
pero ya casi termino, solo quedan Ana, Aure y Luis.
Primero Ana, con un poema y un micro que
nos ha dejado un poco perplejos; es lo que tiene, a veces, la realidad.
Después Aure, también con su realismo;
la fugacidad del tiempo y la vida: al pan, pan y al vino, vino, que como
dice Karmelo: tanta hostia y tanto colorín.
Y por último, Luis, que cierra el acto con
broche de oro, recitándonos un tango, una milonga… pero eso sí, brilló el acero
y la sangre, como no podía ser de otra manera.
Al final, fuimos cuatro, como al principio.
Salimos satisfechos y cada cual tomó su rumbo.
Bueno maja, que a lo tonto nos han dado
las mil y yo tengo que ponerme a hacer los deberes. Ya te contaré.
Ea, pues lo dicho, que descanses y muchos
besiccos, chao.
Chelo Santa Bárbara
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