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viernes, 3 de diciembre de 2021

8ª Jornada/XV año: Miércoles, 1 de diciembre de 2021

LIBRO DEL DESASOSIEGO. FERNANDO PESSOA

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 Escribo, triste, en mi cuarto tranquilo, solo como siempre yo he estado, solo como siempre estaré. y pienso si mi voz, aparentemente tan poca cosa, no encarna la sustancia de millares de voces, el hambre de decirse de millares de vidas, la paciencia de millones de almas sometidas como la mía al destino cotidiano, al sueño inútil, a la esperanza sin vestigios.

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Empieza Aure. Las musas están huidas y asustadas. Media docena de huevos hay que traerle. Tengo cortes de conexión. Poemas que un día serán un libro. Trigo limpio. Monseñor: ¡Cómo quiere que seamos trigo limpio! ¡Ábranos su palacio! Y verá que no olemos lo mismo que Jesús ante Pilatos. El poema de los huevos lo tiene en la cabeza. El deseado. Duda entre elegir prosa o poesía. Ideas para un prólogo ajeno. El inconsciente colectivo portugués. Referencias novelescas en cursiva. Poema de los huevos. Dragón. Sin embargo ¡con qué aviesa inquietud me atravesó! Dragón Rapide.

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… Me veo en el cuarto piso de la rua dos Douradores, me ayudo con sueño; miro, sobre el papel medio escrito, la vida sana sin belleza y el cigarro barato que apurándolo extiendo sobre el secante viejo. ¡yo, aquí, en este cuarto piso, interpelando a la vida!, ¡diciendo lo que las almas sienten!, ¡haciendo prosa como los genios y los célebres! ¡yo, aquí, así...!

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José Antonio. Hoy día lucha contra el SIDA. Décimas encadenadas con León. Ojalá que acierte. El ambarino aguafuerte. No llegó a ser catarata. Hará también la promesa de tatuarse un pasado en el corazón. SIDA. La Cibeles se ha ido a la Gran Vía. Cantan los bombos y las voces. Disfrazada de esqueleto. Vivo y cautivo.

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Yo no partí de un puerto conocido. Ni sé hoy qué puerto era, porque todavía no he estado allí. Tampoco, igualmente, el propósito ritual de mi viaje era ir en demanda de puertos inexistentes -puertos que fuesen tan sólo entrar-hacia-puertos; ensenadas olvidadas de ríos, estrechos entre ciudades irreprensiblemente irreales. Pensáis, sin duda, al leerme, que mis palabras son absurdas. Es que nunca habéis viajado como yo.

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Cinta. Cuento pétalos violeta. Colibrí aletea entre cucharillas, platos, tazas y recorre el pasillo sin que sus pendientes dejen de bailar. Huyendo de un padre que la azotaba. Se casó con 14 años. Vivió debajo de una mesa. Seis hijos carboncitos. Ese español que retumba. Ojos acero en su cuello una llave. Su sonrisa puede ser el preludio de una dentellada. Hablan con sus voces graves. Tu abuela era trapecista gitana, te enseñó a dar saltos mortales. La caligrafía es una red que me estorba. Su voz contradice su cansancio, habla como un riachuelo. Y los pétalos violetas de su cara ya no están.

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Todos los pensamientos, que han hecho vivir a hombres, todas las emociones, que los hombres han dejado de vivir, han pasado por mi mente, como un resumen de la historia, en esta meditación mía andada a la orilla del mar.

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Rocío. Las diez y cubierto. Uno de los últimos serenos. Yo vivía con mis abuelos. Dos árboles con una misma raíz. Dos árboles con las raíces entremezcladas.  El contorno casi perfecto de un ciprés y aquel otro casi redondo. Marga, una flor con dos coletas. Las tardes eran nuestras, solo nuestras. Se hacía un café de puchero oscuro. Sus dedos bailoteando con el río. El que llegaba con el capote helado y las manos calientes. El que me daba conversación. Echándose un abrigo sobre la bata. Nos habíamos quedado solos, muy solos. Lo achaqué a la tristeza. Si me descuido se va a la calle sin la gorra. Yo no sabía de duelos ni de enfermedades. La muerte de la abuela había acelerado su vejez. Sonó el timbre de la puerta. Todo me pareció rarísimo. Un glaciar me estaba creciendo dentro.

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¿Quién sabe siquiera lo que piensa, o lo que desea? ¿Quién sabe lo que es para sí mismo? ¡Cuántas cosas sugiere la música y nos sabe bien que no puedan ser! ¡Cuántas recuerda la noche y lloramos, y no han sido nunca! Como una voz suelta de la paz tumbada a lo largo, el enrollamiento de la ola estalla y se enfría y hay un salivar audible por la playa invisible.

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Chelo. El poema es de 2016. Rincones de tinta. Ya no creo en la Tierra. Dejamos desnudo el deseo que nunca se consumó. Nos expandimos como aceite derramado. De todo este tiempo que llaman vida. En renglones de tinta casi seca. Quitar partículas.

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La hoja en que escribo con cuidado, en las líneas pautadas, los versos de la epopeya comercial de Vasques y Cía., y el convés donde veo con cuidado, un poco al lado de la pauta alquitranada de los intersticios de las tablas, las tumbonas alineadas, y las piernas salidas de los que descansan del viaje.

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León. Hoy viene de oyente. Sigue con su historia, engolfado.

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Antes que cese el estío y llegue el otoño, en el cálido intervalo en que el aire pesa y los colores se ablandan, las tardes suelen llevar un traje sensible de gloria falsa. Son comparables a esos artificios de la imaginación en que las añoranzas lo son de nada, y se prolongan indefinidas como estelas de navíos que forman la misma serpiente sucesiva. 

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El Maestro. Sigue con los objetivos. Esperar la lluvia. Cuando no llega el agua, llega el hambre. La piel de la tierra es herida por la que sangran mis ojos. Temblor de sol en el acero. Con los párpados arrasados por la sal. El aire cruje en las ventanas.

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Hay una vaga brisa.
Pero mi alma está con lo que veo menos.
Con el paquebote que entra,
porque él está con la Distancia, con la Mañana,
con el sentido marítimo de esta Hora,
con la dulzura dolorosa que sube en mí como una náusea,
como un comienzo de mareo aunque del espíritu.
Miro de lejos el paquebote, con una gran independencia de alma,
y en mi interior un volante inicia lentamente sus giros.

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Juan. Ya viene el autobús. A tres grados bajo cero. Tres. Yo estaba abrigado con un saco de dormir. Me contó que había faltado ese día a las clases. El chofer no dice nada. Un beso, cariño y mucho amor. Recoge libros usados.

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Otra vez vuelvo a verte
sombra que pasa a través de sombras y brilla
un momento una luz fúnebre desconocida
y entra en la noche como la estela del barco que se pierde
en el agua que dejamos de oír...

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Isa Morión. El invierno está detrás de esa puerta. Lo hallaría todo muerto. Alegría caída en mis pies. Yo aun estoy vivo y lo sé. Gloria Fuertes. La vida es una hora. Apenas dará tiempo a amarlo todo. Mi alma tiene prisa. Luis Andrade. El tiempo termina. Esa palabra hermosa llamada libertad. Para abrazar sin prisa. Cada día es distinto.Quiero marcharme limpia. El peso del silencio. Nadie te besa. Y vuelvo a ser aquella que vibra con el viento.

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Mar enorme, mi ruidoso compañero de la infancia, que me descansas y me arrullas, porque tu voz no es humana y no puede un día citar en voz baja a oídos humanos mis flaquezas y mis imperfecciones. Cielo vasto, cielo azul, cielo cercano al misterio de los ángeles. 

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Juan Antonio. Los objetivos. Calidad educativa. Orientación educativa. Los llaman pakistaníes. Después de un cuarto de siglo, no sé si seguirá vivo.

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Absorto e incierto
y sin conocer,
floto en el mar muerto
de mi propio ser

Me siento pesar
porque agua me siento...
Te veo oscilar,
vida-descontento...

De velas privado...
La quilla virada...
El cielo estrellado
frío como espada.

Soy cielo y soy viento...
Soy barco y soy mar...
Que no soy yo siento...
Lo quiero ignorar.

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Paloma.

—¡De ninguna manera Felipe! de ninguna de las maneras. ¡Conmigo no cuentes! Yo no me meto a vivir con tu madre ni borracha -dice Adelina visiblemente alterada- ¡Que no!, que nanai, nanai de la Chinaná, que antes me pongo a pedir limosna en los Jerónimos. Que no hay quien la aguante y a mí me huele a rancio. Tiene la cocina llena de mierda y un perro sarnoso, y ¿Quién me dice a mí que no tiene ratones? Que no, por la vida de mis hijos que no voy. Que caiga aquí mismo fulminada si voy a ir a casa de tu madre.

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Disfruté anticipadamente el placer de ir, una hora para allá, una hora para acá, viendo los aspectos siempre diferentes del gran río y de su desembocadura atlántica.

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Carmen Padín. Invierno. Disfruto refugiada de la lluvia. Con la nieve es otra cosa. La nieve no hace ruido al moverse. La desazón que provocaba mi ausencia. El patio disimulado por la bruma. Techos desiguales, madrigueras y baches en el pavimento. Un gozo desconocido me invade.

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Vivimos todos, en este mundo, a bordo de un navío zarpado de un puerto que desconocemos hacia un puerto que ignoramos; debemos tener los unos con los otros una amabilidad de viaje.

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Susana. Ética para náufragos. Repites a todas horas una especia de mantra tóxico. Desde que te despiertas piensas en él. El naufragio estaba cerca. Supiste que todo había terminado. Era como hablar con un desconocido. Sientes que la vida es eso.

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Algo se parte en mí. El rojo anocheció.
Sentí de más para poder continuar sintiendo.
Se me agotó el alma, quedó sólo un eco dentro de mí.
Decrece sensiblemente la velocidad del volante.
Las manos me borran un poco de los ojos mis sueños.
Dentro de mí hay sólo un vacío, un desierto, un mar nocturno.

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Luis. A un amigo. La otra noche soñé que dejabas la vida, hilvanando nostalgias. Donde palomas locas no cesan en su vuelo. Aquel aliento impávido vertido en el papel o en el viento. Tu recuerdo no va a morir.

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Y en cuanto siento que hay un mar nocturno dentro de mí,
sube de sus lejanías, nace de su silencio,
otra vez, otra vez el vasto grito antiquísimo.
De repente, como un relámpago de sonido, que no hace ruido sino
ternura.

 

Ana. Bilingüe. Allá. En la otra orilla las luces alumbran más. Yo crucé a la otra orilla. Solo, dormí caliente entre periódicos color sepia. Tampoco las estrellas se podían divisar. En la otra orilla. Muy bonito en gallego.

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Adelanto la pluma hacia el tintero y de la puerta de la sala de fumar, incluso al pie de donde siento que estoy, sale la figura de un desconocido. Me da la espalda y avanza hacia los otros. Su manera de andar es lenta y el trasero no dice mucho. Empiezo otro asiento. Trato de ver por qué me había equivocado. Es en el debe y no en el haber la cuenta de Marqués (Le veo gordo, amable, chistoso y, en un momento, el barco desaparece).

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Paloma Sánchez
2 de diciembre de 2021








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