Justine
Lawrence Durrell
La ciudad que se sirvió de nosotros como si fuéramos su flora, que nos devolvió, que nos envolvió en conflictos que eran suyos y creíamos equivocadamente nuestros la amada Alejandría.
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León para por Albacete. Hay ciudades donde la magia viene del cielo. El aire se mueve en Albacete y trae magia. Diálogo con su padre muerto. Menos mal que Franco no llegó a esterilizarle. Vuelo a lo desconocido. Eran franceses y demasiado viejos. Época desmesurada y heroica. Su soberanía sin cortapisas le venía directamente de Dios. Un aullido que todavía resuena. El aroma de aquella época. El pecado de pertenecer al género femenino. La cosa tenía poca gracia. La única mujer que ha traducido la Biblia. La Malmaison parece una casa de muñecas.
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Veo al fin que ninguno de nosotros puede ser juzgado por lo que ocurrió entonces. La ciudad es la que debe ser juzgada, aunque seamos sus hijos quienes paguemos el precio.
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Isa Morión. De Concha Espina. Nació en 1869 en Sotileza, Santander. Baños de ola. Bailes en el antiguo casino. Altar Mayor. “La Esfinge Maragata”. Yo soy una mujer, nací poeta. Un cantar gigantesco. Un horizonte nuevo. Un mundo que me asile y me escuche, lo busco y no lo encuentro. Dedicada al Maestro. Te leo en esta extraña noche, de dolor e insomnio. Me abre el camino. Vuelvo a escribir. Gloria Fuertes. Está seco, sus ramas sin hojas, está seco. La bolsa y el dinero solo le hacen vibrar. Pedro Casaldáliga. En las sombras, muchas veces. Era el miedo al amor más que a la amada. Con todo el peso de mis años vivos.
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Cinco razas, cinco lenguas, una docena de religiones, el reflejo de cinco flotas en el agua grasienta más allá de la escollera. Pero hay más de cinco sexos y solo el griego del pueblo parece capaz de distinguirlos.
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Aure, Cochinillo. Devuélvelo a la vida, devuélvele a las ubres de su madre y cantaré tu gloria, tu infinita piedad.
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Alejandría es el más grande lagar del amor, escapan de los enfermos, los solitarios, los profetas, es decir, todos los que han sido profundamente heridos en su sexo.
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José Antonio, un poema alimentario, sobre las características de la coliflor. Es el tiempo que se escapa, es por eso que hoy lo convierto en un pretexto. Los sulfitos producen reacción confusa, en la mente y en el pito. Bata dos huevos, con ganas. Falta poco para acabar de picar la cebolleta. Feliz Navidad.
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De noche una prostituta borracha camina por una calle oscura sembrando los fragmentos de una canción como si fueran pétalos.
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Cinta. “En los Montes”. Me alimento de espacio donde solo hay un color. Hielo que se convierte en más luz. Un tallo que se opone al viento. Mi mirada la colma de caricias. “Los Calcetines de Navidad”. Solo empujar y ya estoy dentro. He conocido a una elfa de mi edad. Descubrí que tenía seis dedos en cada pie. Me fui a otro lecho.
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Fue allí donde escuchó Antonio los acordes arrobadores de esa música sublime, que lo impulsó a entregarse para siempre a la ciudad que amaba.
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Javier. Estrambote. Un poema como muchas de las cosas de la vida, podría ser perfecto si el punto final lo hubiéramos puesto antes, ¡qué necesidad había de añadirle un estrambote!
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El solaz que me da este trabajo de la cabeza y del corazón reside en que solo aquí en el silencio del pintor o del escritor, puede recrearse la realidad, ordenarse nuevamente, mostrar su sentido profundo.
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Chelo. Microrrelato. Noventa y nueve palabras cada microrrelato. Todos iguales. Apareció un cuñado con insinuaciones. Contó lo sucedido y el señor Pérez dijo: espero que sepas agradecerme el favor. Me quedaré otra vez aquí en este frío tanatorio. Estamos mayores y achacosos. Seguiré aquí tumbado solo y sin vida.
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Quiero que vivan otra vez hasta alcanzar el punto en que el dolor se transmuta en arte quizás sea una tentativa inútil… no sé, pero debo intentarlo.
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Ignacio. Olor a sacristía. “Réquiem por un libro”. Yo soy el que soy. Detritus mental de mi autor. No tiene a nadie que le huela el lomo. Quizá confesiones de Corinna. Lo inenarrable de mi hedor. Ella terminó por hacerse monja. El irlandés era cura integrista. Hágalo despacio. La tapia del barrio imitaba la frustración de los muchachos. Somos todos yonquis de un modo u otro.
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Tu belleza taciturna y decadente no hallaba respuesta en mí.
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Carlos Ceballos. Los titisos, la genista han inventado la pequeña pincelada. Sin tu voz tan sirena que me sigue pareciendo hermosa. Vivimos en un túnel de lavado, un día retroceden las espumas. Los rodillos son hipnóticos. Más viajes de la culpa. Antes de un mes murió.
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La ciudad despierta como una tortuga vieja echa un vistazo a su alrededor, mientras desde una callejuela escondida junto al matadero, dominando los mugidos y balidos del ganado, llega entrecortada la melodía nasal de una canción de amor de Damasco de cuartos de tono sobreagudos pulverizados.
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Rocío. Querida Rosa. La foto es de encargo. Coma. No quería salir orinando. Coma. Me dio la risa floja. Punto y seguido. Las ganas no me las podía aguantar. Punto y aparte. Que yo he pagado por una foto. Coma. Orinando te la regalo. Punto, punto, punto. Ni para fotos punto y seguido. Punto, punto, punto. No me importa que lo haya visto todo el pueblo. En el barrio se sabe todo Rosa. Punto y aparte. Éxito total no sale a hombros por la pandemia.
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Viéndola no podía dejar de pensar en esa raza de reinas terribles que dejan tras de sí el olor amoniacal de sus amores incestuosos como una nube flotando sobre el subconsciente de Alejandría.
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Omega. Se hace un Omega.
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Bajo el peso de sus cuerpos caen los papeles matamoscas colgados en las puertas violetas de tiendas y cafés, olor a sudor de los berberídeos, un olor como de alfombra de escalera en descomposición.
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Paloma.
—Así que eres tú, el que dicen el rubio de las calderas. Muy chuleta y muy suelto te vimos con los hijos de puta de la FAI, ¿Dónde te compras el fijador? rubio de mierda. ¿Te dio un habano el cabrón del Alberti? Pues aquí estamos nosotros pa quitarte las ganas de teatros. Venimos a darte teatro del bueno. Se te va a caer tu pelo de chulángano, que pa chulos, ya estamos nosotros. -continúan en su avance hacia el segundo claustro-. Ahora mismo vas a venir a dar un paseíto con este amigo y conmigo al río, ya verás cómo te gusta. No te vamos a atar, fíjate qué buenos tipos somos.
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Era si se quiere el coqueteo de dos espíritus prematuramente extenuados por la experiencia, mucho más peligroso que un amor fundado en la atracción sexual.
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Carmen Padín. Encontrarte. El café sabe a té de calcetín. Procuro coincidir con Luis. Él no sabe mi nombre. Mi trabajo aquí no es imprescindible. Le planté un beso en la mejilla. Yo también estaba perdida. Clavó una mirada recelosa.
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Entró en el almacén brusca, resuelta y con el aire de autoridad de las lesbianas o de las mujeres adineradas cuando se dirigen a la gente evidentemente pobre.
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Mariana. Mientras que limpiaban verduras y el cuchillo preparaba la herida. No pises las huellas de los fantasmas. Los siete dejaron el calzado a la puerta para reposar. Gatos cosechando pájaros nocturnos. Alimentar los viejos muñecos. Nació la rosa de las rosas. El cuchillo preparaba la herida. No pises las huellas de los fantasmas. Arrecia el camino negro. La noche se hace cada vez más larga. Mientras el mar aborta los gritos con violencia.
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Pasamos de una habitación a otra quebrando los silencios.
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Iñaki. Se oye fatal. Ruidos infernales.
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Las calles empapadas están resbaladizas y el aire se ha puesto denso de humedad, una humedad ardientemente deseada por los árboles de los paseos públicos, las estatuas y otros visitantes.
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Juan Raña se hace un Omega.
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Me pregunté si me reconocería, de haber cambiado la mitad de lo que él había cambiado, le resultaría un perfecto desconocido.
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Juan Calderón. Perlas en el Sena. Día de lumbre entre los labios. Tú y yo desafiando al equilibrio. ¿Recuerdas la ciudad muerta de envidia? Debajo de esta cama que habitamos.
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Las primeras lámparas húmedas y mortecinas habían empezado a endurecer el empapado telón de fondo de Alejandría.
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Luis se hace otro Omega. Ya van tres.
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Cuando se atraviesa el barrio egipcio el olor de la carne va cambiando: amoniaco, sándalo, salitre, especias, pescado.
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Cierre de la sesión con cena y regalo del amigo invisible.
Un éxito la función de hoy. Una ovación cerrada estalla en la sala.
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