Allí, en el nido del águila, comenzó el desfile
A la cabeza, una campana iba contando sabiamente sílabas y asonancias.
- Era Navidad, lo escuchamos por megafonía -
Junto a un padre moribundo y un hijo rabioso, se desataron bridas de pasión.
Tras ellos, pasaron danzando olas envejecidas.
La reina mano, pequeña, oscura y triste, cabalgaba sobre una nutrida piel blanca.
¡Flash!, la foto del dolor iluminó el inmenso cuadro
y en ese instante, sumergidos en el verso, el silencio ocupó el espectro sonoro.
El público, asomado a sus ventanas, jaleaba y aplaudía con delirio
una mujer de azul decidió manchar su vestido de sangre
Y en el íntimo desierto cercano, un dragón lamentó la plenitud de las ausencias.
Al final desfilaron los infectados por el virus de la avaricia
Y una poetisa hermosa, coronada por una platanera, hizo sonar la trompeta.
Su sonido nos despertó de aquel sueño apocalíptico
en el que los cadáveres se pudrían sobre la tierra con las encías reblandecidas.
¿O quizás seguimos dormidos? Soñando allí, donde de forma sutil habitan el rencor, la fiesta, el hambre, la pasión, el dolor, la muerte, la tristeza, el miedo, la soledad, la enfermedad y la poesía. Allí, en ese lugar que se llama miércoles.
3 de diciembre de 2020
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